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miércoles, 26 de febrero de 2014

FRACASO ESCOLAR O FRAKSO POLITICO (20)

Verano Azul El fin de curso nos trae el periodo vacacional más largo y caluroso de todo el curso, el verano azul. Durante este reposo hay tiempo para todo aunque reducir la ansiedad por los estudios, evadir la mente de tanta memorización y tener nuevas experiencias fuera del aula serán objetivos también del estío. Con todo, no hay que olvidar el largo letargo veraniego y con ello la pérdida de rutinas y conocimientos en los adolescentes. Espere y exija que el centro mande deberes de verano, sobretodo para aquellos púberes que han cojeado durante el curso. Si les hace falta repaso, que lo tengan. Tres meses de vacaciones pueden ser muy perjudiciales para sus estudios sino se rigen por rutinas diarias entre diversiones y obligaciones. Hay docentes que convidan a los alumnos a olvidarse del curso durante todo el verano algo que trae consecuencias negativas al comienzo del curso siguiente. Si los chavales pierden la costumbre del repaso y de ciertas rutinas, mal van a encajar el próximo año académico. Durante las vacaciones el chaval no necesita descanso con los estudios, necesita olvidarse un poco de ellos con un cambio de actividad, una desconexión parcial. Un profesor de educación física aconsejaba a los padres que para continuar educando en verano era aconsejable ofrecer a los hijos un trabajo ligeramente remunerado para potenciar su aprendizaje en derechos y obligaciones. Insistía que tal práctica estimulaba la socialización de esos adolescentes con otros adultos, algo muy útil para su vida futura. El estío, me detallaba el docente, resulta un periodo altamente importante para que los zagales experimenten relaciones sociales en persona, no sólo por el Facebook. En los pueblos y barrios donde todo el mundo se conoce, tal costumbre resulta relativamente fácil, pero en la ciudad uno se aísla. En tal caso, encuentros de fines de semana con otros matrimonios y con sus hijos resuelve parcialmente el asunto. Otra medida en este sentido consiste en crear una red solidaria de familias en donde los hijos pasen para verse, limpiar la casa, merendar, estudiar u otras actividades tanto obligatorias como lúdicas. Si con todo ello dicen que se aburren se les puede mandar pequeñas obligaciones en su rutina diaria como fregar su plato, recoger su habitación, poner la mesa e incluso cocinar por mucho pánico que tenga a probar el plato que se invente. Ferrán Adriá empezó así, creo. El verano por tanto puede resultar uno de los periodos educativos más fantásticos de todo el curso, una etapa que debe transcurrir fuera de las cuatro paredes del aula. Aquí no vale argumentar que los escolares disfrutan de demasiadas vacaciones. En vigilias y finales de las vacaciones estivales aflora una canción que se repite verano tras verano. Algunos sectores sociales se quejan del calendario escolar y exigen que sus hijos sean atendidos más horas en el colegio. Los niños deben hacer deberes, estudiar, jugar y relacionarse el resto del tiempo no lectivo. En ese caso no se está hablando de tener los alumnos con más horas de clase sino de vigilancia, distracción y juegos. En cierta forma se está instando que el colegio haga de casal veraniego durante las vacaciones y es aquí donde la clase dirigente aparece con su famosa frase, estudiaremos el caso, que a veces significa que amenazarán a la sociedad con cambios pero no con mejoras. En ese contexto, sectores sociales y políticos son los buenos de la película mientras, la escuela, al no querer atender sin cobrar la guardería de adolescentes, la mala. Por desgracia llevan así muchos años con la misma tonada que se repite más que una canción de Fito y los Fitipaldis. ¿No sería hora de pasar a gravar el disco y venderlo? ¿O quizás deberían dejarse las cosas tal como están? De hecho, desgasta mucho tanta polémica gratuita cuando se sabe que el problema de fondo es la falta de compromiso educativo de toda la sociedad, no sólo de los institutos. Hay que informar con claridad a las personas y explicar lo bueno y lo malo de ampliar calendarios escolares. Luego que decidan de una vez por todas o que callen para siempre. En este sentido lo que a menudo los dirigentes no suelen comentar al electorado es que tener hijos implica estar con ellos gran parte del tiempo y no encasquetarlos a los servicios públicos, algo que de hacerse, obligaría a papá estado a más subidas de impuestos para pagar los nuevos servicios sociales. Ya se sabe que no hay duros a cuatro pesetas. De todas formas aumentar las horas lectivas, o los años de escolarización, no mejoran los niveles académicos de nuestros hijos. En Finlandia, panacea de la educación europea, practican un sistema más barato al impartirse menos horas de clase durante menos años de escolarización. Es decir, el modelo finlandés resulta bueno, bonito y barato. En resumidas cuentas, existen tres argumentos para dejar el calendario escolar tal como está. Las razones que apoyan la actual agenda son las horas lectivas europeas, nuestro clima y el fracaso escolar extraescolar. El único argumento que se esgrime para extender las horas lectivas es la necesidad de aumentar la atención de los adolescentes fuera de la familia. Veamos quien lleva la razón. La primera razón para no cambiar las cosas es que nuestro país imparte más horas de clase que la media europea, unas 1050 al año mientras que en Letonia son sólo, y por ejemplo, 750. Nuestro estado ostenta uno de los mayores horarios lectivos con respecto al resto de países de la Unión Europea, y vuelvo a insistir en el caso de Finlandia que luce los índices de éxito escolar más altos de nuestro continente y que aplican casi un veinte por ciento menos de horas en aula que nosotros. Añadamos que en Estados Unidos han observado que el estrés de los alumnos no viene causado por más o menos horas lectivas en el centro escolar sino en el exceso de actividades extraescolares en el mundo occidental, algo que implica simplemente que nuestros estudiantes requieren menos horas de clases y más descansos bajo atención familiar. Por tanto, y en cuanto a vacaciones, o todos los estados europeos y americanos lo hacen mal o el nuestro se excede en sesiones de paraninfo. La segunda razón, la climática, nos explica que por razones de temperatura concentramos en verano el mayor grueso de las vacaciones, en otro caso significaría impartir clases en julio con aire acondicionado, algo nada sostenible y muy caro dado el coste energético necesario. En verano por tanto, y con nuestro clima, se hace difícil impartir clases. Alargar el horario escolar y dar lecciones durante el mes de julio sería un suicidio dada la sauna que se armaría entre adolescentes y sus hormonas. Nuestro clima hace siglos que nos marca el calendario lectivo y ahora todavía más con el asunto del calentamiento global. Por otro lado los docentes durante el julio sí asisten a clases de formación, incluso fuera en el extranjero, en donde muy a menudo los cursos de calidad corren a cargo de los propios profesores. Un día me comentaba una profesora de historia que en el fondo quienes sentencian que los docentes tienen demasiadas vacaciones lo hacen por cierta envidia. En todo caso, ella siempre les repetía una broma, les decía que se hicieran docentes y así tendrían esas vacaciones tan deseadas. Insistía luego que ella les ayudaría, que les dejaría sus apuntes de universidad y del máster para ello, que en cinco años de facultad más dos de máster y otros dos de prácticas y oposiciones, tres o más para algunos, llegaría a ser profesor de instituto. Así pues, y con sólo diez años de preparación y estudios, obtendría sus tan apreciadas vacaciones estivales por un sueldo inicial que ni un albañil experto querría, unos 1600 euros netos mensuales. La formación de un médico dura más o menos lo mismo y al final cobran muchísimo más que un profesor, o la formación de muchos banqueros y políticos requiere mucho menos tiempo y descubra lo que algunos perciben sólo con primas y dietas. Sólo faltaría que quien quería ser docente por esas fatuas vacaciones descubriera que después de diez años de estudios no era su vocación, entonces habría malogrado diez años del erario público por tal formación. La tercera razón es que el 99 % de los alumnos problemáticos se origina en el seno de familias con falta de un seguimiento continuado de los mismos. Ejemplos de ello son separaciones mal llevadas, alcoholismo, maltratos, abandonos, padres adictos al trabajo, familias desestructuradas, necesidad de trabajar para llegar a final de mes, egoísmos paternales y en definitiva, cambio de prioridades ante los hijos. Todo este caldo de situaciones conlleva que muchos zagales permanezcan sin tutela en el momento que salen del centro educativo, algo alarmante con el calendario escolar que se está exigiendo, es decir, unos piden más horas de colegio mientras ellos mismos no las dedican a sus descendientes causando el problema a solucionar, el fracaso escolar. El problema real, por tanto, no son más horas de colegio sino la baja atención de muchas familias con sus hijos. En ello hay padres que no quieren y otros que simplemente no pueden. La hipoteca por una vivienda cuyo precio cuesta pagar o un consumismo extremo les obliga a trabajar todo cuanto pueden restando tiempo con sus chavales. Cuando los progenitores se dan cuenta de esa falta de atención sobre sus lechones, entonces intentan recuperar el tiempo perdido y a veces el trato con el hijo se extrema. Con poco tiempo disponible muchos padres suelen hacer dos cosas, o darle todo hecho y mimarlo, o ser algo distantes para no ser molestados cuando permanecen en casa. En definitiva, siguen siendo padres ausentes en la educación de sus retoños. Educar es algo más que tener a unos chavales en un colegio o alargar el horario escolar para que los centros hagan el papel de hogar familiar. Educar es dedicar tiempo a nuestros hijos sin exceso de mimos pero con justicia y cariño, educar es dirigirlos e incentivarlos hacia su autonomía y madurez. Según Freud, y en sus tiempos, muchos niños deseaban ser maduros para disfrutar de los derechos de estos, pero hoy en día muchos de nuestros zagales, adolescentes y jóvenes, prefieren no crecer bajo una infancia perpetua, protectora y llena de facilidades. Antes se les decía que cuando seas mayor podrás hacer esto o aquello, pero ahora se les dice que cuando seas mayor ya verás, algo que conlleva un futuro amenazante y nada deseable para que un joven desee devenir adulto. Por tanto, darles todo hecho para que no nos molesten cuando llegamos a casa o ser un tirano por la misma razón, son los dos extremos a evitar. Si un día existiera un manual de instrucciones cuando se encargara un hijo una cosa fundamental constaría en él, hay que dedicarles tiempo de calidad ya que la mayoría de alumnos que no reciben atenciones y control desde su hogar fracasan en los estudios y en su madurez. El problema no es aumentar las horas de colegio sino facilitar a los padres un mayor tiempo con sus hijos gracias a políticas de conciliación laboral y familiar. Eso pasaría por viviendas a precios razonables para siempre, avisos a los progenitores que desatienden a sus hijos y horarios laborales más adaptados a la realidad familiar. Por desgracia este último asunto no parece cuajar en nuestra sociedad. De los 766 convenios colectivos negociados durante el año 2005 en Cataluña, sólo el 14,62 % incorporó la flexibilidad de horarios para compaginar mejor el trabajo con la vida familiar. Si todo el conjunto de medidas anteriores se aplicara, la atención sobre nuestros hijos podría beneficiarse y probablemente nos ahorraríamos el 99 % de esos alumnos problemáticos con rendimiento anómalo. Algunas pedagogías teóricas defienden, sin datos sólidos, que el nivel socioeconómico de las familias es el culpable fundamental del fracaso académico de sus hijos, es decir que los padres pobres tienen hijos zoquetes. Si tal creencia fuera cierta las familias no deberían procurar tiempo de control, apoyo y calidad hacia sus lechones. Y es más, si el nivel sociocultural de los progenitores fuera el factor determinante del rendimiento académico, todos los hijos de una familia obtendrían resultados parecidos, algo que no resulta así. Muchas familias pobres, humildes y analfabetas de trabajadores han tenido siempre muy claro que sus zagales se labrarán un buen porvenir si luchan y se esfuerzan en los estudios, de hecho muchos científicos provienen de padres sin instrucción. Pero cabe añadir que si el nivel sociocultural de los padres fuera un factor determinante en el éxito académico según defienden las pedagogías teóricas, ello no explicaría como bajo unos mismos padres las hijas aventajan de media a los hijos varones, como tampoco que los koreanos y chinos aventajen a los alumnos de la Unión Europea, ni que en Bélgica existan resultados muy distantes entre Flamencos y Balones, como tampoco que en Noruega, país muy adinerado, no consiga por más dinero que invierte en educación, elevar sus resultados académicos, y finalmente Baviera, que sin ser de las regiones con un nivel sociocultural elevado en Alemania, consiga los mejores resultados de esta. En fin, no existe un determinismo socioeconómico para el fracaso académico pero sí de hábitos cuando la familia desatiende a sus hijos en rutinas, esfuerzo y cariño. Estudios europeos han mostrado que cuando se dan los siguientes contextos, los estudiantes llevan bien sus resultados académicos. Para ello en las familias debe existir un hogar silencioso, ordenado, limpio, tranquilo, con una nevera llena que garantice una merienda a media tarde, más una cena y hora de ir a la cama regulares y constantes más unos padres, que sin gritos, interactúan con sus hijos con frases como, ¿cómo te ha ido el día en el colegio? O ¿tienes muchos deberes? O ¿has terminado de estudiar lo de hoy? Y otras cuestiones que en el fondo el chaval percibe como un interés por parte de sus padres. El perfil anterior suele salvar a muchos jóvenes del desarraigo y de su pérdida como estudiantes. Aún así, algunos pedagogos teóricos hablan de la inmigración como causa fundamental del fracaso escolar, algo falaz ya que hay centros en donde inmigrantes y no inmigrantes han mejorado sus resultados mientras que en otros todos han empeorado. El problema no es la mezcla de etnias, el problema es colocar juntos estudiantes que no ostentan ni igual nivel ni iguales intereses, ser aborigen del lugar no conlleva garantía alguna de ser mejor que los recién llegados. El hecho es que en matemáticas, los alumnos chinos suelen superar con creces a los occidentales tanto en Europa como en Estados Unidos, véanse los informes PISA al respecto. Con todo, muchos expertos de la pedagogía teórica niegan los resultados PISA al ver atacadas y hundidas sus teorías falaces. La estrategia es simple, si a uno no le gustan los hechos los niega, si la evolución des de los parientes de los mastodontes hasta los elefantes viene verificado por los fósiles y la genética, lo niego si creo en el creacionismo. Los informes PISA han sido negados por multitud de pedagogos. Uno de muy emblemático, y que no sabe deletrear ni escribir bien, Yaacov Hecht, lo afirmó así el lunes 3 de febrero de 2014 en la contra de La Vanguardia, alguien que asesora a gobiernos en educación. Vistos los tres argumentos anteriores sobre horas lectivas europeas, nuestro clima y el fracaso escolar extraescolar parece aceptable que las vacaciones estivales mejor dejarlas tal como están. De hecho el descanso veraniego se hace necesario tanto para alumnos como para docentes. Una hora de clase implica una hora de tensión para controlar a los más de treinta alumnos que sin orden no aprenderían nada. Esta situación multiplicada por los tres trimestres genera un gran cansancio físico y psicológico a final de curso. En resumen, y para zanjar el asunto de los polémicos calendarios escolares. No se trata de si el colegio abre más o menos horas al año, se trata de una responsabilidad social que la escuela no puede asumir ella sola. Podemos culpar a la reforma, a los políticos, a la ESO, al colegio o al profesorado pero el mal de raíz, y cada día más, es la desatención de nuestros jóvenes fuera del centro educativo. Esta es la gran causa de fracaso escolar en donde se pierde de vista una máxima, y es que educar, educamos todos.

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