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miércoles, 18 de enero de 2012

SOLUCIONES A LA CRISIS II

Un día almorzaba en ESADE con un viejo amigo y profesor de allí. Le comenté que el dinero funciona como el agua para una selva, cuantas más veces pasa por distintos organismos más crecen éstos y más beneficios obtienen todos ellos, vaya, que es como si cada euro gastado no se utilizara una sola vez, sino cientos de veces reciclándose y dando bienes o servicios a cada consumidor. Mi viejo amigo asintió pero añadió algo trágico en el asunto, que el agua de esta crisis era especulativa, es decir, que jamás había existido. Detrás de derivados, futuros y otros productos financieros sólo hubo humo y no tanto dinero en metálico. Especular es comprar algo en espera que al día siguiente valga más y venderlo al siguiente que piense igual que el anterior. Así fue que unos creyeron que ciertas inversiones valían muchísimo aunque en realidad no valían tanto. Le pregunté entonces como se llegó a la actual crisis económica. Él, entre muchos devaneos, me afirmó que esto de las crisis económicas resulta algo cíclico, normal e inherente en el capitalismo, una gripe que debemos pasar para que los mercados se regulen y vuelvan a producir crecimiento económico con nuevas especulaciones, en fin, hace falta que todo cambie para que nada cambie. En el recuerdo histórico pasó lo mismo durante el crac de 1929 y los gobiernos decidieron controlar las especulaciones salvajes. Por desgracia desde los años ochenta algunos estados han liberalizado los mercados nuevamente. Por tanto le dije a mi amigo que creer que esta crisis era sistémica era como afirmar que el culpable de la misma era el sistema y no las personas que la impulsaron y se enriquecieron con ella, en concreto algunos banqueros, legisladores y grandes intereses. Siempre he creído que el sistema lo hacíamos nosotros, los humanos, y no el sistema a si mismo. Hablar de crisis sistémica exonera a los responsables y culpables de esta catástrofe como si todo sucediera sin que nadie tuviera un control real sobre el régimen financiero, algo totalmente falaz y perverso. Sería como si un familiar suyo falleciera durante una intervención quirúrgica pero que le argumentaran que no sabían lo que había ocurrido, éramos tantos operando en el quirófano que no vimos quien le clavó el bisturí en la yugular.

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