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jueves, 8 de mayo de 2014

Fracàs escolar o fracàs polític

Aquests mes de maig la premsa s’ha fet ressò d’uns estudis que expliquen les causes del fracàs escolar nacional. Docents, algun sindicat i associacions de pares porten dècades denunciant les mateixes raons però amb un èxit ínfim. Per si això no fos prou, fins i tot n’han escrit multitud de llibres on docents i pares detallen què passava i com solucionar el fracàs escolar vigent. Però la política d’aquest país, ennuvolada lluny de realitats demostrades, de formació més humanística que científica, i pendent de què dirà l’oposició, ha fet cas escàs a totes aquestes dades creient més en el que teòrics allunyats de l’aula els hi deien a cau d’orella. El primer estudi aplaudit pels mitjans ha estat presentat per la Fundació Jaume Bofill dient que prop del vint-i-cinc per cent dels pares no ajuda ni repassa les tasques escolars dels seus fills, una dada que encaixa amb el vint-i-cinc per cent de fracàs escolar a secundària. Fa dècades que docents i sindicats com ASPEPC-SPS denuncien que sense rutines i hàbits d’estudi ensenyats a casa un escolar sol fracassar. El segon estudi tan difós ha estat el publicat a la revista PNAS pels sociòlegs Yu Xie i Amy Hsin. Ells, i passats anys de recerca, han arribat a la conclusió que l’esforç és més important que el talent, i que si la família no educa en aquest sentit, fa que els escolars, i amb gran independència dels seus potencials innats, no assoleixin els resultats adients. Fa també moltes dècades que docents i el sindicat ASPEPC-SPS denuncien l’educació en l’esforç. En fi, que portem anys sabent com resoldre el problema però la incompetència política i la dels seus assessors han frustrat tot intent des dels centres educatius. I que no ens vinguin ara amb excuses de mal pagador, la veritat vol poques paraules, la mentida mai no en té prou.

viernes, 2 de mayo de 2014

JESÚS HISTÓRICO 10:LA CAUSA BAUTISTA

La causa del bautista como predicador parece surgir tras una crisis personal del mismo. Cerca del 28 d. C., Juan se volvió cien por cien adepto a un estilo de vida asceta, una praxis apartada de la comunidad y cercana a los terrones del desierto. Su vida nómada y críptica respondía sobretodo a la necesidad de ocultarse de quienes criticaba, de sus perseguidores. Otros autores han añadido que Juan pertenecía a la comunidad esenia de Qumrán y que de allí aprendió y predicó sus enseñanzas. Los esenios de la comunidad de Qumrán representaron un grupo de judíos que ante la helenización del mundo semita en Judea, y la impureza que ello conllevaba para ellos, decidieron abandonar la tierra prometida para fundar una comunidad santa en el desierto. Cubiertos con túnicas blancas se entregaban a toda clase de actos de purificación para desmarcarse de los paganos romanos y de los judíos helenizados. También desechaban a cualquier individuo que padeciera cualquier enfermedad visible ya que los consideraban impuros y castigados por Yahvé. Más Jesús que Juan acogieron a cualquier desdichado, por lo que las tesis esenias del Nazareno o del bautista no parecen encajar. Quizás ambos tuvieran ciertas coincidencias con tal movimiento pero no existe certeza alguna que pertenecieran a tal facción judía, más bien parecían que simplemente iban a la suya. Fuere lo que fuere, los evangelios dicen que Juan vestía con pieles de animales, comía lo que recolectaba de la naturaleza, y entre langosta y langosta, no de mar, condenaba a los responsables de la rastrera vida de los galileos, a sus expoliadores, los herodianos. Cabe indicar que el contexto de Galilea resultaba de lo más desolador. Herodes con sus impuestos y sus favores a Roma estaba arruinando la economía de la comarca. Galilea fue un territorio muy empobrecido por Herodes y los romanos. Por dicha causa el bautista se convirtió en todo un rebelde, un crítico contra las minorías ricas y poderosas del momento. Lo mismo repetiría poco más tarde otro de sus discípulos predilectos, el propio Jesús. El bautista ante la pasividad del sistema empezó a predicar lo que el pueblo quería escuchar. La opresión y la pérdida de libertades del pueblo hebreo eran patentes. Roma tenía bajo control a todo Israel incluidas las clases aristocráticas vinculadas a Herodes y a los saduceos. Muchas eran las profecías que pregonaban la llegada de un gran héroe que les liberaría de todas esas injusticias, supersticiones que la clase alta saducea consideraba absurdas y del vulgo. Juan hizo llegar a los oídos de los hebreos tales profecías, la llegada de ese gran caballero, el Mesías. Eso sucedía, y según los evangelios, alrededor del quinceavo año de mandato de Tiberio, emperador entre el 14 y el 37 d. C., algo que situaría los hechos cerca del 29 d. C., fechas que encajan con la presencia de Poncio Pilatos como procurador romano en Jerusalén (26 al 36 d. C.), y con el ejercicio como sumo sacerdote a Caifás, (18 al 36 d. C.). Esta vez por tanto, los evangelios dan detalles suficientemente creíbles como para desestimar la idea de añadidos aunque para ahondar más en la causa bautista y nazarena hay que conocer bien el infierno en Galilea. Herodes Antipas, a quien no debemos confundir con su padre, Herodes el Grande, fue duramente criticado por Juan y Jesús. Tales ataques no fueron meras quimeras de aquellos ascetas sino consecuencia de las malas acciones del monarca. Todo el conjunto que ahora detallaremos explica claramente el contexto de la Galilea de aquel entonces y de los movimientos bautistas y nazarenos. Herodes Antipas fue uno de los hijos de Herodes el Grande que tras diversas disputas con sus hermanastros, y bajo el arbitrio de Roma, se convirtió en tetrarca de Galilea y Perea, mientras que su hermanastro Herodes de Filipo lo fue de Iturea, y Lisanio de Abilene y Traconítide. Así pues, Herodes Antipas gobernaba Galilea, la tierra de Jesús el Nazareno. Galilea era un país montañoso y aislado del resto de regiones. Antiguamente su población no se sentía plenamente judía de Judea, de hecho era cananea. Pasados los siglos XIII y XII a. C. la población fue fusionándose, y en parte sustituida, por judíos de tradición y origen asirios. Otro dato relevante era que Galilea estaba rodeada de fenicios y griegos, es decir, de no-judíos. Ese aislamiento le confirió su carácter tan endémico y nacionalista. Olvidada de los judíos de Judea y bajo los intereses de los extranjeros romanos, griegos y fenicios no fue nada extraño que de allí surgieran con rabia muchos movimientos nacionalistas semitas en contra de los gobernantes amparados por Roma. Recuérdese aquí el caso de Judas el Galileo. Cabe indicar que hablar de nacionalismo en aquellos tiempos era también hablar religión. La tierra de Israel, y su soberanía, pertenecía a Yahvé y éste se la había otorgado al pueblo judío bajo la Alianza de su tierra prometida. Poder y religión estaban en un solo concepto en las mentes semitas de entonces. Visto todo lo anterior, se puede concluir que Galilea era una región fundamentalmente humilde y agrícola con viñedos, olivos y cereales. Sus centros de producción se organizaban según grandes haciendas propiedad de amos que vivían fuera del país. Aquello conllevaba que la gestión de las mismas recayera sobre un administrador que debía dar beneficios a sus señores feudales. Aquel régimen de latifundios convivía con pequeñas propiedades familiares herencia de padres a hijos que eran trabajadas por sus pequeños benefactores, algo que implicaba que los pequeños cultivaran a menudo las tierras de los grandes con la obligación de entregar parte de la cosecha. En fin, que la Galilea de tiempos del Nazareno era una región de pocos amos y muchos jornaleros. Sin una mayoría propietaria del suelo agrícola, las plazas de los pueblos se llenaban matutinamente de obreros buscando un salario. Pero el problema principal de la época ya no sólo era los sin propiedad que siempre andaban buscando contrato, lo eran los pequeños amos. Éstos debían pagar sus impuestos al imperio romano a través de su títere Herodes, alguien que jamás pareció mandar cantidad alguna de lo recaudado a Roma. Según el cronista Flavio Josefo esas tasas repercutían para el bolsillo del regente en unos 200 talentos anuales, unos 4.500 quilos de plata. A partir del 6 d. C. se implantó un triple sistema fiscal, el herodiano en Galilea, el romano en Judea y el del templo en Jerusalén. Los dos primeros no gustaron a los judíos, algo que los evangelios reflejaron con el asunto del tributo al César: devolved al César lo que es del César y a Yahvé lo que es de Yahvé (Mateo 22, 21; Marcos 12, 17; Lucas 20, 25). Bajo todo aquel contexto podemos afirmar que en Galilea no existían grandes fortunas judías, de hecho el más rico era Herodes Antipas que vivía a la última, es decir, al mejor estilo griego del momento. El resto de grandes propietarios, como el emperador y sus allegados, vivían fuera del territorio cobrando sus beneficios. No obstante, en Galilea operaba otra actividad, el negocio de la pesca. Ésta estaba gestionada sobretodo por comerciantes griegos en las urbes, algo que dejaba a los galileos como meros productores. Si a todo ello sumábamos los impuestos que implicaron la reconstrucción en menos de veinte años de la antigua capital de Galilea, Séforis, la construcción de la nueva capital del reino de Antipas, Tiberíades, y la fortificación de Jerusalén, todo bajo el deseo y la dictadura del títere de Roma y helenista Herodes, quedó claro que los galileos rurales anduvieron siempre cortos de talentos de plata. Aquellas fuertes cargas impositivas distanciaron gravemente la mayoritaria rural Galilea de la minoritaria urbana y helenizada de Séforis y Tiberíades. En estas ciudades se concentraban las clases dominantes: recaudadores de tributos, terratenientes, administradores de mercancías, jueces, militares romanos y jefes religiosos. Debemos dejar claro que aquella Galilea era una región dual entre grandes ciudades helenizadas, y sin apenas judíos, y un basto resto rural y pesquero repleto de humildes semitas. Esa mayoría rural galilea jamás pudo decirse que nadara en la abundancia, todo lo contrario, los pequeños amos y jornaleros se veían a menudo empujados a la ruina bajo las malas cosechas y los impuestos abusivos por las obras de Séforis y Tiberíades. Cuando una familia campesina no poseía suficientes reservas de grano acudía a parientes y vecinos, pero si ello no era posible debían pedir préstamos a quienes controlaban los almacenes de cereales. Sólo las elites de las ciudades disponían de esas sumas de oro y plata, un dinero que en arameo recibía el nombre de mammon, lo que da seguridad. Los campesinos apenas acaparaban sólo unas pocas monedas de cobre o bronce de escaso valor. Si al final éstos no podían pagar las deudas, sabían perfectamente qué les esperaba, la mal venta de sus propiedades para engrosar la de los terratenientes, la consecuente inmigración como temporeros, mendigos, vagabundos o hasta bandidos y prostitutas, personajes todos ellos que redundan continuamente en las parábolas de Jesús y en los evangelios. Galilea era un hervidero que dejó mella profunda en las actitudes de Juan el bautista y de su seguidor Jesús, unos indignados contrarios al títere impuesto por Roma, Herodes Antipas, y a su política económica de hacer a los ricos más ricos y a los pobres más pobres. Juan y Jesús veían con malos ojos aquella sociedad formada por una mayoría campesina deudora, hambrienta y arruinada bajo una minoría helenizada, rica y ostentosa: es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el Imperio de Yahvé (Marcos 10, 24) y no podéis servir a Yahvé y al dinero (Lucas 16, 13 y Mateo 6,24). Sólo ver los edificios lujosos de aquellas ciudades contrastando con la miseria de las aldeas daba crédito a la injusticia de aquellos regentes. A todo lo anterior, cabe añadir que los acólitos de Juan y Jesús se sentían aunados bajo el amparo de una misma lengua, el arameo, algo que da gran identidad a cualquier movimiento territorial. Prueba que los Nazarenos hablaban el arameo lo encontramos durante la detención de Jesús. Cuando Pedro fue acusado de pertenecer a la facción nazarena, alguno de la multitud lo delató del siguiente modo: seguro que tú también eres uno de ellos [de los nazarenos]. Se te nota hasta en el acento (Mateo 26, 74 en la traducción de J.F. Mira). En conclusión, y bajo el abuso romano y herodiano, en Galilea surgieron muchos Mesías liberadores. De todas formas, y ante la sospecha que Juan fuera confundido con el Mesías, él siempre negó serlo.

jueves, 24 de abril de 2014

JESÚS HISTÓRICO 9: EL BAUTISMO DE JESÚS

El bautismo de Jesús en el Jordán marcó una clara diferencia entre las anteriores elaboraciones evangélicas y la historia real cotejada. Como hemos visto, y antes del bautismo, el Nazareno era un personaje desconocido, de orígenes supuestos y repletos de amagos en los evangelios. A partir del bautismo, como todo rito de iniciación y purificación, Jesús aparece como un personaje real e investido de poder ante todos los demás. De hecho la tradición oral guardará muchos más detalles a partir de ese momento que no antes, hechos mucho más contrastables que los anteriores. Para ello hay que analizar el personaje que lo bautizó, Juan el bautista. Juan el bautista fue un profeta popular al devenir un fuerte opositor de Herodes entre los años 27 y 28 d. C. Cabe recordar que la casta herodiana ostentaba una monarquía, que no de sangre, pero sí por condescendencia romana. Bautizando en el Jordán, cerca de Betania, no la cercana a Jerusalén, el bautista iniciaba a los suyos en su causa. Jesús al bautizarse se hizo de ellos como otros futuros discípulos del Nazareno (Marcos 1, 9-11). Entre ellos cabe mencionar a los siguientes: Simón, quien Jesús renombró con el apodo de Kepa´, la piedra en arameo, cefas en hebreo, petros en griego, y que la ortodoxia cristiana terminaría llamando Pedro; su hermano Andrés que también se haría adepto de Jesús, siendo ambos, Simón y Andrés, hijos de un tal Juan de Galilea; y también Felipe de Betsaida y un tal Natanael que serían otros discípulos de Jesús, y antes seguidores del bautista. En resumen, tanto Jesús como muchos de sus seguidores hallaron su origen en tierras galileas como también en las enseñanzas del bautista. Todos ellos bajaron a iniciarse en Judea donde bautizaba Juan. De la relación entre Jesús y el bautista hay muchas suposiciones. La tradición cristiana dice que el bautista y el Nazareno eran primos. Por otro lado, los evangelistas, al igual que Jesús, también mostraron divino al bautista. El nacimiento de Juan siguió iguales cánones que el del Nazareno. En el protoevangelio de Jaime se indica que hubo una anunciación y un nacimiento virginal, algo que nuevamente guarda paralelismos con la religión del antiguo Egipto y el bautismo de sus faraones: la reina y diosa Isis sabe que espera un nuevo faraón, un hijo de Dios, de Ra, ante la anunciación de Thot. Por otro lado, los evangelios nos dicen que sendas madres de ambos, María e Isabel, se conocían o que, según Lucas, eran primas (Lucas 1, 26-56). Tanta casualidad entre Jesús y Juan bajo madres vírgenes y anunciaciones divinas perseguía objetivos más mesiánicos que no históricos. Con el hecho que un ángel anunciara a Isabel que su hijo, el bautista, sería ungido por Dios, se estaba ensalzando al personaje como divino añadiendo un mito egipcio, El Cuento de Satmi. Debemos recordar aquí que los faraones nacían sin concepción, algo que les otorgaba ser hijos de los dioses. Los Evangelios con la anunciación de Jesús y la de Juan nos querían insinuar que ambos cumplían las profecías para ser los enviados de Dios, los Mesías de las profecías judías. En las tradiciones egipcias el bautismo indicaba el paso a Rey o faraón, el paso al poder, lo que en los evangelios significa el paso al Mesías. Si según los evangelios Juan y Jesús eran primos, ambos poseían linaje real para llegar a Mesías según las profecías. Juan negó serlo y dejó este podio para el Nazareno. Jesús, quién bajó al Jordán, se hizo bautizar por Juan, un gesto en donde Jesús reconocía adoptar la causa del Bautista y adscribirse a su movimiento.

martes, 22 de abril de 2014

JESUS HISTORICO 8:INFANCIA y ADOLESCENCIA DEL NAZARENO

La época en qué nació el Nazareno estuvo llena de conflictos y revueltas, muchas de ellas en contra de herodianos y romanos. Cabe comprende entonces el contexto por donde fue creciendo Jesús para comprender su mensaje. Herodes el Grande falleció el 4 a. C. y en Jerusalén reclamaban un sumo sacerdote de mayor piedad y pureza que el colocado por Herodes. Eso puso en jaque al hijo y heredero de Herodes, Arquelao. Las facciones judías zumbaban en contra del avispero del posible futuro rey, unas facciones formadas por varias tendencias dentro del judaísmo: los fariseos, mayoría hebrea tradicionalista; los saduceos, aristocracia de costumbres helenizadas; los esenios, comunidad eremita en contra del templo de Jerusalén; y los futuros zelotas, revolucionarios independentistas en contra de Roma. Ante tal enjambre de sediciones el hijo de Herodes, Arquelao, mandó que una cohorte de tropas entrara en el Templo para arrestar a los cabecillas. La batalla estalló y murieron muchos de un bando y de otro. Sorprendentemente las tropas de Arquelao fueron derrotadas y éste, bajo una profunda frustración, mandó a todo el grueso de su ejército para que actuara en consecuencia. Varios miles de civiles muertos después hicieron que Arquelao se ganara sus laureles. Tras ello marchó hacia Roma a rendir pleitesía ante el César. Mientras así lo hacía ocurrieron dos cosas: la primera que su otro hermano, Herodes Antipas, reclamó el trono, y la segunda, que estalló otra rebelión peor que la anterior, un amotinamiento que dejó en cenizas el palacio de Herodes. La revuelta anterior surgió de la mente de un estratega, un fariseo que ya hemos mencionado, Judas el Galileo. Éste, con el apoyo de un sacerdote también fariseo llamado Sadoq (que significaba el Justo), capitaneó el asunto con éxito y gran seguimiento desde el 6 a. C. Este líder pregonaba que nadie era el propietario de Israel excepto Yahvé y que por tanto, ningún extranjero podía romper la Alianza entre Yahvé, los judíos y su heredad. Consecuentemente los romanos debían ser echados a patadas de esta tierra sagrada sin cobrar impuesto alguno. Debemos indicar que Herodes cobraba para los romanos esas tasas. Así se comprendían perfectamente las fallas valencianas de su palacio. Añadía Judas el Galileo que quien participara en la reyerta contra Roma, y contra Herodes, obtendría la vida eterna, una yihad de la época. Ante tales afrentas, Roma actuó y mandó tres legiones, cuatro regimientos de caballería y otras tantas tropas auxiliares. Al final, cerca de dos mil judíos fueron crucificados por sedición. Judas el Galileo escapó al genocidio. César Augusto, ante las revoluciones judías y la dinastía de Herodes, decidió dividir Israel entre los hijos del rey judío. Así desaparecía el título de rey de Israel dejando que sus herederos gobernaran con un título menor que el de monarca. Para Arquelao quedaron Judea y Samaria, para Filipo las tierras del norte y del este de Galilea y para Herodes las regiones al otro lado del Jordán y la Galilea natal del Nazareno. Fue obvio que César Augusto aplicó el divide y vencerás para un mayor control de Israel. Diez años más tarde, y con un Arquelao demasiado cruel entre su pueblo, Roma lo destituyó y Judea pasó directamente bajo estandarte romano. Enviado un gobernador, Cirinio, el imperio quiso disponer de un censo para la recaudación de los impuestos, algo que trajo consigo un conflicto inevitable el 6 d. C. Judas, aún vivo, lideró otro alzamiento argumentando que los judíos debían defender el imperio de Yahvé sobre la tierra de Israel y negarse a pagar el tributo del César. Al final Judas fue ajusticiado (Hechos 5, 37), los judíos nuevamente oprimidos e Israel declarada un conjunto de provincias de Roma. La hostilidad judía contra Roma iba a crecer en el mundo que rodearía al infante Nazareno. Mientras todo aquello sucedía, Jesús crecía por tierras galileas entre una Roma opresora, unos galileos revoltosos y un Herodes Antipas fiero y despiadado. Pero, ¿qué sabemos de la infancia del Nazareno? Pues algo muy simple, bien poco. En algunos apócrifos tardíos se le describe como un niño violento y vengativo, algo que hizo que la Iglesia considerara aquellos textos como no canónicos. De todas formas aquellas descripciones apócrifas fueron fruto de visiones helenizadas del niño Jesús. En muchas de ellas el Nazareno asistía a clases de griego, algo imposible entre las pobres gentes judías de Galilea. En fin, y humildemente, debemos admitir que de la infancia de Jesús no poseemos dato veraz alguno y que la mayoría de sucesos atribuidos fueron añadidos de mitos anteriores, sobretodo egipcios. El teólogo Llogari Pujol y la doctora en historia Claude-Brigitte Carcenac han hallado en los dos únicos evangelios canónicos que hablan de la infancia de Jesús, Lucas y Mateo, numerosos paralelismos entre la mitología del antiguo Egipto y la niñez del Nazareno (véase Jesús, 3.000 años antes de Cristo) señal muy probable de elaboraciones por parte de los evangelistas. ADOLESCENCIA DE JESÚS De la pubertad de Jesús hay una breve referencia en Lucas. Este pasaje nos cuenta que los padres de Jesús hallaron a su hijo entre rabinos hablando sabiamente de los conocimientos de las escrituras hebreas. Este escrito guarda un gran parecido con el relato egipcio del 550 a. C., El Cuento de Satmi: el hijo de Dios, Si-Osiris, que tiene como padres a Mahitusket, la llena de gracia, y a Satmi, quien acata a Dios, a los once años habla de tú a tú con los sabios del templo de igual manera que Lucas cuenta de Jesús en su evangelio. Una elaboración así refrendaba la sabiduría divina de Jesús y su carácter mesiánico dictado por las profecías. Por tanto, y muy probablemente, de la adolescencia de Jesús se tenga muy poca información, un hecho que ha abierto grandes brechas en donde muchos autores han forjado un Jesús adoctrinado entre facciones y lugares muy diversos. Entre ellos cabe citar los esenios, los gnósticos, los zelotas y hasta en los hindúes, aunque todo ello, y por muchos indicios que escriban quienes lo afirman, forma parte de una literatura de más suposiciones que de hechos. Recuerde el lector la disyuntiva sobre la mayoría de libros que se han escrito sobre Jesús, o libros de ciencia-ficción o textos con demasiada carga de fe. En este párrafo nos hemos referido a los primeros. En fin, de Jesús no sabemos ni cuando ni donde nació, tampoco como y donde se educó. La gran mayoría de lo contado en los evangelios sobre su juventud fueron rumores rescatados de la niebla oral, de préstamos de culturas vecinas o de arquetipos del Antiguo Testamento. Sólo a partir del bautismo de Jesús las cosas toman otro carácter más lógico y real.

sábado, 12 de abril de 2014

JESÚS HISTÓRICO 7:HUIDA A EGIPTO

Tras las elaboraciones evangélicas del genocidio de Herodes y de la virginidad de María sobrevino la huida a Egipto. El relato de Mateo detalla un largo periplo de la Sagrada Familia por el desierto. Esta redacción guarda una enorme similitud con otro pasaje del Antiguo Testamento y con el personaje más respetado por toda la comunidad judía, el que estableció sus leyes, Moisés: los escribas anunciaron al faraón que nacería un niño [Moisés para el Antiguo Testamento, Jesús para el Nuevo] el cual una vez adulto, reduciría el poder de los egipcios [Jesús debería hacer lo mismo con las injusticias de su momento] y ensalzaría a los israelitas […]. Temeroso [el faraón en el Antiguo o Herodes en el Nuevo Testamento] hizo aniquilar los varones nacidos entre los israelitas [como el genocidio de Herodes] (Éxodo 1, 22 y 2, 1-4). Muy probablemente el evangelista Mateo quiso enaltecer a Jesús como un nuevo Moisés bajo los arquetipos más populares que las gentes podían captar y comprender mejor. Como nuevamente podemos suponer, Jesús fue un humilde hijo de familia plebeya por tierras de Galilea y no un descendiente de casta real que tuvo que huir a Egipto bajo parecidos con Moisés. Todo respondió a un deseo de enaltecer sus orígenes por quienes no le conocieron personalmente, los evangelistas, y de cuya infancia no se sabía nada: Jesús reinará sobre la casa de Jacob (Lucas 1, 32-33). Los evangelistas, y tras muchos préstamos literarios del antiguo Egipto, elaboraron un Jesús-Rey ante los muchos que le aclamaron como Mesías en aquel entonces. Una forma de lograrlo era que el personaje de Jesús cumpliera en gran medida las profecías del Antiguo Testamento. Ese anhelo explica como los evangelistas elaboraron un Jesús con una anunciación calco a la de El Cuento de Satmi, e interpretaron un nacimiento a más de 200 kilómetros de su Galilea natal bajo un Herodes celoso por su trono, pero que jamás se enteró del parto de aquel humilde arameo.

JESÚS HISTÓRICO 6:VIRGINIDAD DE MARÍA

La adoración de la Virgen María se halla muy bien arraigada en la fe cristiana inicial pero ello nos lleva a otra confusión entre evangelistas y profecías. Si Jesús para cumplir las profecías debía ser descendiente de la casa de David, y según los evangelios canónicos lo era por vía de José, ¿cómo se comprendía que lo fuera si el padre putativo jamás inseminó a María? Según los Evangelios la sombra del Señor cubrió a María y no la de José. En el Talmud judío se habla despectivamente de Yeshú, Jesús, como ben pandira o ben pantera, insinuando que fue un hijo ilegítimo de un soldado romano que violó a María. Ante todos estas versiones opuestas, más la mágica virginidad de María parece que, o bien hubo una elaboración evangélica, o bien un error de traducción. En hebreo almah (mujer joven o doncella) fue traducido por parthenos (virgen) y no por betoula (doncella), idea corroborada, entre otros, por la profesora Gloria Blanchfield Thomas del Associate Professor of Theology del Marymount College. Es decir, que en origen María fue una joven por desposar que quedó embarazada, algo que bajo las costumbres machistas de la época y la condición de impureza de la mujer en el mundo semita, provocó el rechazo evangelista como madre de un elegido por Yahvé. Según el profesor de hebreo y Biblia de la Andover Newton Theological School, Carole Fontaine, se otorgó el título de virgen a la madre de Jesús para darle una pureza sobrehumana y así ser digna como madre de un enviado de Dios. La tradición posterior y las tesituras eclesiásticas del siglo IV d. C. hicieron el resto. Fue durante el 381 d. C. que el Concilio de Constantinopla decretó la maternidad virginal del Nazareno como verdad inapelable.

JESÚS HISTÓRICO 5:ADORACIÓN DE JESÚS

Mateo contó que unos astrólogos buscando al Mesías, pasaron por el palacio de Herodes preguntando por su paradero. El relato anterior mezcla dos grupos de personajes, el primero los astrólogos que no tienen entidad histórica alguna, y el segundo Herodes que sabemos que sí existió. Algunos exegetas ven en ello una intención de dar realismo a unos hechos que probablemente no sucedieron. Como veremos, Herodes Antipas temió por su reinado fruto de un pacto con los romanos. Herodes el Grande nació en Ascalón el 73 a. C. cuando Israel todavía no era romano. No fue hasta el 63 a. C. que Roma invadió aquel territorio, una región que no paró luego de oponerle resistencia. Tal pugna por la sublevación hizo que el imperio buscara aliados entre las filas judías de su aristocracia. Así fue que el reinado de Herodes acabó afín a los poderes romanos por los intereses políticos de ambos. Herodes deseaba mantener el cargo de rey que se había ganado por la vía de las armas y no por el de la sangre real que no poseía. En el 37 a. C., y con dos legiones proporcionadas por Marco Antonio, Herodes conquistó Jerusalén. En cuanto se hizo con el poder ordenó ejecutar a cuarenta y cinco ancianos del órgano de gobierno judío, el Sanedrín. También arrestó a Antígono, el último rey de los judíos, para enviarlo a Antioquía, lugar de residencia de Marco Antonio, donde fue decapitado. Gracias a todo aquello el Senado de Roma nombró a Herodes nuevo rey de los judíos en el 40 a. C. Ser monarca por razones no hereditarias fue asunto que ciertamente preocupó a Herodes, sobretodo ante las profecías de tantos Mesías como corrían por aquel entonces, augurios que pronosticaban que alguno de la casa del rey David castigaría a los romanos y a todos aquellos que les hubieran apoyado. De hecho Herodes también detestaba a las castas reales judías. Poco después de subir al trono nombró como sumo sacerdotes a miembros de familias judías oriundas de Babilonia y Egipto desestimando las regentes aristocracias saduceas locales, las que según la tradición descendían del sacerdote que había servido al rey David y Salomón, Sadoc. Sólo cuando en el 6 d. C. Herodes fue destituido, las familias saduceas recuperaron parte del poder pasando a ser consideradas por el pueblo como una casta semita helenizada, corrupta y adinerada gracias a los diezmos que cobraban de los creyentes, impuestos religiosos que a veces arrancaban con la fuerza bruta. No fue nada extraño que en el 66 d. C., cuando los judíos se revelaron contra Roma, fueran y quemaran la casa del sumo sacerdote Ananías más sus archivos públicos para impedir el cobro de las deudas atrasadas. En fin, que los judíos odiaron a Herodes y a saduceos por obvias razones, mientras Herodes jamás estimó a los saduceos ni estos a él, de hecho todos los judíos acabaron odiando al rey por ser considerado un intruso extranjero de familia idumea, y no judía, al servicio de los intereses de Roma. Herodes el Grande fue sin duda un regente tirano, déspota y obsesionado por el temor de una conspiración. Por ello hizo ejecutar a su cuñado Hircano IV junto con su mujer al sospechar que ambos le querían usurpar el trono. De hecho, y durante su reinado, Herodes procuró, y de manera metódica, exterminar a todos los miembros de la dinastía real de Israel. Por otro lado, las guerras que mantuvo en contra las etnias vecinas fueron continuas y sanguinarias. Esas tensiones vecinales terminaron el 25 a. C. cuando dejó a todos sus enemigos fuera del campo de batalla y a muchos dentro de campos funerarios. A partir de aquel momento Herodes inició todo un plan de reconstrucción del reinado que jamás ganó la confianza de sus hermanos judíos, y ni mucho menos de su aristocracia, los sacerdotes saduceos. Estos permanecieron más fieles a la familia sacerdotal asmonea, tribu poderosa del momento, que al nuevo títere de Roma, Herodes el Grande. Aún así, Herodes afincó su poder construyendo una red de fortalezas y palacios donde situar sus tropas. En Galilea, tierra de Jesús, y a unos seis kilómetros de Nazaret, ocupó Séforis y la reconstruyó en pocos años convirtiéndola en una ciudad helenizada, fuerte e influyente. Pero para apaciguar a sus aborígenes judíos también ordenó la reconstrucción del templo de Jerusalén, centro de culto de todos los hebreos, corazón de su mundo y fortaleza que dominaba Jerusalén. Según el historiador Flavio Josefo, estaba casi enteramente recubierto de láminas de oro. El edificio era gigantesco, cinco veces más grande que el Acrópolis de Atenas, 144.000 metros cuadrados, algo que Herodes hizo para albergar los deseos de los judíos, pero también, y para no molestar al Imperio, el estilo arquitectónico fue gentil, es decir, griego y romano, más un patio de los gentiles que ocupaba las tres cuartas partes de la explanada del templo. Obviamente Herodes quiso agradar a Roma en todo ello, y en este sentido Herodes mandó colocar sobre la gran puerta de entrada el águila de oro romana, símbolo del poder y dominio del imperio. Consecuentemente este gesto de colaboración con Roma agradó al César pero desató la ira de muchos judíos. Estos se sentían humillados al verse obligados a pasar bajo el águila imperial para acceder a la casa de Yahvé. Dos prestigiosos maestros de la ley judía o Thorá, Judas y Matías, propiciaron que sus discípulos derrocaran el ave cerca del 5 a. C., lo cual no fue un ataque al templo, fue una provocación contra Roma. Herodes, colaborador del imperio, no le tembló la mano y mandó detener y quemar vivos a discípulos y maestros. Visto todo lo anterior, Herodes fue un rey cruel, un tirano y un acólito de Roma que jamás convenció a los hebreos, y menos con las buenas relaciones diplomáticas que mantenía con el imperio y con otros enemigos históricos de Judea, por ejemplo Egipto. Hay que mencionar en este sentido su matrimonio con Cleopatra del cual nació Herodes de Filipo. Ese fue uno de los muchos enlaces matrimoniales que contrajo el monarca. Fueron un total de diez los cuales le comportaron multitud de hijos que posteriormente compitieron por el reino, un reino burbujeante de Mesías sedientos por destronar a Roma y a sus compinches herodianos. Así pues, Herodes y sus herederos estuvieron temiendo durante todo su mandato una caída propiciada por los mesiánicos, por la aristocracia hebrea o por la misma Roma. La tradición judía conocía perfectamente la ambición del monarca y fue lógico que el miedo de Herodes dejara mella en la tradición popular que luego los evangelistas elaboraron. En el apócrifo Protoevangelio de Santiago, Herodes busca a Juan el bautista interrogando a su padre Zacarías. El rey, al hablar a sus mercenarios sobre el bautista, les argumentaba lleno de furor, “su hijo debe un día reinar sobre Israel”. Al final, y ante la negativa del padre por desvelar el paradero de su hijo, Zacarías fue asesinado misteriosamente, algo de lo que no se tiene constancia alguna. Tanto el pasaje anterior como el genocidio de Herodes en Belén surgieron de una mezcla de mitos y de realidades que fueron casados bajo el arbitrio de las creencias. Con posterioridad a los evangelios la tradición cristiana añadió más elementos. Mateo citó que unos astrólogos adoraron al Nazareno pero jamás indicó que fueran tres, ni hermanos, ni reyes, ni magos, ni de diferentes razas y naciones, ni que se llamaran Melchor (Melkon) rey de los persas, Gaspar rey de los árabes y Baltasar rey de los indios. Todo fueron elaboraciones tardías que al final quedaron recogidas durante el siglo VI en el evangelio apócrifo de los Armenios. Con el supuesto de los tres presentes, oro, mirra e incienso, se supuso que fueron tres los personajes. Más tarde, y durante el siglo XII, las presuntas reliquias de estos astrólogos fueron trasladadas a la catedral de Colonia en Alemania. Sin embargo, mucho más tarde, y cuando se abrió el sarcófago para examinarlo, se supo que sólo contenían los esqueletos de tres niños. La adoración de los reyes magos al Jesús de linaje real trajo consigo otra paradoja difícil de resolver. En los canónicos se cuenta que después de dos años del nacimiento del Nazareno, llegaron a Belén aquellos magos, realmente astrólogos en Mateo, cargados de dones. Pero, ¿por qué permaneció la Sagrada Familia dos años en Belén si existía la amenaza de Herodes a escasos kilómetros de allí? ¿No hubiera sido mejor esconderse por la lejana Galilea ya que era su tierra? Ante tal cúmulo de extrañezas cabe preguntarse que conseguía realmente la adoración de Jesús con el oro, la mirra y el incienso. Un acto así engrandecía la realeza de Jesús como el Mesías descendiente del rey David. Piensen que si Jesús no hubiera estado emparentado con la clase real judía, no hubiera sido creíble ante quienes esperaban que fuera el enviado de Dios, el Mashíah ungido de Yahvé. Las profecías debían cumplirse y para ello el Mesías debía proceder de la casa de David y nacer en Belén. La adoración de los reyes magos y el genocidio de Herodes reforzaban tal cometido. La ofrenda de los astrólogos respondió a un deseo del evangelista Mateo, el de regalar una apariencia de faraón al recién nacido Jesús. Si pensamos qué tenían de especial el oro, el incienso y la mirra nos daremos cuenta que sólo pretendían coronar a un Jesús de origen humilde, en fin justificar su futuro reino como Mesías. Oro, incienso y mirra fueron las mismas emanaciones del dios egipcio Ra. El oro era su carne, el incienso su perfume y la mirra su germinación. Visto lo anterior, la adoración fue simplemente una elaboración tomando préstamos culturales del antiguo Egipto, una metáfora para enfatizar el rol de rey de los judíos en Jesús. Para un semita del siglo I y II, cuando se redactaron los canónicos, tal ofrenda significaría claramente un homenaje a un personaje real y divino. Hay que aclarar que Jesús no fue descendiente del rey David. Tal afirmación sólo fue una elaboración evangélica con finalidades proféticas. El Mesías debía ser, y según las profecías, descendiente de la casa de David, algo que los evangelistas se apresuraron a escribir a pesar de las contradicciones que ello conllevó. Sirva de ejemplo que en los canónicos Jesús era de la casa de David por vía paterna pero en algunos apócrifos lo era por materna (Evangelio de Pseudo-Mateo). Toda la información anterior nos indica varias cosas. La primera, el Mesías, y según las profecías, debía ser hijo de David, pero no sabemos si lo era por la testosterona de José o por la progesterona de María. La segunda, que la iglesia primitiva era muy machista y sólo salvó de la quema aquellos evangelios, los canónicos, que dejaban a Jesús rey por vía de la testosterona. Y la tercera, los nombres y más nombres que dibujan la cadena de descendientes del linaje de David que los evangelistas exponen con todo detalle para demostrar la sangre azul de Jesús, no coinciden, es decir, los desconocían. Hay otro dato que indica que la matanza en Belén fue una elaboración para dar solemnidad y realeza a las profecías, y es que tal genocidio ya había sido redactado mucho antes del nacimiento de Jesús, era un calco de un mito antiguo. Según el teólogo Llogari Pujol y la doctora en historia Claude-Brigitte Carcenac en el relato egipcio del 550 a. C., El Cuento de Satmi, se explica como la sombra de Dios se le apareció a la mujer de Satmi, Mahitusket, para anunciarle que tendría un hijo que se llamaría Si-Osiris. Mahitusket significa llena de gracia, Si-Osiris hijo de Dios y Satmi quien acata a Dios. El paralelismo de estos tres personajes con la virgen María, Jesús y José (Lucas 1, 32-33) son un calco de ese mito egipcio. Después de la anunciación, el parto y la matanza en Belén, la Sagrada Familia huyó de Herodes hacia Egipto del mismo modo como lo hizo la familia de Horus, otro mito egipcio. Seth, como Herodes, quería matar a un primogénito, Horus, y a su madre Isis, pero esta escapa con la criatura de la persecución. Como vemos, y en el joven Jesús, se dan toda una serie de características que coinciden con otros personajes anteriores. El hecho de nacer de madre virginal, de concepción anunciada por los cielos, con orígenes reales y con poderes sanadores se halla en otros personajes de la mitología egipcia, romana y hasta judía. Ejemplos de ello fueron los faraones, Osiris, Atis, Dionisio y Yahvé, yo soy Yahvé, el que sana (Éxodo 15, 26). En resumen, y analizados todos los datos anteriores, vemos que en los evangelios se elaboró una imagen de un Jesús de estirpe real con oro, mirra e incienso en su adoración. Este añadido, más el recelo histórico de Herodes a perder su trono, fue mezclado con préstamos del antiguo egipcio. Al final, realidad y elaboraciones forjaron la fantástica historia del genocidio herodiano en Belén.