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lunes, 17 de octubre de 2016

37. Hiperactividad y TDAH.

Dos por uno no es el nombre de un aceite milagroso que quita el óxido del fracaso escolar, es un asunto que puede contarse con gotas de humor. Oraba un chiste muy lamido que en una conversación entre una madre y una vecina decían lo siguiente. - ¿Veo que has tenido gemelos? - No son gemelos, es sólo uno pero hiperactivo. En fin, el dos por uno. Los síntomas centrales del TDAH no son el nerviosismo, como muchos creen, sino una falta de autocontrol generalizado más una insatisfacción irracional que el aquejado aprende a suplir inconscientemente con actitudes díscolas. Todo ello puede conllevar un sesgo en la atención del zagal, una dificultad para finalizar las tareas y una excesiva inquietud. Para diagnosticarlo en casa se utiliza un test, el Cuestionario de Conducta de CONNERS, al que los padres deben responder indicando un «nada», «poco», «bastante» o «mucho». Luego, y con las casillas marcadas, se computa el índice de hiperactividad. Las preguntas son: 1. Es impulsivo, irritable; 2. Es llorón/a; 3. Es más movido de lo normal; 4. No puede estarse quieto/a; 5. Es destructor (ropas, juguetes, otros objetos); 6. No acaba las cosas que empieza; 7. Se distrae fácilmente; 8. Tiene escasa atención; 9. Cambia bruscamente sus estados de ánimo; 10. Sus esfuerzos se frustran fácilmente; y 11. Suele molestar frecuentemente a otros niños. Obviamente estas preguntas no son suficientes para un correcto diagnóstico y cabe la observación atenta de un psiquiatra al respecto. Pero, ¿cuál es la causa de la hiperactividad? Para muchos psiquiatras y asociaciones de familias con hijos hiperactivos la causa es más genética que adquirida, en cambio para muchos psicólogos, neurobiólogos y docentes la causa es más adquirida que genética. En ambos lados hay sus excepciones, pero lo básico es que existen estas dos tendencias para explicar el origen del TDAH. Analicemos y evaluemos ambas posturas. Si el test anterior lo aplicamos a cualquier infante menor de 5 años daría que todos los humanos hemos sido hiperactivos alguna vez. Todos los niños suelen ser movidos, dispersos y con bajo nivel de autocontrol, algo que define la infancia en si misma. Es más, resulta normal que un niño sea inquieto, que se distraiga con el paso de una mosca y que proteste ante una orden adulta. Durante esta etapa debe aprender a controlarse bajo los límites paternos. Si un chiquillo se mueve cuando padece hambre, soledad, frío o sueño, no se le diagnostica un TDAH sin más. Los adultos atentos nos damos cuenta que el zagal se mueve por falta de algo que el infante todavía no ha aprendido, su autocontrol. Un humano maduro sabe, hasta cierto límite, autocontrolarse si siente hambre, soledad, frío o sueño, pero el crío todavía no ha adquirido estos aprendizajes y ante cualquier incomodidad se muestra inquieto y movido. Si el entorno no educa en la espera, la calma y el autocontrol ante el hambre, la soledad, el frío o el sueño regalando de inmediato lo deseado por el zagal, este jamás aprenderá a ganárselo. Cualquier crío necesita adquirir paciencia, rutinas y esfuerzo para su posterior madurez. Por tanto, y como ya se dijo con anterioridad, el test Conners no es suficiente para un diagnóstico correcto del TDAH. Este cuestionario simplemente describe la más temprana infancia que un niño sin límites, premios y atenciones no sabrá superar. Si un zagal no aprende a autocontrolarse y continua movido, disperso e impulsivo, pudiera ser diagnosticado como hiperactivo. En tal caso la terapia será una educación que corrija esas deficiencias. De hecho, un entorno acelerado en lo fácil y la hiperestimulación con libre acceso a televisión, internet o deseos lleva a los niños hacia la cultura del quiero y lo tengo con un clic informático. En ello está el papel de los padres si éstos no ponen límites adecuados a sus hijos, algo que explicaría la expansión del TDAH con cada vez más niños movidos y sin autocontrol, zagales que simplemente llaman la atención para que sus padres ausentes jueguen con ellos, les marquen límites o les regalen estima. Cabe añadir que en otras patologías estudiantiles como dislexias, sorderas, problemas de lateralidad o miopías, la anomalía suele decretarse sin discrepancias entre los especialistas. Ello sucede por dos razones, existen pruebas clínicas que las detectan y los individuos afectados suelen manifestar su problema con claridad. Pero con la hiperactividad no hay análisis químicos que la corroboren y al final todo depende de un cuestionario y de las observaciones de un experto. El dictamen de éste es lo que decreta si uno padece o no tal síndrome sin que haya datos físicos o químicos al respecto, sólo observaciones. Se insiste, el fallo del especialista surge de descripciones del aquejado. Lo más preocupante es que algunos padres sienten en ello un mástil en donde aferrarse ante cualquier mal resultado de su hijo, es decir, viven agazapados al diagnóstico y ven a su hijo como a un enfermo. - ¿Sabe que nuestro hijo sufre un trastorno de la atención con hiperactividad? – preguntaron unos progenitores a un profesor de castellano. - ¿Un TDAH? Claro que lo sé. Ya fui informado en su momento. - Pues esa es la causa de tantos exámenes suspensos en su asignatura. Él necesita una atención especial. Nos gustaría saber como le atiende ante esta patología. Pero lo que el docente no se atrevió a decir era que en clase, y bajo la excusa del TDA con hiperactividad, el alumno había pasado a una hipoactividad, es decir, que no pegaba ni golpe, o dicho de otro modo, no terminaba los ejercicios que el profesor preparaba con exclusividad para él, algo que reducía tiempo de dedicación hacia la mayoría restante de compañeros de clase. Por ello cada vez hay más docentes que hablan de niños hiperactivos no como enfermos, sino como alumnos a quien orientar. Alberto Royo, profesor de secundaria en Navarra, decía al respecto en su blog. ¿No estaremos elevando a rango de patología lo que es un rasgo de la personalidad? ¿No llegará un momento en el que no haya característica personal que no tenga su correspondiente diagnóstico y tratamiento diferenciado? ¿Realmente es positivo para estos chicos “movidos”, “hiperactivos” o con “TDAH” diferenciarles de los demás? Sócrates decía: "nada resulta demasiado difícil para la juventud". ¿No se lo estaremos poniendo nosotros demasiado fácil? En noviembre de 2006, el congreso anual de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria denunció el riesgo que la industria farmacéutica patentara nuevas enfermedades para vender más medicamentos. La gran mayoría de los síndromes psicológicos por aquel entonces descritos resultaban procesos naturales que la industria farmacéutica convertía en patologías con el fin de colocar nuevos fármacos cuya utilidad parecía, al menos, dudosa. El doctor Pablo Alonso, médico del Centro Cochrane Iberoamericano, señaló que así lo hacían algunas multinacionales farmacéuticas. Alonso afirmaba que con ello se lograba crear en los pacientes la falsa expectativa de una salud perfecta sin esfuerzos sintiéndose situaciones propias de la vida como síndromes a tratar con fármacos. Así al cansancio se le había llamado fatiga crónica; a la pereza de ir a trabajar, síndrome vacacional; a la timidez, inhibición social y al alumno desatento y sin control de si mismo, hiperactivo. Según Alonso y otros científicos como Jörg Blench y Ray Moynihan, todas aquellas situaciones eran sensaciones que con esfuerzo se superaban, pero que los placebos de las farmacéuticas hacían que no se afrontasen y que se cayera en la debilidad psicológica y la falta de esfuerzo ante cualquier frustración de la vida. Jörg Blench en su libro Cómo nos Convierten en Pacientes sacó a la luz el hecho que ciertas farmacéuticas, asociadas a grupos médicos, patentaban nuevas enfermedades para crear un negocio con los fármacos que las trataban. También Ray Moynihan, científico australiano, pensaba igual. Éste añadía que se deberían deshacer los intereses económicos que existían entre médicos y farmacéuticas. Sabemos que detrás de algunas asociaciones de padres con hijos hiperactivos se hallan algunos laboratorios farmacéuticos. Cabe denunciar que las propias farmacéuticas subvencionan congresos que publicitan y promocionan fármacos para el TDAH. Sirva de ejemplo el de Mayo de 2014 en Barcelona. Durante los días 16, 17 y 18 de ese mes diferentes multinacionales farmacéuticas sufragaron el 5º Congreso Nacional sobre la Hiperactividad celebrado en el CCIB de Barcelona con cabida para 700 asistentes. Allí se expusieron los últimos avances en servicios y productos para el tratamiento de la hiperactividad. La Presidenta del Comité Organizador, Elena O’Callaghan, puso como reclamo la siguiente opinión: Todavía hay la falsa creencia que la mayoría de los trastornos de la conducta tienen una componente educacional, y no es así. Una afirmación así significaba dos cosas. La primera que todos los trastornos de conducta no hallan relación con la educación y la segunda, que en este congreso no se iban a exponer opiniones diversas, sólo se iba a exponer una sola visión sobre la hiperactividad, la de las multinacionales farmacéuticas como Janssen, Sandox y Shire. Éstas eran las que subvencionaban el evento fabricando los derivados de anfetamina para los hiperactivos. Otras aportaciones venían de los laboratorios de complementos dietéticos Ordesa y Viate que sintetizan productos de parafarmacia para los niños con TDAH, más otras organizaciones psicopedagógicas y editoriales que apoyaban el TDAH como un trastorno sin relación alguna con malos hábitos educativos. Aunque lo paradójico fue que el propio Departament d’Ensenyament de la Generalitat catalana patrocinara también aquel congreso que decía que la educación no tenía nada que ver con las conductas adquiridas, un congreso dirigido casi exclusivamente a estudiantes, asociaciones de hiperactivos y familias a quienes se les ofrecía todo tipo de facilidades en desplazamientos de avión o de tren, en alojamiento, en restauración y hasta descuentos en tiendas, ¿que clase de congreso científico era éste que pretendía que sus principales asistentes fueran hijos, madres y padres pero no científicos, médicos y psicólogos?, ¿no se trataría en conjunto de una simple publicidad de las farmacéuticas y laboratorios? De hecho el precio de las inscripciones llegaba a los 440 euros, pero si eras asociado a algún gremio del TDAH obtenías un descuento del 90 por ciento. En fin, y dado todo lo anterior, ¿cómo se entendía aquel 5º Congreso Nacional sobre la Hiperactividad? Con independencia de los congresos publicitarios, los fármacos que se allí se proponen suelen contener metilfenidato o atomoxetina, derivados de anfetaminas psicoestimulantes que calman a los estudiantes con TDAH pero que no atajan la causa genética que estos expertos defienden. Ya indicamos que para algunos psiquiatras, asociaciones de familias y laboratorios farmacéuticos la causa era más genética que adquirida, pero de hecho estos fármacos corrigen la conducta más que la condición innata del aquejado. Por otro lado no hay ningún afectado del TDAH que supere su condición sin terapias correctoras de hábitos. Y por último los fármacos que se recetan para el TDAH provocan efectos secundarios. Según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, los medicamentos con metilfenidato producen alteraciones cardiovasculares, psiquiátricas, retardos en el crecimiento, insomnio, anorexia, convulsiones y hasta depresión. Además tal tipo de anfetaminas han sido prohibidas en Canadá y otros países por su conocida potencialidad adictiva, un hecho que deberían prohibir la administración de tales substancias a niños menores de seis años y mucho menos a estudiantes con tics (Síndrome de Gilles de la Tourette) o en jóvenes psicóticos ya que aumenta tal sintomatología. En cuanto al otro fármaco, la atomoxetina, ésta puede producir cambios en la presión arterial, alteración cardiaca, pérdida de peso, retardo en el crecimiento, síndromes gripales, mareos, pérdida de conciencia, vómitos y disminución del apetito. En fin, que una medicación que produce efectos relajantes inmediatos, pero sin esfuerzo del aquejado, se cobra el precio de muchos efectos secundarios bajo el riesgo de adicción psíquica y una quietud del afectado bajo una tristeza, insomnios y pérdidas de hambre muy frecuentes. Quizás la tendencia y la necesidad de resolver rápidamente cualquier problema psíquico y educativo impulsa esta medicación precoz. Sólo en casos psiquiátricos bien diagnosticados la terapia con fármacos parece justificable y necesaria. Ello sí, siempre acompañada de terapia educativa del individuo. Es decir, y ante el TDAH, cabe un camino intermedio entre medicamentar a la mínima o negarse en todos los casos. Éste es recetar fármacos cuando sea estrictamente necesario más combinar siempre una terapia educativa al afectado. En ello están de acuerdo la mayoría de psiquiatras, algo que nos lleva a ver la causa del TDAH como una combinación entre hábitos y genética. Aun así, existen expertos que insisten sólo en la causa innata del TDAH. Gracias a la tomografía se conocen actividades singulares en el neurocórtex cerebral de los hiperactivos. Hay autores que lo interpretan como una prueba de la base genética de esta disfunción pero ello pudiera responder a algo adquirido. Esta parte superficial de nuestro encéfalo responde a lo aprendido y no a nuestros genes más primitivos y heredados. También sabemos que las dopaminas están implicadas en el TDAH pero también estas responden a estimulaciones externas como el miedo, el sexo y el deporte. De hecho el individuo con TDAH reduce su ansiedad con una las tres acciones anteriores: miedo, sexo o deporte. Por tanto el entorno puede reeducar su disfunción y no cabe ver al hiperactivo como a un paciente. A pesar de todo algunos afirman que son enfermos y que deben ser los educadores quienes se esfuercen para que los afectados no trabajen tanto. Tal perspectiva hace que se trate a los hiperactivos como incapacitados, algo nada estimulante para un estudiante, algo que en nada aviva la dopamina. En la experiencia de muchos docentes se hallan muchos alumnos con TDAH que una vez diagnosticados su rendimiento cae en picado. Piense en lo siguiente, si al presunto hiperactivo se le dice y repite que padece un TDAH, el chaval se cree incapacitado y acaba por desarrollar otra anomalía, un QTTT, que trabaje tu tía. Quizás ese nuevo trastorno, el QTTT, sea el origen del infinitivo que sufren, qatear. En fin, que sin quererlo hemos hecho fracasar al alumno bajo su nuevo QTTT algo que le ha convertido en un cateto sin que él fuera culpable de su inapetencia estudiantil. Es más, muchos TDAH muestran un elevado coeficiente de inteligencia pero que tras ser continuamente amonestados derivan en actitudes agresivas o disruptivas. Así, y de una forma inconsciente, aprenden que con una acción física enérgica estimulan su dopamina para después sentirse relajados. Por dicha razón muchos de ellos llegan a la marihuana u otras substancias relajantes. El TDAH ve en su vida una barrera a vencer con todo tipo de artimañas. - ¿Saben que Oriol ha faltado dos días de clase falsificando los justificantes de ausencia? – inquirió el anterior profesor a aquellos padres (los nombres han sido falseados). - Sí, pero creemos que es algo comprensible – respondió el padre con aplomo y educación. - ¿Comprensible? Podría explicarse por favor. - Oriol nos ha contado que la mayoría de profesores le acosan verbalmente y eso le afecta mucho. Por eso se ausenta del colegio. - ¿Saben entonces que Oriol no quiere pegar ni golpe?, ¿que se pasa las clases riendo, provocando a los docentes y que por eso éstos le exigen, que no acosan? - Dada su hiperactividad todo eso es normal. Ustedes deberían tenerlo en cuenta. Su ritmo de trabajo es inferior al de los demás. Inferior no, era nulo. En fin, que el problema de aquellos padres fue que se creían en demasía la hiperactividad como una enfermedad que incapacitaba a su hijo, y no como algo a superar con actitud. En algunos casos los docentes con grandes dotes de autoridad frenan y neutralizan a los hiperactivos, algo que encaja con los datos psiquiátricos. Según el Dr. Casas del Grup de Recerca de Psiquiatria del Hospital de la Vall d’Hebron en Barcelona, el hiperactivo reduce su disfunción cuando hace deporte, practica el sexo o siente miedo. Que los hiperactivos se mueven para reducir su ansiedad ya lo sabemos, que el sexo es una buena fuga para reducirla también, pero que el miedo sea otra forma de frenarla sólo algunos docentes lo tienen en cuenta. Desconozco que puede argumentar la psiquiatría a favor o en contra, pero por los casos que conozco, la autoridad, que no el autoritarismo, funciona bastante bien ante la hiperactividad. Cabe indicar aquí que a tenor de los últimos avances en neurobiología pudiera ocurrir que la hiperactividad fuera una disfunción a superar con esfuerzo y hábitos familiares férreos. Investigaciones recientes han demostrado que en el aprendizaje la atención influye más que la capacidad innata del individuo, es decir que el entorno puede más que la genética y que por tanto, la capacidad no es innata. Si la hiperactividad hunde sus raíces en lo adquirido, ésta pesa más que lo innato y por tanto los malos hábitos la desatan y por el contrario, los buenos la pueden desactivar. Muchos educadores saben que una educación motivadora, con autoridad y con retos, llamada estudio esforzado o deliberate practice, crea chicos brillantes con gran independencia del genoma heredado. Estudios de neurociencia también afirman que el ambiente afecta más que la genética en el talento de los estudiantes. Un estudio efectuado durante más de siete años sobre unos 2000 niños, afirmaba que el entorno social y cultural ostenta mayor influencia que la genética en sus CI o coeficientes de inteligencia. El estudio se realizó sobre una población estudiantil afroamericana en seis barriadas distintas de la ciudad de Chicago. Los resultados descubrieron notables y pertinaces descensos en la destreza verbal de los chicos ubicados en los barrios más desfavorecidos. Para más información se puede consultar por Internet, Proceedings of the National Academy of Sciences USA del 19 de diciembre de 2007. Añadamos a lo anterior que familias con autoridad firme en donde se practica el estudio esforzado crean alumnos sin problemas educativos y sin hábitos hiperactivos. Estos padres realizan prodigios con sus hijos gracias a una gran dedicación y a un buen ideario moral. La genética está allí, pero no para creernos dirigidos por ella, sino para moldearla. Hacer creer que estamos llenos de talento innato, como la pedagogía teórica pretende, resulta un craso engaño y una estafa tremebunda. Quizás por ello haya hoy tantos NINIS y TDAH entre nuestros jóvenes. En el año 2006 la Cambridge University Press publicó The Cambridge Handbook of Expertise and Expert Performance donde K. Anders Ericsson, Paul J. Feltovich, Robert R. Hoffman y Neil Charness compilaban una serie de artículos y observaciones que demostraban algo paradójico, que los expertos no nacen, se hacen, es decir que los buenos hábitos pueden despertar los buenos genes, las capacidades innatas. Otra vez aquí, la educación que motiva y pone retos a los hijos, estudio esforzado, crea chicos brillantes, hasta niños prodigio. Ejemplos de ello fueron Mozart en la música, Tiger Woods en el golf y Judit Pólgár en el ajedrez. Todos ellos recibieron una educación muy temprana destinada a dominar cierta especialidad. Ello nos vuelve a indicar que una educación bien dirigida potencia las capacidades innatas y reprime hiperactividades y demás chacras. La idea que los niños brillantes no nacen, se hacen, choca con nuestra concepción determinista del tan de moda genoma humano. Bajo este prisma, todo parece contenido en los genes pero es la cultura quien amasa el barro de nuestras capacidades innatas. Heredamos potenciales gracias a nuestros cromosomas pero bajo un buen influjo los buenos llegan a fructificar, en caso contrario jamás se aprovechan. Cómo decía Robert Skidelsky, miembro de la Cámara de los Lores británica y profesor emérito de Economía Política de la Universidad de Warwick. Nuestra naturaleza puede predisponernos a aprender, pero lo que aprendemos depende de cómo nos crían. A tenor de los últimos descubrimientos en neurobiología, los superdotados surgen más del influjo familiar que no del genoma heredado, todo lo contrario de lo que creen los padres agazapados al diagnóstico de un TDAH. En marzo de 2007 la investigadora del Centro de Regulación Genómica de Barcelona, Mara Dierssen, declaraba lo siguiente. Los modernos estudios de neurociencia indican que el ambiente influye más que la genética en el talento musical. Puede existir una predisposición genética, pero cuando se estudian casos de gemelos univitelinos que se han criado en entornos diferentes, uno musical y el otro no, se comprueba que lo más influyente es el ambiente. Algo parecido sucede con los idiomas. Es decir, la genética está siempre en un segundo plano con respecto a los hábitos. El ajedrecista Philip E. Ross, en el número de septiembre de 2006 del Scientific American, escribía: Las pruebas de qué dispone la sicología indican que los expertos no nacen, se hacen. Más todavía: la probada posibilidad de convertir rápidamente un niño en un experto – en música, en ajedrez y en otros muchos campos – plantea un claro reto al sistema educativo. ¿Sería posible hallar la forma de incitar a los escolares al estudio esforzado que mejora su destreza lingüística y aritmética? [...] En lugar de estar perpetuamente preguntándonos ¿por qué no sabe leer el niño?, tal vez hubiera llegado el momento de decir ¿por qué ha de haber algo que no pueda aprender? La opinión anterior halló un respaldo definitivo en invierno de 2008 cuando el neurobiólogo Douglas Fields demostró que el cerebro humano adquiría mayor potencial de aprendizaje si desde pequeño uno se esforzaba. De hecho, y desde el año 2005 existían trabajos de este autor en ese sentido. Durante mucho tiempo se había considerado que la sustancia blanca cerebral era menos útil que la gris, de ahí la falsa expresión que los humanos sólo utilizábamos una parte de todo nuestro potencial encefálico. Ahora, y como se ha demostrado, lo utilizamos todo. La sustancia gris del cerebro corresponde a cuerpos neuronales mientras que la blanca son axones recubiertos de mielina. Pues bien, cuando nacemos nuestras células cerebrales se hallan poco mielinizadas. El ritmo y crecimiento de esta sustancia alrededor de los axones influye en el aprendizaje, la memorización, la inteligencia y el autocontrol, todos antídotos de la hiperactividad. Lo más curioso del caso es que el recubrimiento de mielina es mayor en individuos que desde pequeños fueron estimulados y educados bajo el esfuerzo. Es decir, la perseverancia, el orden y los límites desarrollan nuestra mente. En este sentido los estudios del doctor Vincent J. Schmithorst del Hospital Infantil de Cincinnati hallan una correlación directa entre el desarrollo de la sustancia blanca cerebral, el cociente intelectual de los niños estudiados y su esfuerzo aplicado. Otras investigaciones ponen de manifiesto que los niños desatendidos por sus familias poseen un 17 por ciento menos de sustancia blanca que los bien atendidos, algo que indica que los padres ausentes pudieran ser causa de TDAH en su descendencia. En resumen, que la experiencia influye en la mielinización, y esta en la inteligencia del individuo. Si queremos que un zagal alcance un nivel elevado de inteligencia, debe empezar a ejercitarla desde edades muy tempranas. El doctor Douglas Fields escribía lo siguiente en el número de abril de 2008 del Scientific American. El cerebro que poseemos hoy lo construimos al interaccionar con el entorno mientras crecemos y nuestras conexiones neuronales comienzan a mielinizarse. Se insiste por tanto que el esfuerzo cuenta más que la capacidad innata y que el TDAH puede evitarse con ello. Si se dan las condiciones para que el alumno se sienta empujado hacia el esfuerzo todo fluye hacia el éxito. Si existe una familia comprometida, más unas leyes exigentes en los currículos, el esfuerzo aparece y con él la mayor fijación de mielina en los axones neuronales, algo que conlleva una mayor capacidad memorística y a un mayor número de conocimientos y descubrimientos con su placer intelectual y motivación incorporados, algo que nos lleva de nuevo al esfuerzo cerrando un bucle que se retroalimenta positivamente para crecer y crecer sin TDAH alguno. De ahí los resultados del equipo del doctor Schmithorst en el Hospital Infantil de Cincinnati, de ahí que a más esfuerzo, más mielina y mayor cociente intelectual de los niños. Pensar lo contrario es creerse atrapado por un fatalismo genético que nos condena al fracaso escolar. En tal caso nadie debería hacer esfuerzo alguno. Pero los datos dicen todo lo contrario. Sirva otro ejemplo en el sistema educativo de California. Allí los alumnos latinos tienen una perspectiva fatalista de ellos mismos y fracasan académicamente al no esforzarse. En cambio los asiáticos saben que el trabajo sostenido les sirve como ascensor social. En consecuencia los latinos culpan a la sociedad de su frustración y esperan que esta les compense mientras los asiáticos mejoran día a día su situación profesional. La prueba de ello es que los asiáticos son los mejores estudiantes del sistema escolar californiano. Cabe añadir, como ya se ha indicado en otros párrafos, que los alumnos con dificultades innatas inevitables debían haber sido diagnosticados y tratados ya en infantil. Por desgracia la pedagogía teórica prefiere alentar a todos los alumnos hacia sus sueños por encima de sus limitaciones clínicas. Es decir, la pedagogía teórica se opone a lo que la ciencia sabe diagnosticar y tratar. En resumidas cuentas, y aportadas todas las informaciones anteriores, se debe afirmar que la inteligencia y la concentración se posee si se trabaja o se trata, como también se adquiere la hiperactividad si un mal hábito la impulsa. El TDAH resulta pues un potencial innato despertado por unas costumbres erróneas que en breve detallaremos, pero jamás un destino totalmente determinado por nuestros genes. Por tanto, para reconducir una hiperactividad por buen camino habrá que evitar tales males prácticas potenciando sus contrarias y diagnosticando prematuramente tal problema ya en infantil. Lo curioso del caso, y una vez detectada la hiperactividad, es que hay dos opciones para comunicarla a los padres. La primera como algo a superar y por tanto la solución debería ser corregir el mal hábito. La segunda, afirmar que el lechón padece una enfermedad genética sin responsabilidad de nadie. Si el estudio esforzado demostró su efectividad para despertar inteligencias innatas, ¿por qué no probar lo mismo para resolver la hiperactividad? Muchos docentes afirman que con la reforma educativa la cultura del esfuerzo cayó en picado, ¿y si por culpa de eso, más unos malos hábitos, se daba la actual expansión de la hiperactividad? Si analizamos las malas costumbres que causan un TDAH se da una respuesta clara a todo lo anterior.

jueves, 13 de octubre de 2016

36. Entre Anorexia y vómitos

Ser atractivo o no serlo se ha convertido hoy día en otra guerra de clases, una batalla entre feos y guapos. La belleza física reside fundamentalmente en aspectos simétricos que nos recuerdan a la juventud. La proporción da armonía y placer estético a nuestra percepción. Una música de notas desordenadas al azar no produce éxtasis, en cambio una melodía con simetrías internas, escúchese Michael Nyman por ejemplo, o cadencias escondidas, deléitese con Bach, regalan ese gozo llamado belleza si uno fue adiestrado para ello. Lo mismo se puede decir de la pintura, la escultura, la arquitectura y la danza. Quizás percibir la simetría como algo placentero se halle en nuestros instintos más ancestrales, encontrar la comida dependía de ello, la mayoría de alimentos son simétricos. En resumen, que los rasgos simétricos asociados a la juventud ofrecen percepción de belleza. La piel lisa, el pelo sedoso, la dentadura intacta, los cuerpos firmes y el cabello abundante son elementos que en su ausencia hacen que perdamos nuestro encanto y juventud. Arrugas, sarro, flacidez y alopecia no son sinónimos de belleza, son lacras seniles que la cirugía estética intenta esconder. Todos las características de belleza indicadas, simetría y juventud, no incluyen la delgadez extrema difundida por algunos referentes sociales. Por desgracia, y en el concepto de belleza, juega un papel muy importante la cultura del momento, recuérdense las voluptuosas mujeres que pintaba Rubens. Ahora alguien cambió las cosas. No sé quien se lo inventó pero anuncios, películas y pasarelas de moda muestran que los cánones de belleza vigentes son los hoyuelos bajo el pómulo, el abdomen plano y las piernas larguiruchas. Estos estereotipos, más el culto materialista al cuerpo, son referentes que a menudo arrastran al adolescente hasta la anorexia y la bulimia. La sociedad educaría mejor si todo esto fuera de otra manera. El papel aquí de los expertos es detectar quien padece trastornos alimenticios entre los adolescentes. En ello escuché la opinión de una profesora de inglés que tras varios casos de anorexia me daba la siguiente información. El escolar que suele sufrir tal contingencia no suele fracasar en los estudios, a no ser que la anorexia y/o bulimia conlleven debilidad inmunológica y hasta obliguen a hospitalizar al adolescente. Este tipo de alumnos sufren la falta de un modelo a seguir sumado a un problema de no aceptación de su físico, es decir, un problema de baja autoestima. Por otro lado, suelen ser perseverantes e inteligentes en sus trabajos, algo que dificulta detectar anomalías en ellos ya que saben ocultar muy bien su patología. Otra profesora y madre me apuntaba lo siguiente para detectar casos de anorexia con bulimia. Si se sospecha de alguien hay que observar si después de ir al baño dejó gotas de vómito en el reborde interno superior de la taza, lugar difícil de limpiar, o si los dejó en otros rincones alrededor de ésta. También sucede que el escolar tendrá la costumbre de beber mucho líquido durante o al final de la comida para facilitar la devolución. Cuando esté en el baño dejará largo rato el grifo abierto para ensombrecer los espasmos de la regurgitación. En algunos casos ponen música en la casa o suben el nivel del televisor poco antes de dirigirse al baño. Al salir de éste habrá un excesivo olor de colonia, jabón, perfume o desodorante para disimular el hedor del vómito. Si esto ocurre a menudo, y ha detectado delgadez extrema en pocas semanas, la bulimia está en casa. ¿Qué hacer entonces? Si interviene directamente, él o ella lo negarán, hay que avisar al colegio, recurrir a un especialista y tratar el tema indirectamente para que el afectado no se sienta presionado de golpe. Piense que su adolescente pudiera entenderlo como “todo el mundo se ha puesto en mi contra”. Mejor lento y que lo comprenda que no de sopetón y se cierre. En ello habrá algún docente a quien respete y que escuche mejor que padres o familiares cercanos. Ya se sabe que la confianza da asco y la distancia respeto. Hay que tener en cuenta que los anoréxicos, dada su gran picardía, inteligencia y autodisciplina, saben decir a los adultos lo que éstos quieren escuchar, es decir saben dejarnos contentos aparentando que pondrán solución a su problema. Lo grave es que tal estratagema alarga su situación pero no la resuelve. Hay que escucharles, sí, pero fingiendo un falso convencimiento para no ser manipulados por su red de mentiras. Ellos están atrapados en ella, en su anorexia, nosotros debemos permanecer a distancia de su telaraña. En ello el buen terapeuta sabrá muy bien como mantener esa distancia que a veces los allegados al anoréxico no saben manejar. Por tanto, padres, madres y familiares jamás deben justificar a su hijo o hija ante el especialista ya que ello significaría dos cosas. La primera que todavía no son conscientes al cien por cien de la realidad, y la segunda que sobreprotegen a su retoño dándole alas para continuar en su error metabólico. Me contaba una madre con una hija anoréxica, que ante las quejas de ésta por su terapeuta, buscaba otro experto y vuelta a empezar. Es decir, la niña llegaba a convencer a la madre que el especialista no era bueno. Ante tal sentencia la progenitora accedía a cambiárselo pensando que éste no entendía a su niña. En fin, que mi estimada mamá justificaba y protegía a su infanta sin darse cuenta que no debía cambiar de terapeuta sino cambiar el parecer de su hija. A diferencia del caso anterior, unos padres llegaron a desarrollar toda una serie de estratagemas para corregir la anorexia de su dulce y estilizada adolescente. De vez en cuando la madre se preparaba para cenar un buen plato de pasta con salsa, glúcidos y lípidos. Ante la curiosidad de la hija mamá añadía, quita, que esto no es para ti, es para mi nueva dieta de adelgazamiento. En algún momento abandonaba el plato por casa y en muchas ocasiones la chavala lo probaba. En otra ocasión, y de manera descuidada, dejaba por el hogar una lista de alturas y pesos manipulada para que la hija viera que a su metro sesenta de altura le convenía mucho más que apenas unos escasos cincuenta quilos. Prohibían a su anoréxica libros de dietética para ganar peso comentando a su princesa, con la obsesión que tienes por tu cuerpo sólo te faltaría este libro. Hasta un día soltaron por el comedor un artículo firmado por un médico ficticio en donde se afirmaba que mezclar azúcares con grasas adelgazaba. Lo mejor fue que la madre se descuidó expresamente algo su figura, y previo pacto con su marido, para que éste le dijera, que guapa que estás últimamente cariño. Estos mismos padres propusieron al tutor en el colegio un concurso de belleza en donde no ganara su hija al estar diez quilos por debajo del peso mínimo, sino otra compañera más llenita. Todo lo anterior eran medidas correctoras, pero prevenir es mejor que curar, y para evitar que un escolar desarrolle una anorexia o bulimia hay que atender a los consejos del diablo viejo. Un psicólogo de Madrid me argumentaba lo siguiente. Previo a la adolescencia, y durante su infancia, hay que evitar una educación fundamentada en el culto al cuerpo. Cada uno es fruto de su genética y alimentación, no de ídolos de ciencia-ficción o de estrellas del rock con tablillas marcadas en su abdomen, dicen que algunos se las implantan. Durante la infancia hay que infundir la idea de la aceptación física. Oriol, tú no eres el más guapo de la clase, eres simplemente guapo, como también el resto de tus compañeros. En fin, que no se debe pretender que un hijo sea más majo que los otros ni su hija una sílfide coqueta. Hay que enseñarles a valorar lo que simplemente son y evitar que se acostumbren a lo superficial. En caso contrario se olvidarán que su salud es más importante que su aspecto externo. El materialismo, al promover obsesiones por la complexión, resulta un mal amigo en estos casos. Hay que educar en la humildad, y no es que su hijo no sea el más guapo del mundo, es que la mayoría de padres piensan lo mismo y es harto imposible que todos tengan razón. Por tanto, eduque en la aceptación de uno mismo para que su hijo no coja obsesiones por el peso o por la forma de su nariz, ¿quién dice que Tom Cruise vaya a ganar un Nobel por su cuerpo? Por sus declaraciones en prensa no es el hombre más inteligente del mundo. De hecho se dejó engatusar por la Cienciología, organización acusada de venda fraudulenta. El psicólogo anterior me insistía también en un último aspecto, una buena educación en la nutrición. Carnes, verduras y frutas con pocas grasas e hidratos de carbono son una fórmula clara que debería verse más a menudo en televisión, familia y colegios. Por tanto, exija que en su centro haya más menús equilibrados y menos repostería. La costumbre de alimentarse bien es el preámbulo de una buena salud.

martes, 11 de octubre de 2016

35. Díscolos: Hgo lo qe m da la gana

Recuerdo un docente que se la jugó ante una fechoría de sus alumnos. Estos tenían por costumbre comer pipas de girasol a la entrada del colegio. Con ello dejaban el suelo tapizado con las cáscaras de las susodichas asterales. Pues tras varias reflexiones, diálogos y razonamientos sin éxito, al profesor se le acabó la paciencia. Un mediodía les esperó y obligó a recoger con las manos sus cascajos escupidos por el suelo. La verdad fue que durante toda la ESO jamás volvieron a ensuciar la entrada del centro educativo. Ellos habían vivido en propia piel limpiar lo ensuciado. La urbanidad pasa muy a menudo por limpiar lo que uno ensucia. Es así como se toma conciencia del valor de las normas. Pero funestos educadores habrá que repitan una y otra vez que la clave de la urbanidad reside en el diálogo con nuestros párvulos, que debemos razonar y negociar con ellos todo aquello que fuera menester, que la imposición pueden traumatizar a los lechones y que jamás deberíamos utilizar la contundencia con ellos. Bajo ese pretexto se anima a muchos padres a la ausencia de obligaciones hogareñas de sus retoños y a la pérdida de los valores. Sin pautas ni normas claras a experimentar difícilmente los adolescentes aprenden urbanidad. El docente que exigió la limpieza del suelo jamás se le pudo tachar de abusador, simplemente ejerció su deber, el de educador, de otra manera alimentaremos las estadísticas de púberes dictadores y sin códigos de comportamiento. En enero de 2008 las estadísticas del Teléfono de Atención a la Infancia, servicio gestionado por ACISF y la Generalitat de Catalunya, desvelaron esa realidad. Las llamadas de padres desbordados ante sus hijos se habían incrementado claramente con respecto a períodos anteriores. La edad de rebeldía de muchos lechones había descendido hasta quedar por debajo de los 12 añitos. Los progenitores se mostraban impotentes ante sus pequeños dictadores sin saber qué hacer. Sin límites claros desde su infancia, los rapaces habían triunfado negándose a estudiar, a limpiar lo que ensuciaban, o simplemente faltando al respeto a sus adultos. En fin, demasiados derechos y bienes materiales sin responsabilidades correctamente asumidas, demasiados síes y escasos noes durante su infancia, hasta puede que ninguna sanción. Por tanto elogie a aquel maestro que ordene limpiar las mesas de clase, recoger los papeles del suelo y hasta limpiar de cascajos el pavimento de la calle.

viernes, 7 de octubre de 2016

34. EL QUE VALE, ¿VALE? Y el que no ¿pa maestro?

Es duro para unos padres que su retoño no alcance un nivel normal y que sientan que su hijo no valga para nada. En tales ocasiones hay centros que proponen un A.C.I., una adaptación curricular individual, o un P.I., un plan individualizado. La palabra suena bien pero su efectividad real depende siempre del como se aplique. La teoría nos dice que se organizan unos ejercicios exclusivos a medida del escolar, unos ejercicios rebajados de nivel. Si en ello se confunde el esfuerzo y también se rebaja éste, el centro no busca la excelencia, busca facilitar el aprobado sin lo más educativo, la voluntad de superación y el chaval al final no valdrá nada. Con tales rebajas se le aprobará con un mínimo de dedicación, e incluso a veces en contra de la voluntad de un escolar díscolo. Muchos estudiantes se sienten tan protegidos con temarios rebajados que inconscientemente dejan de esforzarse. A tenor de los últimos avances en neurobiología se sabe que el trabajo sostenido influye más que la capacidad innata en el aprendizaje. Es decir, si un centro rebaja el esfuerzo con un ACI está estafando al alumno. Con ello adormece las capacidades intrínsecas del estudiante y aunque valga algo se le niega por pragmatismo pedagógico. En Finlandia, país con los mejores resultados académicos de Europa, se aplica muy poca adaptación individual ya que se exige que todos los estudiantes aprendan lo que se enseña bajo un mismo currículo nacional y una reválida para pasar de ciclo. Es más, el docente se halla obligado a impartir esos contenidos bajo ley para asegurar que sus alumnos tengan derecho y obligación a la educación, luego se pueden hacer ajustes en las notas si el alumno se lo ha ganado. Las naciones que aplican esta exigencia obtienen las mejores marcas en PISA. Los que hacen creer al alumno que va bien, y que de antemano ya regalan las evaluaciones, le hacen fracasar. Por eso es tan importante, y como ocurre en Finlandia, diagnosticar y tratar en infantil aquellos alumnos que sufren alguna disfunción en el aprendizaje. Pero en la pedagogía teórica, y en la reforma educativa de los noventa y posteriores, se ha propiciado que el alumno con dificultades innatas crea que puede ser astrofísico, médico o abogado en cuanto sus disfunciones se lo impiden. Esta estafa educativa se difunde rápidamente ya que toda persona, padre o madre le gusta escuchar, puedes ser lo que desees, aunque ello sea racionalmente falaz y frustrante si tu genética no da para más. Insistimos, los alumnos con dificultades innatas debían haber sido diagnosticados y tratados ya en infantil, cosa que no ocurre en nuestro país. Por tanto sin terapias precoces, sin esfuerzo estudiantil, sin buenos conocimientos memorizados, y sin un amplio dominio de vocabulario, ningún estudiante se acercará a su potencial heredado. Recuerdo en 1998 el caso de una alumna de primero de ESO en Granollers que suspendía las matemáticas. La asesora pedagógica instó al claustro al ACI pertinente pero no a un diagnóstico psiquiátrico. Se adaptaron los ejercicios a la escolar y se le asignó una profesora especialista. A partir de ese instante el informe de notas cambió radicalmente, ahora obtenía trimestre tras trimestre notables en cálculo y álgebra. Luego, y en segundo de ESO, continuó suspendiendo las matemáticas ante la perplejidad de sus padres, ¿ven el engaño? La atención a la diversidad y su ACI resultaron un gran pacto falaz que no resolvió nada, y menos con treinta alumnos por clase. En realidad, y ante esa minoría a quien dedicar mayor atención, los no tan buenos, daba más trabajo que todo el grupo entero, incluidos los mejores. Por más docentes especialistas que hubiera se desatendía al resto de la clase, a la mayoría. Intentar disponer de más maestros hubiera resultado muy caro, y resulta obvio que es imposible un profesor por cada alumno. En fin, mejor no aplicar la atención a la diversidad pero sí evaluar con distinto rasero a quien con esfuerzo no llegue a la media. Sólo cabe corregir algunas actividades bajo criterios más laxos pero sin olvidar que el alumno se esfuerce. Al final, y con todo lo trabajado, se le pondrá un aprobado. Si un tutor defiende esto ante unos padres, está impulsando el esfuerzo de su hijo y no teorías sin efectividad. Hay que añadir que cuando un alumno con dificultades es consciente de su ACI, éste se relaja y se vuelve holgazán. Por tanto, insisto, cualquier docente diestro siempre ha impartido sus clases atendiendo a la diversidad, con explicaciones claras en la pizarra, buenos esquemas, orden en los conceptos y ejercicios fáciles al principio y más complejos posteriormente. Con ello logra que la mayoría de sus alumnos le sigan en lo básico. Si alguien no llega a todo, ese profesor sabrá valorar su esfuerzo y ajustará la nota a final de trimestre, o incluso de curso. En ese sentido me acojo a una dicha propia que hay que repetirles a los adolescentes una y otra vez: Fracasa quien abandona una vez, triunfa quien empieza mil veces. La educación imparte conocimientos pero también, y lo más importante, forma individuos capaces de despabilar por si mismos. Sin esfuerzo jamás alcanzarán tal objetivo y no serán adultos de pleno derecho. Cabe recordar que el objetivo de educar es formar individuos maduros que logren tres cosas: una vida independiente, unos amplios conocimientos verdaderos y finalmente un buen criterio en sus decisiones. Pero lo falaz de los ACI fue que jamás se habló de subir el nivel a los buenos, sino sólo de bajárselo a los malos. Por tanto, la atención a la diversidad no resultó ser del todo cierta ya que sólo se atiende a los alumnos de bajo rendimiento, una minoría, desatendiendo a la normalidad y destacados, la mayoría. En fin, no acepte un ACI por respuesta. Si en el colegio le ofrecen una adaptación curricular individual y su hijo no presenta cuadro agudo alguno de patología mental grave, insista que le traten como a los demás y que en la evaluación final se hagan las rebajas necesarias si el chaval trabajó y se lo ganó. Para ello el alumno tuvo que aumentar las rutinas y horas de concentración, de deberes y de estudio. Hay que tener en cuenta lo que ocurre en Japón, Corea del Sur y Taiwán, allí los estudiantes dedican en casa una media de trece horas semanales de trabajo y estudio. Ello explica que en PISA obtengan unos resultados óptimos y muy homogéneos entre sus centros. Si con todo lo anterior un alumno no alcanza mejores resultados debe ser ayudado por alguien. Ya hemos insistido que en Finlandia hay grandes esfuerzos en la detección precoz de deficiencias entre los alevines. Si ello ocurre se baja la ratio de alumnos al grupo del afectado. Si normalmente en primaria hay 17 chiquillos por clase, se pasa a unos 10 para mejorar esa atención a la diversidad.

viernes, 30 de septiembre de 2016

33. ¿Su hijo al psicólogo?

A veces se deriva a un alumno al psicólogo ante alguna situación que el centro estima anómala. En tal caso, el especialista emitirá su veredicto y los padres quizás piensen que su hijo está enfermo, algo que podría convertirle en un inválido estudiantil bajo un mal hábito adquirido. Puede que haya siniestros especialistas que le aseguren una y otra vez que los alumnos con dificultades estudiantiles son escolares limitados que padecen síndromes diversos, hasta puede que le digan que la vagancia es una patología de origen genético. Ante tal perversidad se crean individuos que jamás se sentirán responsables de nada y que en nada valorarán el esfuerzo, todo lo contrario, su ignorancia será atribuida a dificultades. Si a los defectos se les llamaba enfermedades, jamás se le podrá exigir a nadie que intente mejorar, es más, cualquiera buscará culpar a las deficiencias genéticas ancestrales de sus limitaciones para jamás ser responsable de nada. Atender como enfermos a los alumnos que no se acostumbraron a estar atentos jamás rebajó el socavón educativo, a lo sumo lo hundió un poco más. Afincarse por tanto en ese punto, en una falaz enfermedad, no acelera solución alguna. La vía a seguir es un conjunto de medidas que paso a paso lleven a su hijo a un terreno firme. Exija en ese sentido que el especialista redacte un informe de pautas de intervención en casa y en el aula, es decir una terapia clara que no consista en rebajar la exigencia. En ello mejor los psiquiatras, que son científicos, que otros de formación paracientífica. Me confesaba uno de matemáticas que en sus más de treinta años de docencia, y tras pedir siempre al especialista paracientífico pautas de intervención, jamás las recibió. Usted ahora exíjalos y no crea a su hijo enfermo por un diagnóstico. Simplemente véalo como algo a superar, como un arrecife que esquivar y no como un ancla fijada en el fondo. Aplique las terapias médicas que se le ofrezcan y trace un plan con fechas flexibles en sus objetivos. Si todo eso no da todos los resultados deseados, vuelva a rediseñar las etapas. Como decía Albert Einstein, es bueno hacerse un plan, pero después no seguirlo. Improvise cumpliendo todo lo anterior. Si algunos mandamientos del proyecto fracasaran no derive todo al médico, simplemente espere unos meses y no busque culpables. Quizás nos hayamos acostumbrado demasiado a acudir al especialista para resolver todos nuestros problemas. A ver si al final los caprichosos y malcriados seremos nosotros mismos, los adultos.

jueves, 29 de septiembre de 2016

FRACASO ESCOLAR 32. Inconstantes sufridores

Cuando de pequeños nuestros hijos nos dicen que la oscuridad les da miedo, a menudo les respondemos sin empatía y les mandamos de nuevo a la cama sin más, que no tengan paura, que nada les va a pasar, pero eso no resuelve su miedo, lo alimenta. De forma similar actuamos ante la frustración de un alumno al llorar o al sufrir ante un mal resultado académico, le decimos, no llores, no es tan importante en la vida, o en otras ocasiones les recriminamos, lo ves, ya te lo dije que con esa actitud ibas a suspender. Tanto en el primer caso como en el segundo hay otra alternativa, siempre y cuando el chaval sea receptivo y sepamos que pondrá de su parte, vaya que no nos estará manipulando con teatro lacrimógeno bajo el proverbio indonesio que las lágrimas son como las perlas, nunca sabes si son falsas. Veamos que se puede hacer si presuponemos que el chaval no nos miente. Si tiene miedo un zagal se le puede responder, eso es normal, a mi también me ocurría, pero estoy a tu lado para que aprendas a vencerlo. Los casos de frustración escolar se rigen bajo un esquema parecido, si el alumno sufre realmente ante un rendimiento bajo, un buen profesor le puede decir: a mi también los suspensos me dolían, pero tranquilo, te ayudaré. Analicemos donde se halla el problema y pongamos solución. Pregunta más en clase o en casa, pasa los apuntes a limpio, invierte más tiempo y constancia en el estudio, pide ayuda si la necesitas, consulta un médico si lo crees oportuno... en fin, que más que preocuparte por los problemas, debes ocuparte. Se trata que el escolar halle sus estratagemas para reforzar su mente ante los problemas de la vida. En caso contrario lo convertiremos en una magdalena defectuosa que se deshincha al salir del horno familiar. De todas formas, hay alumnos de insuficiente, de suficiente, de bien, de notables, hasta de sobresalientes, pero también hay otros que resultan inclasificables, los que sacan notas dispares en función de sus gustos y temporadas. En tal caso estamos ante un alumno inconstante, el que saca un poco de todo y mucho de nada, todo un jardincito entre flores y cardos. Su boletín muestra algunos suspensos, otros bienes, y hasta puede que algún notable. Aquí los padres deben apreciar consejos dirigidos a la mejora del esfuerzo, a la gestión en su instrucción y al aumento del tiempo dedicado a ilustrarse. En Finlandia los padres confían plenamente en la escuela sin cuestionarla ni criticarla, algo que conlleva que los docentes y alumnos trabajen bajo un ambiente relajado, de esfuerzo y memorización. Para que el estudiante se sumerja y se entrene en el esfuerzo puede resultar útil que reciba presión académica. Muy útil en este sentido es que empiece sus tardes de estudio por las materias que más le cuestan. En ese momento, al inicio, estará más descansado y receptivo ante lo difícil. Las que le gusten debe dejarlas para el final, como un regalo a saborear. En esta distribución de los deberes resultará útil un adulto que le dirija el trabajo, un refuerzo. Añadamos aquí todo lo que se dijo sobre el lugar de estudio y de cómo repartir los tiempos del mismo. El docente que le aconsejó todo esto, buen consejero será.

lunes, 26 de septiembre de 2016

FRACASO ESCOLAR 31. DROGAS EN CLASE

Olvidándonos de los díscolos, otra tipología de alumnos a tener en cuenta son los que han desarrollado alguna dependencia. Cigarrillos, porros y alcohol son la primera puerta a las adicciones y éstas a problemas mayores. El centro educativo debe dejarles muy claro el riesgo que asumen al probar sustancias adictivas. En ello una licenciada en Biología soltaba la siguiente reflexión a sus alumnos de Bachillerato. Probar drogas conlleva un riesgo que nadie sabe prever. Hay individuos que se enganchan más que otros, existe por tanto, una predisposición genética en ello. A los primeros les resulta imposible dejar la adicción sin ayuda médica, a los segundos les cuesta menos y puede que lo consigan sin terapia alguna, pero en ambos casos, siempre, y digo siempre, vivirán con la tentación de volver a la droga durante toda su vida. Por lo tanto lo mejor es no probarlas ya que a vuestra edad el cerebro es muy tierno y de fácil adicción. El asunto de las dependencias es algo que nos supera a todos, tanto a jóvenes como a mayores. Opinar sobre ello significa divagar mucho pero sin tocar la llaga del asunto. Mejor escuchar a médicos próximos al tema. En ese momento, y conectada a Internet, les ponía en la pizarra digital la opinión de un especialista clínico sobre drogas. El director del Instituto Hipócrates y especialista en adicciones, el doctor Ángel Rubio, afirmaba lo siguiente. La enfermedad de la adicción afecta cada vez a más personas y, sobre todo, a personas más jóvenes. Somos el primer país de Europa en consumo de cocaína y cannabis y se está entre los tres primeros en ingestión de alcohol. Ante tal situación, el asunto de las drogas es grave y debe preguntarse qué lo provoca, si el entorno como afirman algunos teóricos, o la genética, como los expertos argumentan. Según algunos médicos especialistas la adicción no es un vicio ni una mala costumbre, es una enfermedad cuya base fisiológica se encuentra en ciertas predisposiciones del cerebro humano, es decir, en su genética heredada. Ya se ha indicado que hay una minoría de individuos que toman drogas de manera eventual pero que jamás sienten una fuerte adicción, pero hay jóvenes que al principio las consumen moderadamente para luego desarrollar una fuerte dependencia. Los primeros dejan las drogas por ellos mismos, los segundos les resulta imposible sin tratamiento. El equipo del Instituto Hipócrates afirma rotundamente que no se cae en la adicción, como tampoco se cae en una gripe, en un infarto o en una diabetes. Todas ellas son enfermedades que se desarrollaban dependiendo de un estilo de vida, de las influencias educativas y de una predisposición genética. Es decir, si a un contexto neurológico previo se le suma una exposición reiterada a la sustancia, aparece la adicción. Entorno y genética comparten responsabilidades conjuntamente, y no de forma separada como algunos expertos a veces defienden. Por tanto, la mejor forma de evitar futuras adicciones es evitar el inicio del consumo, así de simple. Una vez el adolescente empieza el consumo, ya está en manos de su predisposición genética y cerebral. En fin, que educadores permisivos, con bajo control sobre sus púberes, y hasta fumadores de marihuana ante ellos, están abonando una mayor probabilidad de potenciar un adición irreversible. Tal entorno puede disparar el trastorno y abrir la caja de Pandora ya que, insistimos, la dependencia se potencia desde un bagaje genético heredado, no una determinación del destino. El discurso anterior da una información clara a unos adolescentes que quizás ya han probado algunas drogas y que ahora pueden corregir futuros hábitos. Por tanto, lo importante es trabajar las adicciones de pequeño, el más vale prevenir que curar. En este sentido una tutora de primero de ESO organizaba el siguiente taller sobre drogas. En medio de la clase ponía una bandeja llena de caramelos y les hablaba a los chavales sobre las adicciones. Les insistía que la causa principal era el no saber decir que no a un deseo. Después de ofrecer ciertas informaciones sobre drogas duras y drogas blandas, sobre los porros como primer camino a otras adicciones y sobre sus consecuencias, les ofrecía los caramelos que los zagales ávidamente consumían. De repente les miraba sorprendida y les decía: Habéis caído, sabéis que en clase no se comen dulces y no habéis sabido decir que no a un placer. Con las drogas pasa lo mismo.