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viernes, 17 de junio de 2016

FRACASO ESCOLAR 11: mamis y papis

Otra fase del curso inicial es la reunión entre tutor y todos los padres. Suele convocarse a finales de septiembre cuando ya se llevan unas semanas de clase y los chavales ya van un poco rodados. Allí se informa a los progenitores de diversas particularidades del curso y del colegio. Puede que se les explique el horario escolar, las excursiones previstas, la normativa del centro, los días festivos, los periodos vacacionales, las materias que se impartirán y otras patochadas que emanan humo y esconden lo esencial, qué debe ser el tutor ante sus hijos. En ello algunos docentes lucen grandes discursos sobre normativa y objetivos, algo lleno de grandes qués pero sin los comos necesarios. Este tipo de tutores grandilocuentes suelen mantener tics gestuales y del habla para salvar su inseguridad. Puede que no tengan claro lo que deban decir y que se ciñan al guión que dirección les ha mandado representar. Hasta quizás les verá brillar la frente de sudor durante toda la sesión y andando de adelante para atrás disimulando sus nervios, signo inequívoco de su inseguridad ante los padres, y posiblemente antes los alumnos. Otros profesores más versados van al grano y rompen parcialmente con el protocolo que se les ha dado, el guión de dirección, y con sinceridad cuentan a los padres lo que pretenden ser con sus hijos. Para ello, y antes de la reunión, este tipo de tutores habrá marcado lo más relevante del guión entregado, numerando los diferentes puntos por orden de prioridad y obviando otros innecesarios durante el encuentro. El horario, los trimestres y los festivos ya se lo anotaron los hijos en la agenda durante la tutoría inicial, o estará colgado en la web del centro. A lo sumo se pueden entregar fotocopias de ello a los padres. Así, y sin más comentarios, el docente podrá dirigirse al meollo de la reunión. Un tutor que conocí comenzaba la reunión hablando de lo fundamental entre padres y colegio para educar a sus hijos, la confianza. Esa era una buena forma de empezar para luego proseguir con los pormenores del guión de dirección. En ese sentido lo primero que instaba era que los padres no vinieran a quejarse del colegio durante el primer trimestre, que dejaran ese margen de tiempo para que profesores y alumnos se adaptaran al nuevo curso y con ello limaran esas asperezas al no conocerse todavía. En definitiva, les pedía que confiaran en el claustro de profesores para que éste se ganara la confianza de sus hijos. Muy a menudo aparecen padres en los institutos a pedir explicaciones por un presunto castigo injusto, algo que desautoriza a la larga a losa docentes. Nuestro tutor instaba a los progenitores a no quejarse todavía, que esperaran a conocer a los diferentes profesores. A lo sumo, y si el problema persistía en el segundo trimestre, se concertara entrevista con el tutor. Hay que entender que una ansiedad excesiva en obtener explicaciones sobre las decisiones escolares genera dos problemas educativos de raíz. El primero es que no se ha confiado de antemano en los profesores, y el segundo que el alumno se da cuenta que le hacen caso enseguida y aprende a manipular a sus adultos entorpeciendo el objetivo entre padres y docentes, el de educar. Las visitas paternales tempranas de curso pueden promover hijos que manipulen a los adultos en su favor pero en contra de su educación. En caso extremo, y si uno decide quejarse, su visita al centro no debe ser sabida por su hijo, ya se dijo que eso desautoriza al docente. Esto también sirve entre educadores ya que un profesor no debe interceder en aula ajena en condiciones normales. Por ejemplo, un docente se quejó al tutor que su grupo era muy ruidoso, que charlaban demasiado. Ante tal queja el tutor le contestó que si quería él intercedería, que les abroncaría, pero que si así lo hacía los alumnos le perderían el respeto y la confianza. Los educadores, padres, docentes u otros, no deben cambiar las decisiones tomadas por una parte sin un consenso previo. Un maestro no puede cambiar la fecha de un examen de otro docente y aún menos retirar el castigo de unos padres. En condiciones normales hay que acatar y apoyar lo decidido por los demás educadores. Luego siempre se está a tiempo de hablarlo en la más estricta privacidad y rebajar o no el castigo. Volviendo al discurso de mi docente en su reunión con los padres cabe añadir que no se apeaba aquí. Para reforzar lo que se dijo a los alumnos durante su primera tutoría, se repetía también a los padres. Si en clase se argumentó que un profesor no es amigo de los alumnos pero tampoco enemigo, aquí tenía aún más fuerza, sólo que al final el tutor añadía que los padres tampoco debían ser amigos de sus hijos ni enemigos, son sus padres y como tales son únicos y exclusivos. De amigos y enemigos sus hijos conocerán a muchos, de padres sólo a los suyos. En este sentido, un argumento demoledor en contra la amistad entre educadores y alumnos me la ofreció un periodista y viejo amigo mío. Él me contaba que con su hijo de seis años mantuvo la siguiente conversación: - Yo hijo mío – le decía el padre -, quiero ser tu mejor amigo. - No papá, tú no puedes ser mi mejor amigo. - ¿Por qué? - Porque eres mi padre y eso es más importante que ser amigo. - ¿De dónde has sacado esto? - Pues que de padre sólo tengo uno y de amigos muchos. En fin, que ser padre o madre era más que único, era exclusivo y rebasaba el sentimiento de amistad. Pero lo mejor vino veinte años más tarde cuando en otro encuentro mi amigo periodista añadió algo envidiable, el mismo hijo volvió a sorprenderle: - Padre, estoy muy contento que ahora, y como adultos, los dos sí seamos amigos. Y es que habían pasado décadas suficientes para comprender con madurez el concepto de amistad entre padre e hijo. Por dicha razón el mismo tutor que antes les mencionaba, añadía algo a su arenga final. Después de detallar todos los pormenores del curso ofrecía la siguiente conclusión sobre la confianza, que no amistad, entre padres, docentes e hijos. << Ustedes como padres, y nosotros como profesores, debemos mantener un frente unido ante nuestros chavales a través de la agenda, entrevistas, teléfono o Internet. Ambos somos educadores, pero jamás amigos ni enemigos de los hijos. Sino mantenemos un frente unido ellos aprenderán pronto a manejarnos, a dividirnos y a hacernos fracasar como educadores suyos >> Cabe añadir que en la reunión anterior un mentor hábil no debería superar los 45 minutos en explicaciones. Piense que 30 es poco y una hora cansa. Tres cuartos de hora permiten unos minutos extras para dudas, charlas en privado y demás ajustes entre tutor y asistentes. Ahora que comience el curso.

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