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martes, 11 de marzo de 2014

FRACASO ESCOLAR O FRAKSO POLITICO (23)

El docente imponente Su pareja abandonó el hogar, sus familiares no la soportan y sus amigos, si los mantuvo, por ser como era, dejaron de serlo. La persona imponente, profesor o profesora, suele ser aquel personaje quemado por la enseñanza que perdió su capacidad de empatía con los jóvenes y ahora vive bajo el yugo de la amargura. Muchos años lleva soportando a provocadores, malcriados y pasotas, así que opta por dar clases con laxitud y distancia, pasando en parte de sus alumnos e imponiendo más sus ideas que no provocando el argumento en los propios escolares. Para el imponente hacer pensar a los estudiantes significa malograr su tiempo para beneficiar sólo a unos pocos con inquietudes. A menudo el imponente da sus clases a espaldas del grupo invadiendo la pizarra con mil trazos de tiza que los alumnos deben anotar atropelladamente, ¿se imaginan lo que ven los escolares durante ese momento? Pues algo muy sórdido, ven la rabada de su docente enmarcada por el futuro oscuro de la pizarra, un futuro muy negro. Ahora con las pizarras digitales el futuro se vuelve más claro. Envidiar y criticar a todo el mundo es harto normal en este perfil docente. Algunas veces, y para llenar esos océanos de antipatía, el imponente siembra islas de simpatía que los alumnos jamás ven como puerto en donde varar su navío, más bien piensan que es hipócrita. Esos acercamientos estilo madre Teresa de Calcuta no son más que intentos para curar su conciencia de imponente amargado. Durante esos pequeños intervalos de laxitud, la santa madre habla a los adolescentes como niñitos de tres años. Con ello no da con lo que estos desean ser realmente en breve, adultos. El imponente jamás comprendió que dirigirse a estos púberes como hombres y mujeres suscita mejor su responsabilidad que no tratarles como nenes ingenuos de primaria. Alguien dijo que un buen maestro no es el que espera que le admiren sino quien desea que le superen. Imponer verdades puede ser útil y formativo pero imponer opiniones castra el potencial crítico de los escolares. Goebbles, el asesor ideológico de Hitler, afirmaba que una mentira repetida mil veces terminaba por ser verdad. Ahora imagínense si hubiéramos hecho lo mismo con las verdades. En el aula debe existir esa repetición de las autenticidades más una pizca de ingenio que haga pensar a los alumnos, que les rete, que les provoque. Ellos están en el colegio por una simple razón, para ser autónomos en la vida y destetarse a la larga de sus padres. Un profesor sólo imponente en opiniones jamás logrará potenciar su autonomía, sólo les llenará la cabeza de sus ideas, con el riesgo de ser equivocadas. Por tanto aprecie al educador que no impone sus convicciones personales, aunque sí los hechos probados, a sus alumnos. Mejor que les induzca a buscar y contrastar toda la información disponible. El filósofo Bertrand Russell hacía una broma de si mismo en este sentido, en el de ser crítico. Se preguntaba si después de su muerte toda su obra desapareciera, a quién preferiría para hablar de él, si un discípulo suyo tonto o un enemigo listo. Russell respondía que un enemigo listo ya que el primero no le habría entendido dejándole a él también como a un tonto, mientras que un enemigo listo, a pesar de criticarle, le cuestionaría correctamente. El buen educador debe provocar que sus escolares sean críticos incluso con las opiniones de su mentor. Me comentaba un profesor de matemáticas que durante el inicio de la guerra de Iraq pilló un día a sus alumnos de cuarto de ESO debatiendo entre un SÍ o un NO a la guerra. El tema de ese día debían ser las ecuaciones de segundo grado, ecuaciones que casualmente suelen ofrecer dos soluciones. Un SÍ o un NO a la guerra también resultaba dual. Así pues el debate substituyó la clase de álgebra y la conclusión a la cual llegaron fue asombrosa. Contrastando sus opiniones con las informaciones que les ofrecía el educador avanzaron resolviendo la ecuación con gran pericia. Un alumno redactó lo siguiente: << Podemos desear erradicar la dictadura de Saddam y con ello llegar a la guerra. Podemos pensar que el petróleo mueve los hilos de la invasión y negarnos a la guerra. Son dos soluciones ante una misma ecuación pero, ¿debemos elegir obligatoriamente entre estas dos opciones? ¿O lo realmente importante del asunto sería regalar al pueblo iraquí la libertad de poder escoger? Bajo la dictadura de Saddam poco pueden hacer, o sobreviven así o se revelan contra la opresión. Pero cualquier revolución no debe pasar precisamente por el conflicto bélico, puede pasar por la cultura y el esfuerzo. Si en lugar de enviar tropas se mandaran conocimientos puede que ellos mismos provocasen el cambio en su país. Lástima que Estados Unidos prefiera la vía rápida, la guerra preventiva, a la vía lenta, la revolución cultural. Como si se tratara de una ecuación de segundo grado volvemos a tener dos soluciones. Nosotros optamos por la cultura. Por desgracia, y años más tarde, prosigue el conflicto en Iraq sin que la cultura haya ganado la partida >> Un profesor imponente jamás hubiera permitido ni suscitado una clase como la anterior. El maestro ajo La expresión, que te repites más que el ajo, es harto conocida por todos, sobretodo por quien es víctima de parejas que en su gastronomía son adictas al susodicho bulbo liliáceo, pero en el campo docente los así llamados ajos son aquellas personas que repiten lo mismo de un alumno des de primero hasta cuarto de ESO. Cabe añadir a esos cuatro años de redundancias los cursos adicionales si el escolar repitió. Tal pesadez de comentarios del ajo sucede sobretodo durante las reuniones de evaluación. En estas se comentan las notas trimestrales de cada alumno grupo tras grupo. Al final se suele opinar sobre más de cien escolares. - Pues Oriol no trabaja en clase – algo que el ajo ya dijo en la reunión del trimestre anterior - ni jamás me trae los deberes terminados – algo que también comentó en todas las reuniones antecedentes a la del momento -. Además el otro día, bla, bla, bla… - suceso en que todos estaban de acuerdo ya de antemano. Y así cien alumnos más… Este tipo de aportaciones culinarias del ajo alargan la reunión más allá del horario sindical, todo para darse cuenta que tal estrategia muestra igual eficacia que el Nàstic durante la liga, poca cosa gana. Repetir lo que el resto de profesores sabe sobre un alumno no mejora en absoluto ni su evaluación ni su rendimiento académico. Entonces, ¿por qué el ajo lo hace? Existen tres razones para ello. La primera ganar medallas ante dirección, la segunda mostrar ante los demás cuanto sabe sobre TODOS los alumnos del centro y la tercera, utilizar el claustro como el diván de su psicólogo, es decir, como terapia gratuita. Profundicemos en este tercer hecho. De primero a cuarto de ESO el ajo repite lo mismo de cada alumno como si se tratara de una queja necesaria para desahogar su ira interior. En fin, que hace perder a los demás un tiempo valioso que en nada evalúa mejor al adolescente. Es más, condiciona al resto de docentes con su percepción negativa del alumno. Entonces, ¿qué tal si hablamos del escolar del trimestre abordado y no del alumno que el ajo sentenció hace cuatro cursos? El profesor “Cansino” ¿Quién no se ha dormido alguna vez en clase? Negarlo no resultaría muy creíble, sería como disimular ese metano intestinal que todos hemos retenido en público, pero que en triste ocasión, con alivio y disimulo escapó. Una cabezadita en el aula resulta algo parecido a lo anterior, es una de esas situaciones placenteras que nuestra fisiología nos infunde pero que la ortodoxia no aplaude. Que de repente el profesor te despierte por retozar sobre tu pupitre asusta al más valiente. Algunos asemejan esta experiencia a un coitus interruptus, ¿acaso no te dejó a medias? La culpa de dormirse en el aula no es toda de los alumnos. Existen ciertos maestros que se empeñan en cansar e hipnotizar a sus escolares durante sus disertaciones. Este perfil de profesor “cansino” es el que más suspensos genera en el colegio si su materia es de las más odiadas, por ejemplo, las matemáticas. Recuerdo un eminente profesor de cálculo que de tanto que sabía, muy poco sabía enseñar. Vivía tan lejos de la mente de sus alumnos que era incapaz de explicarse con un mínimo de didáctica. Su monótono tono de voz, más su total incapacidad de motivarnos, nos empujaba una y otra vez a disfrutar de longevas sensaciones oníricas durante su hora de estadística. De Robocop I a Terminator II Para quien no recuerde la película de Paul Verhoeven, Robocop era un humanoide medio máquina diseñado en principio con carencia de sentimientos. Lo mismo ocurría en la primera entrega de Terminator. En cambio, al final de Robocop y en la segunda y tercera parte de Terminator ambos llegan a desarrollar capacidades para interpretar y aprender sentimientos humanos, hasta algunos lloraron cuando John Connor vio morir a su Terminator protector. Los docentes a menudo no saben con quien quedarse, si con Robocops insensibles o con Terminators buenazos. Ser demasiado distantes y fríos con los adolescentes conlleva no conseguir su complicidad y sí el enfado de algunos padres, hasta puede que te denuncien por apretarles demasiado las tuercas. Por otro lado, presentarse ante los alumnos como un Terminator amigo e ingenuo conlleva no ganarse jamás su respeto. Hay que empezar siendo un Robocop algo distante y ganarse poco a poco su respeto. Pasadas unas semanas, y cuando ha sido mostrada tímidamente esa parte humana hacia ellos, cae el telón de acero entre docente y alumnos. Los escolares se dan cuenta que el profe es buen jefe por tres cosas, se ha hecho respetar como Robocop, se puede confiar en él y finalmente hasta puede que les defienda en contra de otros malos educadores. Quien se queda en fase de Robocop jamás llega a sus alumnos. Hay que dirigirse lentamente hacia ese Terminator humano y casi sonriente que protagonizó Arnold Schwarzenegger. Sólo un humano es capaz de ver a otro humano. Al final, y evitados los extremos entre dictador y buenazo, se podrá charlar con los púberes sobre sexo, padres y ligues, algo que resulta mágico por el simple hecho que confían en ti al hacerlo. Ser mojigato y mantener tabúes en ciertos temas como el sexo y la pareja implica no darse cuenta de la base humana, la adolescencia que educamos. El profe blando Sabemos que hoy día la letra con sangre ya no entra, ahora se intenta con Petit Suise, chocolate Kinder o los Donuts si te olvidaste la cartera. Si ser Robocop era malo, dirigirse al otro extremo lo es peor. Aristóteles decía que lo mejor entre dos extremos era el término medio, ni Robocop ni la abuela de Caperucita Roja. Ser un blandengue con los chavales resulta un craso error. No se puede ser amigo de los alumnos el primer día y esperar que te respeten al siguiente. Primero hay que dejar claro que se es educador y que lo de amigos ya se verá el día que ellos sean adultos contigo. Un profesor blando y que no se hace respetar provoca un aula sin silencio ni atención, es decir, no consigue impartir con efectividad sus conocimientos y formación. En tal situación muchos alumnos se andan a perder ante la opción del jaleo y de la diversión. Lo grave de este profesor débil es que se queja a tutores y directiva de las faltas de respeto que sus alumnos le profieren sin darse cuenta de su error. Por eso, y por desgracia, espera que sean tutores y directiva quienes le resuelvan su falta de disciplina, algo que si éstos hacen, flaco favor van a dar al débil. Al reprimir al grupo, este docente queda todavía más desautorizado y la clase jamás le tomará en serio, al contrario, se le transmutará en una selva. Al final este profesor puede acabar con ansiedad, histerismo y depresión, y todo por no imponerse al principio. Por lo tanto, si su hijo le describe un perfil docente así, no pierda tiempo y vaya a quejarse a dirección cuanto antes. Siempre habrá recambios mejores. El profesor amiguete Ya hemos comentado que Jesús decía de los niños, “dejad que se acerquen a mi” pero no que le tomaran el pelo. Hay expertos que pregonan la igualdad entre alumnos y profesores bajo el precepto que se debe enterrar aquel docente franquista autoritario de antaño a cambio de potenciar la democracia vigente. Lo curioso del caso era que el enseñante autoritario que estos teóricos destruyen jamás fue franquista, ya existía en la república. La escuela de la disciplina y el orden extremo se creó a principios de siglo mucho antes que la Guerra Civil dejara el país en manos franquistas. Republicano o fascista, aquel colegio de golpes y tortas era un extremo que quienes las recibieron pensaron en extinguir. Por eso ahora hay algunos pedagogos teóricos que defienden que los docentes jamás deben proferir presiones a los alumnos, todo lo contrario, que deben argumentar y dar todo tipo de explicaciones a los escolares ante cualquier decisión que les afecte. Insisten estos expertos que el esto se hace porque lo dice el maestro, debe extinguirse por completo para que los profesores se transformen en alguien cercano a los alumnos, es decir, un profesor progre y amigo de sus alumnos. Ya se demostró con anterioridad que ser colega de un menor no asegura su confianza. Si un adolescente ve a un adulto como a un camarada difícilmente le hará caso ante una orden o una sanción merecida. En un instituto de Gavà en Cataluña hubo un profesor de historia que les comentaba a los chavales que los porros no eran malos, que no enganchaban, que su hija los había fumado y que nada malo le había ocurrido. Durante las excursiones si los alumnos fumaban marihuana, este docente miraba hacia otra parte. Además su forma de evaluar era del todo progre ya que sólo exigía trabajos sin examen alguno dedicando gran parte de las clases sólo a ver películas. El se proclamaba a si mismo anarquista aunque votara a otros partidos y defendiera el comunismo entre sus alumnos, algo nada objetivo en sus clases de historia. Su afán de protagonismo entre sus estudiantes le llevaba a mantener amistad, según él, con sus jóvenes adolescentes. Su perfil colega y cercano a los alumnos le llevó a liarse con una de sus alumnas veinte años más joven. En fin, que por huir del autoritarismo arcaico escolar se llegó al otro extremo de la balanza sin quedarse en el término medio, la autoridad docta y objetiva. Conseguir que un grupo de adolescentes crea en un adulto reviste todo un arte que el educador debe manejar con gran pericia. El docente amigo de sus alumnos difícilmente alcanzará tal cima educativa. El secreto reside en saber imponerse pero a su vez ganarse la confianza. Si los alumnos así acceden se hallan delante de una autoridad sin autoritarismo aunque sí lo hubo inicialmente. Por desgracia la igualdad entre educadores y escolares que defienden algunos expertos es una utopía que ha hecho mella en los alumnos. - Se lo diré a mi padre y ya verás como te pondrá luego el consejo escolar – amenazaba un escolar a un docente. La democratización del aula, con su consecuente ausencia de autoridad, también llega a veces a la familia. Algunos padres influenciados por este progresismo mal entendido afirman que son muy amigos de sus hijos, en fin que la democracia se comprendió fatal. Para votar y saber elegir hay que ser adulto, ¿o acaso defenderemos que nuestros alevines puedan votar al presidente del gobierno?, ¿se imaginan lo fácil que sería manipular su voto? Ocurrió por los años veinte en Estados Unidos que el candidato a la presidencia, el demócrata William Jennings Bryan, manipuló la educación en muchas escuelas. Éste presidenciable afirmaba que la Teoría de la Evolución de Darwin era falsa en defensa del creacionismo. Hoy en día, y por culpa de esa manipulación, en Arkansas, Tennesee y Mississippi un cuarenta por ciento de los alumnos de entonces cree que hace unos 10.000 años Dios lo creó todo. Es obvio que jamás deben confundirse esos dos mundos en la educación, el de los educadores que deben enseñar realidades y el de los escolares que deben aprender sin manipulaciones. Los primeros poseen libertad a cambio del peso de las obligaciones, los segundos deberían aprender el equilibrio entre ambas. Ya comentamos anteriormente lo que afirmó el escritor Fernando Savater, que los maestros deben ser conservadores hoy por rectitud de conciencia para que algunos alumnos puedan mañana ser revolucionarios con conocimiento de causa. Jamás en tal afirmación se vislumbra que debamos ser colegas de los adolescentes ni que los docentes deban serlo con nosotros. En el tan aplaudido modelo finlandés se practican tres premisas que le otorgan el mayor éxito académico de toda Europa, su conservadurismo, su profesionalidad y su autoritarismo. En el modelo educativo anterior no se han cometido los errores de nuestro país. Cabe indicar aquí que en el aula no deben confundirse los siguientes conceptos. Primero, la flexibilidad de las normas con la ausencia de éstas. Muy a menudo durante los botellones que cada jueves suceden en la Universidad Autónoma de Madrid se opta por permitirlos con una brigada de limpieza que borra toda huella del delito. Segundo, tolerancia no significa permitir la falta de respeto ya que tolerar no es educar en libertad, es educar bajo la dictadura del capricho. Tercero, un educador cercano a sus estudiantes no es un colega, simplemente es quien irradia empatía, no tolerancia. Cuarto, facilitar el aprendizaje no se corresponde con el sobreproteccionismo. En muchas ocasiones vemos como muchos padres acompañan a sus hijos en selectividad o en las colas de matriculación para la universidad. Quinto, amenizar las clases no implica una educación sin esfuerzo ya que sin éste no se valora lo que se aprende ni quien te lo enseña, el docente. Sexto, promover la participación en las clases no equivale a que todos opinen de todo ya que todo no lo saben y sin conocimientos difícilmente se puede argumentar con propuestas críticas. Y séptimo y último, aprender por competencias jamás debió significar la rebaja de los contenidos ya que se menosprecia la memorización de los mismos. Recuerdo el caso de una profesora de primero de ESO que para dejar clara la distancia entre educador y estudiante, pero sin imponer disciplinas arcaicas, se inventó un sistema del todo curioso y eficaz, los puntos verdes y naranjas. Con la lista de clase colgada en el tablón del aula, iba poniendo puntos de clorofila o de mandarina según lo aplicados que resultaban sus preadolescentes, verde para lo positivo, naranja para lo fallido. Al final ellos mismos, con o sin resquemor según sus méritos, iban al tablero y se autoadjudicaban sus puntos. Jamás la susodicha profesional utilizó tal competición para imponer notas, sólo resultó un juego en donde los infantes comprendieron sus obligaciones en el aula, no la democracia estatal de sus adultos. Un sistema de enseñanza es democrático si asegura que no deja atrás a sus aprendices. Al de mates no le mates En 1994 se otorgó el Nobel de matemáticas a John Nash. Él, como muchos de los de exactas, era muy raro, quizás el que más ya que padecía de esquizofrenia paranoide. A menudo veía unos personajes que le acompañaban en sus paseos o en la propia aula de la universidad. John Nash, una mente maravillosa, mitifica el tópico del profesor de mates que de tan sabio no sabía explicar lo que sabía. Este perfil docente se repite a menudo entre doctos profesores que ignoran como hacer llegar sus conocimientos a los estudiantes. Para que un educador de tal índole mejore su condición debe superar dos cosas, su falta de didáctica y su distancia con los alumnos. La didáctica es lo que permitirá al docente emanar atención, comprensión y esfuerzo entre sus alumnos, y si existe una asignatura de difícil atención ésta es el área de matemáticas. Impartirla debe revestir todo el ingenio del profesor para que resulte mundana y juguetona. Ya mencioné el caso de una docente en tal disciplina que el primer día de clase no daba matemáticas, daba ciencia-ficción. Les contaba primero que las mates residían por todas partes, que no sólo en los libros. Para verlas había que poseer unos ojos mágicos, una visión matemática que había que saber transmitir y enseñar. Ponía ejemplos como las figuras geométricas, los pesos de sus cuerpos o la quiniela del domingo. Luego llegaba al ejemplo más enigmático de las matemáticas, que son un idioma, un lenguaje con símbolos y sintaxis propios como el inglés, el español o el swahili. El problema de tal lengua algebraica era que el cambio de una coma o un punto resultaba nefasto y que por tanto era un medio de comunicación muy quisquilloso. Y finalmente les hablaba de poder comunicarnos con otras civilizaciones extraterrestres gracias a un lenguaje común entre mentes abstractas, las matemáticas. Ya comenté que añadía a todo ello unos toques literarios y cinematográficos con la novela de Carl Sagan y su correspondiente largometraje Contact. Otro profesor de exactas explicaba las ecuaciones en segundo de ESO como un juego. Para ello daba a los alumnos unas escasas normas que permitían aislar la X de la ecuación y calcular su valor fácilmente. La primera ley era pasa quien manda, con referencia al orden de las operaciones que permiten desalojar elementos de una función. La segunda, quien pasa cambia su operación, que no su signo. La tercera, la nueva operación afecta a todos los elementos del miembro, y así hasta tres normas básicas más. Dejar a la X a un lado del igual resultaba al final como un juego de rol en donde ésta era liberada de su cárcel. Las dos estrategias anteriores, la de los alienígenas y la de las ecuaciones, acercaban las mates a los chavales evitando que las vieran como algo lejano y abstracto. El segundo aspecto que permite que un docente sabio, pero alejado de su mente, llegue a ser cercano a sus estudiantes es que le vean humano. Si este insiste a los alumnos que no utilicen la calculadora en computaciones elementales pero un día deja que los chavales le pillen haciéndolo, mostrará ante ellos su capacidad de pecar. Si durante una clase comete un error flagrante en la pizarra y en lugar de excusarse o disimular pone cara de niño travieso, hará reír a sus estudiantes a la vez que mostrará su humildad con ellos. Hay mil formas para que los adolescentes nos vean humanos imperfectos y no sabios altivos, hasta algunos tienen suerte sin aprender matemáticas. Me contaba Felipe de Vicente, presidente de l’Associació de Catedràtics d’Ensenyament Secundari, que un alumno suyo nefasto en matemáticas halló la manera que éstas le fueran de utilidad. Habían pasado muchos años del trato entre profesor y alumno. Éste ya andaba pasados los veinte cuando un día ambos se cruzaron por la calle. El alumno saludó a su mentor efusivamente, hasta le invitó a su casa. El profesor tras una charla accedió y al llegar a su domicilio quedó sorprendido, el nefasto estudiante en matemáticas lucía un caro deportivo ante la puerta de un fastuoso chalet. - Bueno, ¿y en qué te ganas la vida? – le inquirió el docente. - Pues compro y vendo. - ¿Compras y vendes qué? - Pues compro cosas a 100 y las vendo a 200, y con este 2 % me gano la vida. Teóricos, asesores y expertos educativos Algunos de estos asesores pedagógicos, y sin dar muchas o ninguna clase, lucen su título de magisterio, pedagogía, sociología, sicología u otras ramas ante quienes les preguntan sobre educación. Otros que no poseen licenciatura ni grado alguno, se llaman a si mismos expertos en educación y andan también regalando sus consejos. Añadamos a todos los anteriores un buen grueso de docentes que sin gustarles el aula y sus alumnos, logran abandonarla para impartir cursos de como dar clases a quienes se quedaron en ella y que sí saben hacerlo. Todos estos fugitivos de la tiza van ofreciendo orientaciones a políticos, docentes y padres aunque ya no trabajen con adolescentes en el aula. En fin, olvidaron o jamás supieron, que la práctica siempre fue el mejor máster en educación para poder aconsejar a los demás. Por desgracia, y en asuntos de práctica, muchos teóricos, con o sin título, cojean en demasía. De asesores educativos buenos de haberlos los hay, pero éstos saben muy bien lo que es dar clase a treinta escolares por aula durante más de veinte horas por semana. El resto, los malos, discurren por centros y cursos como carroñeros de defectos en donde aferrarse para succionar el sueldo que se les paga. En el argot empresarial se les cataloga, con mi más humilde perdón hacia los insectos dípteros, de moscas cojoneras, aunque en el argot escolar se les bautiza como pedabobos o pedabobas, sean algunos pedagogos, psicólogos, sociólogos, docentes que lo dejaron o teóricos sin titulación. Si en su centro existen en demasía mal va dirección. Muy probablemente el equipo directivo no sepa cómo resolver los asuntos que debería saber y ha contratado a alguien externo para ello. Sería como si trabajara de arquitecto y contratara a un albañil para diseñar un rascacielos. Atienda a los siguientes ejemplos. - Acordamos que los alumnos no podrían ir al baño a beber agua durante las clases – sentenció el asesor pedagógico durante una reunión de profesores en Cerdanyola del Vallès -. Y hay que dar ejemplo de ello, los profesores tampoco podéis. - Perdón – intervino uno de los docentes -, yo siempre voy tomando sorbos de agua en el aula. - Pues si los alumnos no pueden, nosotros no deberíamos dar mal ejemplo, ¿entiendes? - Sí, pero el curso de foniatría que nos aconsejaste el año pasado nos informó que para evitar afonías, pólipos y otras patologías en la voz, debíamos beber agua para humectar la garganta durante las clases. - Ya lo preguntaré – con cierta rabia interna - y os daré una respuesta en la próxima reunión. Y no hubo respuesta en la siguiente sesión. Parece claro que algunos asesores pedagógicos les pesa más la teoría que la práctica. - Para imponer una mayor disciplina en el centro – sentenciaba una flamante asesora pedagógica en el mismo centro de Cerdanyola -, de ahora en adelante los tutores se encargarán de revisar cada semana todas las faltas que sus alumnos hayan perpetrado en las diversas asignaturas. Consecuentemente deberán sancionar aquellos alumnos que se les ha llamado la atención por charlar en clase, no traer los deberes o haber sido expulsados del aula. - Perdón – intervino un profesor asustado -, ¿pero no sería mejor que cada docente sancionara al momento, y no esperar que a final de semana lo hiciera el tutor? - No – contestó la pedagoga -, el tutor debe centralizar todo lo que ocurre en su grupo. - Sí, pero los que no son tutores no tomarán cartas en el asunto. Luego vendrá el de tecnología y me dirá que mis alumnos no le respetan. Por mucho que castigue a mis escolares sólo lograré que me sigan respetando a mi, y no al de manualidades electrónicas. - Ya lo preguntaré – otra vez con rabia - y os daré una respuesta en la próxima reunión. Y tampoco la hubo. Vistos estos sucesos, parece claro que muchos pedabobos y pedabobas, por justificar el sueldo que les paga, se dedican a entorpecer la labor de los docentes con asuntos teóricos y ajenos a la realidad educativa. Lo más perverso de este tipo de malos educadores es que resultan hábiles relaciones públicas y alcanzan grandes cotas de reconocimiento social. Muchos al abandonar el aula y dejar de soportar las consecuencias de sus propias teorías, consiguen dedicarse a diseñar leyes y cursillos para quienes todavía permanecen en clase, es decir llegan a los oídos de políticos y dirigentes deformando sus mentes. Los consejeros de esta estirpe les pesa más la teoría que la práctica, y está cantado que los pedabobos y las pedabobas, por justificar el sueldo que se les paga, se dedican más a convencer a altos cargos de su importancia que realmente a mejorar el sistema educativo. En fin, que los mejores asesores no serán ellos, sino aquellos docentes que reúnen las siguientes características. Primero impartir más de dieciocho horas semanales de clase. Segundo trabajar con más de veinte alumnos por grupo y no con clases reducidas como hacen algunos supuestos expertos. Tercero llevar en la educación unos cuantos años cumpliendo las dos premisas anteriores. Y cuarto y último, haber trabajado con alumnos diversos en cuanto a nivel académico, clase social y origen étnico. Si en su centro hay profesores con esas características valore su fortuna. En Finlandia, y por razones obvias, el número de estos expertos en los centros educativos es nimio, no hay. Cabe preguntarse entonces por qué los docentes, y expertos reales, tienen tan poca influencia en la mejora de la educación nacional. Según Josep Playà, periodista experto en educación de La Vanguardia, el hecho que los docentes tengan tan poca influencia social es debido a su ausencia en los medios en donde sí son frecuentes pedagogos y demás expertos. Esta falta de incidencia docente en prensa, radio y televisión sucede por las razones siguientes. Primero, los docentes no se hallan agremiados en un lobby poderoso e influyente como sí las facultades y asociaciones de pedagogos, todo lo contrario, la mayoría de profesores rehuyen de afiliarse a sindicatos educativos por recelo a la manipulación. Segundo, los maestros y profesores, tienen el tiempo tan ocupado que difícilmente intentan en bloque salir en prensa, Twitter, Facebook, televisión o crear un buen diario digital sobre educación. Tercero, muchos sindicatos específicos en educación no poseen un gabinete de prensa potente y bien conectado con los medios o un diario digital sobre educación proyectado con buen diseño. Cuarto, existen cada vez menos periodistas especializados en educación primando el reportero generalista que busca la noticia rápida y en tiempo real. En ello cabe detallar que en las ruedas de prensa este tipo de periodista redacta in situ la noticia sin contrastarla con especialistas para mandarla inmediatamente para no ser pisada la primicia por el resto de reporteros allí presentes que también hacen lo mismo. Esto hace mella en la realidad educativa sin llegar la verdad a la sociedad que bebe de los medios. Y quinto, y en resumen, la hoja de ruta educativa nacional no la trazan los docentes sino otros que bajo un lobby que posee más poder, influencia e impacto en los medios, se otorgan a si mismos el papel de expertos en educación sin serlo realmente. Las soluciones a todo lo anterior, y con el objetivo de aumentar la presencia de los docentes en los medios serían básicamente tres. Congresos periódicos de educación expuestos por docentes, un diario digital sobre educación con ágiles puentes al Facebook y al Twitter bien organizados y un gabinete de prensa unificado entre los sindicatos de educación. Todo ello provocaría que un mayor número de docentes se afiliara a un sindicato especializado en educación dando mayor poder a estos ante el lobby de los pedagogos y demás expertos. Otro aspecto que conlleva la baja influencia de los docentes en la sociedad es su mala imagen ante la sociedad. Según un estudio en 2013 de la Fundación Botín titulado El Prestigio de los Docentes en España, éstos se hallan en la posición 21 de las profesiones con una nota de 3,7 sobre 5, algo que contrasta con la imagen que los propios educadores creen proyectar hacia la sociedad. Los docentes se puntúan con un 4,5 sobre 5 pensado que la sociedad les pondrá un 2,5 sobre 5, todo ello muy distante de la evaluación que la sociedad les otorga realmente. ¿Y por qué esta percepción negativa de nuestros educadores? Según el estudio esto se halla en diferentes factores. El primero y más indicado es su falta de autoridad en el aula y la baja formación de los maestros en su área de enseñanza, el segundo el cambio tan frecuente de leyes en nuestra estado, el tercero la percepción que este colectivo posee demasiadas vacaciones, el cuarto su sueldo bajo, congelado y actualmente recortado, y el quinto y último, lo que se critica de ellos en prensa. Parece pues que los más importante a corregir es la autoridad y la formación de los maestros según la sociedad. De hecho el 68 % de los encuestados afirman que el maestro debe primero dominar su especialidad y luego conocer las técnicas pedagógicas para impartirla con efectividad. Un 73 % declara que se debe ser más exigente en la selección de los estudiantes que deseen ser docentes, algo que conllevaría la recuperación del prestigio docente perdido y la recuperación de la disciplina en las aulas, a mayor nivel de disciplina mayor prestigio, y a mayor prestigio mayor rango de disciplina. Con todo, la sociedad, sin ser experta en educación, siempre puede equivocarse en sus percepciones. El tiempo dirá. Zombies Para seguir enseñando es necesario seguir aprendiendo. Poseer viva la llama de la inquietud trasciende en los alumnos y los puede motivar. En cambio el profe que ya no aprende, ese zombie con sus apuntes rancios y de color amarillento, resulta ser un fósil viviente. Ejemplos de ello son el profesor de música que no se emociona con ninguna melodía actual, el de literatura que jamás leyó un cómic y el de biología que no se entusiasma ante su mascota. Esos personajes son el vivo retrato del docente que sólo imparte conocimientos sin ilusión. Por tanto, elogie al educador que va a congresos, escribe artículos y actualiza sus conocimientos. Lo que llena su mente llegará también a la de sus hijos.

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