Todo es cada vez más caro en Barcelona y no es la inflación la causa, quizás lo sea la gestión municipal. Las zonas azules de estacionamiento se han expandido, la verdes todavía más, las multas, y son estadísticas del RACC, se han multiplicado como conejos, que no de la suerte, las grúas municipales acechan cada día al incauto que olvidó quitar el coche antes de las siete de la mañana, los radares se han reproducido como Gremlings, los hoteles han crecido por doquier y el Fórum ha propiciado la expansión de un sinfín de inmobiliarias. Lo más sorprendente de esto es que todos estos negocios, desde grúas municipales hasta zonas azules, se hallan en manos de empresas privadas, sí, sí, lo que oye. Y yo me pregunto, ¿a que precio se está vendiendo Barcelona? Qué pretende el ayuntamiento, ¿una ciudad de negocios? ¿una urbe sólo para hordas de turistas? Y los aborígenes, ¿qué? ¿deben éstos pagar zonas verdes, azules y grúa? ¿es ésto socialismo? Alguien pudiera pensar que se ha preferido dar ingresos a empresas privadas, con cargo a los votantes, que no ampliar los servicios a los autóctonos. Muy pronto, y si todo sigue así, Barcelona podría convertirse en un merendero para turistas mientras los indígenas habremos emigrado huyendo de la presión más privada que municipal. Al final habremos pasado nosotros a ser los de fuera.
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