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miércoles, 19 de diciembre de 2012

La LOMCE y un dinosaurio llamado esfuerzo

El cuarto y último de los objetivos para llevar con éxito un aula es promover el esfuerzo personal entre los alumnos. El esmero está detrás de ese objetivo ya que sin él no se puede superar nada. Para ello los educadores deben ser absolutamente dogmáticos y autoritarios. Decía Chesterton que no puede existir la educación libre, porqué si dejáis a un niño libre no le educaréis. Con libertad plena dudo mucho que todo el mundo decidiera trabajar ocho horas cada día o llegar puntual a su lugar laboral sin abandonarse un buen rato en ese placentero momento del sueño matinal. El esfuerzo no nace de la libertad del individuo, surge de la obligación aprendida desde pequeño. En ello un buen maestro sabrá infundir esos valores entre sus hijos, en cambio uno de mediocre justificará exigir a cada escolar según sus posibilidades, en tal caso cada zagal permanecerá siempre dentro de sus limitaciones, jamás se superará. Téngase en cuenta que los púberes normales no suspenden por falta de profesores mejor formados, nuevas leyes o más presupuestos en educación, suspenden por el simple hecho que estudian menos, porque se esfuerzan menos. A menudo muchos padres admiten que sus hijos de primero de ESO apenas dedican menos de una hora al día al estudio, ¿cómo puede existir éxito escolar con tal falta de esfuerzo? Resultó obvio que estudiar significaba desconfiar de la inteligencia del compañero de al lado. Corría por Internet un dicho que definía con sorna aquella situación, mátate estudiando y verás un cadáver culto. Resulta obvio que la motivación, el esfuerzo y la responsabilidad se encuentran en un gran pozo de miserias. No sería descabellado felicitar al profesor que aconseje más de dos horas diarias entre deberes y estudio, tal dedicación debería ser normal para cultivar todo el potencial de cualquier estudiante, en caso contrario se estaría desaprovechando su capacidad. En relación con el esfuerzo, otros rasgos que le indicarán un centro dudoso para su hijo son los siguientes: una primaria sin apenas repeticiones de curso, una evaluación por temas y no por conjuntos trimestrales como antaño, la facilidad de pasar de curso con muchas materias suspendidas, una rebaja de los niveles de exigencia, la eliminación de notas en primaria, la erradicación de la memorización como herramienta fundamental del aprendizaje, el aumento de materias optativas reduciendo horas de lengua y matemáticas, la aparición de un trimestre sin matemáticas o lengua y otras tantas grandes proezas que algunos expertos todavía preconizan. Veámoslos con detalle y analicemos los efectos negativos que inducen en nuestras futuras generaciones. Una primaria sin ajo, o una primaria sin apenas repeticiones, fue un hecho denunciado por el estudio de la Fundación Jaume Bofill a finales de 2007. El informe demostraba que la cultura de la promoción automática de curso está firmemente agazapada en primaria. A pesar que el alumno no progresara adecuadamente, se le da un visto bueno y pasa al siguiente nivel sin haber afianzado el anterior. Lo básico que se debió aprender en primaria, la tabla de multiplicar, la comprensión de texto y el saber redactar, no se alcanza y así ese fracaso llega a secundaria, ahora sí, repitiendo curso en algunos casos. En cuarto de ESO un 13,7 % de los alumnos repite curso, mientras que en el norte de Europa este porcentaje sólo llega a menos de la mitad, un 5 %. Según los datos del MEC, el 33 % de los escolares de 16 años repitió curso durante el 2008, algo que no estaba nada mal para una reforma que se diseñó para evitar la repetición. Por tanto, el informe anterior pone de relieve que las repeticiones en primaria son muy escasas aunque demasiado frecuentes en secundaria, algo indicativo que el fracaso escolar infantil se ha ocultado derivándose a secundaria. La evaluación continua, que no continuada, también denota un mal centro educativo ya que se examina a los chavales por temas, y no por conjuntos trimestrales. Por otro lado, con un nombre tan llamativo, evaluación continua, se llega a convencer al más incauto de su credibilidad. Bautizar con apelativos técnicos algo sin fundamento siempre regala solidez a lo que carece de ella. La evaluación continua parece mostrar un concepto revolucionario y de progreso mientras es todo lo contrario. Al examinarles por pequeñas partes sin exigir en el siguiente control los conceptos anteriores provoca que los chavales dejen de poseer ideas globales de una materia, y lo más nefasto, se acostumbran a estudiar solo ínfimas porciones del libro para aprobar y luego olvidar. En conocimientos como las matemáticas se han dado situaciones de lo más kafkianas. Si durante el mes de octubre se enseñaban los números negativos, en enero se debía repetir esa lección para explicar las fracciones con negativos. Otro tanto ocurría en lenguas y otras asignaturas. La evaluación nombrada como continua resultó crear muchas discontinuidades en el aprendizaje. Otra de las medidas que hunde la cultura del esfuerzo es la rebaja de los niveles de exigencia. Se rumorea por pasillos y claustros escolares que la reforma educativa redujo los niveles de la EGB para incentivar aparentemente el éxito académico en la ESO. Los defensores de la reforma afirmaron que no habían reducido la exigencia, que sólo habían redistribuido los contenidos. Pues si antes en octavo de EGB se enseñaba la ecuación de segundo grado, en la ESO se hacía dos años más tarde, ¿era eso una redistribución o un retraso? Si un tren llegase tarde dudo mucho que ningún político se le ocurriera decir que se habían redistribuido los horarios de cercanías y que usted debería esperar a la siguiente locomotora dos años más tarde. Por tanto, si alguien podía resolver ecuaciones de segundo grado a los 14 años en el sistema anterior, ¿por qué razón debía hacerlo a los 16 en la ESO? ¿No era eso estafarle al no explotar sus posibilidades? ¿Se le estaba formando o deformando? Un escolar desarrolla sus capacidades en función de lo que se le exige, no en lo que se le facilita. Así pues con una ESO fácil debería haber aumentado el número de aprobados, por desgracia ocurrió todo lo contrario, cuanto más se bajó el nivel de exigencia, más descendió el nivel de aprobados por acomodamiento y falta de esfuerzo. En fin, que la LOGSE tras aumentar la escolarización obligatoria hasta los 16 bajó los niveles pero sin aumentar el número de aprobados. Ante la realidad anterior el propio PSOE confesó en el 2004 que el nivel había caído estrepitosamente. Quizás pasó que a más fácil menos esfuerzo. El exceso de optativas también es un factor a tener en cuenta ante la crisis del esfuerzo. Inicialmente llamados créditos variables en la reforma, fueron asignaturas que dividían la clase en tres grupos unas seis o más horas por semana, ello obligaba a la dispersión de los púberes en diversas aulas por el centro. Si antes con la EGB los escolares permanecían en una sola clase la mayor parte del tiempo, ahora sucedía todo lo contrario. Los cambios de sala eran frecuentes con la consecuente distorsión y algarabía que los adolescentes encontraban en ello por los pasillos del instituto. Los chavales que rondaban los doce jamás fueron lo suficientemente maduros como para dejarles tanta libertad de movimiento por un centro que llamábamos educativo. Actualmente las optativas han pasado de tres a una, es decir, volvimos a lo que ya funcionaba durante la EGB. En nuestro caso presente, valore el centro donde se minimiza ese traspaso de alumnos por los pasillos. En tal caso la dirección del instituto suele aplicar medidas para que los cambios de clase sean los mínimos posibles. Entre tales se halla una distribución de aulas cercanas y acorde a los cambios de aula, unos grupos homogéneos de alumnos que vayan juntos el máximo tiempo posible y finalmente unos itinerarios en materias de cuarto de ESO y Bachillerato que no originen grupos satélite por el instituto en busca de su aula. Que las aulas de las optativas estén lo más cerca posible de las aulas de grupo reduce ostensiblemente la distancia a recorrer y el tiempo del mismo, que los grupos estén formados por los alumnos que van al mismo bloque de optativas también elimina muchos cambios de sala y que haya bloques de materias a escoger y no libertad total en mezclarlas al capricho del adolescente favorece los grupos homogéneos anteriores. Hay otras medidas pero lo importante es que usted vea que su instituto se preocupa por ello, signo inequívoco que procura orden y esfuerzo sobre sus escolares. Otro punto que conllevó la detonación del esfuerzo fue la eliminación de las notas en primaria. Una de las ideas que trajo la reforma fue no traumatizar a nuestros alevines con el fatídico insuficiente o con el terrorífico muy deficiente. Así fue que se inventaron algo ambiguo, algo que potenció la destrucción de la cultura del esfuerzo. Con un necesita mejorar el alumno poco sabía si suspendía o aprobaba. De hecho nadie jamás fue perfecto y todo el mundo necesitaba mejorar. Algo parecido ocurría con el progresa adecuadamente, pero ¿muy adecuadamente?, ¿sólo adecuadamente?, ¿o un poco adecuadamente? Es obvio que sin notas informativas, padres e hijos viven relajados el paso por la primaria. Así que si usted todavía recibe las notas de su hijo en primaria con comentarios pero sin suspensos, bienes, notables o excelentes no estará informado en absoluto. Por suerte la LOE erradicó la ausencia de notas a finales de 2007 y volvió a imponer las notas en primaria, algo que llevaban reclamando los maestros hacía más de doce años. Más valió tarde que nunca, aunque I.B. de la Asociación de Maestros Rosa Sensat insistía que las notas eran un error y que debía instaurarse de nuevo el necesita mejorar y el progresa adecuadamente, y vuelta a empezar. Por suerte esta vez los políticos dejaron de lado a algunos expertos aunque si usted leyera la letra pequeña de la LOE se daría cuenta que siguió existiendo la ausencia de notas durante ese primer año de aplicación. La obligatoriedad de puntuar de forma cualitativa y abandonar el necesita mejorar afectaba únicamente a segundo, cuarto y sexto, o sea la mitad de los cursos de primaria. Es decir, fue todo una verdad a medias, ¿o una mentira al 50 %? En primero, tercero y quinto se mantuvo el necesita mejorar y el progresa adecuadamente, mientras que en el resto se ponían notas, ¿ven que desorden para informar mejor? Por suerte, y en 2008 se creyó en los profetas y las notas en primaria se empezaron de nuevo a poner en todos los cursos. Por tanto si en su escuela usted recibe notas es lo que acontece, pero si además tiene la certeza que allí no se regalan aprobados, vamos todavía mejor. Piense que al llegar a secundaria empezarán los problemas, porque allí sí deberían poner notas de verdad aunque también se han producido ciertas rebajas. A pesar de la oposición de muchos docentes, el Ministerio de Educación y Ciencia eliminó en marzo de 2007 la posibilidad que el cero figurara entre las calificaciones de la ESO. El ministerio estipulaba que las notas de los alumnos seguían una escala del 1 al 10 y que por eso debía eliminarse el 0. La eliminación de éste siempre halló otros ejemplos en la historia con consecuencias que todavía hoy estamos pagando. Durante el siglo VI d.C., y hundido por completo el Imperio Romano y su calendario, urgió crear uno de nuevo. Bajo el mandato de Papa Juan I, un humilde monje iletrado que estaba a las órdenes del vaticano, hizo lo que buenamente pudo. Dada la era cristiana en la cual se vivía, el nuevo calendario debía ajustarse al nacimiento de Cristo, pero primer problema, nadie tenía ni la más remota idea de cuando lo hizo éste. Dionisius Exiguus, nuestro monje ignorante, bajo la presión papal y el encargo impuesto, se inventó la fecha y con ella eliminó el cero del calendario, ahora lo verán. Primero adjudicó el primer día del año al 1 de enero como en el antiguo calendario romano, luego asignó ese día como el día en que Jesús fue introducido en sociedad, su circuncisión. Tal ritual se realizaba siete días más tarde del nacimiento de cualquier lechón judío, así que la fecha del nacimiento quedó en el 25 de diciembre, casualmente el mismo día que el nacimiento de una diosa que la mayoría de los primeros cristianos veneraba paganamente, Mitra, y que la iglesia deseaba integrar como práctica cristiana. Pero lo más grave del asunto fue la falta de aritmética demostrada por Dionisius. Asignó el nacimiento de Jesús al año 1 sin que existiera un año 0 anterior en el calendario. Es decir, igual como hizo el Ministerio de Educación y Ciencia, se cargó el 0. Cuando alguien nace posee 0 años y pasado un año cumple su primer aniversario. Jesús fue distinto, fue un milagro. En el mismo momento de su nacimiento este ya tenía 1 año de edad y 365 días más tarde, en el 2 d.C., este celebraba su segundo falso aniversario. Aquel sutil error de la iglesia supuso que todos los posteriores cambios de siglo o milenio fueran siempre un año más tarde. El siglo II empezó en el 101 y no en el 100, el segundo milenio no comenzó en el año 2000, lo hizo en el 2001. Ven todo lo que ocurrió por eliminar un 0 de nuestro calendario. Pues ahora, y en las notas de secundaria un examen en blanco debería constar al menos con un 1 en lugar de un 0. Ese punto quizás signifique que el alumno supo traer el control a la mesa del profesor con la consecuente habilidad de saber como depositarlo allí. Así que para no traumatizar su esfuerzo se le regala un punto. Un docente de Barcelona escribía un día, ¿y no deberíamos también poner un 11 a los alumnos 10 por su trabajo e inteligencia? ¿O para ellos las reglas del juego seguirían siendo siempre otras? Dejando atrás este galimatías de ceros y unos, las calificaciones de insuficiente, suficiente, bien, notable y excelente siempre fomentarán la motivación y el trabajo por varias razones. Primero, informaban a los padres claramente del nivel de su lechón; segundo, de igual forma se lo muestra al alumno; tercero, indica que alumnos deben ser atendidos de forma diferencial si es del todo necesario; y cuarto, fomenta la cultura del deseo de superarse y del esfuerzo. En fin, busque aquel centro que impone notas claras y no eufemismos cargados de ambigüedades. En eso algunos institutos caen en diversificar las notas con demasiadas casillas que al final los padres les cuesta entender. Me explico, cuando en los boletines de notas se desglosan por materia más de tres casillas con su media al final, la madre y el padre tienen ante sí más de treinta notas que valorar sobre su hijo, algo que por exceso de información desinforma más que informa. Me refiero concretamente a los centros que detallan por materia y en cada trimestre las calificaciones en conceptos, procedimientos, actitud y nota final, algo que fue creado por la reforma para facilitar las cosas y aprobar a un mayor número de alumnos. Huya por tanto de ese tipo de boletines y busque la información esencial, si su hijo aprobó o no. Conceptos, procedimientos y actitudes resultaron un invento que permitía unos juegos malabares con la media final de cada materia. De una forma grotesca pero también muy real podría ocurrirle lo siguiente. << Mi hijo cursaba primero de ESO y un buen día trajo las notas del primer trimestre. Allí vi algo inverosímil, tenía muchos conceptos suspendidos pero las áreas aprobadas. Concerté entrevista con el tutor para comprender tal paradoja y me contó que mi hijo apenas estudiaba pero que realizaba todos los trabajos con un nivel más o menos aceptable superando los procedimientos. Añadía el docente que el comportamiento de mi zagal era ejemplar aprobando así la actitud. Por dicha razón la media le salía aprobada y santas pascuas. La verdad, como padre me sentí engañado. Con la EGB me timaron, allí o estudiabas o suspendías. El problema fue que a quien reclamaba por la estafa. Habían pasado más de veinte años y el delito había prescrito >> El boletín de notas debería ser claro y sin cosas raras por medio, de otra forma se está abonando el terreno del aprobado fácil, algo que en nada ayudará a nuestras generaciones futuras. Muchos alumnos aprenden a calcular entre procedimientos y actitud para aprobar con el mínimo esfuerzo pero sin aprender demasiado en conceptos. El filósofo chino Confucio decía que nunca hagas apuestas. Si sabes que has de ganar, eres un pícaro; y si no lo sabes, eres un tonto. Por tanto la trilogía de notas conduce a la picardía, al no esfuerzo y al fracaso académico. Los docentes que aún defiendan boletines con procedimientos, actitudes y conceptos le muestran su falta de sensatez ante la obligación que todos los adultos tenemos antes los chavales, enseñar y educar bajo el esfuerzo. Por suerte, y tras doce años de quejas, se escuchó en parte a los sabios y la trilogía de notas se diluyó en el boletín que se entregaba a los padres. Durante el curso del 2007 al 2008 la ley permitía una sola nota por área en las evaluaciones trimestrales. Si algún centro mantiene el trípode de notas es iniciativa propia. En tal caso exíjale que cambie en la mejora. No quiera que su hijo se vuelva un gandul. En resumen, las causas escolares que pueden propiciar la pérdida de la cultura del esfuerzo son una primaria sin repetición, los exámenes por unidades, unas rebajas del nivel de exigencia, un exceso de optativas y unas notas trucadas entre otras muchas cosas. Analice en el centro de su hijo si todo ello se tiene en cuenta ya que el esfuerzo es la pieza fundamental que permite motivar, aprender y formar como adultos a sus zagales. Sin empeño la frustración hunde al más débil, y los psicólogos tienen muchos pacientes que no saben superar situaciones de la vida. Es cierto, no obstante, que la capacidad de esfuerzo varía en cada individuo y que para aplicar con precisión quirúrgica todos las estrategias docentes se requiere de otra información. A un púber quizás le vaya bien una amonestación para mejorar mientras que para otros mejor una conversación tranquila. Para discernir qué aplicar a cada cual se necesita de un conocimiento profundo de cada escolar, y a ello hay que dirigirse ahora, a sus hijos.

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