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martes, 4 de abril de 2017

82. Padres colegas - desastre educativo


Y llegamos a la última categoría, los educadores que se declaran amigos de los púberes, algo teóricamente muy loable pero que en la práctica trae más complicaciones que ventajas. El origen de la amistad parece algo innato en nuestra especie. Desde pequeños intentamos experimentar ese tipo de simbiosis de tal manera que nuestro egocentrismo se diluya en el altruismo de los demás y viceversa. En la amistad nos reconocemos como individuo ya que los humanos somos capaces de reconocer a otros humanos. De todas formas la camaradería reviste todo un corolario de peculiaridades que pertenecen más al ámbito adulto que al adolescente. Tres son las más importantes, el respeto, la estima y la reciprocidad. El respeto porqué seremos sinceros sin querer ofender, la estima porqué uno se alegra de verle y la reciprocidad porqué nos ayudamos. Esta definición difiere en poco de la establecida por Aristóteles hace más de 2400 años. Aristóteles hablaba de tres tipos de amistad, dos de ficticias y una de real. La primera era la falsa amistad por placer, ¿nos lo pasamos bien?, la segunda la de la conveniencia, ¿nos ayudamos?, y la tercera y verdadera la amistad basada en el respeto, la admiración y la confianza, algo que los adolescentes todavía no han aprendido de forma madura. La confianza, o simetría entre amigos, es lo que más separa a educadores de púberes. Existe simetría entre dos personas adultas ya que entre ellas pueden darse consejos con autonomía de acometerlos o no. Un consejo justo y argumentado es un regalo hacia el otro. Avisar de un posible error ayuda a ver lo que la subjetividad de uno no atina en soledad. Educando podemos dar consejos, pero tarde o temprano también daremos órdenes e impondremos límites que un amigo no estaría obligado a secundar. Así pues, es muy difícil que exista una amistad madura entre un educador y un escolar o entre los padres y sus hijos. Los adultos ostentan una experiencia que el estudiante todavía no ha adquirido. Asimismo los educadores pueden sancionar al aprendiz y no éste a sus mentores. Además, a los jóvenes les pesa todavía mucho el ego para practicar el sentido profundo de la palabra altruismo. Ellos sienten más el egocentrismo individual que la simbiosis de la reciprocidad humana. En fin, que los educadores amigos de críos padecen de un grave error.

-        Yo soy muy amiga de mi hija ¿sabe? A menudo sé ponerme en su piel y comprendo como se siente pobrecita. Sufre mucho por los estudios, ¿sabe? Así que sólo le doy mis mejores consejos y no la presiono, ella es mayor y ya sabrá lo que debe hacer ¿sabe?

Y ya sabemos lo que ocurre, ¿saben? Pues que debemos ser formadores antes que amigos. La amistad es una palabra muy seria que se consolida más en la madurez que durante la infancia o la adolescencia. Pretender ser amigo de hijos y alumnos puede parecer muy moderno pero a padres y a profesores nos será muy difícil. Se insiste, un amigo escucha lo bueno y lo malo de otro amigo, pero no tiene potestad para castigar sus deslices.

-        El otro día, durante la victoria del Barça, rompimos los cristales del Burger King – le contaba un adolescente a otro.

¿Cree realmente que esta conversación la debería tener su hijo con los padres sin reprimenda alguna? Docentes y padres pueden corregir las faltas de sus lechones, es más, deben hacerlo. Por otro lado, una amistad implica toda una serie de derechos pero también de obligaciones que a menudo los escolares no saben como cumplir. Ser amigo de nuestros hijos ya llegará cuando éstos hayan alcanzado su madurez personal.  Antes puede resultar un juego demasiado peligroso donde el joven sólo desee reivindicar los derechos y eludir sus obligaciones. Como decía el psiquiatra Victor Frankl:

Un buen maestro no es sólo quien enseña a conocer, sino quien enseña a ser.

Pero, ¿cómo podemos desenmascarar a los educadores amigos de sus hijos? Según los casos observados son progenitores protectores y compradores que a menudo discrepan en la pareja ya que siempre uno es muy amigo de su prole y el otro o no lo es, o no lo es tanto. El tiempo dedicado a sus hijos suele ser bajo ya que consideran al escolar como un adulto y le confían muchas decisiones. Ante los demás justifican los errores de sus lechones y la disciplina es mínima. Suelen darse muchos casos en matrimonios separados ya que la ausencia de consorte la sustituyen parcialmente con el trato de amistad hacia el hijo o hija. En cambio, no suelen ser padres excesivamente sufridores y ni mucho menos supereducadores. Bajo el influjo de todo lo anterior la prole es muy inconstante en el trabajo. De autoestima y orgullo andan sobrados por lo que son fuertes, extrovertidos, sociables y muy exigentes con sus educadores, sobretodo durante la adolescencia. La disciplina que no se aplicó durante la infancia estalla ahora con todas sus fuerzas y los padres se sienten imponentes ante la situación. Pero esto además acarrea otras lacras a estos púberes cuando llegan al tejido social adulto. Cada día acuden más pacientes con depresión a las consultas de los médicos y psicólogos. Hay quien dice que la enseñanza es la culpable y quizás tenga razón. Actualmente parece que la palabra disciplina signifique traumatizar a algunos alumnos y que por tanto nos estemos dirigiendo al otro plato de la balanza, hacia a la permisividad. Puede que una de las causas de ello sea el miedo a aquella didáctica atávica y retrógrada del pasado franquista y republicano. En aquellos días la disciplina era extrema y el maestro un ogro, ahora en cambio si el docente es demasiado exigente puede ser acusado por unos padres de maltratar psicológicamente al hijo. Es esperpéntico y exagerado el cambio de ideología que ha sufrido la educación durante los últimos cincuenta años. Ahora con las pedagogías teóricas nos hallamos en el otro polo, en el Sur.

Durante los días 29 y 30 de noviembre de 2013, en el Ilustre Colegio de Doctores y Licenciados de Cataluña, ASPEPC- SPS organizó en Barcelona las II JORNADAS DE SECUNDARIA. El asunto a tratar fue el principio de autoridad de los docentes lejos de una amistad con los púberes. Durante éstas se impartieron cuatro conferencias a cargo de expertos de reconocido prestigio y renombre - Javier Valle, Xavier Massó, José Playà y Adolf Tobeña -, a los que se añadieron comunicados y mesas redondas a cargo de otros expertos. El alto número de asistentes, la riqueza del debate y la actitud participativa que hubo en todo momento comportó las siguientes conclusiones.

Primero, desde el ámbito administrativo se necesitarían medidas legales que impulsaran la disciplina en el aula a nivel de medios, familia y centros educativos. El Principio de Autoridad Docente resulta imprescindible en la educación como una partitura lo es para la música. Sin este marco legal muchas de las iniciativas docentes quedan sin apoyo claro ante las agresiones que recibe este colectivo. En este sentido cabe destacar que a un policía, que ostenta el Principio de Autoridad, no se le exige que tenga carisma entre los ciudadanos cuando pone una multa, o el propio Estado cuando dictamina leyes cada vez más impopulares. De igual modo no se puede exigir a los adultos que desarrollen roles de amiguismo con los estudiantes. Por desgracia al docente sí se le impone carisma cuando sanciona.

Segundo, la voz docente debería oírse más en los medios. De hecho hablan más de educación pseudoexpertos, que poco o nada viven la realidad del aula, que no docentes maduros que sí la trabajan día a día. Esta asimetría en los medios conlleva que la autoridad docente no sea explicada con claridad a familias y sociedad. Es más, muchas de las cosas que los pseudoexpertos promueven resultan tóxicas y letales hacia el mundo educativo nacional ya que son teorías, aunque bien construidas, sin fundamentos, sin hechos y sin datos reales contrastados.

Tercero, la idea de que los niños son buenos por naturaleza y que la educación les vuelve malos deviene totalmente errónea ante los estudios psiquiátricos publicados en revistas técnicas internacionales. Los niños muy pequeños se muestran egoístas y déspotas hacia sus compañeros de guardería. Pasados ​​los meses, y con la intervención correctora de los educadores, el número de fechorías cae radicalmente. Los campos de la psiquiatría y de la psicología, y fueron palabras del doctor Tobeña, han establecido con datos contrastados y experimentos para todo el mundo que nuestra mente está adaptada al castigo y a los límites para corregir nuestros genes innatos que nos abocan a comportamientos agresivos, egoístas y contrarios al bien común. Sólo se puede ser feliz, buen ciudadano y profesional óptimo cuando valoramos las cosas logradas con límites, esfuerzo, castigos y premios merecidos. Ferran Adrià, quien con perseverancia ha logrado ser uno de los mejores cocineros del mundo, decía que la diferencia entre los buenos y los muy buenos es el esfuerzo.

Cuarto, tanto los docentes autoritarios, que imponen, como los docentes con autoridad, que la inducen, resultan igualmente efectivos. Es más, el docente que alcanza la autoridad entre sus alumnos ha tenido que aplicar inicialmente unas dosis autoritarias que los escolares han percibido como límites de respeto y marco de aprendizaje. Decía Gilbert K. Chesterton que no puede existir la educación libre, porque si dejas a un niño libre nunca le educarás, es más, una sociedad sin castigo será una sociedad caótica.

Y finalmente y por último, el docente que quiera hacerse valer entre sus alumnos debe mostrar seguridad en el control de la clase, evitar caer ante las provocaciones, poseer un amplio dominio de su disciplina, ser coherente con las normas que impone, hacerse referente entre sus escolares y jamás ser colega de sus alumnos ya que los amigos no tienen potestad de corregir como él sí debe. Por otro lado, el educador no debe convertirse en enemigo de sus alumnos ya que tiene la obligación de guiarlos y ayudarlos en su formación personal e intelectual. Estos rasgos aquí descritos deberían formar parte de la formación de los futuros docentes en nuestro país para salvaguardar la disciplina en las aulas. Por desgracia la LOMCE del ministro Wert consideró ésta, la disciplina, tabú al no mencionarla apenas. O en la propia LEC catalana se promulgó que el camino básico hacia la disciplina era el docente carismático. Charles Manson y Adolf Hitler fueron altamente carismáticos pero luego se volvieron unos dictadores sin autoridad moral alguna. Que tal si lo hacemos bien y primero se es algo dictador con autoridad moral y luego nos ganamos el carisma entre los chavales. En ello, y por todo lo argumentado anteriormente, no hay que llegar a ser amigos de ellos pero tampoco enemigos, simplemente debemos ser sus educadores.

Por otro lado, si con más disciplina se educara a alumnos más autosuficientes, puede, y digo puede, evitaríamos que sufrieran de depresión en su futuro cuando la vida les diera el revés. Si esto fuera cierto las consultas de muchos psicólogos y psiquiatras perderían algunos clientes en los próximos años. En ese caso habría sido por una buena causa, la de más disciplina y menos Prozac. La falta de disciplina no sólo recae en las familias amigas de sus hijos, la sociedad también se ha vuelto permisiva y bajo el efecto dominó también los colegios. Visto de otro modo se podría decir que la sobreprotección de nuestros hijos está de moda. Sus detonantes, el tripartido sociedad-colegio-familia, no saben ponerse de acuerdo como tampoco lo haría Rajoy con la izquierda aberzale, uno en español y los otros en euskera difícilmente se entenderían. Ojalá el asunto educativo sólo fuera un problema de idiomas, con un simple intérprete bastaría para resolverlo.


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