Muchos docentes opinan que algunas teorías educativas no les permiten construir un mundo mejor desde la enseñanza. De hecho poca gente contrasta estas teorías con datos reales. Para mejorar el sistema educativo son necesarias más demostraciones y menos opiniones. Hay que observar los hechos probados y sistematizarlos. He aquí cartas de prensa, artículos en los medios y capítulos numerados que ofrecen un amplio corolario de datos contrastados para mejorar realmente la enseñanza y la sociedad.
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jueves, 20 de febrero de 2014
VENEZUELA BAJO REPRESIÓN MILITAR
Vivo en contacto con amigos venezolanos y existe un desconcierto entre lo que priman los medios españoles y lo que sufren las gentes de Caracas. Este miércoles día 19 de febrero a las 8 de la tarde hora venezolana, llegaron los colectivos chavistas con 500 motos al centro de la ciudad. Lo hicieron disparando a los vecinos, entrando en fincas y destrozando bienes e inmuebles. Se oían gritos desesperados de mujeres gritando suéltenme, déjenme, algo horrible. Por si fuera poco a la una de la madrugada pasó el ejército con tanquetas disparando hacia los apartamentos destrozando ventanas, atemorizando a los ciudadanos y hasta que sabe que más. Ha sido una noche de terror, la peor de muchos caraqueños y mientras tanto las noticias reales no existen, sólo Nicolás Maduro lo niega todo por todos los medios venezolanos, medios intervenidos, mientras las redes se inundan de vídeos y fotos de lo que en verdad ocurre, del horror perpetrado. Parece como si España no se acordara del “por qué no te callas” del Rey a Chávez, o peor aún, nadie recuerda que el chavismo tiene casi todos los medios de comunicación intervenidos sin saberse las tasas reales de delincuencia, la inflación nacional, los casos de corrupción, la inseguridad de sus ciudadanos, la falta de independencia de sus poderes, la ausencia de libertad de expresión, el colapso de los servicios públicos y el déficit real del país. Y aquí se prima la revolución en Kiev pero se omite en gran parte la masacre en Caracas. Quizás todo sea una hipocresía occidental para no quedarnos sin el petróleo venezolano. La realidad son las protestas estudiantiles reprimidas con asesinatos, unos jóvenes que denuncian un futuro incierto desprovisto de posibilidades para tener una vida medianamente normal sin el amparo de la seguridad que TODO ciudadano tiene bajo la protección de la misma Constitución venezolana. Esta situación no da cabida a una discusión ideológica, requiere urgentemente de soluciones. Les están matando.
martes, 18 de febrero de 2014
GEOLOGIA I PALEONTOLOGIA PER A AFICIONATS de Nieves López Martínez
Recorregut geològic pel Pallars i l’Alt Urgell dirigit a neòfits emprant un llenguatge planer i entenedor. Les figures i fotografies són d’una excel·lent selecció, explicació i didàctica. En conjunt es detalla la història geològica del Pallars i l’Alt Urgell amb gran destresa pedagògica incloent amb gran argúcia el context geològic mundial. Ple de detalls geogràfics, paisatgístics i geològics, esdevé un llibre idoni com a guia turística que permet visitar la regió tant des del vessant paisatgístic com del geològic. La llàstima és que l’autora, molt lligada a aquestes comarques, va expirar ja fa uns quatre anys (Sort, 17-2-2014).
FRACASO ESCOLAR O FRAKSO POLÍTICO (16)
IV. QUÉ Y CÓMO ENSEÑAR
Por el momento se ha detallado que debe esperar la familia de un centro educativo, como debe organizarse éste y finalmente como deben actuar los profesores en función del tipo de alumno que tienen ante si. A partir de este momento hay que decidir qué contenidos enseñarles y como hacerlo. Un problema recurrente en los institutos que no permite terminar los temarios que marca la ley son las quimeras según la moda del momento. Impartir en extremo estos monstruosos decálogos roba y resta tiempo significativo a las clases de su hijo. Me refiero a los centros en donde se invierte un exceso de sesiones enseñando cosas obvias en detrimento de los contenidos legales. Perseguir estas quimeras y luego trasladarlas a los centros educativos no es ciencia-ficción. En muchas tertulias, debates de radio y televisión se escucha a menudo, eso debería enseñarse en la escuela. Y así ocurre que un dirigente en busca de ideas hace de ello su causa y muchos problemas sociales se derivan a los centros de enseñanza. Sexualidad, educación viaria, igualdad entre sexos, coeducación, paz mundial, anticoncepción, educación empresarial, competencias básicas, maltrato de género, prevención del SIDA, uso de Internet, inteligencia emocional, solidaridad con el Tercer Mundo, redes sociales, homosexualidad, homofobia, ahorro energético, pedofilia, uso de preservativos, enjuagues de flúor, acoso, drogas, alcoholismo, tabaquismo, dinámicas empresariales, fundamentos en economía y demás causas llenan un saco bastante lleno de nuevas obligaciones que los colegios no pueden asumir al cien por cien a costa de vaciar el tiempo de los temarios. Con ello no se sentencia que el centro que acometa esos objetivos sea poco eficaz, todo lo contrario, ese instituto se preocupa por la educación de sus escolares. El problema radica en el abuso y el exceso de clases destinadas a tales informaciones. Los profesores no son la virgen María de Lourdes y por tanto no pueden hacer milagros con su tiempo. Si somos terrenales nos daremos cuenta que un alumno permanece en el colegio sólo un 9,8 % de las horas del año. Así que con ese casi diez por ciento de horas pocos milagros pueden invocar los centros en educación social y urbanismo.
La solución a todo esto, y que las quimeras disminuyan en el colegio, pasa por el diálogo familiar. Aplauda a ese docente que aconseje repartirse la educación social entre escuela y padres, de otro modo sus hijos perderán muchas clases de lenguas y matemáticas. En ese sentido, y si son dos, instituto y familia, los chavales escucharán el doble tales mensajes. Por tanto, si un profesor aconseja apagar la televisión y hablar de todos estos temas con los hijos durante las comidas, no piense que es una intromisión en su hogar. El educador le está dando una información para que la familia libremente vea su utilidad y prioridad. Si uno cree que eso es imposible y que toda su familia es adicta a la caja tonta, un consejo, se puede dejar. Sólo basta con apretar un botón, el del OFF, y durante las comidas la televisión dejará de crear esa hipnosis colectiva. Un padre amigo mío se le ocurrió un día fingir que se había estropeado, la desenchufó. A partir de esa cena dejaron de verla durante las comidas pasando a compartir algo más que unos alimentos, pasaron a conllevar conversaciones y urbanidad. Por tanto, apáguela, converse y averigüe como piensan sus retoños. Luego el colegio repetirá en tutoría esos asuntos sobre corrección pero sin suprimir clases de cálculo por ello.
Las materias
Hace años que ya se enseñan las materias necesarias para que un adolescente tenga suficientes conocimientos en su vida adulta. Puede que un cambio de gobierno sacuda algunas horas y las quite en favor de otras disciplinas, pero lo básico siempre es lo mismo: lenguas, matemáticas, naturales, física, química, historia, ética, geografía, plástica, arte y educación física. El problema es que muchos púberes hallan aburridas muchas de estas especialidades y las encuentran distantes al mundo y por tanto, sin aplicación futura. Eso debe dar una idea a los educadores para disuadir a los estudiantes de tal percepción. Es más, sus hijos deben comprender la proximidad y la relación de las diversas materias con el entorno que les rodea. De hecho, la educación pretende impartir eso mismo, los conocimientos que necesitarán estos púberes para pertenecer en el futuro al mundo de los adultos. Ese acercamiento de los temarios hasta su adolescencia les puede motivar más que la obligación de estudiarlos. El centro que así lo vea tiene ya ganadas algunas estrellas Michelin en los fogones de la educación. En fin, que los estudiantes deben ver próximas las materias a su mundo, de otro modo es muy difícil llevarles hasta ellas por propia voluntad. Una profesora de Matemáticas acercaba a sus alumnos a tal especialidad de una manera singular. Para ello les encandilaba con una historia de ciencia ficción que si ustedes han leído la novela de Carl Sagan “Contact”, o si han visto la película que dirigió Robert Zemeckis bajo el mismo título, comprenderán mucho mejor lo que les decía esta profesora.
<< Si algún día entrásemos en contacto con otros seres inteligentes, con unos alienígenas, ¿cómo nos entenderíamos? Seguro que no hablarían ni español, ni chino, ni inglés. Por tanto, no sabríamos que decirnos, toda una pena. Pero hay un idioma que todo ser que haya construido grandes máquinas seguro que ha utilizado, las mates. Sin cálculos exactos es harto imposible edificar un puente o una nave espacial que soporte las inclemencias del cosmos. Las matemáticas son todo un lenguaje, un idioma muy quisquilloso, cierto. Si te olvidas de un signo, o te llevas mal un decimal, el examen queda incorrecto. Aunque quien las aprende puede explicar como funciona un cohete, predecir el tiempo que hará mañana o saber las probabilidades de ganar jugando a los dados. Las mates están por todas partes, incluso el día que charlemos con ET >>
Otra profesora de sociales lograba lo mismo contándoles que la historia era como tener presente lo que te pasó con un mal amigo. La vida son causas y efectos, lo importante es no repetir los errores pasados pero sí plagiar los aciertos. Si sabes quien fue un mal amigo, deberías aprender de ello y evitar otro futuro compañero necio. En ello la memoria de los hechos pasados te ayudará. La historia es un cuento, una película, un cómic del manga que nos muestra viñetas buenas y malas de un pasado a recordar en mejora de nuestro ahora, pero la historia real debe infundir tres cosas en los estudiantes: espíritu crítico, conocer los acontecimientos y saberlos contrastar con las fuentes más próximas y originales, de otra forma no se hará historia, se hará propaganda vacua.
Otro caso parecido al anterior ocurría en plástica donde el especialista les argumentaba que para enamorar a alguien hay que ser creativo y sensible, algo que se puede aprender y potenciar desde el arte y el diseño. También otro docente de inglés les contaba que para ligar con extranjeros y extranjeras la lengua sajona era bastante útil, o en educación física que para tener un cuerpo atractivo les sería práctico aplicar lo aprendido en la gimnástica. O el caso de un profesor física que les contaba que el GPS funciona con relatividad. En fin, felicite al docente que acerca su saber al mundo de los adolescentes ya que en ello verán un camino a imitar.
¿Un ordenador por alumno?
Cuando se habla de cómo enseñar en el aula hay quienes aseguran que las clases con un ordenador por alumno son la vanguardia y el futuro, que no hay vuelta atrás. Cierto que las nuevas tecnologías invaden nuestro progreso pero no por ello se justifica la digitalización total de nuestra enseñanza. Nuestro cerebro sigue idéntico al de nuestros antepasados del Paleolítico, al de los primeros sapiens de hace 200.000 años. Lo único que ha cambiado no es nuestra inteligencia, es nuestra tecnología. Un asno sigue siendo un asno por más ordenadores que tenga a su alrededor. Por tanto, y primera premisa, inteligencia y tecnología son cosas muy distintas. La segunda la escuché de un neurobiólogo que sí utilizaba potentes ordenadores en sus investigaciones pero no creía oportuno que cada alumno viviera embaucado ante una pantalla personal en el aula. Gracias a la neurobiología sabemos que la mano ocupa un volumen de neuronas enorme en nuestro cerebro, más que piernas y tronco juntos. Cuando un alumno anota lo escuchado, copia un esquema o pasa unos apuntes a limpio, estimula un número tal de neuronas que sin darse cuenta razona, piensa y memoriza lo que está observando, algo que con un clic en el ordenador no se desarrolla. Este argumento tan simple y demoledor jamás fue escuchado por los partidarios de un ordenador para cada alumno. Durante una conversación personal que mantuve el 23 de Noviembre de 2011 en el Parlament de Catalunya con el anterior consejero de educación de la Generalitat de Catalunya, el señor Ernest Maragall, se vio claro lo que ocurría. Maragall defendió a ultranza el proyecto de un ordenador por alumno, el proyecto llamado 1x1.
<< El 1x1 mejora el aprendizaje de los alumnos y los hace más libres de conocimiento – me insistía el consejero -. Ahora cada escolar desde su portátil puede acceder a la información y eso es un gran avance para los alumnos, les socializa y elimina las desigualdades económicas como nunca lo había hecho ninguna herramienta pedagógica. El 1x1 ofrece igualdad de oportunidades a los alumnos de toda clase social, ¿no se da cuenta del alto porcentaje de inmigrantes en nuestro país? Este sí es un problema importante de hoy en día, la gran desigualdad social entre nuestros alumnos [...], el aula digital elimina estas desigualdades. Ahora todos estos alumnos pueden acceder a la información a través de su ordenador y de Internet. Incluso se llevan el ordenador a su casa, se llevan EL MUNDO A SU CASA. Ellos con su ordenador pueden buscar toda aquella información que les falta o necesitan [...]. Ahora más que nunca tienen acceso a toda la información por la red, ahora más que nunca pueden tener igualdad social >>
Algo que le insistí a Maragall es que todo aquello era al revés. Primero que la gran mayoría de estudiantes ya poseen ordenador en casa, móvil con Internet o simplemente locutorios sin necesidad de regalarles, subvencionarles u obligar a los padres a pagar un ordenador por cada alumno. Segundo que si lo que queremos es la igualdad entre todos los alumnos, inmigrantes o no, lo que debemos hacer es impartir los conocimientos contrastados que recibieron los docentes en nuestras universidades. En caso contrario, y dejando libres a nuestros estudiantes con su portátil, se enfrentarán a informaciones sin criterio en Internet algo que el padre del DNS, o Domain Name System en Internet, Paul Mockapetris, tenía muy claro. Él afirmaba en la contra de La Vanguardia del 6 de febrero de 2013 que en el colegio a mis hijos les exigen Internet, pero yo me niego a que así tengan acceso a sitios nauseabundos y peligrosos. El tercer punto que le comenté a Maragall fue que un ordenador para cada alumno aislaba a éste de los conocimientos contrastados del docente, sobretodo cuando el escolar se conectaba al Facebook en clase. Y el cuarto punto era que el 1x1 podía ser una moda pasajera como si en el pasado las transparencias o las diapositivas se hubieran impuesto como sustituto de libros y apuntes en clase, que la obsesión por los ordenadores no debería llevarnos a olvidar que son medios auxiliares para educar que no se reducen ni terminan en si mismos, ¿qué utilidad tiene un 1x1 si el alumno no es capaz de asumir conocimientos significativos pero prefiere conectarse al Facebook?
<< Ya, es que el 1x1 requiere más esfuerzo por parte de los docentes – me argumentó Maragall -. Es la escuela la que debe adaptarse a la sociedad y no al revés. Con más esfuerzo docente el digital funcionará. Los docentes deben procurar que los alumnos no se conecten al Facebook durante la clase >>
Y así se hace en los centros con programas que bloquean el acceso al Facebook y otras redes sociales pero, y a pesar del esfuerzo docente, los alumnos consiguen programas piratas de Internet para saltarse las barreras y se conectan nuevamente al Facebook o donde deseen, un hecho que por la cara que puso Maragall, obviamente desconocía. En fin, que un ordenador por alumno había complicado más que mejorado la enseñanza. Ahora muchos estudiantes se aislaban de la lección sin prestar atención a quien si poseía información contrastada, el docente. La igualdad de la que Maragall hablaba quedó extirpada ya que los conocimientos del profesor jamás eran impartidos entre sus escolares. Siempre fue mejor una sola pantalla digital, si funcionaba con igual celeridad que la de yeso, para explicar la lección a 30 alumnos, que no 30 ordenadores para cada uno de ellos. Jamás la modernidad justificó un ordenador para cada párvulo ya que los distrae más que los alecciona, los desiguala más que les informa, y los confunde más que les aclara.
<< Usted se opone a la modernidad – me comentó Maragall -, ahora las nuevas tecnologías ofrecen mucha información a todo el mundo. Hay que cambiar. Enseñamos igual como hace cincuenta años (y nos reproducimos como hace 200.000, y no nos ha ido nada mal, ya somos 7.000 millones en el planeta). Las nuevas tecnologías son imparables y la escuela debe aplicarlas >>
Desde los ochenta que se aplican las nuevas tecnologías, para prueba las miles de aulas de informática y pizarras digitales que existen por todos los centros de España, pero eso no justifica ni un portátil por alumno pagado por sus padres ni que el 1x1 sea imparable. Afirmar que algo es imparable sin más no demuestra ni su mejora ni su imparabilidad, sólo las ganas de imponer una obstinación. En 1940 también se profetizó que un movimiento social vitoreado por millones iba a ser imparable, el nazismo. Por suerte muchos lo detuvieron.
La tercera premisa que atendí sobre el 1x1 no vino de un político sino de un economista. Un ordenador por alumno comportó un ingente dispendio público totalmente paradójico con la deuda estatal vigente. Mientras se pagaba a golpe de crédito por la instalación de cables, antenas y más ordenadores por todas las aulas peninsulares, se recortaba en número de docentes, en su nómina y en su potencial profesional al aumentarles el número de alumnos por clase y el de horas lectivas por docente. Es decir, más horas de trabajo, más alumnos y más aula digital pero menos salario, ¿cómo se comprende esto? ¿Alguien se volvió loco? Cabe añadir que la instalación de los cañones digitales implicaba gastos futuros no presupuestados. Cada lámpara tenía unas 2.000 horas de vida. Una vez fundida debía cambiarse, algo que empezó a suceder en todos los centros durante el 2013 y el 2014. El precio por cada unidad rondaba los 270 euros si se compraba a través del distribuidor oficial, pero la misma se encontraba por Amazon a menos de la mitad, a 120 euros.
Lo anterior no resultó ser la única paradoja que sufrió la enseñanza, también, y bajo la excusa de la crisis, los recortes en sanidad, investigación y educación proliferaron por encima de los de armas, defensa y seguridad nacional. Parece de sentido común que debería ser más importante un docente bien formado con iniciativas propias que unos individuos bajo ordenanza, los primeros impulsan el país, los segundos sólo cumplen órdenes. Aún así nuestros docentes sufrieron unos sueldos inferiores al de los oficiales militares y en ello la historia nos muestra el error de antaño, un error que ha implicado que se ostentara en España el mayor fracaso escolar de toda Europa, véanse los informes PISA y de la OCDE. La historia nos cuenta que durante la Era de Oro de la educación estadounidense, entre el 1925 y el 1958, una crisis económica como la española mejoró la educación por dos razones. La primera dejó claro que la gente bien formada era un valor seguro para impulsar y gestionar el país. La segunda fue que atrajo a personas altamente cualificadas para impartir clases. De hecho, y ante el paro acuciante, el de aquella crisis, muchos doctos se ofrecieron como docentes ya que los salarios que el Estado ofrecía eran justos. De hecho la administración estadounidense decidió estabilizar las minutas a los profesores suprimiendo otros gastos estatales. El resultado fue una mejora del sistema educativo y pasadas unas décadas, la mejora del Estado gracias a eficientes profesionales y óptimos gestores administrativos. Lo paradójico es que en España se hizo todo lo contrario con aulas digitales deslumbrantes pero con docentes bajo sueldos menores, más horas lectivas y más alumnos por clase, todo un corolario que empeoró nuestra enseñanza, ¿de quién fue la idea?
Pero la cuarta premisa al respecto del aula digital provino del extranjero, y es que no existía ningún país que hubiera aplicado tal tecnología con éxito en sus institutos, a lo sumo había un par de experiencias locales que al final demostraron ser fallidas. Una lo fue en un centro de Suecia por los años noventa y la otra en el High School of Liverpool de Nueva York en 2007. Ambas fueron abandonadas por falta de resultados positivos y por la abrumadora fuerza de los negativos, los alumnos se distraían demasiado con su propio ordenador. Las TIC, o nuevas tecnologías, deben ser una herramienta auxiliar, pero no lo fundamental en la educación. En fin, que un ordenador por alumno resultó ser una quimera cara y difícil de comprender ante dos hechos: la crisis económica del momento y la gigantesca deuda estatal contraída.
viernes, 14 de febrero de 2014
FRACASO ESCOLAR O FRAKSO POLÍTICO (15)
Hiperactivos, el dos por uno
Dos por uno no es el nombre de un aceite milagroso que quita el óxido del fracaso escolar, es un asunto que puede contarse con gotas de humor. Oraba un chiste muy lamido que en una conversación entre una madre y una vecina decían lo siguiente:
- ¿Veo que has tenido gemelos?
- No son gemelos, es sólo uno pero hiperactivo.
En fin, el dos por uno. Los síntomas centrales de trastorno, el TDAH, son la falta de autocontrol y atención del zagal, su incapacidad para finalizar las tareas y un nerviosismo generalizado. Para diagnosticarlo en casa se utiliza un test, el Cuestionario de Conducta de CONNERS, al que los padres deben responder marcando una casilla con un «nada», «poco», «bastante» o «mucho». Luego, y con las casillas marcadas, se computa el índice de hiperactividad. Las preguntas son: 1. Es impulsivo, irritable; 2. Es llorón/a; 3. Es más movido de lo normal; 4. No puede estarse quieto/a; 5. Es destructor (ropas, juguetes, otros objetos); 6. No acaba las cosas que empieza; 7. Se distrae fácilmente, tiene escasa atención; 8. Cambia bruscamente sus estados de ánimo; 9. Sus esfuerzos se frustran fácilmente; y 10. Suele molestar frecuentemente a otros niños.
Si el test anterior lo aplicamos a cualquier infante menor de 5 años daría que todos los humanos hemos sido hiperactivos alguna vez. Todos los niños suelen ser movidos, dispersos y con bajo nivel de autocontrol, algo que define la infancia en si misma. Es más, resulta normal que un niño sea inquieto, que se distraiga con el paso de una mosca y que proteste ante una orden adulta. Durante esta etapa debe aprender a controlarse bajo los límites paternos. Si un chiquillo se mueve cuando padece hambre, soledad, frío o sueño, no se le diagnostica un TDAH sin más. Los adultos atentos nos damos cuenta que el zagal se mueve por falta de algo que el infante desea, un comportamiento harto normal sin trastorno neurológico alguno. Un humano maduro sabe, hasta cierto límite, autocontrolarse si siente hambre, soledad, frío o sueño, pero el crío todavía no ha adquirido estos aprendizajes y ante cualquier incomodidad se muestra inquieto y movido. Si los progenitores no educan a su prole en la espera, la calma y el autocontrol ante el hambre, la soledad, el frío o el sueño regalando de inmediato lo deseado por el zagal, este jamás aprenderá a ganárselo con paciencia, rutinas y esfuerzo.
Todo lo anterior nos lleva a pensar que el TDAH pudiera originarse no como una enfermedad innata sino como un aprendizaje equivocado. El test anterior sólo describió la más temprana infancia que el niño no ha sabido superar por falta de límites, premios y atenciones. Si un zagal no aprende a autocontrolarse y continua movido, disperso e impulsivo como en su niñez innata no lo es por sus genes, lo es porque se le educa bajo una sociedad permisiva de lo inmediato. Un entorno acelerado en lo fácil y la hiperestimulación con libre acceso a televisión, internet o deseos lleva a los niños hacia la cultura del quiero y lo tengo con un clic informático. En ello está el papel de los padres si éstos no ponen límites adecuados a sus hijos, algo que explicaría la epidemia del TDAH con cada vez más niños movidos y sin autocontrol, zagales que simplemente llaman la atención para que sus padres ausentes jueguen con ellos, les marquen límites y les regalen estima. Cabe añadir que en otras patologías estudiantiles como dislexias, sorderas, problemas de lateralidad o miopías, la anomalía suele decretarse sin discrepancias entre los especialistas. Ello sucede por dos razones, existen pruebas clínicas que las detectan y los individuos afectados suelen manifestar su problema con claridad. Pero con la hiperactividad no hay análisis médicos que la corroboren y al final todo depende de un cuestionario y de la opinión de un experto. El dictamen de éste es lo que decreta si uno padece o no tal síndrome sin que haya datos físicos o químicos al respecto, sólo opiniones. Se insiste, el fallo del especialista surge de observaciones y preguntas al aquejado y no de prueba clínica alguna que demuestre la hiperactividad. A pesar de ello, y sin pruebas químicas, se les recetan a los chavales fármacos para corregir dicho trastorno. Y lo preocupante, algunos padres sienten en ello un mástil en donde aferrarse ante cualquier mal resultado de su hijo, es decir, viven agazapados al diagnóstico y ven a su hijo como a un enfermo.
- ¿Sabe que nuestro hijo sufre un trastorno de la atención con hiperactividad? – preguntaron unos progenitores a un profesor de castellano.
- ¿Un TDAH? Claro que lo sé. Ya fui informado en su momento.
- Pues esa es la causa de tantos exámenes suspensos en su asignatura. Él necesita una atención especial. Nos gustaría saber como atiende esta patología de forma correctora durante sus clases.
Pero lo que el docente no se atrevió a decir era que en clase, y bajo la excusa del TDA con hiperactividad, el alumno había pasado a una hipoactividad, es decir, que no pegaba ni golpe, o dicho de otro modo, no terminaba los ejercicios que el profesor preparaba con exclusividad para él, algo que reducía tiempo de dedicación hacia la mayoría restante de compañeros de clase. Se insiste, en un TDAH no hay pruebas clínicas ni análisis químicos que lo demuestren, sólo son diagnósticos basados en observaciones. Cada vez hay más docentes que hablan de niños hiperactivos no como enfermos, sino como alumnos a quien orientar. Alberto Royo, presidente del Sindicato de Profesores de Secundaria en Navarra, decía al respecto en su blog: ¿No estaremos elevando a rango de patología lo que es un rasgo de la personalidad? ¿No llegará un momento en el que no haya característica personal que no tenga su correspondiente diagnóstico y tratamiento diferenciado? ¿Realmente es positivo para estos chicos “movidos”, “hiperactivos” o con “DTAH” diferenciarles de los demás? Sócrates decía: "nada resulta demasiado difícil para la juventud". ¿No se lo estaremos poniendo nosotros demasiado fácil?
En noviembre de 2006, el congreso anual de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria denunció el riesgo que la industria farmacéutica patentara nuevas enfermedades para vender más medicamentos. La gran mayoría de los síndromes psicológicos por aquel entonces descritos resultaban procesos naturales que la industria farmacéutica convertía en patologías con el fin de colocar nuevos fármacos cuya utilidad parecía, al menos, dudosa. El doctor Pablo Alonso, médico del Centro Cochrane Iberoamericano, señaló que así lo hacían algunas multinacionales farmacéuticas. Alonso afirmaba que con ello se lograba crear en los pacientes la falsa expectativa de una salud perfecta sin esfuerzos sintiéndose situaciones propias de la vida como síndromes a tratar con fármacos. Así al cansancio se le había llamado fatiga crónica; a la pereza de ir a trabajar, síndrome vacacional; a la timidez, inhibición social y al alumno inquieto y desatento, hiperactivo.
Según Alonso y otros científicos como Jörg Blench y Ray Moynihan, todas aquellas situaciones eran sensaciones que con esfuerzo se superaban, pero que los placebos de las farmacéuticas hacían que no se afrontasen y que se cayera en la debilidad psicológica y la falta de esfuerzo ante cualquier frustración de la vida. Jörg Blench en su libro Cómo nos Convierten en Pacientes sacó a la luz el hecho que ciertas farmacéuticas y grupos de médicos patentaban nuevas enfermedades para crear un negocio con los fármacos que las trataban. También Ray Moynihan, científico australiano, pensaba igual y añadía que se deberían deshacer los intereses económicos que existían entre médicos y farmacéuticas.
Los fármacos que se recetan en caso de TDAH suelen contener metilfenidato o atomoxetina, anfetaminas psicoestimulantes que calman a los estudiantes con TDAH pero que provocan serios efectos secundarios. Según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, los medicamentos con metilfenidato producen alteraciones cardiovasculares, psiquiátricas, retardos en el crecimiento, insomnio, anorexia, disminución del umbral convulsivo en pacientes con historia de convulsiones o con EEG anormal sin ataques. Además tal tipo de anfetaminas han sido prohibidas en Canadá y otros países por su conocida potencialidad adictiva, un hecho que deberían prohibir la administración de tales drogas a niños menores de seis años y mucho menos a estudiantes con tics (Síndrome de Gilles de la Tourette) o en jóvenes psicóticos ya que aumenta tal sintomatología. En cuanto a la otra anfetamina, la atomoxetina, ésta puede producir cambios en la presión arterial, alteración cardiaca, pérdida de peso, retardo en el crecimiento, síndromes gripales, mareos, pérdida de conciencia, vómitos y disminución del apetito. En fin, que una medicación que produce efectos relajantes inmediatos, pero sin esfuerzo del aquejado, se cobra el precio de muchos efectos secundarios bajo el riesgo de adicción psíquica.
Llegados a ese punto sobre la hiperactividad, háganse la siguiente pregunta, si no existen análisis clínicos para demostrar materialmente la hiperactividad, ¿cómo sí se trata con medicinas sin conocer su causa neuroquímica? El diagnóstico de hiperactividad resulta algo muy ambiguo que podría representar una simple excusa para justificar la inconstancia en los deberes y el pago por tratamientos farmacológicos. Antes, de este tipo de alumnos se decía que les costaba trabajo estar atentos pero que debían esforzarse, ahora se afirma que son enfermos y que deben ser los educadores quienes se esfuercen para que los afectados no trabajen tanto. Tal perspectiva hace que se trate a los hiperactivos como incapacitados, algo nada estimulante para un estudiante.
En la experiencia de muchos docentes se hallan muchos alumnos con TDAH que una vez diagnosticados su rendimiento cayó en picado. Piense en lo siguiente, si al presunto hiperactivo se le dice y repite que padece un TDAH, el chaval se cree incapacitado y acaba por desarrollar otra anomalía, un QTTT, que trabaje tu tía. Quizás ese nuevo trastorno, el QTTT, sea el origen del infinitivo que mejor los describe, qatear. En fin, que sin quererlo hemos hecho fracasar al alumno bajo su nuevo QTTT algo que le ha convertido en un cateto sin que él fuera culpable de su inapetencia estudiantil.
- ¿Saben que Oriol ha faltado dos días de clase falsificando los justificantes de ausencia? – inquirió el anterior profesor a aquellos padres (los nombres han sido falseados).
- Sí, pero creemos que es algo comprensible – respondió el padre con aplomo y educación.
- ¿Comprensible? Podría explicarse por favor.
- Oriol nos ha contado que la mayoría de profesores le acosan verbalmente y eso le afecta mucho. Por eso se ausenta del colegio.
- ¿Saben entonces que Oriol no pega ni golpe?, ¿que se pasa las clases riendo, provocando a los docentes y que por eso éstos le exigen, que no acosan?
- Dada su hiperactividad todo eso es normal. Ustedes deberían tenerlo en cuenta. Su ritmo de trabajo es inferior al de los demás.
¿Inferior? ¡Pero si era nulo! En fin, que el problema de aquellos padres fue que se creían en demasía la hiperactividad como una enfermedad que incapacitaba a su hijo, y no como algo quizá adquirido. Cabe indicar aquí que a tenor de los últimos avances en neurobiología pudiera ocurrir que la hiperactividad fuera una situación normal a superar solo con esfuerzo y hábitos familiares férreos, no con anfetaminas atontantes que provocan dependencia, desmayos, quitan el apetito y retrasan el crecimiento.
Investigaciones recientes han demostrado que en el aprendizaje la atención influye más que la capacidad innata del individuo, es decir que el entorno puede más que la genética y que por tanto, la capacidad no es innata. Si la hiperactividad hunde sus raíces en lo adquirido, ésta pesa más que lo innato y por tanto los malos hábitos la desatan y por el contrario, los buenos la pueden desactivar, y no los fármacos. Muchos educadores saben que una educación motivadora y con retos, llamada estudio esforzado, crea chicos brillantes con gran independencia del genoma heredado. Estudios de neurociencia también afirman que el ambiente afecta más que la genética en el talento de los estudiantes. Un estudio efectuado durante más de siete años sobre unos 2000 niños, afirmaba que el entorno social y cultural ostenta mayor influencia que la genética en sus CI o coeficientes de inteligencia. El estudio se realizó sobre una población estudiantil afroamericana en seis barriadas distintas de la ciudad de Chicago. Los resultados descubrieron notables y pertinaces descensos en la destreza verbal de los chicos ubicados en los barrios más desfavorecidos. Para más información se puede consultar por Internet, Proceedings of the National Academy of Sciences USA del 19 de diciembre de 2007. Añadamos a lo anterior que familias en donde se practica el estudio esforzado crean alumnos sin problemas educativos y sin hábitos hiperactivos. Estos padres realizan prodigios con sus hijos gracias a una gran dedicación y a un buen ideario moral. La genética está allí, pero no para creernos dirigidos por ella, sino para moldearla.
En el año 2006 la Cambridge University Press publicó The Cambridge Handbook of Expertise and Expert Performance donde K. Anders Ericsson, Paul J. Feltovich, Robert R. Hoffman y Neil Charness compilaban una serie de artículos y observaciones que demostraban algo paradójico, que los expertos no nacían, se hacían, es decir que los buenos hábitos pueden despertar los buenos genes, las capacidades innatas. Otra vez aquí, la educación que motiva y pone retos a los hijos, estudio esforzado, crea chicos brillantes, hasta niños prodigio. Ejemplos de ello fueron Mozart en la música, Tiger Woods en el golf y Judit Pólgár en el ajedrez. Todos ellos recibieron una educación muy temprana destinada a dominar cierta especialidad. Ello nos vuelve a indicar que una educación bien dirigida potencia las capacidades innatas y reprime hiperactividades y demás chacras. La idea que los niños brillantes no nacen, se hacen, choca con nuestra concepción determinista del tan de moda genoma humano. Bajo este prisma, todo parece contenido en los genes pero es la cultura quien amasa el barro de nuestras capacidades innatas. Heredamos potenciales gracias a nuestros cromosomas pero bajo un buen influjo los buenos llegan a fructificar, en caso contrario jamás se aprovechan. Cómo decía Robert Skidelsky, miembro de la Cámara de los Lores británica y profesor emérito de Economía Política de la Universidad de Warwick, nuestra naturaleza puede predisponernos a aprender, pero lo que aprendemos depende de cómo nos crían.
A tenor de los últimos descubrimientos en neurobiología, los superdotados surgen más del influjo familiar que no del genoma heredado, todo lo contrario de lo que creen los padres agazapados al diagnóstico de un TDAH. En marzo de 2007 la investigadora del Centro de Regulación Genómica de Barcelona, Mara Dierssen, declaraba que los modernos estudios de neurociencia indicaban que el ambiente influía más que la genética en el talento musical. Podía existir una predisposición genética, pero cuando se estudiaban casos de gemelos univitelinos que se habían criado en entornos diferentes, uno musical y el otro no, se comprobaba que lo más influyente era el ambiente. Algo parecido sucedía con los idiomas. Es decir, la genética estaba siempre en un segundo plano con respecto a los hábitos.
El ajedrecista Philip E. Ross, en el número de septiembre de 2006 del Scientific American, escribía que las pruebas de qué disponía la sicología indicaban que los expertos no nacían, se hacían. Más todavía: la probada posibilidad de convertir rápidamente un niño en un experto – en música, en ajedrez y en otros muchos campos – planteaba un claro reto al sistema educativo. ¿Sería posible hallar la forma de incitar a los escolares al estudio esforzado que mejoraría su destreza lingüística y aritmética? [...] En lugar de estar perpetuamente preguntándose ¿por qué no sabía leer el niño?, tal vez hubiera llegado el momento de decirse ¿por qué había de haber algo que no pudiera aprender?”.
La opinión anterior halló un respaldo definitivo en invierno de 2008 cuando el neurobiólogo Douglas Fields demostró que el cerebro humano adquiría mayor potencial de aprendizaje si desde pequeño uno se esforzaba o le inducían a ello. De hecho, y desde el año 2005 existían trabajos de este autor en ese sentido. Durante mucho tiempo se había considerado que la sustancia blanca cerebral era menos útil que la gris, de ahí la falsa expresión que los humanos sólo utilizábamos una parte de todo nuestro potencial encefálico. Ahora, y como se ha demostrado, lo utilizamos todo. La sustancia gris del cerebro corresponde a cuerpos neuronales mientras que la blanca son axones recubiertos de mielina. Pues bien, cuando nacemos nuestras células cerebrales se hallan poco mielinizadas. El ritmo y crecimiento de esta sustancia alrededor de los axones influye en el aprendizaje, la memorización, la inteligencia y el autocontrol, todos antídotos de la hiperactividad. Lo más curioso del caso es que el recubrimiento de mielina es mayor en individuos que desde pequeños fueron estimulados y educados bajo el esfuerzo. Los estudios llevados a cabo por el equipo del doctor Vincent J. Schmithorst del Hospital Infantil de Cincinnati hallaron una correlación directa entre el desarrollo de la sustancia blanca cerebral, el cociente intelectual de los niños estudiados y la ausencia de hiperactividad. Otras investigaciones ponen de manifiesto que los niños desatendidos por sus familias poseen un 17 % menos de sustancia blanca en el cuerpo calloso que los bien atendidos, algo que indica que los padres ausentes son causa de TDAH en su descendencia. En resumen, que la experiencia influye en la mielinización, y esta en la inteligencia del individuo. Si queremos que un zagal alcance un nivel elevado de inteligencia, debe empezar a ejercitarla desde edades muy tempranas. El doctor Douglas Fields escribía lo siguiente en el número de abril de 2008 del Scientific American, “el cerebro que poseemos hoy lo construimos al interaccionar con el entorno mientras crecemos y nuestras conexiones neuronales comienzan a mielinizarse”. Se insiste por tanto que el esfuerzo cuenta más que la capacidad innata y que el TDAH puede evitarse con ello. Si se dan las condiciones para que el alumno se sienta empujado hacia el esfuerzo todo fluye hacia el éxito. Si existen buenos docentes, un ambiente social y familia comprometidos, más unas leyes exigentes en los currículos, el esfuerzo aparece y con él la mayor fijación de mielina en los axones neuronales, algo que conlleva una mayor capacidad memorística y a un mayor número de conocimientos y descubrimientos con su placer intelectual y motivación incorporados, algo que nos lleva de nuevo al esfuerzo cerrando un bucle que se retroalimenta positivamente para crecer y crecer sin TDAH alguno. De ahí los resultados del equipo del doctor Schmithorst en el Hospital Infantil de Cincinnati, de ahí que a más esfuerzo, más mielina y mayor cociente intelectual de los niños.
En resumidas cuentas, y aportadas todas las informaciones anteriores, se debe afirmar que la inteligencia y la concentración se posee si se trabaja, como también se adquiere la hiperactividad si un mal hábito la condiciona. El TDAH resulta pues un potencial despertado por unas costumbres erróneas que en breve detallaremos, pero jamás un destino determinado por nuestros genes. Por tanto, para reconducir una hiperactividad por buen camino habrá que evitar tales males prácticas potenciando sus contrarias. Lo curioso del caso, y una vez diagnosticada la hiperactividad, es que hay dos opciones para comunicarla a los padres. La primera, como un mal hábito que la provocó, por tanto la solución debería ser corregir el mal hábito. La segunda, afirmar que el lechón padece una enfermedad, un TDAH, y recetar fármacos al respecto. Si el estudio esforzado demostró su efectividad para despertar inteligencias innatas, ¿por qué no probar lo mismo para resolver la hiperactividad? Muchos docentes afirman que con la reforma la cultura del esfuerzo cayó en picado, ¿y si por culpa de eso, más unos malos hábitos, se daba la actual epidemia de hiperactividad? Si analizamos las malas costumbres que causan un TDAH se da una respuesta clara a lo anterior.
El primer dato nos lo ofrecieron unos estudios médicos en octubre de 2007 presentados en Barcelona durante un congreso de medicina sobre el sueño. Según estos, el 15 % de los niños llamados hiperactivos, en realidad padecían trastornos de sueño. Así lo indicaban los especialistas Gonzalo Pin del Hospital Quirón de Valencia, y Milagros Merino del Hospital La Paz de Madrid. El pequeño que dormía mal, al día siguiente mostraba conducta irritable, pérdida de concentración, bajo autocontrol y disminución del rendimiento escolar. Por esos signos se le clasificaba como hiperactivo al ser síntomas del TDAH. Sólo con cambiar sus pautas de sueño se corregía la supuesta hiperactividad. Estos malos hábitos se adquirían durante los primeros años de vida. Los médicos afirman que a partir de los siete meses se debe enseñar a dormir bien a los lechones. Los padres deben relajar a su hijo para que se duerma. Rutinas de horario fijas, dietas suaves y sin azúcares excesivos en la cena, actividades relajantes al anochecer, obligación de dormir solos en una habitación tranquila, son las recomendaciones más comunes que se dan para evitar el trastorno del sueño y con él, posibles y fatuas hiperactividades futuras. En fin, que malos hábitos y no una enfermedad, causan el 15 % de los TDAH diagnosticados.
El segundo mal hábito provino de un estudio sobre alimentación. En setiembre de 2007 la Autoridad Europea de Seguridad, EFSA en sus siglas en inglés, dijo que analizaría si algunos aditivos y colorantes usados en dulces y refrescos azucarados podían inducir al TDAH. Trabajos en la Universidad de Southampton así lo parecían indicar. Los autores de dichos trabajos relacionan la hiperactividad con predisposiciones genéticas y malos hábitos educacionales. El estudio publicado en la revista The Lancet, constataba que los niños que habían consumido hidratos de carbono con ciertos aditivos mostraban comportamientos bulliciosos y pérdida de concentración algo superiores a los que no lo hacían. Deberíamos recordar que un exceso de calorías de fácil asimilación como son los azúcares, incentiva esa ligera subida del bullicio en un grupo de alumnos. Por otro lado, en los consejos dados anteriormente para evitar el trastorno del sueño, quedaba claro que una dieta con exceso de hidratos de carbono activa de noche al escolar y no le permite dormir plácidamente, algo que puede desatar el fatuo TDAH por la mañana.
El tercer dato es la ausencia de la cultura del esfuerzo. En esto hay testimonios muy reveladores, los propios escolares diagnosticados de hiperactividad. La mayoría de ellos reconocen que aprovechan la supuesta enfermedad como excusa para hacer lo que les da la gana, es decir, no estudiar. Sirva la siguiente redacción de un escolar de 14 años con TDAH y los hechos hablan por si mismos. Las faltas de ortografía y sintaxis fueron, por dignidad, corregidas.
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Claro está que el alumno sufría de una falta de hábitos en el autocontrol y no de una enfermedad llamada TDAH, una patología que había sido diagnosticada por varios especialistas en primaria y tratada con toda clase de fármacos durante secundaria. Si a ello sumamos el error de explicar al alumno que padece una enfermedad, algo no cierto, y que por ello se le rebajan los contenidos, el adolescente se acostumbra a trabajar menos y a caer en un pozo de inactividad, algo que así me confesó en privado este alumno. En fin, que se debió pensar que la hiperactividad no era una mancha de serie imborrable, sino simplemente algo que unas malas rutinas, falta de límites y bajas atenciones paternas despertaron del letargo interno. No parece aconsejable que algunos docentes y psicólogos defiendan explicarle al escolar que padece de TDAH y que para ello se le reduzca el grado de exigencia escolar. Eso equivale a estafarle con una educación descafeinada. Por desgracia muchos padres aceptan el diagnóstico del TDAH como una enfermedad que les consuela, una etiqueta que les aleja de cualquier sensación de culpabilidad: la culpa no fue nuestra, lo ha sido lo innato de nuestro hijo.
Un cuarto factor causante de la hiperactividad es la falta de pautas en orden, disciplina y premios, en fin, escuchar y atender al infante. Mejor regalarle tiempo de juego, límites y cariño que no móviles, consolas y ordenadores para que no moleste. Un zagal abandonado por unos padres ausentes no llega a desarrollar sus capacidades de autocontrol y concentración que luego el TDAH justifica. La relación entre mentores que no castigan y no premian al infante más una ausencia de rutinas en comidas, deberes y sueño hallan una clara relación con el TDAH. Sin orden, ni juegos, ni disciplina aumenta la impulsividad del rapaz y por tanto su incapacidad de autocontrol y de concentrarse. En eso resulta muy importante, y para evitar la hiperactividad, que se enseñe a los chiquillos a esperar, no todo debe ser inmediato como el clic en un ordenador o el sí de unos padres ante un revolcón llorón de su cachorro. Un estudio de la facultad de Psicología de la URV, Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, demostró que la impulsividad adquirida, que no innata, está implicada en el TDAH, es decir, que cualquier entorno que promueva la ausencia de control anima a la aparición de la hiperactividad. La doctora en sicología, Fàbia Morales, así lo indicaba en su tesis doctoral en enero de 2008. Cabe añadir que en enero de 2014 el psicólogo clínico, doctor Joseph Knobel Freud, escribía en la prestigiosa revista Unicamp de la Universidad Estadual de Campinas, Sao Paulo, Brasil, que: el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) se está diagnosticando muchísimo. Si hiciéramos caso a las estadísticas, nos encontraríamos ante una auténtica epidemia. Pero, en mi opinión, este trastorno no existe.
Añadía Knobel que el TDAH estigmatiza al niño al hacerle sentirse un enfermo, algo que reduce su complejidad a un paradigma simplificador, el TDAH, bajo un "déficit" neurológico. Además ahora se sabe que el psiquiatra Leon Eisenberg, el que descubrió el trastorno de déficit de atención e hiperactividad, confesó siete meses antes de fallecer en 2009 que es una enfermedad ficticia.
En resumen, y si ahora se suman todos los malos hábitos anteriores, trastornos del sueño, abuso de azúcares, ausencia de rutinas, ausencia del esfuerzo, ausencia de disciplina, padres ausentes y la impulsividad que conlleva, parece obvio que la hiperactividad resulta algo adquirido y no una enfermedad a tratar con psicotrópicos. Por tanto, para evitarla y corregirla se debe aplicar lo contrario a su causa, sus antídotos: pautas correctas para el sueño, baja ingestión de glúcidos antes del sueño, rutinas diarias en comidas, momentos lúdicos, horas de estudio, cultura del esfuerzo, disciplina y atención familiar para reducir con todo ello la impulsividad y su consecuencia, la hiperactvidad. A mayor disciplina, mayor esfuerzo invertido, lo que aumenta la fortaleza del zagal y reduce su nivel de frustración e impulsividad, algo que nos lleva de nuevo a la autodisciplina, un pez que se muerde la cola y aumenta más y más a cada vuelta rescatando de su hiperactividad al escolar. En caso contrario, y si un educador le insiste que hay que priorizar los fármacos a los hábitos correctores, le está haciendo un flaco favor a su hijo al tratar la hiperactividad como una enfermedad paralizante y no como una situación a superar. Sería como si a alguien olvidadizo por no utilizar la agenda se le recetaran pastillas.
- ¿Que padezco doctor?
- Síndrome del despiste.
- ¿Y eso es grave?
- No, sólo un mal hábito.
- ¿Y cómo se cura?
- Primero dejando de creer que usted es un enfermo.
- ¿Y segundo?
- Pues luego dejando de venir a mi consulta para que los dos no perdamos más el tiempo, ¿qué tal un poco de voluntad, un buen uso de la agenda y más esfuerzo por su parte?
Pero otro mal facultativo optaría por otra treta:
- ¿Que padezco doctor?
- Un trastorno de la memoria con despiste agudo.
- ¿Y eso es grave?
- Se puede tratar.
- ¿Y cómo se cura?
- Pues con estas pastillas de glucosa con cafeína – algo que todos los estudiantes siempre utilizaron para mejorar su memoria -, y con esta agenda de regalo. Úsela a menudo y ya verá.
Convertir a un alumno, o a alguien, en un enfermo significaba transmutarlo en un inválido intelectual, alguien que luego es incapaz de superar con su propio esfuerzo el mal hábito adquirido y que espera que los fármacos le resuelvan el problema. La hiperactividad parece hallarse en esa categoría. Recuérdese que una enfermedad no suele ser una elección, en cambio un hábito sí. Más de dos horas entre deberes y estudio diarios debieron ser praxis normales para cultivar todo el potencial de cualquier estudiante. En caso contrario, se están desaprovechando sus capacidades.
En resumidas cuentas, entorno y genética siempre fueron dos partes inherentes de la especie humana difíciles de separar, sin cultura no nos hacemos humanos pero sin base innata no habría un ser para ser educado. El límite entre la una y la otra siempre suscitó miles de debates científicos y filosóficos. Quizás fue nuestra obsesión por clasificar las cosas el error. Jamás existieron en nosotros dos entidades claramente diferenciadas como cultura y biología, simplemente los humanos somos las dos cosas a la vez. Nacemos con potenciales que yacen dormidos hasta que nuestros hábitos los activan o los reprimen, pero son nuestras conductas, y no nuestros genes, quienes mandan más en ello. Como decía Kant, nos hacemos humanos al ser educados por otros humanos educados. Así pues, nuestro entorno y cultura afectan nuestras predisposiciones genéticas, cierto, pero depende de nosotros potenciar la inteligencia o reprimir la hiperactividad. El TDAH no es una enfermedad, simplemente resulta un mal hábito inducido, y como errónea costumbre adquirida, puede resolverse con rutinas y esfuerzo diario. Los fármacos puede que ayuden puntualmente pero sin un cambio de hábitos la cosa irá para largo y el alumno acabará adicto a las anfetaminas. Todos los datos médicos anteriores así lo indican. En fin, lo padres no deben creerse esclavos de ningún diagnóstico que influya limitando las posibilidades de su hijo. La hiperactividad no es una lacra, simplemente es un mal hábito a corregir.
Protesta Estudiantil Venezolana (Eugenia Bavaro)
Cuando un Estado no es capaz de controlar su territorio, garantizar la seguridad de sus ciudadanos, mantener la independencia de sus poderes, de garantizar la libre expresión de sus medios de comunicación y proporcionar a su población servicios públicos y condiciones adecuadas para su provisión, hablamos de un Estado fallido. Un Estado cuya soberanía se pone en tela de juicio y hablamos de una situación que sobrepasa la esfera de lo nacional para convertirse en un asunto de relevancia para la Comunidad Internacional.
No solamente cuando se trata de protestas estudiantiles de jóvenes preocupados por un futuro incierto y desprovisto de posibilidades para tener una vida “medianamente normal” en su tierra el gobierno de turno tiene que garantizar la seguridad de los protestantes. TODO ciudadano tiene el derecho inherente a su persona de protestar y hacerlo bajo la protección de los cuerpos de seguridad del Estado contra el que protesta. No son derechos creados por la ultraderecha venezolana, son derechos fundamentales que además están estupendamente contemplados en la Constitución venezolana.
Que tres personas hayan perdido la vida durante las protestas estudiantiles es responsabilidad exclusiva del Estado venezolano; Estado que ha demostrado ser ineficiente e incapaz de garantizar la seguridad de sus ciudadanos, de proporcionar los servicios públicos eficazmente y de mantener informada a la población con medios comunicacionales libres e independientes. En Venezuela NO hay información veraz de la realidad. La única manera que tiene un venezolano de saber lo que sucede es mediante las redes sociales, con todos los rumores y riesgos de fuente que eso supone. Es realmente psicótico y desesperante.
En Venezuela gobierna la ineficiencia, la incapacidad, la escasez, la inflación y la impunidad. Señor Maduro, usted no está calificado para tomar las riendas del desastre de país que heredó. El pueblo venezolano requiere de la atención y auxilio de la Comunidad Internacional. Esta situación no da cabida a una discusión ideológica… requiere urgentemente de soluciones. Nos están matando.
Abog. Eugenia Bavaro (ICAB 39.979). Caracas, 14/02/14
jueves, 13 de febrero de 2014
ADHD, fake illness or bad habit
ADHD, fake illness or bad habit
Dr. David Rabadà i Vives, Profesor de CTMA. Departament d’Ensenyament de la Generalitat de Catalunya
Dr. Joseph Knobel Freud, psicólogo clínico
Abstract
ADHD in students has been described as a disease but according to recent data in neurobiology this disorder is due to other causes. Bad habits such as sleep disorders, abuse of sugars before going to sleep, no routines, lack of effort, lack of discipline, absent parents and impulsivity acquired are causes of ADHD. So this disorder is not a disease, on the contrary, this is a bad habit which should not be treated with drugs. Correct guidelines for sleep, low intake of sugar before going to sleep, meals daily routines, playful moments, hours of study, culture of effort, discipline and family care will reduce ADHD.
Keywords: ADHD, fake illness, bad habit, therapy.
Los síntomas centrales del TDAH son la falta de autocontrol y atención del zagal, su incapacidad para finalizar las tareas y un nerviosismo generalizado. Para diagnosticarlo en casa se utiliza un test, el Cuestionario de Conducta de CONNERS, al que los padres deben responder marcando una casilla con un «nada», «poco», «bastante» o «mucho». Luego, y con las casillas marcadas, se computa el índice de hiperactividad. Las preguntas son: 1. Es impulsivo, irritable; 2. Es llorón/a; 3. Es más movido de lo normal; 4. No puede estarse quieto/a; 5. Es destructor (ropas, juguetes, otros objetos); 6. No acaba las cosas que empieza; 7. Se distrae fácilmente, tiene escasa atención; 8. Cambia bruscamente sus estados de ánimo; 9. Sus esfuerzos se frustran fácilmente; y 10. Suele molestar frecuentemente a otros niños.
Si el test anterior lo aplicamos a cualquier infante menor de 5 años daría que todos los humanos hemos sido hiperactivos alguna vez. Todos los niños suelen ser movidos, dispersos y con bajo nivel de autocontrol, algo que define la infancia en si misma. Es más, resulta normal que un niño sea inquieto, que se distraiga con el paso de una mosca y que proteste ante una orden adulta. Durante esta etapa debe aprender a controlarse bajo los límites paternos. Si un chiquillo se mueve cuando padece hambre, soledad, frío o sueño, no se le diagnostica un TDAH sin más. Los adultos atentos nos damos cuenta que el zagal se mueve por falta de algo que el infante desea, un comportamiento harto normal sin trastorno neurológico alguno. Un humano maduro sabe, hasta cierto límite, autocontrolarse si siente hambre, soledad, frío o sueño, pero el crío todavía no ha adquirido estos aprendizajes y ante cualquier incomodidad se muestra inquieto y movido. Si los progenitores no educan a su prole en la espera, la calma y el autocontrol ante el hambre, la soledad, el frío o el sueño regalando de inmediato lo deseado por el zagal, este jamás aprenderá a ganárselo con paciencia, rutinas y esfuerzo.
Todo lo anterior nos lleva a pensar que el TDAH pudiera originarse no como una enfermedad innata sino como un aprendizaje equivocado. El test anterior sólo describió la más temprana infancia que el niño no ha sabido superar por falta de límites, premios y atenciones. Si un zagal no aprende a autocontrolarse y continua movido, disperso e impulsivo como en su niñez innata no lo es por sus genes, lo es porque se le educa bajo una sociedad permisiva de lo inmediato. Un entorno acelerado en lo fácil y la hiperestimulación con libre acceso a televisión, internet o deseos lleva a los niños hacia la cultura del quiero y lo tengo con un clic informático. En ello está el papel de los padres si éstos no ponen límites adecuados a sus hijos, algo que explicaría la epidemia del TDAH con cada vez más niños movidos y sin autocontrol, zagales que simplemente llaman la atención para que sus padres ausentes jueguen con ellos, les marquen límites y les regalen estima. Cabe añadir que en otras patologías estudiantiles como dislexias, sorderas, problemas de lateralidad o miopías, la anomalía suele decretarse sin discrepancias entre los especialistas. Ello sucede por dos razones, existen pruebas clínicas que las detectan y los individuos afectados suelen manifestar su problema con claridad. Pero con la hiperactividad no hay análisis médicos que la corroboren y al final todo depende de un cuestionario y de la opinión de un experto. El dictamen de éste es lo que decreta si uno padece o no tal síndrome sin que haya datos físicos o químicos al respecto, sólo opiniones. Se insiste, el fallo del especialista surge de observaciones y preguntas al aquejado y no de prueba clínica alguna que demuestre la hiperactividad. A pesar de ello, y sin pruebas químicas, se les recetan a los chavales fármacos para corregir dicho trastorno. Y lo preocupante, algunos padres sienten en ello un mástil en donde aferrarse ante cualquier mal resultado de su hijo, es decir, viven agazapados al diagnóstico y ven a su hijo como a un enfermo.
- ¿Sabe que nuestro hijo sufre un trastorno de la atención con hiperactividad? – preguntaron unos progenitores a un profesor de castellano.
- ¿Un TDAH? Claro que lo sé. Ya fui informado en su momento.
- Pues esa es la causa de tantos exámenes suspensos en su asignatura. Él necesita una atención especial. Nos gustaría saber como atiende esta patología de forma correctora durante sus clases.
Pero lo que el docente no se atrevió a decir era que en clase, y bajo la excusa del TDA con hiperactividad, el alumno había pasado a una hipoactividad, es decir, que no pegaba ni golpe, o dicho de otro modo, no terminaba los ejercicios que el profesor preparaba con exclusividad para él, algo que reducía tiempo de dedicación hacia la mayoría restante de compañeros de clase. Se insiste, en un TDAH no hay pruebas clínicas ni análisis químicos que lo demuestren, sólo son diagnósticos basados en observaciones. Cada vez hay más docentes que hablan de niños hiperactivos no como enfermos, sino como alumnos a quien orientar. Alberto Royo, presidente del Sindicato de Profesores de Secundaria en Navarra, decía al respecto en su blog: ¿No estaremos elevando a rango de patología lo que es un rasgo de la personalidad? ¿No llegará un momento en el que no haya característica personal que no tenga su correspondiente diagnóstico y tratamiento diferenciado? ¿Realmente es positivo para estos chicos “movidos”, “hiperactivos” o con “DTAH” diferenciarles de los demás? Sócrates decía: "nada resulta demasiado difícil para la juventud". ¿No se lo estaremos poniendo nosotros demasiado fácil?
En noviembre de 2006, el congreso anual de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria denunció el riesgo que la industria farmacéutica patentara nuevas enfermedades para vender más medicamentos. La gran mayoría de los síndromes psicológicos por aquel entonces descritos resultaban procesos naturales que la industria farmacéutica convertía en patologías con el fin de colocar nuevos fármacos cuya utilidad parecía, al menos, dudosa. El doctor Pablo Alonso, médico del Centro Cochrane Iberoamericano, señaló que así lo hacían algunas multinacionales farmacéuticas. Alonso afirmaba que con ello se lograba crear en los pacientes la falsa expectativa de una salud perfecta sin esfuerzos sintiéndose situaciones propias de la vida como síndromes a tratar con fármacos. Así al cansancio se le había llamado fatiga crónica; a la pereza de ir a trabajar, síndrome vacacional; a la timidez, inhibición social y al alumno inquieto y desatento, hiperactivo.
Según Alonso y otros científicos como Jörg Blench y Ray Moynihan, todas aquellas situaciones eran sensaciones que con esfuerzo se superaban, pero que los placebos de las farmacéuticas hacían que no se afrontasen y que se cayera en la debilidad psicológica y la falta de esfuerzo ante cualquier frustración de la vida. Jörg Blench en su libro Cómo nos Convierten en Pacientes sacó a la luz el hecho que ciertas farmacéuticas y grupos de médicos patentaban nuevas enfermedades para crear un negocio con los fármacos que las trataban. También Ray Moynihan, científico australiano, pensaba igual y añadía que se deberían deshacer los intereses económicos que existían entre médicos y farmacéuticas.
Los fármacos que se recetan en caso de TDAH suelen contener metilfenidato o atomoxetina, anfetaminas psicoestimulantes que calman a los estudiantes con TDAH pero que provocan serios efectos secundarios. Según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, los medicamentos con metilfenidato producen alteraciones cardiovasculares, psiquiátricas, retardos en el crecimiento, insomnio, anorexia, disminución del umbral convulsivo en pacientes con historia de convulsiones o con EEG anormal sin ataques. Además tal tipo de anfetaminas han sido prohibidas en Canadá entre otros países por su conocida potencialidad adictiva por lo que no se deberían administrar a niños menores de seis años y mucho menos a estudiantes con tics (Síndrome de Gilles de la Tourette) o en jóvenes psicóticos ya que aumenta tal sintomatología. En cuanto a la otra anfetamina, la atomoxetina, ésta puede producir cambios en la presión arterial, alteración cardiaca, pérdida de peso, retardo en el crecimiento, síndromes gripales, mareos, pérdida de conciencia, vómitos y disminución del apetito. En fin, que una medicación que produce efectos relajantes inmediatos, pero sin esfuerzo del aquejado, se cobra el precio de muchos efectos secundarios bajo el riesgo de adicción psíquica.
Llegados a ese punto sobre la hiperactividad cabe hacerse la siguiente pregunta, si no existen análisis clínicos para demostrar materialmente la hiperactividad, ¿cómo sí se trata con medicinas sin conocer su causa neuroquímica? El diagnóstico de hiperactividad resulta algo muy ambiguo que podría representar una simple excusa para justificar la inconstancia en los deberes y el pago por tratamientos farmacológicos. Antes, de este tipo de alumnos se decía que les costaba trabajo estar atentos pero que debían esforzarse, ahora se afirma que son enfermos y que deben ser los educadores quienes se esfuercen para que los afectados no trabajen tanto. Tal perspectiva hace que se pueda tratar a los hiperactivos como incapacitados, algo nada estimulante para un estudiante.
En la experiencia de muchos docentes se hallan muchos alumnos con TDAH que una vez diagnosticados su rendimiento cae en picado. Pensemos en lo siguiente, si al presunto hiperactivo se le dice y repite que padece un TDAH, el chaval se cree incapacitado y acaba por desarrollar otra anomalía, un QTTT, que trabaje tu tía.
- ¿Saben que Oriol ha faltado dos días de clase falsificando los justificantes de ausencia? – inquirió el anterior profesor a aquellos padres (los nombres han sido falseados).
- Sí, pero creemos que es algo comprensible – respondió el padre con aplomo y educación.
- ¿Comprensible? Podría explicarse por favor.
- Oriol nos ha contado que la mayoría de profesores le acosan verbalmente y eso le afecta mucho. Por eso se ausenta del colegio.
- ¿Saben entonces que Oriol no pega ni golpe?, ¿que se pasa las clases riendo, provocando a los docentes y que por eso éstos le exigen, que no acosan?
- Dada su hiperactividad todo eso es normal. Ustedes deberían tenerlo en cuenta. Su ritmo de trabajo es inferior al de los demás.
- ¿Inferior? ¡Pero si es nulo!
En fin, que el problema de aquellos padres fue que se creían en demasía la hiperactividad como una enfermedad que incapacitaba a su hijo, y no como algo quizá adquirido. Cabe indicar aquí que a tenor de los últimos avances en neurobiología pudiera ocurrir que la hiperactividad fuera una situación normal a superar solo con esfuerzo y hábitos familiares férreos, no con anfetaminas atontantes que provocan dependencia, desmayos, quitan el apetito y retrasan el crecimiento.
Investigaciones recientes han demostrado que en el aprendizaje la atención influye más que la capacidad innata del individuo, es decir que el entorno puede más que la genética y que por tanto, la capacidad no es tan innata. Si la hiperactividad hunde sus raíces en lo adquirido, ésta pesa más que lo innato y por tanto los malos hábitos la desatan y por el contrario, los buenos la pueden desactivar, y no los fármacos. Muchos educadores saben que una educación motivadora y con retos, llamada estudio esforzado, crea chicos brillantes con gran independencia del genoma heredado. Estudios de neurociencia también afirman que el ambiente afecta más que la genética en el talento de los estudiantes. Un estudio efectuado durante más de siete años sobre unos 2000 niños, afirma que el entorno social y cultural ostenta mayor influencia que la genética en sus CI o coeficientes de inteligencia. El estudio se realizó sobre una población estudiantil afroamericana en seis barriadas distintas de la ciudad de Chicago. Los resultados descubrieron notables y pertinaces descensos en la destreza verbal de los chicos ubicados en los barrios más desfavorecidos. Para más información se puede consultar por Internet, Proceedings of the National Academy of Sciences USA del 19 de diciembre de 2007. Añadamos a lo anterior que familias en donde se practica el estudio esforzado crean alumnos sin problemas educativos y sin hábitos hiperactivos. Estos padres realizan prodigios con sus hijos gracias a una gran dedicación y a un buen ideario moral. La genética está allí, pero no para creernos dirigidos por ella, sino para moldearla.
En el año 2006 la Cambridge University Press publicó The Cambridge Handbook of Expertise and Expert Performance donde K. Anders Ericsson, Paul J. Feltovich, Robert R. Hoffman y Neil Charness compilaban una serie de artículos y observaciones que demostraban algo paradójico, que los expertos no nacían, se hacían, es decir que los buenos hábitos pueden más que los genes en individuos normales. Otra vez aquí, la educación que motiva y pone retos a los hijos, estudio esforzado, crea chicos brillantes, hasta niños prodigio. Ejemplos de ello fueron Mozart en la música, Tiger Woods en el golf y Judit Pólgár en el ajedrez. Todos ellos recibieron una educación muy temprana destinada a dominar cierta especialidad. Ello nos vuelve a indicar que una educación bien dirigida potencia las capacidades innatas y reprime hiperactividades y demás chacras. La idea que los niños brillantes no nacen, se hacen, choca con nuestra concepción determinista del tan de moda genoma humano. Bajo el prisma de éste, todo parece contenido en los genes pero es la cultura quien amasa el barro de nuestras capacidades innatas. Heredamos potenciales gracias a nuestros cromosomas pero bajo un buen influjo los buenos llegan a fructificar, en caso contrario jamás se aprovechan. Cómo decía Robert Skidelsky, miembro de la Cámara de los Lores británica y profesor emérito de Economía Política de la Universidad de Warwick, nuestra naturaleza puede predisponernos a aprender, pero lo que aprendemos depende de cómo nos crían.
A tenor de los últimos descubrimientos en neurobiología, los superdotados surgen más del influjo familiar que no del genoma heredado, todo lo contrario de lo que creen los padres agazapados al diagnóstico de un TDAH. En marzo de 2007 la investigadora del Centro de Regulación Genómica de Barcelona, Mara Dierssen, declaraba que los modernos estudios de neurociencia indicaban que el ambiente influía más que la genética en el talento musical. Podía existir una predisposición genética, pero cuando se estudiaban casos de gemelos univitelinos que se habían criado en entornos diferentes, uno musical y el otro no, se comprobaba que lo más influyente era el ambiente. Algo parecido sucedía con los idiomas. Es decir, la genética estaba siempre en un segundo plano con respecto a los hábitos.
El ajedrecista Philip E. Ross, en el número de septiembre de 2006 del Scientific American, escribía que las pruebas de qué disponía la sicología indicaban que los expertos no nacían, se hacían. Más todavía: la probada posibilidad de convertir rápidamente un niño en un experto – en música, en ajedrez y en otros muchos campos – planteaba un claro reto al sistema educativo. ¿Sería posible hallar la forma de incitar a los escolares al estudio esforzado que mejoraría su destreza lingüística y aritmética? [...] En lugar de estar perpetuamente preguntándose ¿por qué no sabía leer el niño?, tal vez hubiera llegado el momento de decirse ¿por qué había de haber algo que no pudiera aprender?”.
La opinión anterior halló un respaldo definitivo en invierno de 2008 cuando el neurobiólogo Douglas Fields demostró que el cerebro humano adquiría mayor potencial de aprendizaje si desde pequeño uno se esforzaba o le inducían a ello. De hecho, y desde el año 2005 existían trabajos de este autor en ese sentido. Durante mucho tiempo se había considerado que la sustancia blanca cerebral era menos útil que la gris, de ahí la falsa expresión que los humanos sólo utilizábamos una parte de todo nuestro potencial encefálico. Ahora, y como se ha demostrado, lo utilizamos todo. La sustancia gris del cerebro corresponde a cuerpos neuronales mientras que la blanca son axones recubiertos de mielina. Pues bien, cuando nacemos nuestras células cerebrales se hallan poco mielinizadas. El ritmo y crecimiento de esta sustancia alrededor de los axones influye en el aprendizaje, la memorización, la inteligencia y el autocontrol, todos antídotos de la hiperactividad. Lo más curioso del caso es que el recubrimiento de mielina es mayor en individuos que desde pequeños fueron estimulados y educados bajo el esfuerzo. Los estudios llevados a cabo por el equipo del doctor Vincent J. Schmithorst del Hospital Infantil de Cincinnati hallaron una correlación directa entre el desarrollo de la sustancia blanca cerebral, el cociente intelectual de los niños estudiados y la ausencia de hiperactividad. Otras investigaciones ponen de manifiesto que los niños desatendidos por sus familias poseen un 17 % menos de sustancia blanca en el cuerpo calloso que los bien atendidos, algo que podría indicar que los padres ausentes son causa de TDAH en su descendencia. En resumen, que la experiencia influye en la mielinización, y esta en la inteligencia del individuo. Si queremos que un zagal alcance un nivel elevado de inteligencia, debe empezar a ejercitarla desde edades muy tempranas. El doctor Douglas Fields escribía lo siguiente en el número de abril de 2008 del Scientific American, “el cerebro que poseemos hoy lo construimos al interaccionar con el entorno mientras crecemos y nuestras conexiones neuronales comienzan a mielinizarse”. Se insiste por tanto que el esfuerzo cuenta más que la capacidad innata y que el TDAH puede evitarse con ello. Si se dan las condiciones para que el alumno se sienta empujado hacia el esfuerzo todo fluye hacia el éxito. Si existen buenos docentes, un ambiente social y familia comprometidos, más unas leyes exigentes en los currículos, el esfuerzo aparece y con él la mayor fijación de mielina en los axones neuronales, algo que conlleva a una mayor capacidad memorística y a un mayor número de conocimientos y descubrimientos con su placer intelectual y motivación incorporados, algo que nos lleva de nuevo al esfuerzo cerrando un bucle que se retroalimenta positivamente para crecer y crecer sin TDAH alguno. De ahí los resultados del equipo del doctor Schmithorst en el Hospital Infantil de Cincinnati, de ahí que a más esfuerzo, más mielina y mayor cociente intelectual de los niños.
En resumidas cuentas, y aportadas todas las informaciones anteriores, se debe afirmar que la inteligencia y la concentración se posee si se trabaja, como también se adquiere la hiperactividad si un mal hábito la condiciona. El TDAH resulta pues un potencial despertado por unas costumbres erróneas que en breve detallaremos, pero jamás un destino determinado por nuestros genes. Por tanto, para reconducir una hiperactividad por buen camino habrá que evitar tales males prácticas potenciando sus contrarias. Lo curioso del caso, y una vez diagnosticada la hiperactividad, es que hay dos opciones para comunicarla a los padres. La primera, como un mal hábito que la provocó, por tanto la solución debería ser corregir el mal hábito. La segunda, afirmar que el lechón padece una enfermedad, un TDAH, y recetar fármacos al respecto. Si el estudio esforzado demostró su efectividad para despertar inteligencias innatas, ¿por qué no probar lo mismo para resolver la hiperactividad? Muchos docentes afirman que con la reforma la cultura del esfuerzo cayó en picado, ¿y si por culpa de eso, más unos malos hábitos, se daba la actual epidemia de hiperactividad? Si analizamos las malas costumbres que causan un TDAH se da una respuesta clara a lo anterior.
El primer dato nos lo ofrecieron unos estudios médicos en octubre de 2007 presentados en Barcelona durante un congreso de medicina sobre el sueño. Según estos, el 15 % de los niños llamados hiperactivos, en realidad padecían trastornos de sueño. Así lo indicaban los especialistas Gonzalo Pin del Hospital Quirón de Valencia, y Milagros Merino del Hospital La Paz de Madrid. El pequeño que dormía mal, al día siguiente mostraba conducta irritable, pérdida de concentración, bajo autocontrol y disminución del rendimiento escolar. Por esos signos se le clasificaba como hiperactivo al ser síntomas del TDAH. Sólo con cambiar sus pautas de sueño se corregía la supuesta hiperactividad. Estos malos hábitos se adquirían durante los primeros años de vida. Los médicos afirman que a partir de los siete meses se debe enseñar a dormir bien a los lechones. Los padres deben relajar a su hijo para que se duerma. Rutinas de horario fijas, dietas suaves y sin azúcares excesivos en la cena, actividades relajantes al anochecer, obligación de dormir solos en una habitación tranquila, son las recomendaciones más comunes que se dan para evitar el trastorno del sueño y con él, posibles y fatuas hiperactividades futuras. En fin, que malos hábitos y no una enfermedad, causan el 15 % de los TDAH diagnosticados.
El segundo mal hábito provino de un estudio sobre alimentación. En setiembre de 2007 la Autoridad Europea de Seguridad, EFSA en sus siglas en inglés, dijo que analizaría si algunos aditivos y colorantes usados en dulces y refrescos azucarados podían inducir al TDAH. Trabajos en la Universidad de Southampton así lo parecían indicar. Los autores de dichos trabajos relacionan la hiperactividad con predisposiciones genéticas y malos hábitos educacionales. El estudio publicado en la revista The Lancet, constataba que los niños que habían consumido hidratos de carbono con ciertos aditivos mostraban comportamientos bulliciosos y pérdida de concentración algo superiores a los que no lo hacían. Deberíamos recordar que un exceso de calorías de fácil asimilación como son los azúcares, incentiva esa ligera subida del bullicio en un grupo de alumnos. Por otro lado, en los consejos dados anteriormente para evitar el trastorno del sueño, quedaba claro que una dieta con exceso de hidratos de carbono activa de noche al escolar y no le permite dormir plácidamente, algo que puede desatar el TDAH por la mañana.
El tercer dato es la ausencia de la cultura del esfuerzo. En esto hay testimonios muy reveladores, los propios escolares diagnosticados de hiperactividad. La mayoría de ellos reconocen que aprovechan la supuesta enfermedad como excusa para hacer lo que les da la gana, es decir, no estudiar. Sirva la siguiente redacción de un escolar de 14 años con TDAH y los hechos hablan por si mismos. Las faltas de ortografía y sintaxis fueron, por dignidad, corregidas.
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Claro está que el alumno sufría de una falta de hábitos en el autocontrol y no de una enfermedad llamada TDAH, una patología que había sido diagnosticada por varios especialistas en primaria y tratada con toda clase de fármacos durante secundaria. Si a ello sumamos el error de explicar al alumno que padece una enfermedad, algo no cierto, y que por ello se le rebajan los contenidos, el adolescente se acostumbra a trabajar menos y a caer en un pozo de inactividad, algo que así me confesó en privado este alumno. En fin, que se debió pensar que la hiperactividad no era una mancha de serie imborrable, sino simplemente algo que unas malas rutinas, falta de límites y bajas atenciones paternas despertaron del letargo interno. No parece aconsejable que algunos docentes y psicólogos defiendan explicarle al escolar que padece de TDAH y que para ello se le reduzca el grado de exigencia escolar. Eso equivale a estafarle con una educación descafeinada. Por desgracia muchos padres aceptan el diagnóstico del TDAH como una enfermedad que les consuela, una etiqueta que les aleja de cualquier sensación de culpabilidad: la culpa no fue nuestra, lo ha sido lo innato de nuestro hijo.
Un cuarto factor causante de la hiperactividad es la falta de pautas en orden, disciplina y premios, en fin, escuchar y atender al infante. Mejor regalarle tiempo de juego, límites y cariño que no móviles, consolas y ordenadores para que no molesten. Un zagal abandonado por unos padres ausentes no llega a desarrollar sus capacidades de autocontrol y concentración que luego el TDAH justifica. La relación entre mentores que no castigan y no premian al infante más una ausencia de rutinas en comidas, deberes y sueño hallan una clara relación con el TDAH. Sin orden, ni juegos, ni disciplina aumenta la impulsividad del rapaz y por tanto su incapacidad de autocontrol y de concentrarse. En eso resulta muy importante, y para evitar la hiperactividad, que se enseñe a los chiquillos a esperar, no todo debe ser inmediato como el clic en un ordenador o el sí de unos padres ante un revolcón llorón de su cachorro. Un estudio de la facultad de Psicología de la URV, Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, demostró que la impulsividad adquirida, que no innata, está implicada en el TDAH, es decir, que cualquier entorno que promueva la ausencia de control anima a la aparición de la hiperactividad. La doctora en sicología, Fàbia Morales, así lo indicaba en su tesis doctoral en enero de 2008. Cabe añadir que en enero de 2014 el psicólogo clínico, doctor Joseph Knobel Freud, escribía en la prestigiosa revista Unicamp de la Universidad Estadual de Campinas, Sao Paulo, Brasil, que: el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) se está diagnosticando muchísimo. Si hiciéramos caso a las estadísticas, nos encontraríamos ante una auténtica epidemia. Pero, en mi opinión, este trastorno no existe.
Añadía Knobel que el TDAH estigmatiza al niño al hacerle sentirse un enfermo, algo que reduce su complejidad a un paradigma simplificador, el TDAH, bajo un "déficit" neurológico. Además ahora se sabe que el psiquiatra Leon Eisenberg, el que descubrió el trastorno de déficit de atención e hiperactividad, confesó siete meses antes de fallecer en 2009 que es una enfermedad ficticia.
En resumen, y si ahora se suman todos los malos hábitos anteriores, trastornos del sueño, abuso de azúcares, ausencia de rutinas, ausencia del esfuerzo, ausencia de disciplina, padres ausentes y la impulsividad que conlleva, parece obvio que la hiperactividad resulta algo adquirido y no una enfermedad a tratar con psicotrópicos. Por tanto, para evitarla y corregirla se debe aplicar lo contrario a su causa, sus antídotos: pautas correctas para el sueño, baja ingestión de glúcidos antes del sueño, rutinas diarias en comidas, momentos lúdicos, horas de estudio, cultura del esfuerzo, disciplina y atención familiar para reducir con todo ello la impulsividad y su consecuencia, la hiperactvidad. A mayor disciplina, mayor esfuerzo invertido, lo que aumenta la fortaleza del zagal y reduce su nivel de frustración e impulsividad, algo que nos lleva de nuevo a la autodisciplina, un pez que se muerde la cola y aumenta más y más a cada vuelta rescatando de su hiperactividad al escolar. En caso contrario, y si un educador le insiste que hay que priorizar los fármacos a los hábitos correctores, le está haciendo un flaco favor a su hijo al tratar la hiperactividad como una enfermedad paralizante y no como una situación a superar. Sería como si a alguien olvidadizo por no utilizar la agenda se le recetaran pastillas.
- ¿Que padezco doctor?
- Síndrome del despiste.
- ¿Y eso es grave?
- No, sólo un mal hábito.
- ¿Y cómo se cura?
- Primero dejando de creer que usted es un enfermo.
- ¿Y segundo?
- Pues luego dejando de venir a mi consulta para que los dos no perdamos más el tiempo, ¿qué tal un poco de voluntad, un buen uso de la agenda y más esfuerzo por su parte?
Pero otro mal facultativo optaría por otra treta:
- ¿Que padezco doctor?
- Un trastorno de la memoria con despiste agudo.
- ¿Y eso es grave?
- Se puede tratar.
- ¿Y cómo se cura?
- Pues con estas pastillas de glucosa con cafeína – algo que todos los estudiantes siempre utilizaron para mejorar su memoria -, y con esta agenda de regalo. Úsela a menudo y ya verá.
Convertir a un alumno, o a alguien, en un enfermo significaba transmutarlo en un inválido intelectual, alguien que luego es incapaz de superar con su propio esfuerzo el mal hábito adquirido y que espera que los fármacos le resuelvan el problema. La hiperactividad parece hallarse en esa categoría. Recuérdese que una enfermedad no suele ser una elección, en cambio un hábito sí. Más de dos horas entre deberes y estudio diarios debieron ser praxis normales para cultivar todo el potencial de cualquier estudiante. En caso contrario, se están desaprovechando sus capacidades.
En resumidas cuentas, entorno y genética siempre fueron dos partes inherentes de la especie humana difíciles de separar, sin cultura no nos hacemos humanos pero sin base innata no habría un ser para ser educado. El límite entre la una y la otra siempre suscitaron miles de debates científicos y filosóficos. Quizás fue nuestra obsesión por clasificar las cosas el error. Jamás existieron en nosotros dos entidades claramente diferenciadas como cultura y biología, simplemente los humanos somos las dos cosas a la vez. Nacemos con potenciales que yacen dormidos hasta que nuestros hábitos los activan o los reprimen, pero son nuestras conductas, y no nuestros genes, quienes mandan más en ello. Como decía Kant, nos hacemos humanos al ser educados por otros humanos educados. Así pues, nuestro entorno y cultura afecta nuestras predisposiciones genéticas, cierto, pero depende de nosotros potenciar la inteligencia o reprimir la hiperactividad. El TDAH no es una enfermedad, simplemente resulta un mal hábito inducido y una errónea costumbre adquirida puede resolverse con rutinas y esfuerzo diario. Los fármacos puede que ayuden puntualmente pero sin un cambio de hábitos la cosa irá para largo y el alumno acabará adicto a las anfetaminas. Todos los datos médicos anteriores así lo parecen indicar. En fin, lo padres no deben creerse esclavos de ningún diagnóstico que influya limitando las posibilidades de su hijo. La hiperactividad no es una lacra, simplemente es un mal hábito a corregir.
FRACASO ESCOLAR O FRAKSO POLÍTICO (14)
¿Un hijo sin modales?
Recuerdo un docente que se la jugó ante una fechoría de sus alumnos. Estos tenían por costumbre comer pipas de girasol a la entrada del colegio dejando el suelo tapizado con las cáscaras de las susodichas asterales. Pues tras varias reflexiones, diálogos y razonamientos sin éxito con los chavales, al profesor se le acabó la paciencia. Un mediodía les esperó y obligó a recoger con las manos sus cascajos escupidos por el suelo. La verdad fue que durante toda la ESO jamás volvieron a ensuciar la entrada del centro educativo. Ellos habían vivido en propia piel limpiar lo ensuciado. La urbanidad pasa muy a menudo por limpiar o arreglar lo que uno ensucia o estropea, es allí donde se toma conciencia del valor de las normas.
Funestos docentes habrá que repitan una y otra vez que la clave de la urbanidad reside en el diálogo con nuestros párvulos, que debemos razonar y negociar con ellos todo aquello que fuera menester, que el grito y la imposición pueden traumatizar a los lechones y que jamás deberíamos utilizar la contundencia con ellos. Bajo ese pretexto se anima a muchos padres a la ausencia de obligaciones hogareñas de sus retoños y a la pérdida de la perspectiva de los valores. Sin pautas ni normas claras a experimentar difícilmente los adolescentes aprenden urbanidad. El docente que exigió la limpieza del suelo jamás se le pudo tachar de abusador, simplemente ejerció su deber, el de educador, de otra manera alimentaremos las estadísticas de púberes dictadores y sin códigos de comportamiento. En enero de 2008 las estadísticas del Teléfono de Atención a la Infancia, servicio gestionado por ACISF y la Generalitat de Catalunya, desvelaron esa realidad. Las llamadas de padres desbordados ante sus hijos se habían incrementado claramente con respecto a períodos anteriores. La edad de rebeldía de muchos lechones había descendido hasta quedar por debajo de los 12 añitos. Los progenitores se mostraban impotentes ante sus pequeños dictadores sin saber qué hacer. Sin límites claros desde su infancia, los rapaces habían triunfado negándose a estudiar, a cumplir con obligaciones caseras o simplemente faltando al respeto a sus educadores, los padres. En fin, demasiados derechos y bienes materiales sin responsabilidades correctamente asumidas, demasiados síes y escasos noes durante su infancia, hasta puede que ninguna sanción. Por tanto elogie a aquel maestro que ordene limpiar las mesas de clase, recoger papeles del suelo y hasta limpiar de cascajos el pavimento de la calle.
¿Hijos bajo la anorexia o la bulimia?
Ser atractivo o no serlo se ha convertido hoy día en otra guerra de clases, una batalla entre feos y guapos. La belleza física reside fundamentalmente en aspectos simétricos que nos recuerdan a la juventud. La piel lisa, el pelo sedoso, la dentadura intacta, los cuerpos firmes y el cabello abundante son elementos que en su ausencia hacen que perdamos nuestro encanto y juventud. Arrugas, sarro, flacidez muscular y alopecia no son sinónimos de belleza, son lacras seniles que la cirugía estética intenta esconder. Todo ello bajo la simetría da armonía y placer estético a nuestra percepción. Una música de notas desordenadas al azar no produce éxtasis, en cambio una melodía con simetrías evidentes, escúchese Michael Nyman por ejemplo, o cadencias escondidas, deléitese con Bach, regalan ese gozo llamado belleza si uno fue adiestrado para captarlas. Lo mismo se puede decir de la pintura, la escultura, la arquitectura y la danza. Quizás percibir la simetría como algo placentero se halle en nuestros instintos más ancestrales, encontrar la comida dependía de ello, la mayoría de alimentos son simétricos.
Todos las características de belleza indicadas, simetría y juventud, no incluyen la delgadez extrema difundida por algunos referentes sociales. Por desgracia, y en el concepto de belleza, juega un papel muy importante la cultura del momento, recuérdense las voluptuosas mujeres que pintaba Rubens. Ahora alguien cambió las cosas. No sé quien se lo inventó pero anuncios, películas y pasarelas de moda muestran que los cánones de belleza vigentes son los hoyuelos bajo el pómulo, el abdomen plano y las piernas larguiruchas. Estos estereotipos, más el culto materialista al cuerpo, son referentes que a menudo arrastran al adolescente hasta la anorexia y la bulimia. La sociedad educaría mejor si todo esto fuera de otra manera.
El papel aquí de los educadores es detectar quien padece trastornos alimenticios entre los adolescentes. En ello escuché la opinión de una profesora de inglés que tras varios casos de anorexia me daba la siguiente información. El escolar que suele sufrir tal contingencia no suele fracasar en los estudios, a no ser que la anorexia y/o bulimia conlleven debilidad inmunológica y hasta obliguen a hospitalizar al adolescente por desnutrición o por una depresión inducida por esa alimentación deficiente. Este tipo de alumnos sufren la falta de un modelo a seguir sumado a un problema de no aceptación de su físico, es decir, un problema de baja autoestima. Por otro lado, suelen ser perseverantes e inteligentes en sus trabajos, algo que dificulta detectar anomalías en ellos ya que saben ocultar muy bien su patología. Otra profesora y madre me apuntaba lo siguiente para detectar casos de anorexia con bulimia.
<< Si se sospecha de alguien hay que observar si después de ir al baño dejó gotas de vómito en el reborde interno superior de la taza, lugar difícil de limpiar, o si los dejó en otros rincones alrededor de ésta. También sucede que el escolar tendrá la costumbre de beber mucho líquido durante o al final de la comida para facilitar la devolución. Cuando esté en el baño dejará largo rato el grifo abierto para ensombrecer los espasmos de la regurgitación. En algunos casos ponen música en la casa o suben el nivel del televisor poco antes de dirigirse al baño. Al salir de éste habrá un excesivo olor de colonia, jabón, perfume o desodorante para disimular el hedor del vómito. Si esto ocurre a menudo y ha detectado delgadez extrema en el púber tras una pérdida de quilos en pocas semanas, puede tratarse de una clara bulimia >>
¿Qué hacer entonces? Si interviene directamente, él o ella lo negarán, hay que avisar al colegio, recurrir a un especialista y tratar el tema indirectamente para que el afectado no se sienta presionado de golpe. Piense que su adolescente pudiera entenderlo como un “todo el mundo se ha puesto en mi contra”. Mejor lento y que lo comprenda que no de sopetón y se rebote bloqueándose. En ello habrá algún docente en quien confíe y que escuche mejor que padres o familiares cercanos. Ya se sabe que la confianza da asco y la distancia respeto. Hay que tener en cuenta que los anoréxicos, dada su gran picardía, inteligencia y autodisciplina, saben decir a los adultos lo que éstos quieren escuchar, es decir saben dejarnos contentos aparentando que pondrán solución a su problema. Lo grave es que tal estratagema alarga su situación pero no la resuelve. Hay que escucharles, sí, pero fingiendo un falso convencimiento para no ser manipulados por su red de ideas. Ellos están atrapados en ella, en su anorexia, nosotros debemos permanecer a distancia de su telaraña. En ello el buen terapeuta sabrá muy bien como mantener esa distancia que a veces los allegados al anoréxico no saben manejar. Por tanto, padres, madres y familiares jamás deben justificar a su hijo o hija ante el especialista ya que ello significaría dos cosas. La primera que todavía no son conscientes al cien por cien de la realidad, y la segunda que sobreprotegen a su retoño dándole alas para continuar en su error metabólico. Me contaba una amiga mía con una hija afectada de anorexia que ante las quejas de ésta por su terapeuta, buscaba otro experto y vuelta a empezar. Es decir, la hija llegaba a convencer a la madre que el especialista no le satisfacía, y mi amiga accedía a cambiárselo pensando que éste no entendía a su niña. En fin, que mi estimada madre justificaba y protegía a su infanta sin darse cuenta que no debía cambiar de terapeuta sino cambiar el parecer de su hija.
A diferencia del caso anterior, unos padres llegaron a desarrollar toda una serie de estratagemas para corregir la anorexia de su dulce y estilizada adolescente. De vez en cuando la madre se preparaba para cenar un buen plato de pasta con salsa, glúcidos y lípidos. Ante la curiosidad de la hija mamá añadía, quita, que esto no es para ti, es para mi nueva dieta de adelgazamiento. En algún momento abandonaba el plato por casa y en muchas ocasiones la chavala lo probaba. En otra ocasión, y de manera descuidada, dejaba por el hogar una lista de alturas y pesos manipulada para que la hija viera que a su metro sesenta de altura le convenía mucho más que apenas unos escasos cincuenta quilos. Prohibían a su anoréxica libros de dietética para ganar peso comentando a su princesa, con la obsesión que tienes por tu cuerpo sólo te faltaría este libro. Hasta un día soltaron por el comedor un artículo firmado por un médico ficticio en donde se afirmaba que mezclar azúcares con grasas adelgazaba. Lo mejor fue que la madre se descuidó expresamente algo su figura previo pacto con su marido que le decía, que guapa que estás últimamente cariño. Estos mismos padres propusieron al tutor en el colegio un concurso de belleza en donde no ganara su hija al estar diez quilos por debajo del peso mínimo, sino otra compañera más llenita.
Todo lo anterior eran medidas correctoras, pero prevenir es mejor que curar y para evitar que un escolar desarrolle una anorexia o bulimia hay que atender a los consejos del diablo viejo. Un psicólogo de Madrid me argumentaba lo siguiente. Previo a la adolescencia y durante su infancia hay que evitar una educación fundamentada en el culto al cuerpo. Cada uno es fruto de su genética y alimentación, no de ídolos de ciencia-ficción o de estrellas del rock con tablillas marcadas en su abdomen, dicen que algunos se las implantan. Durante la infancia hay que infundir la idea de la aceptación física:
- Oriol, tú no eres el más guapo de la clase, eres simplemente guapo, como también el resto de tus compañeros.
En fin, que no se debe pretender que un hijo sea más guapo que los otros ni su hija una sílfide coqueta. Hay que enseñarles a valorar lo que simplemente son, evitando que se acostumbren a lo superficial olvidando que su salud es más importante que su aspecto externo. El materialismo resulta un mal amigo en estos casos al promover obsesiones por la complexión. Hay que educar en la humildad, y no es que su hijo no sea el más guapo del mundo, es que la mayoría de padres piensan lo mismo y es harto imposible que todos tengan razón. Por tanto, eduque en la aceptación de uno mismo para que su hijo no coja obsesiones por el peso o por la forma de su nariz, ¿quién dice que Tom Cruise vaya a ganar un Nobel por su cuerpo o sea el hombre más inteligente del mundo? Él se dejó engañar por la Cienciología, organización acusada hoy en día de venda fraudulenta.
El psicólogo anterior me insistía también en un último aspecto, una buena educación en la nutrición. Carnes, verduras y frutas con pocas grasas e hidratos de carbono son una fórmula clara que debería verse más a menudo en televisión, familia y colegios. Por tanto, exija que en su centro haya más menús equilibrados y menos repostería. La costumbre de alimentarse bien es el preámbulo de una buena salud.
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