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jueves, 19 de mayo de 2016

FRACASO ESCOLAR (3) La elección de un centro

Centros públicos o privados El buen ejemplo educa pero el malo confunde. Muchos teóricos y políticos que diseñaron la reforma educativa de la enseñanza pública, la LOGSE, y sus posteriores versiones, la LOCE y la LOE, matriculaban a sus hijos en escuelas privadas elitistas que no aplicaban la reforma al cien por cien. Este hecho llevó a pensar que la reforma no era tan buena y que mejor enviar a los retoños a colegios privados. Cabe decir que los centros de minorías, menos del 5 por ciento en todo el estado, son centros que no perciben dinero alguno del estado y que representan un sistema escolar que dicen evita el fracaso escolar de muchos chavales. Por suerte la escuela pública también posee excelentes escuelas bajo ese perfil. La educación de los buenos centros, públicos o privados, moldea a los rapaces para que se conviertan en buenos profesionales, humanos justos y personas críticas. Estos colegios tienen claro que educar conlleva transmitir los conocimientos correctos que los doctos saben. En ello la buena didáctica será el arte de saber enseñar y hacer comprender lo más rápidamente posible todos esos conocimientos a cuantos más alumnos mejor, algo que en conjunto ha sido, desde la Ilustración del XVIII hasta nuestros días, el objetivo básico de la educación y de la actual Enseñanza Múltiple Contrastada. Educar proviene del vocablo latín exducere que significaba extraer, llevar hacia delante a algo o a alguien. La educación cuenta con dos partes asimétricas, quien enseña a alguien (insignare o indicar) y el que aprende del mentor (apprehendere o hacia la comprensión). En resumen, para los clásicos educar consistía en guiar en la transmisión de conocimientos ayudando a su correcta comprensión, algo no muy distante del concepto de hoy en día. Matizado todo lo anterior, uno puede preguntarse que centro debe escoger que reúna los objetivos básicos educativos. En nuestra cultura europea nos han insistido demasiado con el maniqueísmo y ahora nos encanta vivir pensando que todo puede ser bueno o malo, blanco o negro, PP o PSOE, Cd’s o Podemos y público o privado. Sumidos en ese esquema dual no nos damos cuenta que cada situación es singular y desigual al resto. No existe sólo el blanco y el negro ya que hay infinidad de grises. Ni los centros privados son mejores que los públicos ni éstos tienen mayor número de recursos que los primeros, todo depende de cada instituto en concreto. Hay muchos factores en juego e insisto, cada centro es cada centro. Uno puede ahorrarse pagar por un centro privado tan caro si puede y sabe elegir un buen instituto público, siempre y cuando en su localidad exista una cantidad y calidad diversa de éstos. En caso de residir en una localidad modesta no podrá elegir y lo que se diga en este apartado no podrá aportar mucho. En caso de vivir en una gran urbe, no se sitúe a favor de lo privado o lo público, estudie el centro donde está su hijo y verá lo bueno y lo malo como en todas partes. Sea privado o no, los aspectos que ahora detallaremos definen si un centro busca la excelencia o si anda perdido en la mediocridad. Primero el instituto debe ostentar buenas relaciones entre dirección y administración para asegurarse rapidez en los recursos. Segundo debe existir una dirección experimentada y diligente a nivel de normas claras en asuntos disciplinarios. Tercero, debe funcionar un claustro de profesores estable y eficaz que sabe como optimizar su centro. Y cuarto y último, deben trabajar unos docentes líderes de grupo pero no colegas de alumnos el primer día de clase. Si todo ello se da en un centro, se crea un equipo eficaz que emanaba concentración y buen ambiente en el aula, no desorden y algarabía. El primer punto, el de buenas relaciones entre administración local y dirección resulta una señal inequívoca para obtener los recursos necesarios en su centro. Una mala relación entre ambas partes levantará resistencias en acuerdos y esfuerzos comunes para beneficios mutuos. Aquí dirección debe tener buenas dotes de política para obtener de la administración aquellos recursos que gestiona como son profesores auxiliares, talleres de urbanismo y financiación de logística para el centro. El segundo, una dirección diligente, experimentada y con normas claras en asuntos disciplinarios resulta básica para generar un ambiente de trabajo y civismo en el centro. En este sentido el equipo directivo debe cumplir tres requisitos básicos. El primero, la defensa del docente y no del cliente. Dar la razón a padres o alumnos en contra del educador pudiera implicar que los no profesionales en el aula mandaran sobre los sí entendidos en esta. En otras palabras, si dirección le da la razón a la primera y no defiende a sus profesores, desconfíe de ella. El segundo es que la dirección de su centro debe ostentar un claro liderazgo frente a los docentes. Si estos desafían o no confían en ella se pierde la unidad educativa del centro. Y el tercero, el equipo directivo debe felicitar o recriminar los buenos o malos quehaceres de sus educadores. En fin, si dirección logra ser líder en el colegio alcanzará grandes posibilidades de éxito, en caso contrario el centro irá de mal en peor. Su hijo le contará todo esto durante las cenas. Los chavales, aunque a veces no lo parezca, se percatan de todos los entresijos del centro, de quien tiene autoridad y de quien no, de qué profesor domina o no su materia y de si dirección coordina bien o mal el centro. Charle con ellos y obtendrá toda esa información. Por ejemplo, fíjese si el equipo directivo obliga a sus docentes a asistir a cursos de reciclaje que no sean chorradas, si crea estructuras efectivas para la detección y corrección de alumnos con dificultades, si coordina con fluidez y precisión el paso de información de los alumnos de primaria a sus profesores de secundaria, si asigna horas a todos los tutores para atender a familias y estudiantes, si elabora protocolos de acción escolar que todos, tanto docentes como alumnos, conocen al dedillo, y por último si existen propuestas por parte de los alumnos para mejorar la enseñanza durante las clases sin rebajar exigencia alguna. La efectividad requiere al menos tres cosas: el espejo exterior de quienes te observan, la sinceridad con uno mismo y la humildad en todo ello. Puede que haya padres que se deseen centros con otra característica no comentada, el decreto de autonomía de centro, una ley que pretende que cada centro diseñe sus proyectos educativos y curriculares. Según la evaluación internacional de alumnos de la OCDE, el llamado informe PISA (Programme for International Student Assessment), este factor no resulta primordial para reducir el fracaso escolar ya que hay países bajo tal autonomía con resultados envidiables y otros nefastos, por tanto no existe una relación clara entre éxito académico y autonomía de centros por mucho que se emperren algunos políticos. Además, y según el informe McKinsey, si el nivel de un centro es bajo mejor que no haya autonomía de centro y que sea el estado quien intervenga. Si por el contrario el nivel es alto, ese centro le irá muy bien su autonomía y sabrá como distribuir currículos y alumnos. En resumen, una autonomía de centro bajo un equipo docente mediocre empeora las cosas, mientras que esa misma autonomía en riendas de un competente claustro logra reducir en gran medida el fracaso escolar, sobretodo si el centro exige exámenes de nivel para pasar de ciclo, algo que en muchos países lo gestiona externamente el Gobierno. El tercer aspecto, el de una plantilla estable evita pérdidas de tiempo. Un nuevo curso con demasiados profesores nuevos obliga a entrenar a éstos en los matices del centro que les recibe. Por tanto, los cambios frecuentes de plantilla sólo desestabilizan el ideario del instituto. Además un aspecto para lograr la excelencia de un colegio descansa sobre un buen claustro que lleva años conociéndose y entrenándose, algo así como la cantera del F.C.B. Con una plantilla estable y de calidad se perpetua un gran ideario educativo. Finlandia, que ostenta el mayor rendimiento escolar europeo, posee un elevadísimo grado de estabilidad en las plantillas de sus centros, y de hecho la elección de sus profesionales resulta clave en el éxito educativo finlandés. Allí son los mismos directores quienes escogen y contratan a sus licenciados sin pasar éstos por unas oposiciones. En la península pasa lo contrario, si una escuela consolidó un claustro estable y eficaz es cambiado en breve, ¿por qué? La normativa manda que las plazas de muchos docentes salgan todos los años a subasta. Es decir, otro funcionario de mayor antigüedad y externo al centro puede desplazar a quien ya formaba parte del equipo estable, excelente y eficaz. Nuevas leyes como el decreto de plantillas pretenden corregir esto, pero ello otorga excesivo poder a directores que prevarican eligiendo a sus afines y acólitos. En fin, ¿quién vigilará al vigilante en nuestro país de picaresca? En Finlandia los directores son profesores que han pasado por una formación exigente y específica. Luego deben presentar un proyecto educativo para el centro que pretender dirigir y es la administración local que conoce las necesidades sociales del municipio quien elige al director más acorde y más preparado. El cuarto punto, el del buen maestro, es vital para ganarse la confianza de los alumnos en el aula, algo que de rebote logra la de los padres. Ese triángulo, docentes, escolares y padres, pivota sobre la autoridad del docente en el aula, una autoridad que debe llegar de serie por ley pero que debe ser reforzada por el perfil del buen profesor. Un docente así no debe ser amigo de sus alumnos el primer día de clase, aunque tampoco enemigo de ellos. Ese aspecto dual del profesor, no amigo pero tampoco enemigo, persigue algo muy útil en el aula, el respeto mutuo. En breve se detallará todo esto en otro apartado. El buen maestro también debe dominar lo que imparte y con ello estimular a sus alumnos con clases ordenadas, ejercicios de complejidad creciente y anotaciones claras en la pizarra. La humildad también se halla en los mandamientos de un correcto educador, un buen maestro jamás debe esperar que le admiren, debe desear que le superen. La soberbia aleja a los alumnos de un docente y se pierde la confianza que perseguíamos antes. Otra faceta relevante es que un buen profesor debe saber defender los intereses de sus alumnos por encima de otros malos educadores. Cuando ello ocurre, los alumnos se dan cuenta y deciden confiar en su educador. En este sentido un buen docente debe educar con el ejemplo aunque si un día falla, simplemente demostrará ser humano, algo humilde que también le acercará a sus alumnos. Por otro lado, un educador correcto debe apoyar al resto de docentes y no entorpecer su tarea. Si un docente desautoriza a otro hace un flaco favor a la autoridad de todos. Mejor comentar las cosas en privado y buscar acuerdos bajo un beneficio común. Sólo añadir que todos los requisitos anteriores también deben hallarse en el cuerpo directivo del centro. Sólo así se alcanzará la excelencia que los padres desean de un centro. Por tanto, y sin tener en cuenta si éste es público o privado, busque y exija institutos en donde se apliquen todos los puntos anteriores que, por si no se percataba, conllevan implícitos el esfuerzo y la disciplina. En este sentido algunos docentes veteranos afirman que antes de la reforma los centros públicos eran mejores que los privados, pero que después de la LOGSE el nivel de esfuerzo y disciplina bajaron tanto que la concertada y la privada quedaron por encima de los anteriores. Si eso fuera cierto mejor lleve a su hijo a la privada, o a lo sumo a la concertada. Piense que una mayoría de nuestros gobernantes lo hace aunque haya públicas de calidad. De todas formas analice todo lo descrito durante este apartado y vea si algún instituto público lo cumple. Si lo halla se ahorrará una cara educación privada. Si no lo encuentra empiece a exigirlo a su administración.

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