En nuestro país la falta de estudiantes que optan por formaciones
científicas y técnicas brilla por su ausencia, algo que conlleva problemas
económicos para el Estado. Es a finales de secundaria cuando estos escolares
deben tomar una decisión crucial para su vida personal y profesional, deben
optar por una formación dirigida hacia la universidad o hacia una profesión,
pero además deben escoger entre los estudios cientificotécnicos o los
humanísticos, el antiguo dilema entre ciencias y letras. Aunque la orientación
académica se da a finales de secundaria, ésta debería prepararse ya desde
inicios de etapa. La razón de ello es el gigante desequilibrio entre ciencias
y letras que hunde sus raíces en primaria. La consecuencia es que la
inmensa mayoría de estudiantes se decanta por las segundas, las humanidades, al
percibirlas más fáciles que las ciencias, algo que está dejando sin técnicos
aborígenes a muchas empresas. Por tanto será de agradecer que todo centro
trabaje la orientación de sus alumnos de manera muy temprana potenciando con
equidad todas las opciones, y sobretodo las científicas.
El pasado 18 de abril de 2013 se presentó en el Palau Robert de Barcelona
los resultados de un estudio sobre 4.700 estudiantes que demostraba el anterior
desequilibrio entre las ciencias y las letras. Sergio Marco y Álex Fabra de
Everis exponían un resumen del mismo bajo las opiniones de Jordi Deulofeu,
director del Departament de Didàctica de la Matemàtica i de les Ciències
Experimentals de la UAB, conjuntamente con Roser Cussó, miembro de l’Institut
de Ciències de l’Educació de la UPC. Moderó las exposiciones Enric Roca,
coordinador de la Tribuna Edu21. El informe concluía que a pesar que las
carreras universitarias científicas ofrecían fácil acceso y buenas perspectivas
profesionales en cuanto a sueldo y contratación, los estudiantes de secundaria
preferían cursar disciplinas humanísticas al creerlas más fáciles. En concreto
sólo un 33 por ciento prefería las ciencias ante un 51 por ciento en letras
y otro 16 por ciento de indecisos. Es decir, la inmensa mayoría se iba a
humanidades y menos de un tercio a ciencias, un exceso de letrados que el
mercado universitario y profesional difícilmente podía absorber. Lo paradójico
es que este mercado sí podría contratar a muchos más técnicos nacionales si los
hubiera. Otro dato de esta investigación detallaba que las mujeres eran mucho
más proclives a elegir los estudios humanísticos al creer que el rol de
científico era más masculino que femenino, en concreto casi el 60 por ciento de
las chicas huía de lo técnico para orientarse hacia lo social. Cabe añadir que
el nivel cultural familiar también condicionaba tal elección en pro nuevamente
de las humanidades. En resumen, una facilidad supuesta, un sexismo equívoco y una
familia simplona parecían explicar que la ciencias fueran mal vistas. Para
corregir esta falta de técnicos superiores existen tres vías principales. La
primera los maestros en primaria, la segunda el sexismo familiar y la tercera
la cultura del esfuerzo, todos ellos aspectos que en Finlandia se hallan
resueltos. En este sentido se recomienda leer el libro “Gracias, Finlandia”
que el doctor Xavier Melgarejo publicó en 2014. Éste autor fue quién descubrió
a los españoles las virtudes, que también los defectos, del modelo educativo
finlandés. Su tesis doctoral corrió entre muchos políticos aunque muchos de
ellos la olvidaran en pocos años. Hasta algunos se fueron a Finlandia con
Melgarejo para tomar nota de la panacea nórdica. Ahora alguno de ellos ejerce de
eurodiputado sin prestar atención a todo lo aprendido.
Volviendo al déficit de voluntad científica por nuestro país cabe indicar
que la inmensa mayoría de diplomados en primaria provienen de estudios en
humanidades. En algunos centros, por ejemplo, el 80 por ciento de los maestros
proceden de letras, algo que influye claramente sobre nuestros cadetes. Por
otro lado, el predominio de maestras en las escuelas es harto superior al de
hombres, y la inmensa mayoría de ellas proceden de formaciones también humanísticas.
Si queremos que nuestros zagales se empapen, comprendan y les gusten la
ciencias hay que incrementar el número de maestros y maestras doctos en
ciencias. Imaginemos que el deporte fuera impartido por maestros de
matemáticas. Probablemente el nivel y la motivación en este caería en picado.
En Finlandia el conocimiento de los maestros en primaria resulta de lo máximo
en cada especialidad, incluidas las ciencias.
La segunda vía a corregir son los estereotipos que algunas familias imbuyen
a sus descendientes. Suelen ser hogares de bajo perfil cultural en donde la
mujer jamás se la proyecta hacia trabajos o cargos de técnico o de científico,
todo lo contrario, si es buena en los estudios se la ve bien como asistente
social, psicóloga, relaciones públicas u otra formación de vertientes sociales.
Por otro lado, el sistema familiar español se fundamenta en la mujer, es decir,
es ella la que más tiempo dedica a educar y a limpiar por casa. Por tanto la
propia familia proyecta en las chicas una función más social que de técnico
superior. En Finlandia se abandonó el modelo de familia patriarcal ayudando
económicamente a las mujeres y hoy en día el sexismo ha desaparecido del
horizonte social, educativo y científico. Cabe añadir que no por ello se
desaconsejó la literatura clásica, aunque sexista, racista y machista, que aquí
algunos sabios pedagogos prohíben.
La tercera y última vía parece ser la cultura del esfuerzo. Son muchos los
docentes veteranos que afirman que el esfuerzo y la capacidad de superación
ante la frustración de nuestros estudiantes ha disminuido significativamente, y
sin esfuerzo no hay superación ni mentes valientes para encarar estudios
supuestamente difíciles. Sociedad, leyes educativas, familias y docentes hemos
bajado el listón de la exigencia y ahora nos hallamos ante alumnos que apenas
se rigen por rutinas de trabajo, deberes y estudio diarios. La hora de los
deberes debería ser siempre la misma ya que las rutinas los hacen autónomos y
responsables. Pero en nuestra sociedad del trabajo y de las hipotecas muchas
familias no pueden acompañar a estos zagales en rutinas de trabajo, estudio y descanso, y no
por desidia, sino por falta de tiempo. Esta falta de tiempo de calidad hacia
sus lechones se agrava en las familias de bajo perfil cultural en donde la
necesidad de horas de trabajo va por delante de las de ocio, es decir, cuando
estos padres no pueden preocuparse por la enseñanza de sus hijos. Al final,
muchos alumnos que desean continuar estudiando desestiman las ciencias al
creerlas muy difíciles. Desgraciadamente, y en realidad, apenas les prepararon
para éstas. Cabe añadir que en Finlandia, cuna del esfuerzo, el porcentaje de
universitarios matriculados en formaciones científicas o técnicas es casi el
doble que la media en PISA.
En resumen, la percepción
de dificultad en las ciencias, un sexismo laboral familiar y unos padres
ausentes parece que fueron las causas de la falta de científicos y técnicos en
nuestra educación. Es por tanto crucial que en primaria se potencien las
ciencias con más maestros así formados, con docentes ilusionados en sus
conocimientos técnicos y sin miedo a impartir las matemáticas, como a veces
sucede en algunos centros. La orientación de los escolares debe iniciarse por
tanto en primaria y continuar ésta en secundaria para mantener un flujo
equilibrado y constante de científicos y técnicos en nuestra sociedad, de otro
modo seguiremos encallados industrialmente en este país, y la vida no es un
eterno verano azul.