Muchos docentes opinan que algunas teorías educativas no les permiten construir un mundo mejor desde la enseñanza. De hecho poca gente contrasta estas teorías con datos reales. Para mejorar el sistema educativo son necesarias más demostraciones y menos opiniones. Hay que observar los hechos probados y sistematizarlos. He aquí cartas de prensa, artículos en los medios y capítulos numerados que ofrecen un amplio corolario de datos contrastados para mejorar realmente la enseñanza y la sociedad.
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sábado, 1 de febrero de 2014
FRACASO ESCOLAR O FRACASO POLÍTICO (11)
III. SUS HIJOS
Durante este libro se ha pasado de la familia al inicio de curso y de éste a como debe ser llevada un aula, pero para optimizar la educación hay que conocer mejor a los alumnos y ver que métodos convienen más a unos que a otros. Durante los siguientes apartados se destilarán diferentes técnicas y estrategias que los institutos desarrollan a tal efecto. Los adolescentes todavía son barro a moldear por muy duros que ellos quieran mostrarse. Cruzar su escudo de defensa y conocer su espíritu nos dará la llave de su confianza. Educar resulta muy lento, pero sin confianza se vuelve eterno.
Conocer a los hijos, conocer a los alumnos
Me confiaba un amigo mío y profesor de tecnología que para conocer a sus alumnos más pícaros de primero de la ESO les ponía a prueba ya el primer día de clase. La práctica era muy sencilla, les lanzaba una ironía en medio de una explicación y observaba quienes la pillaban. Normalmente a principio de curso los alumnos viven con cierta tensión o distancia las peroratas de los docentes de tal manera que lo perciben todo con bastante seriedad. Luego las semanas aflojan el asunto y los escolares vienen ya más relajados al centro. Dicho lo anterior, y cuando los adolescentes empiezan el curso, una ironía no la suelen ni pillar ni entender, sólo los muy pícaros y a menudo más inteligentes lo hacen. Mi buen amigo y profesor así la intercalaba en su charla para observar quienes se percataban del sarcasmo. Con sólo observar la clase ya sabía quienes sí y quienes no. Hay otros docentes que les encanta inundarse de papeleo y a principio de curso pasan tediosos cuestionarios a sus alumnos para saber de ellos y mejorar las intervenciones en el aula. No obstante muchos de estos formularios a veces no mejoran las prácticas didácticas, solo las entorpecen. La observación resulta más eficaz que muchas respuestas sobre un papel. El docente antes mencionado utilizaba un cuestionario de observaciones muy visual y práctico. Para conocer a sus alumnos no les pedía el nombre del padre, de la madre o de su profesión, simplemente requería que marcaran una frase de cuatro posibles para conocer sus perfiles personales. Después, y con símbolos chiquitines, describía el alumno en su cuaderno de anotaciones, algo de una utilidad bárbara durante las reuniones de evaluación o en las entrevistas con sus padres. Sólo con mirar aquella minúscula casilla aquel docente sabía todos los pormenores del alumno y sabía que añadir en el coloquio.
El cuestionario anterior consistía en una serie de preguntas con cuatro columnas a marcar. Éstas iban en orden de mejor a peor. Por tanto, una vez realizado el formulario, las casillas de la derecha delataban los problemas mientras que las de la izquierda correspondían a la normalidad familiar. Sólo con mirar y anotar los resultados de las celdas diestras bastaba para tener suficientes datos sobre el escolar. Creo oportuno comentar este cuestionario aquí y su interpretación para otros educadores, padres o docentes.
El formulario anterior permite obtener información del adolescente en varios niveles: rendimiento y capacidad académica (3, 4, 5, 6, 18, 30 y 43); aceptación y adaptación en el centro (1, 2, 7, 23, 35 y 38); esfuerzo y dedicación (9, 10, 28 y 31); grado de autonomía (14, 15, 16, 17, 26 y 29); relaciones familiares (8, 16, 17, 19, 20, 21, 22, 24, 33, 36, 37, 39 y 41); y por último posibles patologías causantes de falta de atención como dislexia y lateralidad (27, 42, 34, 40, 11, 12 y 25). Todas resultan cruciales para saber qué decir y qué decidir ante un púber por parte de su educador.
Las preguntas sobre nivel académico son obvias ya que inquiere al alumno sobre cosas concretas y directas de sus notas en clase, pero el grado de aceptación muchas veces pasa inadvertido por los escolares sin ser conscientes de su problema. En este aspecto las preguntas 1, 2, 7, 23, 35 y 38 cuestionan básicamente lo mismo, algo que nos permite también observar el grado de sinceridad del alumno. Si éste responde de manera dispar a tales preguntas será señal que se tomó a pitorreo el cuestionario, pero en caso que en todas marque columnas similares nos dice que debe ser muy sincero consigo mismo y con los demás.
El grado de esfuerzo y trabajo resulta bastante claro para el alumno. Si por lo anterior sabemos que el escolar resultó sincero podremos creer lo que nos diga. La cuestión 31 resulta aproximativa para ver si es sufridor o no acorde con lo que diga anteriormente, y la 28, las horas dedicadas al deporte, si son muchas y saca buenas notas nos da idea de gran autonomía y responsabilidad ante la vida, capacidad que refrendarán las cuestiones 14, 15, 26 y 29. En tal caso, si también saca buenos resultados y responde que no le revisan la agenda ni los deberes, estamos delante de un alumno entrenado en la autonomía y la responsabilidad, en caso contrario nos delata a unos padres ausentes y que controlan poco a su prole.
Las cuestiones sobre gatear o chutar el balón (11, 12 y 25), nos dan idea de posibles problemas de lateralidad entre los hemisferios cerebrales, algo a detectar en primaria y que bajo terapia pudo ser corregido, en caso contrario llegó a secundaria provocando bajos rendimientos académicos. Una manera de detectar en casa si su polluelo padece problemas de lateralidad es plantarle un folio con un agujero en uno de los lados. Pídale entonces que agarrando la hoja con las dos manos observe a través del hoyuelo algo situado delante suyo. Si su lechón se lleva la hoja directamente a un solo ojo, mala señal. En tal caso resulta aconsejable llevar al chaval a un optometrista para salir de dudas.
La dislexia también sigue iguales derroteros que el asunto de la lateralidad. Si al leer o al escribir los niños mezclan letras y con ello ven palabras distintas a las originales mal asunto, si encima leen con dificultades habrá que sospechar, y si escriben mal con la intención de esconder errores de ortografía casi seguro que estamos delante de un disléxico. Es muy importante que en primaria se detecten todas estas anomalías. El modelo escolar finlandés, tan aplaudido por muchos, se fundamenta en gran parte en la detección de patologías que provocan dificultades en el aprendizaje más una intervención inmediata sobre las mismas. Por ejemplo, si en primaria se detecta a un escolar con dificultades en la lectura, en menos de una semana ya está siendo atendido por un especialista. En nuestra península la cosa pasa por reuniones entre familia, asesores psicopedagógicos y el EAP. A veces se tarda un año hasta que se da luz verde a la intervención, es decir, que se pierden 365 días de terapia. En Finlandia, país con el menor fracaso escolar europeo, hay muy pocos psicólogos y trabajadores sociales destinados a diagnósticos que luego ellos no saben resolver. Apruebe pues al docente que realiza una inspección de sus alumnos con un cuestionario como el que estamos comentando. La detección de patologías reside sobretodo durante primaria, es allí donde más se detectan dislexias, problemas de lateralidad, visión errónea, sorderas u otros. Si ello no se hace en su centro, haga su demanda. Si su lechón obtiene resultados bajos, consulte una opinión médica por si una de las anteriores causas pudiera afectar a su alevín, en Finlandia así lo hacen y mucho mejor les va. Detectados los problemas a tiempo pueden subsanarse, de otro modo, en secundaria el asunto se nos transmuta en un monstruo de muchas cabezas, de muchos quebraderos de éstas aunque haya miles de psicólogos y trabajadores sociales en los institutos.
De todas formas, no se obsesione en hallar siempre una explicación médica a los malos resultados académicos de su chaval, no todo tiene una explicación clínica y quizás se trate todo de un mal hábito de estudio, constancia y esfuerzo. Para eso no hay fármacos, sólo voluntad educativa, rutinas de estudio y esfuerzo individual.
Otro de los aspectos que nos vislumbra el test anterior son las relaciones familiares con el púber, relaciones que un diestro docente debe tener en cuenta al conocer a sus alumnos. Una de las causas básicas del fracaso escolar es la falta de dedicación y control de los progenitores hacia sus chavales. Saber si comparten o no conversaciones en casa (19, 21 y 22), si acatan bien las órdenes (36), si se les regala demasiado en la vida (20 y 41) o si no se les exige demasiado (22 y 39), resulta esencial para una correcta educación. Con toda esa información el tutor sabrá qué decir y qué decidir ante las familias.
Los resultados del cuestionario anterior pueden ser transcritos a la libreta de notas con pequeños símbolos, algo que reduce gigantescos y pedantes informes que pocos educadores llegan a leerse. Me contaba el profesor que diseñó el test que para dislexia ponía una D mayúscula, para posibles problemas de lateralidad una L, para padres ausentes un Pa, para capacidad baja –C, para la falta de esfuerzo -T y así muchos más artefactos que resumían las más de cuarenta preguntas del formulario. La finalidad de tal concentración de información ya se remarcó anteriormente, poseer el perfil del adolescente en un cuadrito del bloc de notas ante cualquier reunión con otros docentes o con los padres. Pero lo mejor de una síntesis así no es para los adultos sino para los alumnos. Si durante la clase un alumno manifestaba un comportamiento anómalo mi profesor consultaba sus anotaciones concentradas y decidía como intervenir, si bronca, si amonestación, si nada o si conversa posterior. Cada individuo es un mundo, y saber como es un adolescente permite actuar según su interior, confianza e intereses.
Los intereses de los adolescentes
Una profesora de Gavá me contó que una de sus tutorías preferidas era la que sigue. Escribía en la pizarra una serie de conceptos que luego sus bachilleres debían votar según sus intereses. Los términos a votar eran libertad, belleza, amistad, amor, perfección, placer, fe, bien, promiscuidad, realidad, verdad, felicidad, virtud, positivo y blanco. Los adolescentes podían elegir dos de todos ellos y los más votados solían ser tres, la felicidad, la libertad y la amistad, he aquí los intereses de los púberes, aunque ya hablamos anteriormente de uno aquí no incluido, el sexo.
Pasados los comicios se les pedía a los alumnos que definieran esos tres conceptos que tanto valoraban. En ello aparecía el debate, los escolares no llegaban a un acuerdo sobre lo que era la felicidad, por tanto la profesora les proponía que pasaran al siguiente, a la libertad en donde se encallaban nuevamente con matices. Por tanto, sólo quedaba abordar el tercero, el de la amistad pero otra vez ocurría lo mismo, y los escollos surgían sin dejar avanzar el debate. De repente, y de forma premeditada, la docente escribía los antónimos, de libertad esclavitud, de belleza fealdad, de amistad enemigo, de amor odio, de perfección imperfección, de placer dolor, de creyente ateo, de bien mal, de promiscuidad celibato, de realidad ideal, de verdad mentira, de felicidad tristeza, de virtud defecto, de positivo negativo y de blanco negro. Es decir, que esos conceptos se podían definir desde su contrario pero muy difícilmente desde la nada, ¿que por qué? Por que eran conceptos abstractos en gran medida dependientes de sus experiencias personales. Aquella mujer les dejaba pensar y debatir de nuevo con una intención muy singular, que los intereses de su edad surgieran y que vieran que eran pues muy distintos de los del mundo adulto. Para un adolescente la libertad es algo muy anhelado dado que no posee independencia económica, pero para un adulto la libertad implica muchas obligaciones que hasta le pueden robar su libertad. De igual forma hablaríamos de la amistad y de la felicidad. Así lo reflexionaba la profesora al final de la clase.
<< La conclusión es que todos los conceptos de libertad, belleza, amistad, amor, perfección, placer, fe, bien, promiscuidad, realidad, verdad, felicidad y virtud yacen bajo el prisma humano y por tanto resultan muy subjetivos, por ese motivo sólo ganan sentido ante su opuesto, ante su antónimo. Por eso también en el mundo hay mucha manipulación política con tales conceptos, pero lo importante de esta tutoría es que os percatéis que lo que ahora os resulta muy importante a vuestra edad, de adultos quizás cambie en función de las influencias que os rodeen. La edad y el entorno adulteran y limitan toda realidad. Ningún gobierno, creencia o plan de desarrollo ha defendiendo a ultranza el conocimiento por delante de todo lo demás >>
Como siempre es cuestión de intereses. En fin, cualquier buen docente debe ser consciente de la asimetría entre las prioridades adultas y las de los púberes, algo que se aprende mucho mejor fuera del colegio.
Nos vamos de excursión
Una forma muy efectiva de conocer a los alumnos no es en el aula, es fuera de ella. De todas formas, un abuso de las excursiones perjudica el ideario escolar al romper la rutina para el aprendizaje. Sólo en su justa medida estas salidas son una ocasión deliciosa para conocer como son nuestros estudiantes entre otros objetivos. El instituto condiciona su respuesta y sus acciones, en libertad en cambio se comportan con más naturalidad. Ejemplo de tales situaciones son las excursiones, los recreos y las colonias. Durante las excursiones, y para conocer mejor a los tutelados, hay que prestar atención a dos premisas, lo lúdico y el control. Juegos y bromas pueden crear que los alumnos se abran al docente, algo que potencia la confianza de los adolescentes hacia sus adultos educadores. Recuérdese que los púberes cierran puertas con los mayores para abrirlas a la pléyade de su edad. Por tanto, las diversiones y los juegos ofrecen desplegar nuevos vínculos entre profesores y alumnos, la broma desarma mientras que la bronca la arma. Había un profesor de primero de la ESO que patentó el juego de voy pisando. Previamente explicado en clase y con la confianza ganada de ésta, el docente lo aplicaba durante los desplazamientos a pie. El gran problema de andar con más de treinta alumnos por la calle son los rezagados. Por tanto, el juego de voy pisando resolvía tal lastre al pisarles en sentido figurado los talones por detrás. Tomado como un juego, los alevines de primero incluso deseaban ser pisados. Pero entre tanto juego y broma no se puede olvidar que los profesores son los máximos responsables de esos escolares fuera del centro, por lo que pasar lista a menudo es harto aconsejable. El extravío de un miembro del grupo afecta a todo el mismo, si uno falla, fallan todos.
El descanso entre las clases también proporciona ese espacio de observación de los escolares. Conocí a un maestro en Granollers que utilizaba las horas de patio para observar a sus alumnos para así conocerlos mejor. El recreo, sin ser un espacio ajeno al centro educativo, sí desinhibe a los escolares en gran medida y nos muestra su cara más real. Con igual objetivo se pueden organizar unas colonias a inicio de curso, sobretodo en primero de la ESO cuando llegan por primera vez al instituto. Todo ello, excursiones, observación durante los patios y colonias, son señales de un centro interesado en conocer a sus hijos para saber mejor como educarles.
Conocidos así a los alumnos, los profesores tienen una idea aproximada de cómo son sus chavales, algo que les debería permitir actuaciones lo más precisas posibles sobre cada uno. Veamos, y según la tipología de cada púber, algunos ejemplos de pautas de intervención sobre ellos.
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