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jueves, 20 de septiembre de 2012

JESÚS CASADO, POR DIOS

Esta Semana se ha presentado en prensa nuevos hallazgos bíblicos que indican la vida en pareja de Jesús. Des de los inicios y la posterior curia papal se ha predicado un Cristo célibe y alejado de los supuestos pecados del sexo. El Vaticano y los Evangelios se obsesionan en ocultar la vida sexual del nazareno. Quienes redactaron aquellos textos estuvieron bajo el influjo de alguien cuya visión del sexo era una constante fuente de pecado y de malos hábitos, el apóstol Pablo. Pablo, aún estando casado (Corintios 9, 55), se volvió célibe y lo predicó como virtud para evitar el pecado: Siento una ley en mis miembros que rechaza la ley de mi mente pero que me encadena al pecado de mis miembros (Pablo, Romanos 7, 23); Loable cosa es en el hombre no tocar mujer (Pablo, Corintios 7, 1); Porque bien sabemos que la Ley es espiritual: pero yo por mí soy carnal, vendido para ser esclavo del pecado (Pablo, Romanos 7, 14); La sabiduría de la carne o la prudencia de la carne es una muerte (Pablo, Romanos 8, 6); Por donde los que viven según la carne, no pueden agradar a Dios (Pablo, Romanos 8, 8). Y léanse también de Pablo: Gálatas 5, 13-26 y Corintios 12, 71-80 o el inventado Evangelio de Pedro por los paulinos: El hombre es esclavo de aquello que lo domina (Pedro 2, 19). Pasados unos siglos, y durante las traducciones y reelaboraciones de los Evangelios, los padres de la Iglesia continuaron con la misma batuta castrista. Téngase en cuenta que el celibato sacerdotal se originó a principios del cristianismo al servicio de Roma. La castración espiritual de los párrocos fue una oferta política de éstos hacia el emperador Constantino durante el siglo IV: no tendremos hijos ni formaremos una dinastía sacerdotal sagrada como la judía o la egipcia. Tal propuesta al emperador le encantó. Téngase en cuenta que en otras culturas dentro del Imperio Romano la casta sacerdotal ostentaba linaje y aristocracia que a menudo amenazaba al poder imperial. Egipto fue un claro ejemplo de ello. Tras la propuesta de celibato sacerdotal, Constantino ofreció su apoyo al cristianismo viendo su propia dinastía libre de linajes religiosos. Así pues, y tras la prohibición de matrimonio entre la clase sacerdotal, éstos mismos proyectaron su lánguida realidad potenciando la imagen de un Jesús célibe como ellos, un nazareno que nada tuvo que ver con su realidad histórica. Veamos otras interpretaciones de su posible sexualidad, hipótesis mucho más creíbles que la imagen célibe creada desde el siglo IV. Sabemos hoy en día que la redacción original de los Evangelios, y sus modificaciones posteriores, brindaron un Cristo evangélico monacal y apartado de los placeres de la carne, algo totalmente contradictorio dada la sociedad hebrea del momento y las costumbres que ahora detallaremos. Opine lo que opine este ensayo, ustedes hallarán doctos, que a pesar de lo se va a argumentar, le insistirán en el celibato de Cristo. Según el teólogo Armand Puig, Jesús era célibe porque no se citó ninguna esposa en los Evangelios y sí a su madre y hermanos, (Marcos 3, 31-35 y 6, 1-6), un argumento, permítanme la ironía, demoledor. A sabiendas que los Evangelios no fueron relatos históricos, afirmar que Jesús no estaba casado por el simple hecho que en ellos no se citara, era no darse cuenta de las contradicciones históricas que dicha afirmación conllevaba. Veámoslas y ustedes juzgarán. La primera era que un judío durante el siglo I, y pasados los veinte, era harto normal que se esposara con una mujer. Jesús murió pasados los cuarenta, por lo cual o se le pasó el arroz marital o alguien cambió su historia. Si no hubiera estado casado habría sido muy mal visto por sus enemigos judíos convirtiéndose tal agravio en fuente de críticas hacia el nazareno, puyas que jamás se trascribieron en los Evangelios. La segunda, como rabino que se hacía llamar, sólo podía ostentar tal cargo si estaba casado. En el mundo judío del siglo I d. C. un hombre de más de veinte años como el nazareno, y sin mujer, no podía ser llamado rabino. Tal título implicaba edad, experiencia y esposa. De haber sido lo contrario, el Sanedrín lo habría denunciado con fiereza, algo que los Evangelios tampoco explicitaron. La tercera, dada la ya comentada supresión del protagonismo de la progesterona femenina en todos los Evangelios, parece obvio lo que ocurrió. Los Evangelios, bajo el machismo con que fueron redactados, suprimieron todo papel de las hembras. Sirva de ejemplo que se citaron los nombres de los posibles hermanos y hermanastros de Jesús pero que se obviaron el de sus hermanas o hermanastras (Marcos 3, 31-35 y 6, 1-6). En el mismo sentido las discípulas fueron relegadas en los Evangelios a personajes secundarios a la sombra de los testosteronados, los machos. La cuarta era la obligación de la estirpe entre los judíos. Las parejas sin hijos eran consideradas castigo del Señor y por tanto muy mal vistas. Tanto esenios, fariseos como saduceos consideraban la obligación de matrimonio e hijos en todo aquel que se preciara como buen hebreo: Sed fecundos y multiplicaos, llenad la tierra y dominadla (Génesis1, 28). Lo mismo ocurría con los “singles” del momento. Si Jesús nació antes del 4 a. C. y murió del 30 al 36 d. C. llegó como mínimo a los 33 y quizás alcanzó los 40, edades más que pasadas para tener hijos según las costumbres judaicas. Si Jesús hubiera sido un solterón habría recibido todo tipo de críticas por parte de sus enemigos judíos, algo que jamás le echaron en cara tales oponentes durante todos los Evangelios. Sólo haberlo dejado de antipatriota al no procrear para Israel, hubiera hundido todos sus alardes hebreos. Durante todos los Evangelios jamás los enemigos de Jesús utilizaron su supuesta soltería para atacarlo. De haber sido un single el nazareno hubiera representado un escándalo, sobretodo al llamarle sus cortesanos rabino, un hecho que habría dejado a huevo las más infames críticas desde el Sanedrín. En resumidas cuentas, parecía que el nazareno estaba emparejado con alguien, ¿pero con quién? En la última cena Jesús atendía a alguien que una y otra vez recostaba su cabeza sobre su pecho. El personaje en cuestión era alguien que consta en los Evangelios como el más amado por Jesús. El mismo personaje muy probablemente, y desesperado, escapó del lado de Jesús en el momento de su detención, algo que hizo dejando tras de si su vestimenta, es decir, escapó desnudo: Y los suyos le abandonaron y huyeron todos; y un jovencito le seguía envuelto sólo con una sábana encima del cuerpo, y también lo detuvieron; pero él se quitó la sábana y huyó desnudo (Marcos 14, 50-52). La pregunta obvia era, ¿qué hacía un joven semidesnudo junto a Jesús mientras éste rezaba? Añadamos que el apóstol amado y que reposaba su cabeza sobre el pecho de Jesús era el discípulo joven de Juan, y todo nos brinda una novela a lo Código da Vinci con un Cristo homosexual: el discípulo a quien amaba Jesús [Juan], el mismo que en la cena se había recostado en su pecho … (Juan 13, 21-25). También cuando Jesús vio a su madre junto a la cruz, la acompañaba el discípulo que él amaba, Juan. El nazareno para rematar los hechos entregó a su madre bajo el amparo de su pareja: Mujer, aquí tienes a tu hijo, y a continuación le dijo a Juan, aquí tienes a tu madre (Juan 19, 26). Si María tenía otros hijos, ¿por qué delegar el cuidado de su madre a un no hijo? Bajo la costumbre hebrea cuando una esposa moría, el marido se hacía cargo de la suegra. Entonces Juan, ¿era su amante marido y María su suegra? Además, si algunos teólogos insisten que Jesús pasados los treinta jamás estuvo casado ni tuvo hijos, pero sí hubo en los Evangelios un Juan amado y acariciado en las cenas, ¿qué pensaría usted? ¿Un Código da Vinci a lo Queen? ¿O un aprieto para la Santa Sede? Menudo escándalo para el Vaticano, menuda algarabía para el orgullo gay. Al fin y al cabo, esta conclusión halla muchos más argumentos, los cinco anteriormente indicados, ante el único que el teólogo Armand Puig esgrime, su triste afirmación que Jesús fue célibe sólo porque no se le emparentó con esposa alguna durante todos los Evangelios canónicos. Como podrán echarme en cara, y con toda la razón del mundo, la posible homosexualidad del nazareno fue una suposición, incluso una prueba de añadidos con regusto a griego. Debo adelantar que los Evangelios fueron redactados bajo el influjo de aquella cultura y no la judía. En el capítulo quinto de este libro detallaremos este hecho y desaparecerá el escándalo de un Cristo sodomizando a Juan, un añadido simbólico con tiznas de una cultura, la helenista, que siempre vio bien y sin recelos que un hombre fuera hombre con otro hombre, vaya, que se prodigara en la homosexualidad. Téngase en cuenta que los Evangelios canónicos, los aceptados por el Vaticano, se originaron en el mundo griego dado a aceptar las prácticas homosexuales. Llegados aquí, seguimos sin responder la pregunta inicial, ¿con quién estuvo realmente amancebado el nazareno? Ya vimos tras diferentes evidencias que lo más probable fue que Jesús hubiera estado casado. En caso contrario deberíamos haber encontrado en los Evangelios las críticas de sus partisanos al saltarse la costumbre tan sagrada del matrimonio. Supongamos que Jesús contrajo nupcias con alguna esposa. En todos los Evangelios citan a María Magdalena como compañera cercana al nazareno. Si a ello sumamos que ésta llamaba a Jesús rabom, un apelativo cariñoso de rabino que sólo las esposas utilizaban con sus maridos, resulta más probable que el nazareno y ella mantuvieron una relación de marido y mujer. El Evangelio de Felipe lo dejó bien claro, la Magdalena compartía cama con Jesús. En conclusión, tras analizar las tres opciones, la de un Jesús célibe, gay o esposado, la que parece más probada es la de un nazareno casado con alguin, quizás María Magdalena. Los textos presentados esta semana serán otra prueba que el Vaticano va a ignorar.

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