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sábado, 11 de mayo de 2013

ARSUAGA EN EL NATIONAL GEOGRAPHIC

En el número de mayo de National Geographic de este año el codirector de Atapuerca, Premio Príncipe de Asturias, Doctor Honoris causa por la Universidad de Burgos y asesor de dicha publicación en España, Juan Luis Arsuaga, expone en un artículo que los neandertales utilizaban plumas para decorarse la cabeza. Para ello se fundamenta en la excelente, detallada y exigente reconstrucción de un busto masculino de un neandertal que el artista italiano Fabio Fogliazza ha elaborado imitando en todo detalle a los indios cheyennes. Esta escultura se inspira a su vez en las hipótesis propuestas por el antropólogo italiano Marco Peresani que dirige el equipo que interpreta los restos neandertales hallados en la cueva de Fumane en los Prealpes italianos. Ante tal cadena de suposiciones cabe preguntarse si tenemos datos taxativos que demuestren que los neandertales se emplumaban la testa. Sabemos por hechos que los de nuestra especie por América y otros continentes sí lo hacían, recuérdese los Sioux o los Cheyennes, pero que los neandertales fueran pioneros en tales prácticas no hay pruebas directas, claras y fehacientes de ello. Pues, ¿cómo lo argumenta Arsuaga? Primero, y sólo empezar el artículo, dando más credibilidad al mundo artístico que a los datos científicos. Cito textualmente: las reconstrucciones que hacen los paleoartistas son tan buenas y realistas que nos vemos obligados a preguntarnos si de verdad ganaríamos algo viajando al pasado. Es decir, la observación directa de unos hechos pretéritos sería de menor calado real que la mejor obra artística que los imaginó. Arsuaga prosigue el artículo, y sin dato alguno durante seis parágrafos, declara que si los neandertales se arreglaban el pelo con plumas seguro que hablaban. Que estos homínidos conversaban parece muy probable dada su pericia en caza y campamentos compartidos, pero que ello se deduzca de la supuesta decoración con plumas en sus peinados sería como decir que una cucaracha parlotea por acicalarse las patas o que los pájaros charlan por cuidarse el plumaje. Unos renglones más abajo Arsuaga vuelve a ratificarse en las ganas de asemejar los neandertales a nosotros los sapiens: Bastaría con tener la certeza de que usaban cualquiera de estos elementos (las plumas) para que supiéramos que su mente era tan simbólica como la nuestra [...], un tocado de plumas en la cabeza de un neandertal produciría un gran efecto. Es obvio que los neandertales dominando fogatas, construyendo campamentos y cazando grandes mamíferos ostentaban una gran complejidad simbólica, pero de ello afirmar que eran como los sapiens es especular sin datos que lo demuestren. Es más, si queremos analizar objetivamente la sociedad neandertal debemos olvidar que nosotros somos sapiens para interpretar correctamente sus antiguos comportamientos. Los etólogos esto lo tienen claro. Ellos no buscan amor, odio o intenciones abstractas si observan el comportamiento del escarabajo pelotero. Arsuaga, en cambio, hace todo lo contrario al sapienizar a los neandertales. A tenor de recientes descubrimientos genéticos, neandertales y sapiens fuimos distintos y diferenciados, ambos poseíamos un acervo genético singular y propio. Después de esto, Arsuaga inicia en el artículo una cadena de suposiciones sobre el yacimiento italiano de Fumane. En esta cueva los neandertales despedazaron muchos animales para comérselos. Entre todos aquellos restos se hallaron algunos huesos de grandes aves como córvidos, buitres y águilas. De estos grandes pájaros había seis alas que el autor resalta en el artículo. Cito textualmente: estas partes del cuerpo (las alas) no proporcionaban alimento alguno a los neandertales. La afirmación anterior no halla dato tafonómico alguno contraviniendo la gran cantidad de proteína que hay en alas de estas grandes aves y en contra de lo que vemos cada día los humanos actuales en el Kentucky Fried Chicken, las millones de alitas fritas que se sirven por todo el mundo. Poco después, y sentada la interpretación que los neandertales no consumían alas de ave, el autor esgrime que una explicación muy razonable para ello es que usaran éstas para arrancarles las plumas y utilizarlas como adorno, y añade que así también lo piensan los autores de la investigación en Fumane. Añade Arsuaga, que a partir de esta idea el artista Fabio Fogliazza ha imaginado y modelado en escultura el aspecto de un neandertal masculino con plumas. Hasta aquí todo suposiciones de suposiciones, pero en el párrafo siguiente el autor pasa de lo que ha supuesto más arriba a la afirmación tajante: Por supuesto, no se sabe quiénes utilizaban las plumas, si eran los hombres, las mujeres o ambos sexos. Tampoco se tiene idea de qué significaban para los neandertales pero si tenían algún significado ya era simbólico, una forma de lenguaje cotidiano para enviar un mensaje a los demás, la expresión de una mente racional. Es decir, ahora ya es seguro que los neandertales se decoraban simbólicamente con aves y que la escultura del neandertal con plumas es una representación de una realidad prehistórica. En todo esto hay que llamar a la prudencia, a la humildad y a los datos científicos. Las simulaciones artísticas del pasado que autores como Arsuaga defienden, financian y difunden entran muy rápidamente en la memoria visual de nosotros los sapiens como mentiras que repetidas mil veces creemos como reales. Los humanos, herederos de primates con visión estereoscópica y en color para no errar en el salto arbóreo, somos animales de memoria extremadamente visual. Así pues este tipo de iconografías sobre una prehistoria que jamás vimos penetran mucho más en nuestras mentes que los artículos científicos veraces. Luego cuesta lustros corregir estos errores en la conciencia social de nuestros estudiantes, universitarios e incluso de personajes mediáticos cultos. El artículo de Arsuaga acaba y concluye con una serie de afirmaciones puramente especulativas que repiten todo lo anterior, que no hay más que ver la reconstrucción del neandertal con tocado de plumas para imaginarse un ser humano como nosotros, que éstos sabían hacer fuego y tallar piedra como nosotros, y que finalmente la economía de los neandertales no era diferente de la de los sapiens contemporáneos. Resulta obvio que en todo ello se manifiesta más la imagen artística de unos neandertales con plumas que datos taxativos que lo avalen. Si bien el equipo italiano lo propuso y sigue trabajando en ello, Arsuaga, como asesor en el National Geographic de España, se ha erigido en altavoz de esta idea. Sabiendo que Juan Luis Arsuaga, codirector de la excavación de Atapuerca, defiende que los neandertales arrojaban en sentido ritual a sus muertos en la Sima de los Huesos de Atapuerca, de igual forma como los sapiens actuales damos sepultura a nuestros difuntos, es obvio que el autor amaga una obsesión, un prejuicio y una quimera, su creencia y deseo de sapienizar a los neandertales a todos los niveles, llevando plumas cheyennes en Fumane o enterrando a sus muertos en Atapuerca. Prueba de ello son dos hechos. El primero es que en la Sima de los Huesos se mezclaron huesos de humanos, osos, cánidos y demás por corrientes de agua creadoras de la gruta y que previamente, al menos los restos humanos, fueron devorados por depredadores y carroñeros que dejaron los huesos plagados de mordeduras hoy fosilizadas, por tanto no hubo enterramientos rituales. En este sentido, el doctor Chris Stringer del Museo de Historia Natural de Londres publicó recientemente en la prestigiosa revista Evolutionary Anthropology, erróneo y equivocado el interpretado acto funerario en Atapuerca. La realidad es que en Atapuerca faltan el sesenta por ciento de los huesos de los cadáveres, algo extraño si allí fueron enterrados enteros aquellos individuos. Pero lo más peculiar era que de los huesos encontrados el cuarenta por ciento estaba mordisqueado por depredadores y carroñeros, algo que demostraba que nos hallábamos ante el cubil de un gran predador removido posteriormente por las corrientes de agua de la cueva. En segundo lugar las representaciones artísticas defendidas por Arsuaga en donde los neandertales arrojan a un individuo en la Sima de los Huesos de Atapuerca, muestran a un sujeto con cierto parecido a Arsuaga, que presenta una característica exclusiva de los sapiens que los neandertales no poseían, el mentón mandibular. Tal dato solo puede indicar un error infundido por las ganas de sapienizar a los neandertales. Quizás Arsuaga esté aprovechando inconscientemente su posición mediática y de poder para difundir meras especulaciones sin datos bien contrastados. En lo que se refiere a la idea defendida por Arsuaga de neandertales con plumas, si los varones de Sioux u otras tribus de aborígenes americanas se decoraban la cabeza con plumas no puede inferirse directamente lo mismo en los machos neandertales, más de lo mismo si actualmente la mayoría de culturas damos sepultura a nuestros difuntos no debía ser algo obligatorio para los neandertales. De hecho hay muchas culturas sapiens que abandonan los cadáveres en la naturaleza a expensas de ésta y no por ello se demuestra que los neandertales hicieran lo mismo. Sapiens y neandertales fuimos genéticamente distintos y por tanto con mentes distintas, ni mejores ni peores, sólo distintas. No pretendamos sapienizar a los neandertales ni tampoco neandertalizarnos a nosotros mismos.

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