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viernes, 11 de enero de 2013

HABLAR DE SEXO EN EL AULA

Hablemos de sexo Durante la adolescencia explota la libídine y con ello hay que comprender algo de nuestra especie, que los humanos somos hipersexuales, que amamos más al sexo de lo que nos imaginamos. Analicemos las siguientes facetas y luego saquemos una conclusión. Como escribía Demond Morris, somos monos desnudos, a diferencia de la inmensa mayoría de animales no poseemos pelo por todo el cuerpo. Nuestra piel, desprovista de pilosidad, es fina y sensible para captar mucho más que frío o calor ambiental. Las caricias, los masajes, incluso las imposiciones de manos nos encantan y dan placer. Por otro lado nuestra piel está dotada de infinitud de puntos muy sensibles y orógenos. Pezones, labios bucales, labios vaginales, cuello, orejas, clítoris, glande, escroto, ano y demás zonas que despiertan toda una gran literatura parda entre adultos y adolescentes. Añadamos que la insinuación a distancia existe de manera física y olorosa. Los pechos femeninos no están hinchados de leche, están hinchados de grasa para darles la forma redonda y turgente que todo hombre, disimuladamente o no, observa. De igual forma las nalgas femeninas también acumulan grasas para embellecer y reclamar la mirada furtiva del macho. Pero no sólo de formas se reviste el sexo, también de olores corporales en axilas y pubis, éstos emiten almizcle para potenciar la excitación sexual. En muchos perfumes se añade tal producto para agradar más al consumidor y quienes desee atraer, ¿o nos perfumamos para las moscas? Existen más rasgos que nos alejan del resto de animales. El sexo humano resulta algo muy peculiar, singular y exclusivo. Así pues, y en el juego amoroso, los toqueteos y husmeos de la piel son fundamentales en algo que ningún otro vertebrado posee, una precópula muy larga. El juego y la insinuación a través de nuestra piel ocupa su tiempo en nuestra especie, y aunque exista el aquí te pillo aquí te mato, predominan las estimulaciones antes de la masturbación o de la penetración. La variedad de posturas y prácticas sexuales en los humanos roza el infinito que jamás nuestras mascotas realizan. Caricias y besos en el cuello, orejas y pezones, más morreos, felaciones, cunilingus, besos negros y demás estimulaciones sexuales que el resto de vertebrados, excepto el bonobo, no practican. A diferencia de nuestros congéneres también el orgasmo en nosotros es distinto, muy largo e intenso, infinitamente más que muchos mamíferos próximos. Los monos la meten y la sacan en fracción de segundos, ¿y acaso les ve cara de placer en el zoológico? Pero lo que más nos distancia del resto de animales es que no tenemos celo estacional marcado. Cuando las mujeres ovulan, los machos no lo saben. Sin estro que las delate se puede hacer el amor durante todo el año y por tanto el sexo en nuestra especie no está atado sólo a la reproducción, sino al placer para bajar la ansiedad y potenciar los vínculos de pareja. En resumen, podríamos decir que el resto de vertebrados apenas practican el sexo, a lo sumo, les sirve para la reproducción pero no de divertimento. El sexo por placer o como refuerzo del amor es normal, natural y lícito en los humanos ya que así nos diseñó la evolución biológica. Si usted defendiera los antiguos creacionistas, hoy autollamados del diseño inteligente, debería admitir que Dios creó a nuestra especie con ese don, el placer sensual. Por tanto, hablar de sexo con los zagales debería ser algo normal, natural y lícito. Hemos detallado que la especie humana se caracteriza por ser hipersexual, es decir, nos encanta eso del coito y el orgasmo más que a ningún orga-nismo del planeta. Insisto, poseemos el precoito, coito y orgasmos más largos de toda la fauna de la tierra. Ante tal alarde de placer es innegable nuestra apetencia natural por el sexo, la existencia de la homosexualidad, bisexualidad y otras prácticas más las consecuencias negativas de morales represivas ante el sexo son pruebas de ello. La ablación, el matrimonio de un homosexual con un sexo contrario por miedo a no salir del armario, el célibe pederasta o la infidelidad ante morales que prohíben el sexo por placer son prístinos ejemplos que la represión sexual atenta contra la naturaleza humana. En resumen, el sexo en los humanos es algo pero que muy importante. Las conversaciones entre adolescentes son una prueba titánica de ello. Escúchenles y ya me dirán. Ellos mimos nos muestran que ello es algo natural por lo que deben aprender a cada edad, y en su medida, la realidad de nuestra condición humana. El amago, la coacción y la represión son actos contranaturales. Una seria de clases en donde se explique todo lo anterior resultan ideales para segundo o tercero de ESO con el colofón que el sexo es algo adulto y que requiere de madurez para practicarlo convenientemente. Todos sabemos que la virginidad se pierde cada vez más temprano, pero si en el aula se hace apología del sexo, se propicia el riesgo de embarazos no deseados o de enfermedades por descuido de goma. Se puede insistir siempre que el sexo es algo adulto que ayuda en el amor entre pareja. Es más, se debe insistir que el momento de hacer el amor con alguien deben existir tres elementos básicos. Primero saber qué vas a hacer con la información impartida en clase, a mejor conocimientos mejor toma de decisiones. Segundo como lo vas a hacer para evitar riesgos innecesarios. Y tercero y último, con quién lo vas a hacer para tener claro si será por placer, atracción o amor compartidos. La edad del coito la debe poner el alumno bien informado. Conocí a un docente muy atrevido que en su clase de naturales de tercero de ESO daba reproducción sexual de forma muy original. Al principio avisaba a sus alumnos que se iban reír si les hablaba de sexo por el simple hecho que nos da pudor y nerviosismo conversar de algo tan íntimo. La reacción natural de los seres humanos ante una tensión interna es la carcajada, de hecho el humor se basa en ello, en crear una situación absurda que se resuelve de manera inesperada. Nuestro cerebro en ello sufre una contradicción y cuando aparece el desenlace entre lo lógico y lo ilógico, descarga la tensión en forma de sonrisa. Analice la mayoría de chistes y se dará cuenta de ello. Por tanto los alumnos avisados del chiste, cierto, se reían durante la primera clase al comentar la hipersexualidad humana, los pechos hinchados de las mujeres, o el pudor por verse desnudos ante los demás. A la segunda clase el nivel de carcajadas disminuía considerablemente ya que la tensión era menor y el grado de novedad también. A la tercera se hablaba sin menor pudor y con tranquilidad de prácticas sexuales de todo tipo, de sus riesgos, de sus placeres y de todos los métodos anticonceptivos. Las preguntas surgían y se daban detalles de la anatomía de los puntos G, U, clítoris, ano, oreja, cuello, labios bucales, labios vaginales y todos los tacos que conllevaban. Asimismo se les mostraba sus equivalentes cultos mencionando el cunilingus, la felación y los nombres de muchas posturas ya sin pudor y sin chistes como el 69, el sexo oral y hasta el anal. Se llegaba a la masturbación, masculina o femenina, que daba placer y restaba ansiedad ante los exámenes u otras situaciones, algo sano, natural y necesario, que el sexo por placer existe pero que el sexo por amor refuerza los lazos entre la pareja, que ya lo descubrirían, y que sobretodo siempre la goma por medio. En todo aquello no había cachondeo en clase, sólo curiosidad y motivación. Un docente así quiéralo en el aula. Al final de la unidad, no oficial en el libro de texto, este profesor les soltaba la bomba, que si estaban preparados a su edad para hacer el amor. Eso daba una nueva vuelta de tuerca al asunto, una nueva tensión y algunos alardes de masculinidad pero sin respuesta clara. La mayoría decían que no, al menos en los tres años que tal docente impartió la materia. Ya sabemos que una minoría calló al no ser vírgenes y otros vitorearon sus hazañas entre su clan. Lo importante aquí de un docente en el instituto fue su neutralidad y su madurez. Me comentaba este profesor que aún sin estar de moda reprimir el sexo, tampoco debía adelantarse con apología del mismo. Hablar de sexo en el aula era muy divertido pero muy peligroso. Él les decía que encontraran el momento en su madurez, que amando a alguien mejor pero que si lo hacían por placer era digno y natural también. De todas formas entre docente y alumnos puede existir un riesgo en asuntos de sexo, el de la seducción o el enamoramiento. Recuerdo un docente de naturales que se vio asediado por una alumna bajo deseos más allá del pupitre. Ella le esperaba siempre a la misma hora ante su automóvil. Un día, y a final de curso, ella quiso abrazarle y besarle. El pobre hombre esquivó la intención y entró en el coche con un despido verbal cordial. En otra ocasión supe de otro profesor acusado por una alumna muy díscola de agresión. La directora del centro exigió explicaciones al docente y al descubrir que la escolar se autolesionó no sancionó a esta ni exigió que ésta pidiera disculpas al educador. Desde ese día, me confesaba este docente, aprendió un truco para no ser acusado jamás de tales difamaciones. En caso de tener una charla con una alumna en clase o en la sala de entrevistas, dejaba siempre la puerta abierta para estar a la vista de todo testimonio y ahuyentar cualquier rumor sobre posibles acosos. Por tanto, de sexo se debe hablar tanto en casa como en el centro pero con seriedad y hasta con cierta distancia para no inducir seducción alguna entre los escolares. En familia debe también existir ese diálogo. Las cenas sin televisión pueden dar mucho de si entre sus hijos y usted. Al fin y al cabo, deben saber hacer el amor, sus relaciones de pareja pueden depender de ello. De todas formas, en naturales no haremos prácticas en el laboratorio, no tema.

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