Muchos docentes opinan que algunas teorías educativas no les permiten construir un mundo mejor desde la enseñanza. De hecho poca gente contrasta estas teorías con datos reales. Para mejorar el sistema educativo son necesarias más demostraciones y menos opiniones. Hay que observar los hechos probados y sistematizarlos. He aquí cartas de prensa, artículos en los medios y capítulos numerados que ofrecen un amplio corolario de datos contrastados para mejorar realmente la enseñanza y la sociedad.
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martes, 27 de agosto de 2013
CAMBIO CLIMÁTICO FALSO
EL CAMBIO CLIMÁTICO CONTRA LAS CUERDAS(David Rabadà i Vives):Hablar de cambio climático en el aula se ha convertido en un galimatías entre creencia y ciencia. Hay equipos científicos que aseguran que el cambio climático ha sido acelerado por la polución humana y otros que argumentan que faltan datos para tal afirmación. En la primera opción, los defensores del acelerador climático, se encuentran grupos de investigación estatales, prensa mediática y todos los libros de texto escolares. En la segunda, los agnósticos del calentamiento antropogénico, hay científicos de la antigua escuela, investigadores críticos con la ciencia gubernamental y los defensores de los intereses petroleros. Ante este juego entre creencias y búsqueda se abre una pregunta crucial, ¿qué explicamos en las escuelas? ¿Comunicamos el holocausto térmico que defiende la mayoría? ¿O escuchamos a los agnósticos para ver qué nos aportan? Decía Galileo que en cuestiones de ciencia la autoridad de mil no vale tanto como el libre razonamiento de uno solo, ¿qué explicar entonces? Muy simple, la verdad.
El cambio climático global ha sido un incremento reciente y generalizado de las temperaturas de la Tierra antes que nosotros, los humanos, contaminásemos su atmósfera. Este hecho se inició por causas astronómicas, y por tanto naturales, hace unos 15.000 años. Desde entonces, y con altibajos, la temperatura global terrestre ha sido más benigna abandonando definitivamente la época glacial precedente. De hecho, nuestro planeta lleva oscilando entre períodos glaciares y templados ya hace unos dos millones y medio de años. Por lo tanto, lo que hoy realmente se discute es si la polución humana activa, o no, esta tendencia natural al calentamiento. Si se acelera tendrán razón los defensores del cambio climático global, de lo contrario los agnósticos.
Paradójicamente los partidarios del cambio climático se han enfrentado con multitud de contradicciones. La primera fueron los pronósticos de desaparición de los arrecifes coralinos ya en 1999. Catorce años más tarde todavía no se han observado esas predicciones asociadas al cambio climático. La segunda la encontramos en el glaciar del Perito Moreno en Argentina. Esta masa de hielo, icono del cambio climático, es cada año emitida por los medios en pleno deshielo primaveral como si en cada estación el glaciar retrocediera más y más. Los datos actuales indican que el glaciar se mantiene más que estable en contradicción con la aceleración del calentamiento inducido por los humanos. La tercera proviene de la red de estaciones meteorológicas de Suiza, Pirineos, Australia y la Antártida donde muchos de sus registros indican un “descenso” de sus temperaturas medias durante los últimos años. Una cuarta publicada en las revistas Nature y Science, fue el aumento del espesor de los glaciares en la Antártida. La quinta paradoja que citaremos es el aumento de dos metros de nieve en el pico del MontBlanc en los Alpes. La sexta contradicción es que la correlación entre dióxido de carbono y tasa de calentamiento global no parece taxativamente probada, de hecho el aumento de la temperatura se podría relacionar con el IPC o con cualquier variable que aumente con el tiempo. Y la última paradoja y la más flagrante, durante mayo de 2013 uno de los principales climatólogos mundiales, James Hansen, decía en un informe de la NASA que, aunque el dióxido de carbono sí ha aumentado, el calentamiento se ha parado temporalmente.
Como hemos visto el cambio climático contiene muchas paradojas y si una teoría termina acumulando más contradicciones que normas querrá decir que no acontece válida y que hay que rechazarla o mejorarla. Oscar Wilde decía que el camino de las paradojas es el camino de la verdad. Por tanto, mostrando las paradojas hacemos que los interesados piensen y que no se traguen la simple opinión sin datos de un experto. La razón por la que el cambio climático contiene tantas contradicciones es obvia, muchos expertos, como humanos, no son observadores objetivos y en este caso se han cometido tres lacras hablando del calentamiento antropogénico: muchas omisiones, más errores y demasiado exageraciones. Veamos el primero, las omisiones.
Muy a menudo se menciona el calentamiento planetario pero no las pruebas antropogénicas del mismo. Por ejemplo el pasado mes de agosto de 2013, Serge Planton, responsable del grupo de investigación sobre el clima de Méteo France, afirmó que los glaciares alpinos estaban retrocediendo debido al efecto invernadero, lo que no contesta en absoluto si la contaminación humana está o no acelerando el cambio climático.
Otro grupo de omisiones las tenemos en muchos reportajes y documentales. Pongamos por caso "Una Verdad Incómoda" del ex senador de USA, Al Gore. Las omisiones en todo el documental son claramente intencionadas ya que no hay ninguna referencia a las desigualdades en las tasas de emisión entre primer y tercer mundo y ni mucho menos al despilfarro que del petróleo hace Estados Unidos. En este sentido no hay ninguna crítica a la industria norteamericana, ni a su política capitalista, ni a las guerras por sus recursos energéticos. Parece por tanto sospechable que Al Gore no resulta un político convertido al ecologismo sino al alarmismo.
Un tercer grupo de omisiones es la trilogía dióxido de carbono, petróleo y dólares. Si hablamos de cambio climático, estamos hablando de carbono y este proviene mayoritariamente de la quema del petróleo. Por lo tanto hablar de carbono atmosférico es hablar de los billones de dólares que mueve el petróleo y sus gigantescos intereses económicos, incluidos aquí los de quienes viven de investigar el calentamiento planetario. Así se entienden los pactos de Kyoto en donde los países ricos pueden comprar los derechos de emisión de dióxido a los estados pobres para así los industrializados seguir creciendo energética y económicamente mientras el futuro de la gran mayoría del Tercer Mundo permanece estancada. No vale obviar aquí los miles de proyectos de investigación sobre el calentamiento antropogénico que si se demostraran dudosos enviarían a miles de científicos al paro.
Dejamos aquí el apartado de omisiones que explica gran parte de las paradojas del cambio climático para pasar al segundo y núcleo del problema, los errores cometidos. La ciencia es humana y como tal llena de equivocaciones. En diciembre de 2009, Phil Jones, profesor y director de la Unidad de Investigación sobre el Clima de la Universidad de East Anglia en el Reino Unido dimitió por una supuesta manipulación de los datos que exageraban el cambio climático. Poco después, durante febrero de 2010, el IPCC de la ONU, el organismo científico más importante sobre el cambio climático, tuvo que reconocer una serie de errores que la prensa del momento destapó. Por un lado pronosticaron una tasa de fusión de los glaciares del Himalaya exagerada y que jamás se ha observado, y por el otro utilizaron las opiniones, y no datos, de guías y alpinistas de los Alpes para evaluar incorrectamente el ritmo de retroceso de sus glaciares. En fin, la ciencia no se construye con opiniones sino con razones. Al final este “clima” de errores y omisiones hizo fracasar la Cumbre del Clima en Copenhague ya que unos no se creían, o no querían creerse, la hipótesis del cambio climático antropogénico. El máximo responsable de aquel encuentro, el holandés Yvo Boer, anunció durante febrero de 2010 que decepcionado dimitiría del cargo.
Ante las omisiones y los errores descritos, los creyentes en el calentamiento antropogénico, y como quien no quiere aceptar la realidad, han respondido con exageraciones en artículos y reportajes, una actitud que alimenta la no credibilidad del calentamiento humano. Por ejemplo, los gráficos de aumento de temperatura global terrestre nunca son de grados reales sino del diferencial entre las temperaturas medidas y la norma de décadas anteriores, un truco que exagera las variaciones climáticas. El resultado son gráficos alarmantes donde el calentamiento parece escalar picos de altura infinita. Si simplemente representáramos las temperaturas medidas el gráfico resultaría extremadamente suave. De hecho, el propio organismo de la ONU nunca ha estado exento de cometer exageraciones tales. En 2001 las Naciones Unidas publicaron que la temperatura media global terrestre había crecido 0,6 grados durante todo el siglo XX sin saber qué parte de los 0,6 correspondía a la contaminación humana. Como se puede ver, son datos totalmente ínfimos donde seis décimas en cien años es como si te dijeran que tienes fiebre porque tu cuerpo ha pasado de 36 a 36,6 grados. Iríais al médico en tal caso?
Durante agosto de 2013, el responsable del grupo de investigación sobre el clima de Méteo France, Serge Platón, afirmaba que durante los últimos cincuenta años la temperatura de los Alpes había subido dos grados, algo exagerado dado que en mayo de 2013 la NASA había publicado que el calentamiento se había detenido durante la última década. Y añadimos aquí otra exageración en el documental de Al Gore, Una Verdad Incómoda, donde se afirmaba que la fusión de los glaciares de Groenlandia haría ascender el nivel del mar seis metros en pocos años, algo que el consenso científico ha calculado como irreal y exagerado. En palabras del periodista John Carlin hablando del cambio climático: lo notable de la época en que vivimos es la predisposición de la gente a creerse lo peor.
Las anteriores omisiones, errores y exageraciones más las contradicciones que se derivan restan credibilidad al calentamiento antrópico, ¿qué hay que explicar ahora a los interesados? Pues más de lo mismo, la verdad. La visión de los agnósticos al cambio climático ostenta argumentos sólidos que hay que escuchar. Los agnósticos aquí nos aportan datos e interpretaciones que hacen pensar mucho, algo fundamental en una educación sana, crítica y justa. Por ejemplo el doctor Beers más otros autores publicaron en 1990 en la revista Nature que la actividad solar estaba aumentando desde hacía 300 años, lo que podía relacionarse con el actual calentamiento climático. Durante agosto de 1998 el doctor Jaume Bordonau, especialista en geología glacial de la Universidad de Barcelona, decía en La Vanguardia que estamos al final de un ciclo climático y que la tendencia natural en los próximos milenios debería ser al enfriamiento, y no al calentamiento presente. Cabe mencionar aquí que el doctor Burns más otros autores publicaron en la revista Science en 2003 que ha habido transiciones de fases climáticas cálidas a frías en sólo 25 años, por lo que quizás el calentamiento actual pueda resultar un simple paréntesis estacional y natural. Decía también Bordonau que no hay unanimidad científica sobre si la fusión de los glaciares del Pirineo se ha acelerado durante las últimas décadas debido a la contaminación humana. Su impresión es que lo hacen al ritmo de siempre.
En 1999 la prestigiosa revista Nature publicaba que la fusión de los glaciares y su consecuente ascenso del nivel del mar provocaría la expansión de los océanos y con ella, el aumento del plancton marino que regularía la temperatura global a dos niveles, captando dióxido de carbono con la fotosíntesis y emitiendo azufre a la atmósfera. Ambos fenómenos contrarrestan el calentamiento global al restar dióxido y aumentar la formación de nubes que dispersan la luz solar hacia el espacio exterior. Hay que añadir que las emisiones humanas de carbono sólo significan el 1 por ciento de todo el dióxido de carbono atmosférico, excedente fácilmente asimilable por el actual fitoplancton creciente.
Durante diciembre de 2000 la cumbre de La Haya no logró ningún acuerdo ante las informaciones cada vez más bien argumentadas de los agnósticos, una minoría de científicos que veían el calentamiento global como un ciclo natural y no como una consecuencia de la contaminación . De hecho, y en eso tenían bastante razón los agnósticos, el cambio climático global, y mientras no se demostrara lo contrario, era producto de la combinación de diferentes ciclos astronómicos, los conocidos ciclos de Milankovitch que abarcan miles de años, mientras que el calentamiento observado pertenece a pocas décadas. Cambios en la actividad solar, en el eje de rotación terrestre, en las corrientes termohalinas de los océanos o en otros fenómenos regulan los actuales periodos cálidos o fríos. Cabe decir que los modelos informáticos que intentan pronosticar el clima de las próximas decenas y lustros dan previsiones totalmente opuestas ante pequeñas modificaciones de las variables. La física de caos está detrás y el aleteo de una mariposa en el hemisferio norte puede provocar un huracán en el del sur. Así pues los datos instrumentales por ahora recogidos no captan las variaciones climáticas a largo plazo ofreciendo una perspectiva limitada que hace difícil distinguir entre las causas naturales y antropogénicos del cambio climático. Los datos geológicos antiguos y los históricos recientes ya nos dicen que se han producido en otras ocasiones pequeños recalentamientos del planeta como el actual. Durante los siglos X y XI existió un periodo cálido como el presente que permitió a los Vikingos alcanzar Islandia, Groenlandia y Canadá. En aquella época aún no existía contaminación industrial. Otro ejemplo es la Pequeña Edad del Hielo, una serie de siglos de grandes heladas, icebergs bajando por el Ebro y veranos muy frescos entre el XIV y el XIX. Hay que notar que durante ese XIX el mundo industrial ya llevaba contaminando más de un siglo y el clima continuaba resultando extremadamente frío. Por lo tanto, la causa directa del recalentamiento del siglo X y XI y de la frialdad del XIX, no fue producida por polución industrial alguna sino por causas naturales.
Por si fuera poco todo lo anterior, y durante el mismo año 2000, el Instituto de Astrofísica de Canarias corroboró que la radiación solar había ido aumentando desde el siglo XVII, un hecho que explicaba el fin de la Pequeña Edad del Hielo y la entrada del calentamiento actual. Pero el año 2007 un libro publicado por la Universidad de Cambridge dobló la apuesta. Sus autores, los físicos Henrik Svensmark y Nigel Calder, explicaban que habían detectado durante todo el siglo XX un aumento claro de los rayos cósmicos del espacio exterior. Dicho libro, The Chilling Stars. Cosmo Views of Climate Change, detallaba que el aumento de rayos cósmicos era gran parte de la causa del aumento de las temperaturas actuales y que por tanto había que averiguar qué influía más en el clima, si la contaminación humana o las causas naturales. Todo aquello fue fulminante para los defensores del calentamiento humano. Pasaron seis años hasta que el IPCC de la ONU respondiera claramente ante los agnósticos. De hecho el mismo IPCC permitió filtrar a la prensa que a finales de 2013 emitirían un informe. Estábamos en enero de 2013 y el IPCC prometía que saldrían a la luz pruebas del calentamiento humano del planeta añadiendo que era extremadamente probable que la contaminación fuera la responsable real del calentamiento actual de todo el planeta, algo contradictorio con los datos de ese mismo año donde la NASA había publicado que la temperatura media global terrestre no había aumentado durante la última década. Por tanto el IPCC de la ONU no acababa de aportar pruebas fehacientes de la causa humana en el aumento de las temperaturas mundiales. Para los agnósticos esto significa que la verdad quiere pocas palabras, la mentira nunca tiene suficiente.
Y aquí se acaba la clase, unas sesiones de hechos y razonamientos para ofrecer un buen debate. Ahora sólo queda alcanzar una opinión crítica y bien fundamentada, una conclusión por parte de los interesados. Según los hechos expuestos el calentamiento antropogénico resulta una tesis llena de paradojas donde habrá que ver si el hombre tiene más fuerza que la naturaleza o al revés. La conclusión pues es obvia, hay que dejar que los hechos y la ciencia, y no las opiniones, hagan su camino para alcanzar la verdad bajo tres preceptos esenciales: ser humildes, objetivos y sobre todo pacientes. Mientras tanto, y como decía Soren Kierkegaard, las paradojas son ideas grandiosas en embrión. Ahora mismo el cambio climático está lleno de ellas.
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El tiempo dirá, e imagino que sus palabras no nos gustarán mucho. Un artículo excelente, David, se lo pasaré a mis compañeros de ciencias. He recordado tus charlas sobre geología en el Himalaya, y me he emocionado. Eso es lo que tiene la amistad. Un fuerte abrazo
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