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lunes, 11 de julio de 2016

FRACASO ESCOLAR 17. Memoria en el olvido

En apartados anteriores se analizó el orden como el primer ingrediente para tutelar a los escolares y no el falaz mantra psico-pedagógico, aprender a aprender, que suena como una letanía. El segundo de los objetivos para llevar con eficacia un aula es promover la memoria entre los estudiantes. Retener conocimientos básicos permite barajarlos para luego reconstruir análisis, razones y actitudes críticas. Sin memoria no hay conceptos y sin conceptos no existen argumentos. Intente sino, pensar sin palabras, sin imágenes y sin realidades. Uno de los elementos que nos muestra a algunos malos docentes son aquellos quienes defienden la eliminación de la memorización como herramienta básica en el aprendizaje, los que arguyen que los escolares deben forjar sus conocimientos bajo la deducción propia y no con la retentiva, es decir, que los estudiantes no están en el colegio para aprender lo que saben los maestros sino que están en el centro para jugar a aprender, el aprender a aprender. En cierta forma, y si antes se memorizaban poesías para estimular el recuerdo en la mente, ahora el alumno debería escribir y escribir hasta que por deducción, o por azar, redactara un soneto de Quevedo. Sin conceptos memorizados siempre resultó inviable deducir nuevas estrategias, ¿cómo se puede deducir el cálculo de una raíz cuadrada sin saber antes las tablas de multiplicar? O pongamos por ejemplo que deseamos que nuestros hijos comprendan un texto. Para ello siempre se necesitaron dos cosas, el silencio en el aula y la memorización de las palabras necesarias. Ello implica fijar conceptos en la memoria y no convertirse en un artista bohemio y creativo como algunos expertos alejados del aula, pero cercanos a las pedagogías teóricas, todavía defienden. Estos promulgan que los escolares deben deducir las cosas con experiencias imaginativas sin apenas memorizar, que el deber de un alumno ya no es esforzarse para entender lo explicado, que ya no es necesario que éste aprenda lo que no sabe. Si los alumnos españoles presentaron los peores resultados de la UE en el informe PISA 2000, 2003, 2006, 2009, 2012 y 2015, no fue por falta de creatividad, sino por ausencia de silencio y léxico en las aulas, por ausencia de memoria. La creatividad y la imaginación siempre surgieron de la combinación y modificación de conceptos previos y memorizados. Isaac Asimov nos deleitó con su imaginación en muchas novelas pero no hay que olvidar que escribía con alto conocimiento de causa, era físico, y no por revelación divina sino por esfuerzo personal y adiestramiento universitario. Bach fue muy innovador pero partió de Vivaldi para así mejorarle, no sólo cambiarle. Sin dominar toda la tradición anterior jamás hubiera revolucionado la música moderna. En fin que todo quien ha mejorado el pasado ha sido conocedor de las técnicas antecedentes. Por tanto los alumnos necesitan aprender lo que un docto docente sabe explicarles con claridad, precisión y dominio. Luego de saber podrán reconstruir en su mente muchas más deducciones. La tecnología, la ciencia y la creatividad artística son señales inequívocas de los humanos pero no son innatas. Como decía el escritor Emili Teixidor, las palabras ordenan el caos, sin ellas poco se puede crear. Necesitamos muchos conocimientos para poder pensar bien y desarrollar grandes avances tecnológicos. Paradójicamente la antigua pedagogía teórica defiende a ultranza algo que jamás hubiera surgido de aplicarse su aprender a aprender, Internet. Son muchos los teóricos constructivistas quienes sentencian que cada alumno debería trabajar en el aula con un ordenador propio conectado a la red, pero olvidan que si cada generación hubiera deducido los conocimientos que les precedieron jamás se habría alcanzado Internet. Esta red telemática fue consecuencia de la combinación de miles de cogniciones previas, transcritas y memorizadas millones de veces por millones de antepasados nuestros. Desgraciadamente la pedagogía teórica acusa a la actual escuela de matar la creatividad o hasta de desviar a la gente de sus talentos. Véase el conferenciante y experto en educación Sir Ken Robinson por ejemplo. Bajo tal influjo se encontrará con algunos maestros que le defenderán la cultura de la creatividad en detrimento de la memorización y la alfabetización, algo que olvida un precepto lógico, sin memoria e idioma no se expresa la inteligencia. Una mente culta e inteligente lo es si contiene muchos conocimientos memorizados y bien ordenados. Para descubrir cosas nuevas hay que partir de otras memorizadas, ¿cómo si no pretenderíamos formar personas sólo con cabezas vacías?, ¿cómo avanzó sino la investigación?, ¿acaso cada teoría científica partía de cero sin tener en cuenta todas sus anteriores? Memorizar siempre resultó algo fundamental para crear la base de nuestra experiencia y aprendizajes. Como decía el pedagogo George Steiner, la memoria siempre fue el marcapasos de la inteligencia. Amputarla de cualquier sistema escolar es condenar a su hijo a lo contrario, a la no educación. La comprensión de un nuevo tema se fundamenta en los conocimientos previos memorizados y ello requiere de un esfuerzo para fijar conocimientos. Prácticas y estudio se combinan en la enseñanza clásica con resultados óptimos. Si nos dirigimos sólo a la memorización pura o hacia la praxis para aprender a aprender, simplemente extremamos puntos opuestos que de manera separada fracasan. El término medio aristotélico es la enseñanza donde el docente imparte una parte de explicaciones a memorizar que luego los ejercicios, apuntes y estudio fijan en nuestra mente. A veces puede que el aprendizaje resulte divertido, como los pedagogos teóricos defienden, pero a veces no. La felicidad eterna no existe y sólo se halla con cierto esfuerzo. Para aprender hay que memorizar con esfuerzo muchos conocimientos iniciales para luego seguir aprendiendo practicando con ejercicios acordes. Sin esfuerzo jamás alguien se acercará a su potencial heredado. La neurobiología esto lo tiene muy claro. La memorización se fija en nuestras neuronas gracias a una sustancia que recubre el axón de estas células, la mielina. Ello se acelera a partir de los dos o tres años y progresa mejor a más esfuerzo mental del individuo. Por tanto, la mielinización de las neuronas durante las etapas infantiles permite y crea la mejor capacidad de recordación en los humanos, algo que sin trabajo mental jamás alcanza niveles óptimos. Es decir sin esfuerzo estudiantil se debilitan las capacidades cognitivas y futuras del escolar, las neuronas no se mielinizan tanto y el potencial memorístico queda malogrado. En fin, que hay que encomiar aquellos centros donde se valora la retentiva en contra de teorías alejadas del pragmatismo docente. Recuérdese que bajo la reforma sin memoria hubo muchos alumnos en bachillerato que fallaban con la tabla de multiplicar, ¿o acaso la debían deducir en la universidad? Además sin ésta bien memorizada resulta muy difícil aprender por si mismo a calcular. Me contaba un día un profesor de secundaria en Vic (Barcelona), y padre de tres hijos, que un día su hijo de diez años le preguntó. - Papá , ¿cuanto hacen 6x3? - Esto, a tu edad, ya lo deberías saber. Y si no lo sabes búscalo en la tabla de multiplicar. - Pero papá, ¿qué es eso de la tabla de multiplicar? - ¿Qué? – mirándole el padre con mala cara. - Que no sé que es eso de la tabla. - ¡No te rías de mi que la cosa acabará mal! - Papá – riéndose con nerviosismo el chaval -, que no sé qué es eso de la tabla. El padre se sulfuró al ver que su hijo le contaba mentiras y le anunció que al día siguiente iría a ver a la directora de su escuela. Por la mañana el padre pidió entrevista con la directora quien lo recibió amablemente. Ésta, y escuchados los hechos del zagal le respondió al padre. - Evidentemente que no les enseñamos las tablas de multiplicar. - ¿Cómo? - Es que en esta escuela no se enseñan las tablas. - Pero entonces, ¿cómo aprenden los alumnos a multiplicar? - Pero, ¿tú no eres profesor? - Sí. - Pues, ¿en qué mundo vives? Nosotros les enseñamos a manejar la calculadora, de multiplicar ya se encarga la máquina. El padre se levantó, le dio las gracias a la directora y se largó para digerir lo que había escuchado. Ya en un bar, y ante un cremoso café, fue dándose cuenta de lo que ocurría. Mientras sorbía el torrefacto fue percatándose que el hecho que no se enseñaran las tablas de multiplicar en muchas escuelas no era un simple descuido o falta de cuidado por parte de algunas maestras de primaria. En realidad, y una vez más, las tóxicas pedagogías teóricas implantadas primero en primaria y posteriormente en secundaria, eran las responsables de esa ciega carrera hacia el fracaso educativo. Cabe añadir que la directora que le atendió era una de esas maestras pretendidamente progre, aunque vieja y rechoncha, que acumulaba en su palmarés un reguero larguísimo de premios y reconocimientos a la innovación y a la experimentación educativa, laureles otorgados por universidades e instituciones pedagógicas. Siguió pensando el padre que por desgracia las teorías educativas las acaban pagando los hijos de los demás sin ser los zagales culpables de ello, todo lo contrario, unos adultos irresponsables que experimentaron con ellos fueron los criminales. Innovar sólo significa cambiar pero no mejorar. Hecho el último sorbo de la taza la decisión fue tomada, sus hijos, tenía más en esa escuela, cambiarían de centro lo antes posible. Al cabo de dos meses sus tres hijos, y los de dieciséis familias al curso siguiente, fueron escolarizados en otro centro no tan moderno. A pesar de todo lo anterior siguen existiendo expertos que todavía insisten en la no memorización, véase la LOE en su redacción del 2007 o algunos debates por televisión. El viernes 21 de febrero de 2014 en el canal público de Radio Televisión Española, RTVE2, se emitió un debate educativo preocupante. Sólo Alberto Royo, profesor de secundaria en Navarra, dijo cosas coherentes y reales gracias a su experiencia docente. Los otros dos invitados hablaron de cosas alejadas del aula y sin argumentos reales, sólo opiniones de opiniones prohibiendo la memorización en nuestros estudiantes. Sebastián Barajas, licenciado en Económicas, defendía que si pasaran un examen de física a los docentes de humanísticas éstos lo suspenderían ya que fueron conocimientos innecesarios que no debieron memorizar en su pasado. Pues claro que suspenderían un examen así, pero antes de decidir qué querían ser, tuvieron que memorizar muchos conocimientos para poder elegir con libertad qué querían estudiar o aprender profesionalmente. La verdad os hará libres, dijo un profeta. Insistía este economista que para hacer una paella, o pasar el examen de conducir, no hace falta memorizar cosas, sólo practicarlas, algo que paradójicamente conlleva conocimientos memorizados durante mucho tiempo, como saber leer un manual, comprenderlo ampliamente o hasta calcular las proporciones de los ingredientes, todo ello memorizado en el colegio bajo gramática, sintaxis y matemáticas. Este economista no se daba cuenta que para conducir o cocinar estaba hablando de adultos con conocimientos previos y no de niños que todavía no saben lo que los adultos les pueden enseñar. Maria Acaso, investigadora de ciencias de la educación de la Complutense de Madrid, defendía que los docentes no deben dominar ampliamente su especialidad, que los niños ya saben y que por tanto no deben memorizar. Los niños saben, sí, ahora tienen muchos datos por las redes, pero eso no son conocimientos, son aludes de información que el zagal no sabe contrastar ni seleccionar todavía. También defendía esta investigadora en educación artística que para enseñar a los alumnos hay que ser colegas de los estudiantes y comer con ellos el bocadillo. En fin, ¿qué pintaban en aquel debate de TRVE2 un economista y una artista frente a un solo profesional en la docencia? Pero lo más flagrante fue que estos tertulianos sólo supieron INTERRUMPIR continuamente, que no desargumentar, al profesor Alberto Royo. Si tanta educación predicaban y defendían, ¿cómo no la supieron demostrar? Fue obvio que la televisión pública, y que todos pagamos, seleccionó mal a dos de los tertulianos. Visto la no memorización impuesta por estos expertos resulta obvio que haya muchos nuevos maestros que no dominen su disciplina. Por ejemplo muchos de matemáticas no dominan la tabla de multiplicar dándole a la calculadora ante los alumnos. Ese maestro desconoce que gran parte del fracaso académico en materias de ciencias y tecnología es la falta de práctica en cálculo mental, algo que sólo se puede potenciar de una sola forma, ejercitando el cerebro y no las teclas de una calculadora. Recuerden que memorizar es fundamental para entrenar y generar una mente maravillosa, pero sobretodo mielinizada. Por desgracia ese contraste entre defensores de la calculadora en edades muy tempranas y detractores de tal práctica ha implicado situaciones del todo absurdas. Ocurrió una vez en Cerdanyola, cerca de Barcelona, que una asesora pedagógica preguntó a los docentes como potenciaban el cálculo mental entre sus estudiantes. El profesor de matemáticas, al sentirse aludido, entró en acción y respondió que sin usar la calculadora en clase. Añadió que además enseñaba a computar raíces cuadradas a mano para ejercitar las operaciones básicas, sumas, restas, multiplicaciones y divisiones, algo que mejoraba el cálculo mental entre sus estudiantes. Tal digna práctica topó con los criterios de la asesora pedagógica ya que ésta le soltó al matemático que para computar raíces cuadradas ya existían las calculadoras, que mejor enseñar otras cosas que no la atávica y retrógrada raíz cuadrada a mano. Ante tal prepotencia el docente inquirió bromeando a la asesora. - Bajo ese prisma tampoco sería necesario enseñar ni a sumar ni a restar, la calculadora también lo hace y así convertiremos a los alumnos en máquinas del futuro. Fue entonces cuando la asesora pedagógica se convirtió en un auténtico Terminator, el malo de la primera parte, y le dio a entender al docente que mejor se callara. Sayonara babe al de mates y a su raíz cuadrada. Lo más extraño era que aquella asesora argumentaba que para potenciar el cálculo mental era muy útil utilizar la calculadora a los once años para comprobar los resultados en cada ejercicio, ¿y cómo sabemos que el rapaz no había utilizado a escondidas la maquinita para realizar ya el primer cálculo? Con treinta alumnos por grupo, cualquiera sabe. Hay que admitir que este aparato resulta útil en cursos elevados, pero en primaria y primer ciclo de ESO parece poco aconsejable pretender facilitar el cálculo mental potenciando el uso de la calculadora en el aula. En fin que las nuevas tecnologías no deberían estar reñidas con el ejercicio mental. De hecho, y gracias a nuestra mente se han diseñado y fabricado los chips y con ellos las calculadoras. Hacerlo al revés significaría esperar que un ordenador ejerciera de docente, y que yo sepa, éstos todavía no están en el paro, aunque si mantuvieran las convicciones de aquel docente en contra de la calculadora podría suceder que la asesora pedagógica recomendara su despido. En fin, que si su centro educativo le dice que prima mucho más la deducción de la tabla de multiplicar que su memorización pero que mejor utilizar la calculadora para comprobar resultados, algo falla en éste, es decir, si en su instituto son más importantes los experimentos mentales que los conceptos concretos no se están impartiendo conocimientos, se está perdiendo el tiempo. Sólo con firmes nociones en la mente se pueden desarrollar grandes síntesis y construir con ellas teorías válidas y ciertas. Ese va a ser el tercer factor para llevar con éxito un aula.

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