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jueves, 13 de octubre de 2016

36. Entre Anorexia y vómitos

Ser atractivo o no serlo se ha convertido hoy día en otra guerra de clases, una batalla entre feos y guapos. La belleza física reside fundamentalmente en aspectos simétricos que nos recuerdan a la juventud. La proporción da armonía y placer estético a nuestra percepción. Una música de notas desordenadas al azar no produce éxtasis, en cambio una melodía con simetrías internas, escúchese Michael Nyman por ejemplo, o cadencias escondidas, deléitese con Bach, regalan ese gozo llamado belleza si uno fue adiestrado para ello. Lo mismo se puede decir de la pintura, la escultura, la arquitectura y la danza. Quizás percibir la simetría como algo placentero se halle en nuestros instintos más ancestrales, encontrar la comida dependía de ello, la mayoría de alimentos son simétricos. En resumen, que los rasgos simétricos asociados a la juventud ofrecen percepción de belleza. La piel lisa, el pelo sedoso, la dentadura intacta, los cuerpos firmes y el cabello abundante son elementos que en su ausencia hacen que perdamos nuestro encanto y juventud. Arrugas, sarro, flacidez y alopecia no son sinónimos de belleza, son lacras seniles que la cirugía estética intenta esconder. Todos las características de belleza indicadas, simetría y juventud, no incluyen la delgadez extrema difundida por algunos referentes sociales. Por desgracia, y en el concepto de belleza, juega un papel muy importante la cultura del momento, recuérdense las voluptuosas mujeres que pintaba Rubens. Ahora alguien cambió las cosas. No sé quien se lo inventó pero anuncios, películas y pasarelas de moda muestran que los cánones de belleza vigentes son los hoyuelos bajo el pómulo, el abdomen plano y las piernas larguiruchas. Estos estereotipos, más el culto materialista al cuerpo, son referentes que a menudo arrastran al adolescente hasta la anorexia y la bulimia. La sociedad educaría mejor si todo esto fuera de otra manera. El papel aquí de los expertos es detectar quien padece trastornos alimenticios entre los adolescentes. En ello escuché la opinión de una profesora de inglés que tras varios casos de anorexia me daba la siguiente información. El escolar que suele sufrir tal contingencia no suele fracasar en los estudios, a no ser que la anorexia y/o bulimia conlleven debilidad inmunológica y hasta obliguen a hospitalizar al adolescente. Este tipo de alumnos sufren la falta de un modelo a seguir sumado a un problema de no aceptación de su físico, es decir, un problema de baja autoestima. Por otro lado, suelen ser perseverantes e inteligentes en sus trabajos, algo que dificulta detectar anomalías en ellos ya que saben ocultar muy bien su patología. Otra profesora y madre me apuntaba lo siguiente para detectar casos de anorexia con bulimia. Si se sospecha de alguien hay que observar si después de ir al baño dejó gotas de vómito en el reborde interno superior de la taza, lugar difícil de limpiar, o si los dejó en otros rincones alrededor de ésta. También sucede que el escolar tendrá la costumbre de beber mucho líquido durante o al final de la comida para facilitar la devolución. Cuando esté en el baño dejará largo rato el grifo abierto para ensombrecer los espasmos de la regurgitación. En algunos casos ponen música en la casa o suben el nivel del televisor poco antes de dirigirse al baño. Al salir de éste habrá un excesivo olor de colonia, jabón, perfume o desodorante para disimular el hedor del vómito. Si esto ocurre a menudo, y ha detectado delgadez extrema en pocas semanas, la bulimia está en casa. ¿Qué hacer entonces? Si interviene directamente, él o ella lo negarán, hay que avisar al colegio, recurrir a un especialista y tratar el tema indirectamente para que el afectado no se sienta presionado de golpe. Piense que su adolescente pudiera entenderlo como “todo el mundo se ha puesto en mi contra”. Mejor lento y que lo comprenda que no de sopetón y se cierre. En ello habrá algún docente a quien respete y que escuche mejor que padres o familiares cercanos. Ya se sabe que la confianza da asco y la distancia respeto. Hay que tener en cuenta que los anoréxicos, dada su gran picardía, inteligencia y autodisciplina, saben decir a los adultos lo que éstos quieren escuchar, es decir saben dejarnos contentos aparentando que pondrán solución a su problema. Lo grave es que tal estratagema alarga su situación pero no la resuelve. Hay que escucharles, sí, pero fingiendo un falso convencimiento para no ser manipulados por su red de mentiras. Ellos están atrapados en ella, en su anorexia, nosotros debemos permanecer a distancia de su telaraña. En ello el buen terapeuta sabrá muy bien como mantener esa distancia que a veces los allegados al anoréxico no saben manejar. Por tanto, padres, madres y familiares jamás deben justificar a su hijo o hija ante el especialista ya que ello significaría dos cosas. La primera que todavía no son conscientes al cien por cien de la realidad, y la segunda que sobreprotegen a su retoño dándole alas para continuar en su error metabólico. Me contaba una madre con una hija anoréxica, que ante las quejas de ésta por su terapeuta, buscaba otro experto y vuelta a empezar. Es decir, la niña llegaba a convencer a la madre que el especialista no era bueno. Ante tal sentencia la progenitora accedía a cambiárselo pensando que éste no entendía a su niña. En fin, que mi estimada mamá justificaba y protegía a su infanta sin darse cuenta que no debía cambiar de terapeuta sino cambiar el parecer de su hija. A diferencia del caso anterior, unos padres llegaron a desarrollar toda una serie de estratagemas para corregir la anorexia de su dulce y estilizada adolescente. De vez en cuando la madre se preparaba para cenar un buen plato de pasta con salsa, glúcidos y lípidos. Ante la curiosidad de la hija mamá añadía, quita, que esto no es para ti, es para mi nueva dieta de adelgazamiento. En algún momento abandonaba el plato por casa y en muchas ocasiones la chavala lo probaba. En otra ocasión, y de manera descuidada, dejaba por el hogar una lista de alturas y pesos manipulada para que la hija viera que a su metro sesenta de altura le convenía mucho más que apenas unos escasos cincuenta quilos. Prohibían a su anoréxica libros de dietética para ganar peso comentando a su princesa, con la obsesión que tienes por tu cuerpo sólo te faltaría este libro. Hasta un día soltaron por el comedor un artículo firmado por un médico ficticio en donde se afirmaba que mezclar azúcares con grasas adelgazaba. Lo mejor fue que la madre se descuidó expresamente algo su figura, y previo pacto con su marido, para que éste le dijera, que guapa que estás últimamente cariño. Estos mismos padres propusieron al tutor en el colegio un concurso de belleza en donde no ganara su hija al estar diez quilos por debajo del peso mínimo, sino otra compañera más llenita. Todo lo anterior eran medidas correctoras, pero prevenir es mejor que curar, y para evitar que un escolar desarrolle una anorexia o bulimia hay que atender a los consejos del diablo viejo. Un psicólogo de Madrid me argumentaba lo siguiente. Previo a la adolescencia, y durante su infancia, hay que evitar una educación fundamentada en el culto al cuerpo. Cada uno es fruto de su genética y alimentación, no de ídolos de ciencia-ficción o de estrellas del rock con tablillas marcadas en su abdomen, dicen que algunos se las implantan. Durante la infancia hay que infundir la idea de la aceptación física. Oriol, tú no eres el más guapo de la clase, eres simplemente guapo, como también el resto de tus compañeros. En fin, que no se debe pretender que un hijo sea más majo que los otros ni su hija una sílfide coqueta. Hay que enseñarles a valorar lo que simplemente son y evitar que se acostumbren a lo superficial. En caso contrario se olvidarán que su salud es más importante que su aspecto externo. El materialismo, al promover obsesiones por la complexión, resulta un mal amigo en estos casos. Hay que educar en la humildad, y no es que su hijo no sea el más guapo del mundo, es que la mayoría de padres piensan lo mismo y es harto imposible que todos tengan razón. Por tanto, eduque en la aceptación de uno mismo para que su hijo no coja obsesiones por el peso o por la forma de su nariz, ¿quién dice que Tom Cruise vaya a ganar un Nobel por su cuerpo? Por sus declaraciones en prensa no es el hombre más inteligente del mundo. De hecho se dejó engatusar por la Cienciología, organización acusada de venda fraudulenta. El psicólogo anterior me insistía también en un último aspecto, una buena educación en la nutrición. Carnes, verduras y frutas con pocas grasas e hidratos de carbono son una fórmula clara que debería verse más a menudo en televisión, familia y colegios. Por tanto, exija que en su centro haya más menús equilibrados y menos repostería. La costumbre de alimentarse bien es el preámbulo de una buena salud.

martes, 11 de octubre de 2016

35. Díscolos: Hgo lo qe m da la gana

Recuerdo un docente que se la jugó ante una fechoría de sus alumnos. Estos tenían por costumbre comer pipas de girasol a la entrada del colegio. Con ello dejaban el suelo tapizado con las cáscaras de las susodichas asterales. Pues tras varias reflexiones, diálogos y razonamientos sin éxito, al profesor se le acabó la paciencia. Un mediodía les esperó y obligó a recoger con las manos sus cascajos escupidos por el suelo. La verdad fue que durante toda la ESO jamás volvieron a ensuciar la entrada del centro educativo. Ellos habían vivido en propia piel limpiar lo ensuciado. La urbanidad pasa muy a menudo por limpiar lo que uno ensucia. Es así como se toma conciencia del valor de las normas. Pero funestos educadores habrá que repitan una y otra vez que la clave de la urbanidad reside en el diálogo con nuestros párvulos, que debemos razonar y negociar con ellos todo aquello que fuera menester, que la imposición pueden traumatizar a los lechones y que jamás deberíamos utilizar la contundencia con ellos. Bajo ese pretexto se anima a muchos padres a la ausencia de obligaciones hogareñas de sus retoños y a la pérdida de los valores. Sin pautas ni normas claras a experimentar difícilmente los adolescentes aprenden urbanidad. El docente que exigió la limpieza del suelo jamás se le pudo tachar de abusador, simplemente ejerció su deber, el de educador, de otra manera alimentaremos las estadísticas de púberes dictadores y sin códigos de comportamiento. En enero de 2008 las estadísticas del Teléfono de Atención a la Infancia, servicio gestionado por ACISF y la Generalitat de Catalunya, desvelaron esa realidad. Las llamadas de padres desbordados ante sus hijos se habían incrementado claramente con respecto a períodos anteriores. La edad de rebeldía de muchos lechones había descendido hasta quedar por debajo de los 12 añitos. Los progenitores se mostraban impotentes ante sus pequeños dictadores sin saber qué hacer. Sin límites claros desde su infancia, los rapaces habían triunfado negándose a estudiar, a limpiar lo que ensuciaban, o simplemente faltando al respeto a sus adultos. En fin, demasiados derechos y bienes materiales sin responsabilidades correctamente asumidas, demasiados síes y escasos noes durante su infancia, hasta puede que ninguna sanción. Por tanto elogie a aquel maestro que ordene limpiar las mesas de clase, recoger los papeles del suelo y hasta limpiar de cascajos el pavimento de la calle.

viernes, 7 de octubre de 2016

34. EL QUE VALE, ¿VALE? Y el que no ¿pa maestro?

Es duro para unos padres que su retoño no alcance un nivel normal y que sientan que su hijo no valga para nada. En tales ocasiones hay centros que proponen un A.C.I., una adaptación curricular individual, o un P.I., un plan individualizado. La palabra suena bien pero su efectividad real depende siempre del como se aplique. La teoría nos dice que se organizan unos ejercicios exclusivos a medida del escolar, unos ejercicios rebajados de nivel. Si en ello se confunde el esfuerzo y también se rebaja éste, el centro no busca la excelencia, busca facilitar el aprobado sin lo más educativo, la voluntad de superación y el chaval al final no valdrá nada. Con tales rebajas se le aprobará con un mínimo de dedicación, e incluso a veces en contra de la voluntad de un escolar díscolo. Muchos estudiantes se sienten tan protegidos con temarios rebajados que inconscientemente dejan de esforzarse. A tenor de los últimos avances en neurobiología se sabe que el trabajo sostenido influye más que la capacidad innata en el aprendizaje. Es decir, si un centro rebaja el esfuerzo con un ACI está estafando al alumno. Con ello adormece las capacidades intrínsecas del estudiante y aunque valga algo se le niega por pragmatismo pedagógico. En Finlandia, país con los mejores resultados académicos de Europa, se aplica muy poca adaptación individual ya que se exige que todos los estudiantes aprendan lo que se enseña bajo un mismo currículo nacional y una reválida para pasar de ciclo. Es más, el docente se halla obligado a impartir esos contenidos bajo ley para asegurar que sus alumnos tengan derecho y obligación a la educación, luego se pueden hacer ajustes en las notas si el alumno se lo ha ganado. Las naciones que aplican esta exigencia obtienen las mejores marcas en PISA. Los que hacen creer al alumno que va bien, y que de antemano ya regalan las evaluaciones, le hacen fracasar. Por eso es tan importante, y como ocurre en Finlandia, diagnosticar y tratar en infantil aquellos alumnos que sufren alguna disfunción en el aprendizaje. Pero en la pedagogía teórica, y en la reforma educativa de los noventa y posteriores, se ha propiciado que el alumno con dificultades innatas crea que puede ser astrofísico, médico o abogado en cuanto sus disfunciones se lo impiden. Esta estafa educativa se difunde rápidamente ya que toda persona, padre o madre le gusta escuchar, puedes ser lo que desees, aunque ello sea racionalmente falaz y frustrante si tu genética no da para más. Insistimos, los alumnos con dificultades innatas debían haber sido diagnosticados y tratados ya en infantil, cosa que no ocurre en nuestro país. Por tanto sin terapias precoces, sin esfuerzo estudiantil, sin buenos conocimientos memorizados, y sin un amplio dominio de vocabulario, ningún estudiante se acercará a su potencial heredado. Recuerdo en 1998 el caso de una alumna de primero de ESO en Granollers que suspendía las matemáticas. La asesora pedagógica instó al claustro al ACI pertinente pero no a un diagnóstico psiquiátrico. Se adaptaron los ejercicios a la escolar y se le asignó una profesora especialista. A partir de ese instante el informe de notas cambió radicalmente, ahora obtenía trimestre tras trimestre notables en cálculo y álgebra. Luego, y en segundo de ESO, continuó suspendiendo las matemáticas ante la perplejidad de sus padres, ¿ven el engaño? La atención a la diversidad y su ACI resultaron un gran pacto falaz que no resolvió nada, y menos con treinta alumnos por clase. En realidad, y ante esa minoría a quien dedicar mayor atención, los no tan buenos, daba más trabajo que todo el grupo entero, incluidos los mejores. Por más docentes especialistas que hubiera se desatendía al resto de la clase, a la mayoría. Intentar disponer de más maestros hubiera resultado muy caro, y resulta obvio que es imposible un profesor por cada alumno. En fin, mejor no aplicar la atención a la diversidad pero sí evaluar con distinto rasero a quien con esfuerzo no llegue a la media. Sólo cabe corregir algunas actividades bajo criterios más laxos pero sin olvidar que el alumno se esfuerce. Al final, y con todo lo trabajado, se le pondrá un aprobado. Si un tutor defiende esto ante unos padres, está impulsando el esfuerzo de su hijo y no teorías sin efectividad. Hay que añadir que cuando un alumno con dificultades es consciente de su ACI, éste se relaja y se vuelve holgazán. Por tanto, insisto, cualquier docente diestro siempre ha impartido sus clases atendiendo a la diversidad, con explicaciones claras en la pizarra, buenos esquemas, orden en los conceptos y ejercicios fáciles al principio y más complejos posteriormente. Con ello logra que la mayoría de sus alumnos le sigan en lo básico. Si alguien no llega a todo, ese profesor sabrá valorar su esfuerzo y ajustará la nota a final de trimestre, o incluso de curso. En ese sentido me acojo a una dicha propia que hay que repetirles a los adolescentes una y otra vez: Fracasa quien abandona una vez, triunfa quien empieza mil veces. La educación imparte conocimientos pero también, y lo más importante, forma individuos capaces de despabilar por si mismos. Sin esfuerzo jamás alcanzarán tal objetivo y no serán adultos de pleno derecho. Cabe recordar que el objetivo de educar es formar individuos maduros que logren tres cosas: una vida independiente, unos amplios conocimientos verdaderos y finalmente un buen criterio en sus decisiones. Pero lo falaz de los ACI fue que jamás se habló de subir el nivel a los buenos, sino sólo de bajárselo a los malos. Por tanto, la atención a la diversidad no resultó ser del todo cierta ya que sólo se atiende a los alumnos de bajo rendimiento, una minoría, desatendiendo a la normalidad y destacados, la mayoría. En fin, no acepte un ACI por respuesta. Si en el colegio le ofrecen una adaptación curricular individual y su hijo no presenta cuadro agudo alguno de patología mental grave, insista que le traten como a los demás y que en la evaluación final se hagan las rebajas necesarias si el chaval trabajó y se lo ganó. Para ello el alumno tuvo que aumentar las rutinas y horas de concentración, de deberes y de estudio. Hay que tener en cuenta lo que ocurre en Japón, Corea del Sur y Taiwán, allí los estudiantes dedican en casa una media de trece horas semanales de trabajo y estudio. Ello explica que en PISA obtengan unos resultados óptimos y muy homogéneos entre sus centros. Si con todo lo anterior un alumno no alcanza mejores resultados debe ser ayudado por alguien. Ya hemos insistido que en Finlandia hay grandes esfuerzos en la detección precoz de deficiencias entre los alevines. Si ello ocurre se baja la ratio de alumnos al grupo del afectado. Si normalmente en primaria hay 17 chiquillos por clase, se pasa a unos 10 para mejorar esa atención a la diversidad.

viernes, 30 de septiembre de 2016

33. ¿Su hijo al psicólogo?

A veces se deriva a un alumno al psicólogo ante alguna situación que el centro estima anómala. En tal caso, el especialista emitirá su veredicto y los padres quizás piensen que su hijo está enfermo, algo que podría convertirle en un inválido estudiantil bajo un mal hábito adquirido. Puede que haya siniestros especialistas que le aseguren una y otra vez que los alumnos con dificultades estudiantiles son escolares limitados que padecen síndromes diversos, hasta puede que le digan que la vagancia es una patología de origen genético. Ante tal perversidad se crean individuos que jamás se sentirán responsables de nada y que en nada valorarán el esfuerzo, todo lo contrario, su ignorancia será atribuida a dificultades. Si a los defectos se les llamaba enfermedades, jamás se le podrá exigir a nadie que intente mejorar, es más, cualquiera buscará culpar a las deficiencias genéticas ancestrales de sus limitaciones para jamás ser responsable de nada. Atender como enfermos a los alumnos que no se acostumbraron a estar atentos jamás rebajó el socavón educativo, a lo sumo lo hundió un poco más. Afincarse por tanto en ese punto, en una falaz enfermedad, no acelera solución alguna. La vía a seguir es un conjunto de medidas que paso a paso lleven a su hijo a un terreno firme. Exija en ese sentido que el especialista redacte un informe de pautas de intervención en casa y en el aula, es decir una terapia clara que no consista en rebajar la exigencia. En ello mejor los psiquiatras, que son científicos, que otros de formación paracientífica. Me confesaba uno de matemáticas que en sus más de treinta años de docencia, y tras pedir siempre al especialista paracientífico pautas de intervención, jamás las recibió. Usted ahora exíjalos y no crea a su hijo enfermo por un diagnóstico. Simplemente véalo como algo a superar, como un arrecife que esquivar y no como un ancla fijada en el fondo. Aplique las terapias médicas que se le ofrezcan y trace un plan con fechas flexibles en sus objetivos. Si todo eso no da todos los resultados deseados, vuelva a rediseñar las etapas. Como decía Albert Einstein, es bueno hacerse un plan, pero después no seguirlo. Improvise cumpliendo todo lo anterior. Si algunos mandamientos del proyecto fracasaran no derive todo al médico, simplemente espere unos meses y no busque culpables. Quizás nos hayamos acostumbrado demasiado a acudir al especialista para resolver todos nuestros problemas. A ver si al final los caprichosos y malcriados seremos nosotros mismos, los adultos.

jueves, 29 de septiembre de 2016

FRACASO ESCOLAR 32. Inconstantes sufridores

Cuando de pequeños nuestros hijos nos dicen que la oscuridad les da miedo, a menudo les respondemos sin empatía y les mandamos de nuevo a la cama sin más, que no tengan paura, que nada les va a pasar, pero eso no resuelve su miedo, lo alimenta. De forma similar actuamos ante la frustración de un alumno al llorar o al sufrir ante un mal resultado académico, le decimos, no llores, no es tan importante en la vida, o en otras ocasiones les recriminamos, lo ves, ya te lo dije que con esa actitud ibas a suspender. Tanto en el primer caso como en el segundo hay otra alternativa, siempre y cuando el chaval sea receptivo y sepamos que pondrá de su parte, vaya que no nos estará manipulando con teatro lacrimógeno bajo el proverbio indonesio que las lágrimas son como las perlas, nunca sabes si son falsas. Veamos que se puede hacer si presuponemos que el chaval no nos miente. Si tiene miedo un zagal se le puede responder, eso es normal, a mi también me ocurría, pero estoy a tu lado para que aprendas a vencerlo. Los casos de frustración escolar se rigen bajo un esquema parecido, si el alumno sufre realmente ante un rendimiento bajo, un buen profesor le puede decir: a mi también los suspensos me dolían, pero tranquilo, te ayudaré. Analicemos donde se halla el problema y pongamos solución. Pregunta más en clase o en casa, pasa los apuntes a limpio, invierte más tiempo y constancia en el estudio, pide ayuda si la necesitas, consulta un médico si lo crees oportuno... en fin, que más que preocuparte por los problemas, debes ocuparte. Se trata que el escolar halle sus estratagemas para reforzar su mente ante los problemas de la vida. En caso contrario lo convertiremos en una magdalena defectuosa que se deshincha al salir del horno familiar. De todas formas, hay alumnos de insuficiente, de suficiente, de bien, de notables, hasta de sobresalientes, pero también hay otros que resultan inclasificables, los que sacan notas dispares en función de sus gustos y temporadas. En tal caso estamos ante un alumno inconstante, el que saca un poco de todo y mucho de nada, todo un jardincito entre flores y cardos. Su boletín muestra algunos suspensos, otros bienes, y hasta puede que algún notable. Aquí los padres deben apreciar consejos dirigidos a la mejora del esfuerzo, a la gestión en su instrucción y al aumento del tiempo dedicado a ilustrarse. En Finlandia los padres confían plenamente en la escuela sin cuestionarla ni criticarla, algo que conlleva que los docentes y alumnos trabajen bajo un ambiente relajado, de esfuerzo y memorización. Para que el estudiante se sumerja y se entrene en el esfuerzo puede resultar útil que reciba presión académica. Muy útil en este sentido es que empiece sus tardes de estudio por las materias que más le cuestan. En ese momento, al inicio, estará más descansado y receptivo ante lo difícil. Las que le gusten debe dejarlas para el final, como un regalo a saborear. En esta distribución de los deberes resultará útil un adulto que le dirija el trabajo, un refuerzo. Añadamos aquí todo lo que se dijo sobre el lugar de estudio y de cómo repartir los tiempos del mismo. El docente que le aconsejó todo esto, buen consejero será.

lunes, 26 de septiembre de 2016

FRACASO ESCOLAR 31. DROGAS EN CLASE

Olvidándonos de los díscolos, otra tipología de alumnos a tener en cuenta son los que han desarrollado alguna dependencia. Cigarrillos, porros y alcohol son la primera puerta a las adicciones y éstas a problemas mayores. El centro educativo debe dejarles muy claro el riesgo que asumen al probar sustancias adictivas. En ello una licenciada en Biología soltaba la siguiente reflexión a sus alumnos de Bachillerato. Probar drogas conlleva un riesgo que nadie sabe prever. Hay individuos que se enganchan más que otros, existe por tanto, una predisposición genética en ello. A los primeros les resulta imposible dejar la adicción sin ayuda médica, a los segundos les cuesta menos y puede que lo consigan sin terapia alguna, pero en ambos casos, siempre, y digo siempre, vivirán con la tentación de volver a la droga durante toda su vida. Por lo tanto lo mejor es no probarlas ya que a vuestra edad el cerebro es muy tierno y de fácil adicción. El asunto de las dependencias es algo que nos supera a todos, tanto a jóvenes como a mayores. Opinar sobre ello significa divagar mucho pero sin tocar la llaga del asunto. Mejor escuchar a médicos próximos al tema. En ese momento, y conectada a Internet, les ponía en la pizarra digital la opinión de un especialista clínico sobre drogas. El director del Instituto Hipócrates y especialista en adicciones, el doctor Ángel Rubio, afirmaba lo siguiente. La enfermedad de la adicción afecta cada vez a más personas y, sobre todo, a personas más jóvenes. Somos el primer país de Europa en consumo de cocaína y cannabis y se está entre los tres primeros en ingestión de alcohol. Ante tal situación, el asunto de las drogas es grave y debe preguntarse qué lo provoca, si el entorno como afirman algunos teóricos, o la genética, como los expertos argumentan. Según algunos médicos especialistas la adicción no es un vicio ni una mala costumbre, es una enfermedad cuya base fisiológica se encuentra en ciertas predisposiciones del cerebro humano, es decir, en su genética heredada. Ya se ha indicado que hay una minoría de individuos que toman drogas de manera eventual pero que jamás sienten una fuerte adicción, pero hay jóvenes que al principio las consumen moderadamente para luego desarrollar una fuerte dependencia. Los primeros dejan las drogas por ellos mismos, los segundos les resulta imposible sin tratamiento. El equipo del Instituto Hipócrates afirma rotundamente que no se cae en la adicción, como tampoco se cae en una gripe, en un infarto o en una diabetes. Todas ellas son enfermedades que se desarrollaban dependiendo de un estilo de vida, de las influencias educativas y de una predisposición genética. Es decir, si a un contexto neurológico previo se le suma una exposición reiterada a la sustancia, aparece la adicción. Entorno y genética comparten responsabilidades conjuntamente, y no de forma separada como algunos expertos a veces defienden. Por tanto, la mejor forma de evitar futuras adicciones es evitar el inicio del consumo, así de simple. Una vez el adolescente empieza el consumo, ya está en manos de su predisposición genética y cerebral. En fin, que educadores permisivos, con bajo control sobre sus púberes, y hasta fumadores de marihuana ante ellos, están abonando una mayor probabilidad de potenciar un adición irreversible. Tal entorno puede disparar el trastorno y abrir la caja de Pandora ya que, insistimos, la dependencia se potencia desde un bagaje genético heredado, no una determinación del destino. El discurso anterior da una información clara a unos adolescentes que quizás ya han probado algunas drogas y que ahora pueden corregir futuros hábitos. Por tanto, lo importante es trabajar las adicciones de pequeño, el más vale prevenir que curar. En este sentido una tutora de primero de ESO organizaba el siguiente taller sobre drogas. En medio de la clase ponía una bandeja llena de caramelos y les hablaba a los chavales sobre las adicciones. Les insistía que la causa principal era el no saber decir que no a un deseo. Después de ofrecer ciertas informaciones sobre drogas duras y drogas blandas, sobre los porros como primer camino a otras adicciones y sobre sus consecuencias, les ofrecía los caramelos que los zagales ávidamente consumían. De repente les miraba sorprendida y les decía: Habéis caído, sabéis que en clase no se comen dulces y no habéis sabido decir que no a un placer. Con las drogas pasa lo mismo.

martes, 20 de septiembre de 2016

FRACASO ESCOLAR 30. ALUMNOS "KBRONES"

¿Su hijo holgazán? Pues la cosa no es fácil, nada fácil. Cuando un alumno se planta y te dice que no quiere estudiar, su educación se derrumba. Con todo cabe diferenciar quién no quiere estudiar al desear alcanzar algo, ser actor por ejemplo, de quién no posee proyecto alguno. En el primer caso, y si luchan por ello, aprenden a esforzarse, en el segundo vale la técnica del “push and pull”, apriete y estírele ya en primaria. Sin más discusiones fatuas eleve su nivel de exigencia de inmediato sin dejarle espacio a más discusiones. Por el otro extremo ayude con refuerzos familiares y ofertas de estudios más atractivos para cuando termine la ESO. Al menos, eso funciona bastante en Irlanda. Pero, ¿y su hijo además és díscolo? Bueno, ahora se les llama disruptores. Cuesta a veces aceptar que un hijo es tal o pascual, pero si más de un docente se lo ha dicho, quizás éstos lleven razón. Detectar escolares de esta índole suele ser bastante fácil ya que llaman mucho la atención. Con alardes de gallardía, gritos y algunos, no me ralles, dan a conocerse ante el resto de asistentes. Ante tal reacción, y si el adulto denota miedo, ellos crecen en valor y osadía. Conocí una vez una directora blanda que se ganó por el instituto el apelativo de profesora Red Bull, ¿por qué? Por que daba alas a los alumnos. La disciplina en ese centro resultó ser muy deficiente y sólo fue restaurada cuando cambió de nuevo la dirección. Por tanto, ante un díscolo que le amenace con un no me ralles, sepa que sí puede y debe rallarle. A veces en estos casos es bueno quedarse con ellos. - Oye tío, a mi no me ralles. - Cierto, no eres un DVD. Aunque uno es un rallador profesional y por eso tiene el deber y la obligación de rallar al púber tantas veces como quiera. Estas situaciones de conflictividad se dan sobretodo entre los 14 y los 16 años. Estos alumnos antes se iban a la formación profesional o al mercado laboral donde sus despropósitos topaban en breve con un salario que les ablandaba. A su vez, la desaparición del aula abría las rejas de su antigua cárcel y se sentían mejor que dentro de ella. Por decisiones políticas la ley cambió y hoy en día los díscolos de entre 14 y 16 años viven encarcelados en la ESO perdiendo su tiempo y estorbando a los que sí quieren aprender. Sabemos que los menores de dieciséis no pueden trabajar y que están obligados a permanecer en un centro educativo aún siendo díscolos. La ley sanciona asalariar a un menor de dieciséis siendo delito contratarle. Entonces hay que plantearse lo siguiente, cuando un alumno con catorce años ya no quiere seguir estudiando por más presión que se le aplique, ¿qué se hace? Pues se le obliga a permanecer dentro del aula dos años más y eso duele. Es obvio que esta normativa no permite que los adolescentes que no les guste el instituto puedan hacer lo que realmente quieran: trabajar y formarse. Por tanto aquí no pida milagros al centro educativo ya que el resultado de todo lo anterior es que el encarcelado no se está quieto, todo lo contrario, reclamando su libertad de decisión, se dedica a provocar e interrumpir al docente para llamar la atención. El aula se le convirtió en jaula, su potencial personal se desaprovechó y él se transformó en una fiera. El posible aprendiz ataca y los profesores no son domadores de leones ni asistentes sociales, solo simples formadores. En fin, que sin atención alguna, los díscolos se dedican a molestar y a poca cosa más. Admitamos, por tanto, que para estos adolescentes díscolos, el trabajo potenciaría su equilibrio entre derechos y obligaciones; les haría valorar más lo material; les haría respetar a quienes tienen trabajos pesados; les acercaría a comprender a los adultos, y les estimularía lo que la adolescencia rompió, la confianza entre ambos. Aún así, los expertos no escuchan en demasía estas promulgas y los disruptores permanecen en el instituto sin dar beneficio alguno. Cabe recordar que no es nada malo que a los catorce años un adolescente ejerza de aprendiz en una empresa, la FP dual lo potencia a los 16. Por otro lado, y si la enseñanza continúa siendo pagada por el estado, es decir, por todos nosotros, es paradójico que un adolescente que no quiera aprovechar esa inversión la malgaste repitiendo curso, calentando una silla y minando los ánimos del grupo, ¿o acaso con la crisis que corre le place pagar a alguien lo que no desea aprovechar?, ¿no sería mejor que el protoaprendiz pasara a formar parte del mundo laboral y así invertir lo que cotizaría en una enseñanza de mayores prestaciones? El Ministro de Educación y Ciencia en el 2007, Alejandro Tiana, declaró en abril de ese mismo año que en España las deficiencias del sistema escolar suponían para las arcas públicas un coste de 1.000 millones de euros al año para atender a los alumnos repetidores. Es decir, más de 15.000 millones de euros en lo que llevamos de ESO. Dicho esto, ¿no les parece que el mundo de la educación está más que vinculado a nuestro universo económico? Si una empresa hiciera lo que hacen los centros educativos caería en bancarrota bajo el enfado justificado de sus accionistas por falta de transparencia económica. Ya hemos dicho que la mayoría de conflictos escolares se dan a partir de los catorce años. Para paliar el asunto algunos expertos proponen que los docentes asistan a cursos sobre educación emocional, conflictividad y relaciones interpersonales, derroteros que poco neutralizan el causante del problema, el anómalo, ni su angustia, el aula. Otros especialistas plantearon durante el 2012 impartir una materia más en la ESO, una de inteligencia emocional para doblegar a los díscolos, aunque lo fundamental es qué hacer con la minoría de disruptores y no con la mayoría que ya saben portarse bien. Bajo un contexto familiar emocionalmente correcto sobra la materia de inteligencia emocional. Lo grave es que en un ambiente tóxico esa asignatura no resuelve nada. Cabrá mejorar el entorno para educar mejor al retoño. Una alternativa que algunos docentes argumentan al respecto de los díscolos es que quien no quiera aprender que produzca para la sociedad. Ésta es, junto con todos nosotros, quien le está pagando una educación que el díscolo no sabe aprovechar. Obligado a permanecer en el centro hasta los dieciséis, perjudica con su egoísmo a una gran mayoría. En tal caso, una prestación social o laboral combinada con estancias cortas por el instituto resolvería todo esto sin violar la ley de los dieciséis como edad educativa obligatoria. Educar se le seguiría educando y si quisiera volver al canal normal de enseñanza, siempre podría matricularse de nuevo. Cualquier miembro de nuestra sociedad debe comprender que vivir en ella comporta saber dar para recibir. Si hablamos de educar a esta minoría conflictiva, la prestación social o laboral les formaría, y a su vez, permitiría impartir clases a una mayoría que así lo deseara. En fin que si un escolar de perfil inteligente, rebelde pero holgazán no aprovecha el gasto público que la sociedad le brinda, entonces que trabaje para ella, que haga un servicio militar por ejemplo. El juez de menores de Granada, Emilio Calatayud, así lleva dictadas muchas sentencias sagaces. Este magistrado ha condenado a menores muy conflictivos con penas muy peculiares. Su intención con ellas era que tomaran conciencia de sus errores y de la reciprocidad social necesaria entre todos. Como el juez defendía, para educar a esa minoría conflictiva, la prestación laboral o social les formaba. Él, con más de 12.000 casos tratados, ha sentenciado a díscolos con aprender a leer y a escribir, a servir el catering en centros de paralíticos cerebrales, a trabajar en centros de atención para indigentes o ancianos, a ayudar en asociaciones de vecinos y hasta a alistarse en el ejército. Como este juez decía: Para que un menor no reincida, lo primero es que sea consciente de lo que ha hecho y que se dé cuenta que vivimos en comunidad. Estos servicios sociales les ayudan a entender. Volvamos por tanto a las prestaciones laborales, y a una comunidad autónoma que sí tiene las cosas claras, algo que uno podría pedir en su centro. Cabe saber que la ley da gran autonomía a los institutos. En la comunidad balear se dieron cuenta que en secundaria el principal fracaso escolar lo protagonizan los alumnos de 14 a 16 años, los que ya no quieren estudiar pero si incordiar al resto, ¿que tal, y sólo para esos escolares, una alternativa de tipo laboral, de prestación de servicios sociales o de aprendiz en una empresa? En otro caso deberíamos admitir que el sistema escolar actual no resuelve el problema de los escolares que a los 14 años deciden no estudiar pero sí querrían trabajar. Un buen sistema puede educar a quien se deje, no a quien de antemano lo rechaza, ¿acaso sabría como curar a un drogadicto que se negara a asistir a una terapia?, ¿le obligaría a sabiendas que nada haría él por curarse? Añadamos que la ESO significa Enseñanza Secundaria Obligatoria pero en nada se obliga a estudiar a quienes se niegan a hacerlo, es decir, y como decía el profesor Ricardo Moreno, la educación es obligatoria pero no es obligatorio estudiar. Parece de lógica potenciar vías de reinserción laboral ya a los 14 años, algo que los de la comunidad Balear jamás vieron como una utopía. Sirvan de ejemplo los proyectos PISE e ISLA implantados en Ibiza, algo que el propio Gobierno autónomo inició con gran aceptación por todas las partes, es decir padres, alumnos y docentes. La comunidad autónoma Balear, y su delegación en Ibiza, dio ejemplo de algo que parecía imposible, un Gobierno muy versado en los asuntos educativos, ¿la razón? Pues que de todos los miembros del Consejo Insular más de la mitad son docentes. Así se comprende que para resolver el asunto de los adolescentes díscolos se optara sencilla y tranquilamente por vías de reinserción laboral ya a los 14 años, algo que con los actuales planes de autonomía de centros los padres pueden proponer y defender. Los proyectos PISE e ISLA que desarrolló el Consejo Insular y los ayuntamientos son un ejemplo con éxito a seguir. El proyecto PISE, programa de inserción social y educativo, fue impulsado por el Gobierno Balear. Los alumnos de menos de 16 años con riesgo grave de abandono escolar son introducidos en este programa. De los cinco días de la semana, cuatro los pasan trabajando en una empresa como aprendices y el quinto en el colegio asistiendo a clases de matemáticas y lenguas. Durante el curso, y si aquellos alumnos lo desean, pueden presentarse a exámenes de recuperación para volver de nuevo a la ESO. Por otro lado, existe el proyecto ISLA, programa de inserción social y laboral. Este recae, y como en Finlandia, en los ayuntamientos y es para alumnos mayores de 16 años, es decir, en edad plenamente laboral. El objetivo es realizar una previsión de los escolares que padecerán dificultades para encontrar trabajo. A tales escolares se les ofrece una formación específica en matemáticas, lenguas u otras áreas para facilitarles su inserción laboral. Tanto los programas PISE como ISLA sacaron y sacan adelante a muchos zagales calificados como díscolos pero que en realidad resultan sólo adolescentes encarcelados en clase. Una reforma educativa sin sentido los tuvo presos en un aula sin ninguna otra opción que incordiar. La ESO, en eso, fue deficiente. Si ahora en el centro donde uno tiene a su descendencia ve que los disruptores no pueden optar a un plan ISLA o PISE, ¿qué puede desear del instituto? Pues dos cosas, unos docentes diestros con los díscolos y una dirección que los apoye y defienda con normas claras y eficaces. Hablemos primero de los profesores y luego de la directiva. Ante el disruptor lo peor que hay es un profesor histérico. En el momento que un docente se pone a chillar nerviosamente para imponer su disciplina, el alumno ve ganada la partida, ha sacado de sus casillas al educador y éste ya no se controla ni a si mismo. Valore aquellos docentes de buen temple, distancia y una pizca de ironía ya que minimizarán el deseo de llamar la atención de los díscolos. Para ello a veces da buenos resultados la indiferencia ante el perturbador. Si éste busca el protagonismo no hay que alimentar su ego en demasía. Ignorar durante la clase las fechorías pequeñas suele ser efectivo. Sólo cuando cumpla con algunos de sus quehaceres se le puede ofrecer un leve reconocimiento pero, y muy importante, sin mirarle a los ojos. Los humanos poseemos una mirada muy singular ya que tenemos el iris rodeado de blanco, es decir por la esclerótica. Este rasgo nos permite saber de lejos hacia donde miramos. La mayoría de mamíferos les es difícil al no poseer esta característica. Por tanto, si miramos a alguien le estamos diciendo que reconocemos su presencia pero en caso contrario que lo ignoramos. Esto es algo ancestral, instintivo. Si al alborotador no se le contempla se le niega la existencia, se le deja sin el protagonismo que desea, algo que ahora deberá ganarse de otra forma, si es posible sin fechorías. Téngase en cuenta que muchos turbulentos lo son por qué en casa no fueron atendidos ni controlados desde su infancia. El educador que les rete a ganarse su reconocimiento puede ganarse su confianza por la mera situación de mostrarse como un referente paterno que no poseen en el hogar. Un profesor de literatura les contaba cuentos para calmar sus endorfinas. De hecho eran leyendas encubiertas ya que primero les leía un texto histórico en voz alta con el cuento que era un cuento, una técnica a la cual atendían ya que sus adultos poco les contaron fábulas. Luego les pedía un intercambio de opiniones al respecto para reforzar el recuerdo de la historia durante el resto de la clase. En ello instigaba a sus estudiantes a construir internamente nuevos pensamientos y con ello a utilizar un vocabulario a menudo no utilizado, el culto. Al final les pedía una redacción corta, de cinco líneas, con la misma intención. Escribir refuerza la memoria, fija conceptos en la mente y enriquece el vocabulario. Este docente en cuestión poco o nada expulsaba a sus alumnos del aula, sus cuentos domaban a sus dulces fieras. Con todo lo anterior la sanción debe de estar presente aunque el castigo lleva demasiados cursos acompañando y acostumbrando al díscolo en su principal deseo, llamar la atención. A menudo ello es para alcanzar el protagonismo que en el hogar no ostenta. Eso nos lleva a que la punición debe aplicarse en privado y lejos del resto del grupo. De esta manera no se le regala vigor ante el resto. Pero no hay que esperar demasiado a punir, cuando la hace la paga. Ya después de la clase se la da el parte. Si se espera a mañana un adolescente ya quitó importancia a lo acontecido en su pasado reciente y se enfada al no comprender la sanción de algo pretérito. Anteriormente ya comentamos el truquillo de un profesor jubilado ante estos púberes alborotadores. Reunidos en privado entre las paredes de un despacho, el viejo maestro le mostraba al sedicioso lo que decía su informe escolar, lo que se había escrito de él desde primaria. Dado como comenzaste así en primaria es del todo previsible este informe en secundaria, vaya, que eres algo previsible, un ejemplo más de los muchos que hay como tú. Ahora mismo eres sólo esto, un papel blanco lleno de anotaciones previsibles desde primaria. Sólo tu puedes cambiar esa previsión que muchos adultos creen de ti. Ese era otro estilo de retar a un díscolo. Al llamarle previsible le robaba de nuevo su esencia, su existencia ante los demás y lo reducía a algo común y del montón, situación inaceptable para un adolescente que busca resaltar. Si podía ser otra cosa mejor que un simple folio dependía sólo de él, una hoja carece de capacidades mentales, él no. En una ocasión me contaba este educador que en privado utilizó palabras fuertes con un alborotador que pegaba a su madre. Su intención era utilizar el mismo lenguaje que el agresor. Imitar a un oponente durante un debate con sus gestos y sus posturas propicia inconscientemente que os parecéis, que hay empatía entre ambos. Ello da a entender que le caes más simpático y este baja algo la guardia. Alcanzar la confianza de un púber resulta algo fundamental para todo educador. Así pues, proferir algunos tacos sin histerismo ni odio, sólo con picardía y en privado, le daba a este profesor cierto acercamiento hacia este tipo de adolescentes. Mira Miguel, eso de pegar a tu madre sólo tiene un nombre, y si me lo permites, eres un gran machista cabrón, algo que si se difunde no va a gustar nada a tus ligues por el barrio. En clase también existen algunos trucos que pueden neutralizar a los alborotadores. Una joven matemática lo tenía muy claro en sus clases. Cuando un disruptor entraba en acción impidiendo dar la sesión, ella, y con un tono de voz tranquilo y sin ensañarse, contaba lo siguiente al grupo sin mirar a los ojos del turbulento. Miguel sólo quiere llamar la atención como un niño. En su casa algo pasa al respecto. Si vosotros, futuros adultos, estáis pendientes de él alimentáis sus gamberradas. Él no quiere o no se atreve a resaltar con los estudios, algo en lo que nosotros no tenemos la culpa. Te rogamos Miguel que nos dejes dar clase, por favor. Cuando pares empezaremos. Y eso conseguía nuevamente tres reacciones, robarle la identidad al no mirarle, reducir su protagonismo y retarle a mejorar o a callarse durante futuras sesiones para no hacer más el ridículo. Obviamente el díscolo se enfadaba al ser tratado como a un niño, lo que todo adolescente no desea. En tal situación hay que encomiar lo que esta educadora practicaba, evitaba caer en la provocación de su adolescente para que él no ganara la partida o ella perderla. Sorprenderlo con la indiferencia le daba ventaja, primero al evitar el enfado y segundo, controlando ella la situación, no el díscolo. Al final éste claudicaba, no hay tempestad que dure siempre, e incluso a veces buscaba la simpatía de aquella educadora. Eso es curioso, pero los docentes que marcan su distancia retan muy a menudo a los púberes a alcanzarlos. Si un díscolo así lo intenta con un profesor, algo muy bueno está haciendo ese educador. Quizás el disruptor busca a ese adulto que le atienda por lo que en casa no halla. Otro mecanismo de control sobre los revoltosos es la espera. Ellos están en nuestras manos y en la cartera de sus padres. Un momento u otro pedirán algo que sólo el adulto les puede ofrecer. Cuando ello ocurra, es bueno dejarlo en la duda ante su demanda. Me lo pensaré pero, ¿qué crees que deberías hacer tu para facilitar lo que pides? Con tal frase, sin un NO ofensivo por respuesta, el educador debe marcharse inmediatamente fingiendo prisas por llegar tarde a otra clase y dejando así al perturbador para que piense, reflexione y despabile en positivo si quiere lograr lo solicitado. Pero no sólo de docentes diestros se vale la neutralización de alumnos disruptores. Algo que una familia debe esperar de un centro, hasta exigir, es un marco de disciplina que la directiva del centro debe aplicar con toda eficacia para que uno, el díscolo, no se haga con el poder de la clase perjudicando a la mayoría que sí quiere trabajar, o simplemente comportarse. En este sentido uno puede pedir que haya unas normas publicadas y a su disposición. Este documento debería estar firmado por los padres como ratificación, pacto y compromiso entre instituto y familia. Por otro lado existe el cañonazo final, la expulsión. Una dirección sin titubeos ni dudas sabrá cuando aplicar esta máxima sanción a un díscolo. Primero habrá gastado algunos avisos, sanciones y límites ante tal tipo de alumnos. Con todo lo anterior, lo más importante para erradicar púberes alborotadores no se halla ni en una disciplina férrea ni tampoco en técnicas de sicología por diestros docentes, se halla en algo previo, en el más vale prevenir que curar. En primaria siempre se estuvo a tiempo de cavar un buen camino educativo, luego con la adolescencia las cosas se retuercen en demasía y llega el ruido, sus desplantes, exigencias y pugnas por su individualidad. No es de extrañar que muchos padres se hallen desbordados y se pregunten: - Y ahora, ¿qué hago? Con franqueza, a veces deberíamos preguntarnos qué no se hizo. En fin, que hasta finalizar primaria siempre se está a tiempo de moldear y marcar un buen camino educativo, luego en primero de ESO se está a tiempo pero con esfuerzo, en segundo puede que todavía se esté, en tercero puede que no y en cuarto suele ser que ya no. En fin, que a los dieciséis deberá ser él quien decida su futuro, con los adultos cortó la comunicación para tenerla con su grupo de nuevas amistades, la banda. Así pues, y en asuntos de educación, es mejor prevenir durante la infancia que curar cuando ya les sale el acné y te pasan un palmo. Las etapas infantiles son fundamentales para la educación. En esa etapa son barro tierno que puede moldearse, en la pubertad ellos querrán esculpirnos a nosotros. Por tanto, alabe al colegio que impone disciplina, diagnosis o tratamientos en la más temprana infancia, aplauda al centro que ejerce de educador y no de víctima de los alumnos, al que avisa a los escolares ante sus travesuras y en caso de repetirlas, corrige. Si el primer día un alevín pisó la gorra del jefe de estudios y éste no le dijo nada, imagine que hará cuando el zagal tenga uno propio, si es de sombrero, perder la cabeza, si es de jefe, perder el trabajo. En eso insistamos que el docente que aplica la sanción sin demasiados argumentos en el momento de la infracción es más respetado que el que lo hace pasados unos días. No se debe esperar a luego porque luego será jamás y el adolescente habrá perdido la noción del error que realmente cometió. Ante una acción de desafío, rabieta o falta de respeto, hay que quitarle en ese momento algo que él valore, si son mayores su patio, la hora de Internet o la excursión venidera, si son muy pequeños un vaso de agua fría en la cara. Él o ella querrán demostrar que no les importa pero todos sabemos que sí. Y si hay educadores que rebajan la sanción a los diez minutos de aplicarla, en la próxima ocasión los alumnos les tomarán por el pito del sereno. Hay que mantener, si es justa, la sanción hasta el final. Si uno se pasó siempre hay tiempo para las rebajas. Luego, y llegada la calma, también el profesor debe ofrecer el diálogo y la reflexión al rapaz.