La indefensión del libro de texto por Universidades sin
universalidad
David Rabadà i Vives
Todos los presentes estuvieron de acuerdo en promover y potenciar el libro de texto como una prioridad familiar, social y educativa, pero denunciaron con argumentos, hechos y ejemplos que está sucediendo todo lo contrario. El empobrecimiento del currículo escolar bajo las pedagogías competenciales, la caída de la exigencia en el esfuerzo de los alumnos y la nefasta comprensión lectora de estos según los últimos informes PISA, no dejan la menor duda que los libros de texto apenas son consultados o comprendidos, y lo que es peor, que están siendo denostados por nuestras políticas educativas y hasta por las propias universidades. Añadieron también los ponentes que el dogma del pedagogismo digital está haciendo retroceder en gran medida los libros de texto en contra lo que dicen disciplinas científicas, informes internacionales e indicadores realizados bajo una pedagogía seria. Además, y en la práctica, se ha observado que leer libros de texto en papel aumenta la concentración y la memorización a largo término, algo que no logra, y más bien distrae, la lectura en pantallas digitales. Leer no es tan fácil como oír o ver, pero es más productivo aprender leyendo que aprender solo escuchando. Para ello los libros de texto deben ser ricos en contenidos estructurados, en actividades ordenadas por su dificultad, en un currículum de conocimientos lógico y estructurado, en una construcción basada en los conocimientos previos del alumno, en informaciones críticas que promuevan el avance en conocimientos, en técnicas para un aprendizaje activo, profundo y a largo término, más una bibliografía, índice y accesos de calidad para una consulta rápida del libro de texto. El objetivo final de este debe ser que el lector relacione los conocimientos de la lectura con sus conocimientos previos, repensando y evocando luego lo aprendido. A eso llamaremos realmente aprendizaje significativo para el estudiante. Pero si el currículum educativo nacional es acrítico, bajo y mal estructurado en los llamados libros de texto escolares, juntamente con una evaluación no exigente y no unificada, y en ello Nuno Crato fue claro, seguiremos obteniendo los nefastos resultados educativos vigentes.
En todo ello, además, la universidad debe practicar,
y como dice su palabra, la universalidad de saberes con la trasmisión del
máximo de conocimientos contrastados evitando caer en las modas de las
autoridades hegemónicas. Es más, debe publicar libros de texto acordes con lo
expuesto por los ponentes anteriores, es decir ensayos bien documentados,
críticos y aperturistas como eje de una buena divulgación de los saberes. En
otro caso, y sin crítica estructurada y argumentada, seguiremos repitiendo los errores
de una élite influyente, pero no referente. Es bien sabido que
algunas universidades publican más a sus autoridades hegemónicas que a sus autores críticos.
De esta manera los libros dejan de ser de texto al repetir los errores de
antaño sin dejar que la autocrítica penetre en el sistema universitario y
educativo. Y este hecho no es algo anecdótico, sino muy frecuente en estos
contextos que rebaja, y hasta impide, la publicación de buenos libros de texto.
Pongamos por ejemplo un caso bien conocido por el
autor. Este fue un libro de texto enviado a la editorial de una universidad
pública de Barcelona en 2023, aceptado para su publicación en enero de 2024, con
posible diseño de portada en junio del mismo año y con el compromiso de enviar
las galeradas en septiembre para comenzar la maquetación y publicación del
libro en 2025. Pues de repente durante el mes de octubre, y por arte de magia,
se le comunicó al autor, y vía una grabación de wasap, que diez meses después
de la aceptación para la publicación del libro, ahora era rechazado ipso facto.
El autor solicitó de la editorial universitaria un informe aclaratorio de los
revisores implicados y no obtuvo nada; solicitó el mail donde supuestamente le
habían avisado hacía unas semanas del rechazo del libro, pero le respondieron que
no encontraban el mencionado mail; luego solicitó el perfil profesional de los
correctores para saber si eran competentes para evaluar la especialidad del
libro, y otra vez nada. Finalmente obtuvo un mail de la directora de la
editorial en donde le contaba que el libro había sido rechazado dado que ellos no
repetían autores en la colección a no ser que sí fueran de la propia
universidad. Entonces, ¿por qué se lo habían aceptado hacía diez meses? La
editorial ya sabía que el autor no pertenecía a tal entidad, y a sabiendas de
ello, y después de la publicación de un libro anterior, le habían invitado a
presentar nuevos proyectos, algo totalmente paradójico ante las palabras de la
directora editorial. Esta añadía en su mail que el libro de texto en cuestión
no era de divulgación científica, que el nivel era elevado a tal efecto y que
era un libro personalista al comentar temas de otros expertos y profesores.
Las contradicciones y paradojas en el rechazo de
ciertos libros de texto críticos con las autoridades universitarias es
conversación en muchos pasillos. Por ejemplo, y en el caso anterior, lo peor fue
clasificar el libro como de no divulgación científica a sabiendas que el manuscrito
había surgido de una serie de capítulos aceptados en un digital periodístico de
divulgación científica. Y lo de personalista estando escrito en tercera persona
cuando explicaba los hechos científicos, costaba mucho de entender para
rechazar un libro. Además, el estilo del libro era idéntico al anterior que le
publicaron. Entonces, ¿qué había sucedido realmente? Pues que le habían censurado
el libro al exponer las discusiones, prejuicios, errores, maniobras e intereses
de algunos científicos importantes nacionales. En fin, y en este país de
cainitas, estamos a años luz de alcanzar libros de texto críticos,
estructurados y avanzados.