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martes, 17 de enero de 2017

63.¿PROFES Robocop I o Terminator II?

Para quien no recuerde la película de Paul Verhoeven, Robocop era un humanoide medio máquina diseñado en principio con carencia de sentimientos. Lo mismo ocurría en la primera entrega de Terminator. En cambio, al final de Robocop y en la segunda y tercera parte de Terminator ambos llegan a desarrollar capacidades para interpretar y aprender sentimientos humanos, hasta algunos lloraron cuando John Connor vio morir a su Terminator protector. Los docentes a menudo no saben con quien quedarse, si con Robocops insensibles o con Terminators buenazos. Ser demasiado distantes y fríos con los adolescentes conlleva no conseguir su complicidad y sí el enfado de algunos padres, hasta puede que te denuncien por apretarles demasiado las tuercas. Por otro lado, presentarse ante los alumnos como un Terminator amigo e ingenuo conlleva no ganarse jamás su respeto. Hay que empezar siendo un Robocop algo distante y ganarse poco a poco su respeto. Pasadas unas semanas, y cuando ha sido mostrada tímidamente esa parte humana hacia ellos, cae el telón de acero entre docente y alumnos. Los escolares se dan cuenta que el profe es buen jefe por tres cosas, se ha hecho respetar como Robocop, se puede confiar en él y finalmente hasta puede que les defienda en contra de otros malos educadores. Quien se queda en fase de Robocop jamás llega a sus alumnos. Hay que dirigirse lentamente hacia ese Terminator humano y casi sonriente que protagonizó Arnold Schwarzenegger. Sólo un humano es capaz de ver a otro humano. Al final, y evitados los extremos entre dictador y buenazo, se podrá charlar con los púberes sobre sexo, padres y ligues, algo que resulta mágico por el simple hecho que confían en ti al hacerlo. Ser mojigato y mantener tabúes en ciertos temas como el sexo y la pareja implica no darse cuenta de la base humana, la adolescencia que educamos.


Sabemos que hoy día la letra con sangre ya no entra, ahora se intenta con Petit Suise, chocolate Kinder o los Donuts si te olvidaste la cartera. Si ser Robocop era malo, dirigirse al otro extremo lo es peor. Aristóteles decía que lo mejor entre dos extremos era el término medio, ni Robocop ni la abuela de Caperucita Roja. Ser un blandengue con los chavales resulta un craso error. No se puede ser amigo de los alumnos el primer día y esperar que te respeten al siguiente. Primero hay que dejar claro que se es educador y que lo de amigos ya se verá el día que ellos sean adultos contigo. Un profesor blando y que no se hace respetar provoca un aula sin silencio ni atención, es decir, no consigue impartir con efectividad sus conocimientos y formación. En tal situación muchos alumnos se andan a perder ante la opción del jaleo y de la diversión. Lo grave de este profesor débil es que se queja a tutores y directiva de las faltas de respeto que sus alumnos le profieren sin darse cuenta de su error. Por eso, y por desgracia, espera que sean tutores y directiva quienes le resuelvan su falta de disciplina, algo que si éstos hacen, flaco favor van a dar al débil. Al reprimir al grupo, este docente queda todavía más desautorizado y la clase jamás le tomará en serio, al contrario, se le transmutará en una selva. Al final este profesor puede acabar con ansiedad, histerismo y depresión, y todo por no imponerse al principio.

viernes, 13 de enero de 2017

62. PROFESOR AJO O CANSINO

       La expresión, que te repites más que el ajo, es harto conocida por todos, sobretodo por quien es víctima de parejas que en su gastronomía son adictas al susodicho bulbo liliáceo, pero en el campo docente los así llamados ajos son aquellas personas que repiten lo mismo de un alumno des de primero hasta cuarto de ESO. Cabe añadir a esos cuatro años de redundancias los cursos adicionales si el escolar repitió. Tal pesadez de comentarios del ajo sucede sobretodo durante las reuniones de evaluación. En estas se comentan las notas trimestrales de cada alumno grupo tras grupo. Al final se suele opinar sobre más de cien escolares.


-        Pues Oriol no trabaja en clase – algo que el ajo ya dijo en la reunión del trimestre anterior - ni jamás me trae los deberes terminados – algo que también comentó en todas las reuniones antecedentes a la del momento -. Además el otro día, bla, bla, bla… - suceso en que todos estaban de acuerdo ya de antemano.
Y así cien alumnos más…

Este tipo de aportaciones culinarias del ajo alargan la reunión más allá del horario sindical, todo para darse cuenta que tal estrategia muestra igual eficacia que el Nàstic durante la liga, poca cosa gana. Repetir lo que el resto de profesores sabe sobre un alumno no mejora en absoluto ni su evaluación ni su rendimiento académico. Entonces, ¿por qué el ajo lo hace? Existen tres razones para ello. La primera ganar medallas ante dirección, la segunda mostrar ante los demás cuanto sabe sobre TODOS los alumnos del centro y la tercera, utilizar el claustro como el diván de su psicólogo, es decir, como terapia gratuita. Profundicemos en este tercer hecho. De primero a cuarto de ESO el ajo repite lo mismo de cada alumno como si se tratara de un mantra necesario para desahogar su ira interior. En fin, que hace perder a los demás un tiempo valioso que en nada evalúa mejor al adolescente. Es más, condiciona al resto de docentes con su percepción negativa del alumno. Entonces, ¿qué tal si hablamos del escolar del trimestre abordado y no del alumno que el ajo sentenció hace cuatro cursos?

        Así pues el profesor ajo se vuelve cansino, ¿quién no se ha dormido alguna vez en clase? Negarlo no resultaría muy creíble, sería como disimular ese metano intestinal que todos hemos retenido en público, pero que en triste ocasión, con alivio y disimulo escapó. Una cabezadita en el aula resulta algo parecido a lo anterior, es una de esas situaciones placenteras que nuestra fisiología nos infunde pero que la ortodoxia no aplaude. Que de repente el profesor ajo te despierte por retozar sobre tu pupitre asusta al más valiente. Algunos asemejan esta experiencia a un coitus interruptus, ¿acaso no te dejó a medias?

La culpa de dormirse en el aula no es toda de los alumnos. Existen ciertos maestros que se empeñan en cansar e hipnotizar a sus escolares durante sus disertaciones. Este profesor cansino es nefasto si su materia es de las más odiadas, las matemáticas. Recuerdo un eminente profesor de cálculo que de tanto que sabía, muy poco sabía enseñar. Vivía tan lejos de la mente de sus alumnos que era incapaz de explicarse con un mínimo de didáctica. Su monótono tono de voz, más su total incapacidad de motivarnos, nos empujaba una y otra vez a disfrutar de longevas sensaciones oníricas durante su hora de estadística. Del sexo a las matemáticas poca distancia existía.

jueves, 12 de enero de 2017

61. DOCENTES DICTADORES

        Su pareja abandonó el hogar, sus familiares no la soportan y sus amigos, si los mantuvo, por ser como era, dejaron de serlo. La persona imponente, profesor o profesora, suele ser aquel personaje quemado por la enseñanza que perdió su capacidad de empatía con los jóvenes y ahora vive bajo el yugo de la amargura. Muchos años lleva soportando a provocadores, malcriados y pasotas, así que opta por dar clases con laxitud y distancia, pasando en parte de sus alumnos e imponiendo más sus ideas que no provocando el argumento en los propios escolares. Para el imponente hacer pensar a los estudiantes significa malograr su tiempo para beneficiar sólo a unos pocos con inquietudes. A menudo el imponente da sus clases a espaldas del grupo invadiendo la pizarra con mil trazos de tiza que los alumnos deben anotar atropelladamente, ¿se imaginan lo que ven los escolares durante ese momento? Pues algo muy sórdido, ven la rabada de su docente enmarcada por el futuro oscuro de la pizarra, un futuro muy negro. Ahora con las pizarras digitales el futuro se vuelve más claro.
        Envidiar y criticar a todo el mundo es harto normal en este perfil docente. Algunas veces, y para llenar esos océanos de antipatía, el imponente siembra islas de simpatía que los alumnos jamás ven como puerto en donde varar su navío, más bien piensan que es hipócrita. Esos acercamientos estilo madre Teresa de Calcuta no son más que intentos para curar su conciencia de imponente amargado. Durante esos pequeños intervalos de laxitud, la santa madre habla a los adolescentes como niñitos de tres años. Con ello no da con lo que estos desean ser realmente en breve, adultos. El imponente jamás comprendió que dirigirse a estos púberes como hombres y mujeres suscita mejor su responsabilidad que no tratarles como nenes ingenuos de primaria.
Alguien dijo que un buen maestro no es el que espera que le admiren sino quien desea que le superen. Imponer verdades puede ser útil y formativo pero imponer opiniones castra el potencial crítico de los escolares. Goebbles, el asesor ideológico de Hitler, afirmaba que una mentira repetida mil veces terminaba por ser verdad. Ahora imagínense si hubiéramos hecho lo mismo con las verdades. En el aula debe existir esa repetición de las autenticidades más una pizca de ingenio que haga pensar a los alumnos, que les rete, que les provoque. Ellos están en el colegio por una simple razón, para ser autónomos en la vida y destetarse a la larga de sus padres. Un profesor sólo imponente en opiniones jamás logrará potenciar su autonomía, sólo les llenará la cabeza de sus ideas, con el riesgo de estar equivocadas. Por tanto aprecie al educador que no impone sus convicciones personales, aunque sí los hechos probados. Mejor que les induzca a buscar y contrastar toda la información disponible. El filósofo Bertrand Russell hacía una broma de si mismo en este sentido, en el de ser crítico.

Si una vez muerto toda mi obra desapareciera, ¿a quién preferiría para hablara de mi? ¿a un discípulo estúpido o a un enemigo listo? Pues mejor un enemigo listo ya que el primero no me habría entendido. En cambio el segundo, a pesar de criticarme, me cuestionaría correctamente.

El buen educador debe provocar que sus escolares sean críticos incluso con las opiniones de su mentor. En este sentido vale el ejemplo de un profesor de matemáticas durante la guerra de Iraq. Al inicio de ésta pilló un día a sus alumnos de secundaria debatiendo entre un SÍ o un NO a la guerra. El tema de ese día debían ser las ecuaciones de segundo grado, ecuaciones que casualmente suelen ofrecer dos soluciones. Un SÍ o un NO a la guerra también resultaba dual. Así pues el debate substituyó la clase de álgebra y la conclusión a la cual llegaron fue asombrosa. Contrastando sus opiniones con las informaciones que les ofrecía el educador resolvieron la ecuación con gran pericia. Un alumno redactó lo siguiente:

Podemos desear erradicar la dictadura de Saddam y con ello llegar a la guerra. Podemos pensar que el petróleo mueve los hilos de la invasión y negarnos a la guerra. Son dos soluciones ante una misma ecuación pero, ¿debemos elegir obligatoriamente entre estas dos opciones? ¿O lo realmente  importante del asunto sería regalar al pueblo iraquí la libertad de poder escoger? Bajo la dictadura de Saddam poco pueden hacer, o sobreviven así o se revelan contra la opresión. Pero cualquier revolución no debe pasar precisamente por el conflicto bélico, puede pasar por la cultura y el esfuerzo. Si en lugar de enviar tropas se mandaran conocimientos puede que ellos mismos provocasen el cambio en su país. Lástima que Estados Unidos prefiera la vía rápida, la guerra preventiva, a la vía lenta, la revolución cultural. Como si se tratara de una ecuación de segundo grado volvemos a tener dos soluciones. Nosotros optamos por la cultura.

Por desgracia, y años más tarde, prosigue el conflicto en Iraq sin que la cultura haya ganado la partida.        Un profesor imponente jamás hubiera permitido ni suscitado una clase como la anterior. Y algo más, la ley prohíbe hacer apología de las ideologías del docente entre sus alumnos. En fin, quién politice a sus estudiantes comete una falta. Viene al caso algunos profesores de historia que critican el capitalismo a cambio de comunismo. Si analizamos los dos con perspectiva la teoría es buena pero su aplicación conlleva problemas. Mejor informar educando que manipular mintiendo.

miércoles, 11 de enero de 2017

60. PROFES DEPRESIVOS O PROFES DEFENSIVOS

Las bajas por depresión y ansiedad son comunes en el oficio docente. De hecho se trabaja mucho con emociones y eso duele si un grupo de adolescentes la toman con un profesor o si la situación personal del educador no resulta ser óptima. Para reducir el número de docentes susceptibles de trastornos emocionales hay la solución. En Finlandia el Estado se asegura que quienes van a ejercer la docencia no padezcan problemas emocionales o mentales. Con ello se reduce significativamente el riesgo de depresiones, ansiedad y demás trastornos entre los educadores.

En nuestro torero país cada día más adolescentes se vuelven más crueles en el aula y con ello más docentes sufren por ello esta violencia. Escribía el profesor Joan Frigola para El Periódico:

La agresividad, sea latente o explícita; verbal, emocional o física; de baja o alta intensidad, se está instalando en el sistema educativo [...] y lo que molesta a la Administración no es que haya conflictos (ella es especialista en crearlos), sino que se aireen.

Y eso es lo que ocurre, que a menudo los dirigentes quitan importancia al asunto. A finales del 2006 la Conselleria d’Educació de la Generalitat de Catalunya hizo público un comunicado en que tras calificar los ataques que reciben los profesores como un hecho muy grave, sólo se trataba de casos aislados que no eran generalizables a todo el sistema escolar. El propio conseller de entonces, Joan Manuel del Pozo, sugirió que para evitar mayor algarabía:

No se creara más alarma de la que realmente estuviera justificada.

Pero de hecho, estas opiniones no casaron con los estudios que ellos mismos ordenaron. En la encuesta sobre juventud y seguridad en Cataluña del 2001, el 20,8 por ciento de los alumnos reconocía haber gritado a sus profesores, el 12 por ciento haberles insultado y el 1,2 por ciento haberles agredido físicamente. Es decir, que las provocaciones por parte de los escolares hacia los docentes son pan de cada día en el aula. Puesto que las palabras orden, autoridad y disciplina causan frecuentemente miedo en la legislación educativa, cabe preguntarse que puede hacer el educador frente a estas situaciones. Por desgracia muchos profesores caen en el error y en la provocación quedando desautorizados en clase. En noviembre de 2006, y ante un gran cúmulo de quejas por parte de maestros y profesores, el Fiscal Jefe del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, José María Mena, ordenó a los fiscales que endurecieran la protección penal de los educadores tipificando como atentado las agresiones a los profesionales de la enseñanza. De hecho éstos realizaban una función de interés social como es la educación. Tal delito conlleva penas de dos a cuatro años de cárcel, algo que según las asociaciones de Jueces de Cataluña fue calificado de forzado, cuestionable y de difícil aplicación, más bien debía considerarse como un mensaje de llamada de atención, un aviso a los posibles agresores. Independientemente de todas estas medidas forzadas está claro que lo más hábil en un docente son las actuaciones preventivas evitando caer en la provocación. Mostrar un enfado excesivo y ponerse histérico ante un adolescente es un error, él logra su objetivo, crispar, y el adulto pierde el suyo, educar. Ante el desafío, y esto también sirve para los padres, hay que agarrar ese lance y devolvérselo sin ira alguna, hay que desconcertar al púber, hay que mostrarse como una pared que no pincha, una pared donde rebotan los agravios, un muro que le marca sus límites y en donde el silencio debe tronar. En otro caso, y si no se controla al provocador de clase, se pierde el control del grupo, su respeto y la posibilidad de impartir conocimientos a los demás. En fin, que se acabó la clase. Ante el despropósito de un alumno lo fácil es expulsarlo del aula, pero lo difícil es jugar su juego sin ira y sin mostrarse herido. Si él ve que sacó de sus casillas al profesor una vez, lo hará cientos. Mejor esquivar esa primera y habrá menos en el futuro. Ese tipo de docentes demuestran una amplia experiencia que les permite evitar algo que frecuentemente sucede, gritar. Por otro lado, si se abuchea y presiona en exceso a un alumno puede que algunos padres no lo encajen bien y vayan al colegio a exigir explicaciones. Hoy ya no funciona la antigua terapia de castigar en el colegio esperando otra sanción paterna si el escolar se quejaba en casa. Valore por tanto a aquellos educadores que sin la bronca controlan al grupo. Si su presión se hace evidente en la opinión de sus hijos significa que su preocupación es alta, en caso contrario pasan de todo. Piense que los centros de enseñanza reciben denuncias de lo más inverosímil. Recuerdo el caso de unos padres que tramitaron una querella contra un profesor por maltratar a su hijo psicológicamente por llamarle la atención con un grito. U otro caso en donde el profesor confiscó temporalmente un móvil de un alumno por utilizarlo en clase. En esa ocasión el docente casi fue denunciado por apropiación indebida. Y si quiere otro ejemplo más kafkiano el de un maestro que quiso registrar la mochila de un escolar bajo la sospecha que escondía un hurto. La familia del chaval averiguó que podía denunciar al profesor por violación de la propiedad. Si antes se decía que la letra con sangre entra, ahora es el docente quien recibe letras y sangre con denuncias potenciales. Años atrás era el maestro quien intentaba persuadir al escolar diciéndole que avisaría a sus padres, ahora es al revés, es el alumno quien amenaza al educador con sus progenitores. Querer mantener la rectitud de forma contundente sobre los alumnos ya no parece aconsejable, por tanto si sus hijos le cuentan que tal profesor es respetado sin proferir ni gritos ni histerismo, algo muy bueno tiene éste.

En definitiva, ante las provocaciones mejor ser pared que no pincha que barricada con alambres. Un proverbio chino ora que cuando el vendaval ruge el árbol se quiebra pero el junco sobrevive. Veamos ahora un ejemplo sin dar caña de ser caña:

-      Ei, profe Peláez – gritó un alumno en clase de tecnología -, ¿para que sirve mi poll*?
-      Con ese lenguaje – sonriendo el docente – y sin delicadez por tu parte, para algo que las chicas dejarán que te hagas tú solo- el grupo se ríe y el provocador también.
-      ¿Sabes? Creo que me estás rallando, tío  – levantándose del pupitre.
-     Lo siento, ¿pero crees realmente que yo soy tu tío o tú un DVD? Por favor, siéntate y déjame dar clase a los demás.
-     Ala tío, como te pasas – contestó con cierta simpatía el alumno.
-    Y ahora, por favor ¿me dejas dar la clase? – nadie más intervino y el provocador se sentó – Pues prosigamos.

El caso anterior, real en sus palabras, muestra en cierto modo que una vez robado con simpatía el protagonismo del provocador, éste suele ceder en su intención, he dicho suele. A menudo no ocurre así y nadie da con una solución pacífica que integre al provocador dentro del colegio. La política actual dice que el centro debe reinsertar a estos adolescentes en la sociedad, algo fácil de derivar pero difícil de asumir. Los docentes no son psicólogos y tampoco asistentes sociales. A pesar de ello se espera que resuelvan el percal. La desgracia llega cuando el alumno anómalo perpetra el insulto, la amenaza y la agresión al profesor. Bajo tal presión poco puede hacer el docente. Dirá algún experto que hay que aplicar la teoría de moda, la resolución de conflictos a través de un buen conocimiento de educación emocional bajo un mediador, pero esa terapia resulta a menudo un pacto de buenas intenciones sin que nadie sepa como llevar la gesta a la práctica. Cuando un adolescente propina una patada a un profesor afecta a todo el resto. Si el tutor no puede solucionar la violencia de un solo individuo, tampoco podrá atender a la mayoría, es decir, si un único alumno centra la atención del docente poco asistirá a los demás. Luego contará el problema que tiene con el díscolo y pasará a tener dos problemas, el del aula y el de papeleo. Cabe preguntarse ahora si esto es integrar o dejar de lado a todo el grupo.

Como antes se ha mencionado, la pedagogía teórica promueve la educación emocional. Los especialistas no paran de hablar de ella y las instituciones organizan cursos al respecto. Ya dijimos que se propuso quitar una hora de clase normal a cambio de una de educación emocional. El hecho es que la educación emocional se muestra, entre otras cosas, como la piedra filosofal para neutralizar a los alumnos provocadores. Y, ¿qué postula la educación emocional para resolver el problema? Pues aconseja que en el aula se motive al alumno, que se practique la empatía con él, que se comprenda su sensibilidad, que se le enseñe a controlar sus emociones, que se eleve su autoestima y finalmente que se promueva su interacción con los demás. Todo lo anterior siempre se ha sabido y aplicado pero con mayor disciplina y unidad educativa entre centros y familias. En cierta forma parece como si alguien hubiera descubierto esto sólo para ponerle un nombre, el de educación emocional, y ahora venderlo como una solución innovadora. Algo que está claro por el momento es que el docente que cae en la provocación pierde la partida sin hallar salvación alguna al asunto.

En noviembre del 2006 llegó otra componenda para tratar los casos de alumnos provocadores. Auxiliadora Javaloyes, directora del Area de Hospitalización del Adolescente de la Clínica Mediterránea de Neurociencias (CMN), propuso que ante el primer síntoma que indique que estamos frente a un menor violento, hay que pedir ayuda al médico. Siempre se ha dicho que es mejor prevenir que curar aunque en caso de adolescentes díscolos se llegó tarde. La mayoría de estos alumnos violentos se originó durante los primeros pasos educativos. Si se fue demasiado permisivo con el infante se le animó a desarrollar sus exigencias por encima de sus adultos. Al llegar a la adolescencia con dieciséis años de rebeldía y metro ochenta de altura, no hay quien lo pare, ni el doctor House. No obstante la solución de mínimos es que los profesores NO caigan ante la provocación. Con el tiempo llegan a ganarse a los escolares. Esta situación lleva sus semanas pero al final genera que unos púberes confíen en su educador y en sus consejos. Otras medidas como ir al médico o asistir a cursos de educación emocional puede que ayuden pero parecen más pastillas balsámicas que auténticas soluciones ante la pulmonía del provocador. Muchos teóricos insisten que con un mayor número de cursos, control burocrático y libertad de elección escolar de las materias, los alumnos díscolos desaparecerían pero la calidad escolar no reside ni en el control burocrático ni en la libre elección, y ni mucho menos en crear superprofesores a golpe de más y más cursos, la calidad educativa se logra desde la más temprana infancia con rutinas de estudio, concentración y esfuerzo. Cuando esto no se cumple llegan a secundaria los díscolos irreductibles. Por tanto hay que incidir en infantil y primaria con máxima efectividad para prevenir males mayores durante la adolescencia.

lunes, 9 de enero de 2017

59. ¿CALIDAD DOCENTE?

Un estudio psiquiátrico del hospital del Vall d’Hebron en Barcelona demostraba en 2015 que la calidad docente era la correcta y que la causa del fracaso escolar era externa a estos buenos profesionales. Aun así, ya se sabe que nadie es perfecto y que no hay que iniciar una caza de brujas en contra los docentes, pero a veces existen algunos maestros que deben ser avisados de sus errores. Sirva de ejemplo lo que una sicóloga argumentaba en sus cursos sobre liderazgo. A los empresarios asistentes les comentaba que era un error callarse ante las equivocaciones de un servicio. Puede que a muchos les parezca una falta de respeto quejarse si en un restaurante el cocinero le sirvió un chuleta hecha cuando se la pidió al punto, pero si nadie se lo explica muchos clientes continuarán sufriendo el error. Veamos pues los perfiles de ciertos profesores que deben ser avisados de sus deslices. Comencemos por el TREPA.

Un primer candidato a denunciar es el docente trepa que vive más preocupado por sus galones que por sus clases. A este personaje le encantan las reuniones, los actos sociales y las figuraciones que alimenten su autoestima pero a costa de su calidad educativa. Puede que un docente así llegue a coordinador de ciclo, a jefe de estudios o hasta a director para delegar su labor a los demás bajo la apariencia de trabajar mucho pero solucionar muy poco. Los alumnos, que de estúpidos no tienen ni un pelo, en breve lo detectan. Por eso es importante que hable usted con sus hijos sobre el centro. Esas conversaciones le ofrecerán una radiografía aproximada de lo que ocurre allí dentro.

Un caso de profesor trepa lo observé en un centro cercano a Tarragona. Allí el jefe de estudios entrante fue derivando sus antiguas obligaciones a los tutores mientras informatizaba cada día más el instituto. Bajo la apariencia de modernidad y eficiencia este trepa iba descargándose de trabajo a costa de otros. Si antes él debía llevar las faltas de los escolares ausentes, la faena fue transferida a los mentores de grupo, si las entrevistas con los padres por exclusión de sus hijos las debía ejecutar él, por arte de magia pasaron a manos de los tutores y así una competencia tras otra. Este tipo de profesores hasta puede que se conviertan en prófugos de la tiza y lleguen a dejar el aula para dedicarse a dar cursos de cómo impartir clases a docentes que sí las saben dar y que no pretenden abandonar la tiza.

jueves, 5 de enero de 2017

58. EL SISTEMA ESCOLAR NO ES EL EDUCATIVO

Ya hemos observado que pensar que el colegio ostenta todo el peso de la educación representa un error y hacer lo mismo con los padres también lo es. Se hace necesario que el conjunto de la sociedad tome conciencia que todos educamos, desde los medios de comunicación hasta la dependienta del supermercado. Los alumnos plagian lo que perciben a su alrededor, si ven violencia suelen volverse agresivos, si viven en el egoísmo suelen serlo también. Por tanto, centrar la educación sólo en el colegio y las familias resulta una película a lo George Lucas, pura ciencia-ficción. Hay que establecer un frente unido sin fisuras entre padres, docentes y administración. Cabe recordar que los medios de comunicación, los políticos y los intereses económicos siempre confunden el sistema escolar con el educativo. En España, por ejemplo, todas las leyes promulgadas durante la democracia han cambiado, que no mejorado, el sistema escolar dejando de lado las otras partes del sistema educativo como son familia y administración. Es decir, nuestros políticos llevan más de cuarenta años confundiendo sistema escolar con sistema educativo, y el primero sólo es una parte del todo. Por tanto hay que cambiar de planteamiento.

La unidad de criterios es fundamental para educar a los chavales. Esa avenencia sobrepasa la familia y llega también hasta el colegio. Si existe cohesión educativa entre progenitores, amigos y docentes se alcanzan grandes logros. Pero si las divisiones aparecen, las fisuras se abren y los educadores dejan de serlo. Entonces ellos, los educables, hallarán todo tipo de libertades que en nada favorecerán su éxito personal y estudiantil.

Los púberes son muy hábiles en el momento de pedir algo. Ellos aprenden con gran celeridad quien accederá más rápido a sus demandas. Cuando un adulto les dice no y va otro adulto y les dice sí, algo no funciona en su educación. Los hijos marcharán un día de casa y cuando lo hagan es preferible que hayan aprendido respeto y responsabilidad, no a manipular a sus adultos, ya que en tal caso no se habrá educado correctamente. Por tanto frente unido con la pareja y esta con los profesores y la administración.

A nivel familiar no se deje engañar por sus púberes con frases como, pues tal me deja, respóndale un luego hablo con ese tal, y seamos una pared unívoca entre pareja, colegio y demás adultos vinculados con la educación de su lechón. El instituto que no secunde esa unión mal educador será.

La unidad de la que hablamos se halla a tres niveles, entre madre y padre, entre familia y colegio, y finalmente entre el propio centro y la administración. Veamos como deben ser para obtener el grado de excelencia en un centro educativo.

Entre los padres la cosa resulta de lo más complicado ya que el amor confunde a menudo la objetividad. Jesús dijo de los niños, dejad que se acerquen a mi, pero no que le tomaran el pelo. Hay que mostrar paciencia, empatía y cariño pero también valores, normas y conducta. Por ejemplo, cuando una madre dice NO a su hijo pero el padre va y dice que SÍ el riesgo de discusión crece exponencialmente. Los hijos volarán del nido en un futuro cercano mientras que los padres deberían continuar como pareja, o al menos eso se espera. Los adolescentes buscan las fisuras entre nosotros los adultos para sobrevivir mejor. Jamás los educadores deben discutir ante ellos ya que les damos demasiada información para que luego nos manipulen en su favor. Si ven quien les favorece y quien no, ya saben hacia donde irán dirigidas siempre sus demandas. Por lo tanto, los educadores deberíamos mostrar el menor número de discrepancias ante ellos para mantener nuestro objetivo, educar. Es seguro que nadie piensa como su consorte, pero si uno sanciona, el otro debe apoyar esa decisión aunque la crea ese día injusta. Si se debate algo entre ambos, es mejor hacerlo en privado y quizás luego rebajar la sanción bajo consenso común. El hijo debe ver a sus padres como un frente unido y no como a dos adultos a quien manipular.

El segundo frente de unión sucede entre familia y centro educativo. A menudo la persona que más se encarga de traer y recoger al alumno es la madre. Lo mismo se observa en reuniones y entrevistas. En fin, que difícilmente se puede saber si lo pactado durante una entrevista con uno de los progenitores será secundado por el otro. Por desgracia la mayoría de los hombres toman menos peso en entrevistas y reuniones que sus mujeres, algo que se agrava en el caso de separaciones. Sirva de ello el ejemplo de un colegio que sancionó a un alumno por violento. Entre otras se le negó el patio del día venidero pero el escolar se rió de aquella sanción con un padre que le protegía y una madre ausente por divorcio. A la mañana siguiente el chaval apareció con una nota papal, que también una bula, donde se le excusaba del castigo bajo el pretexto de una visita médica. El protegido abandonó el centro en dirección quien sabe hacia donde y evitó así la sanción. La disciplina del centro quedó desautorizada y el padre fue el culpable, la madre jamás supo de lo ocurrido.

El tercer nivel de unidad, el de docentes con docentes, registra casos en donde el egoísmo de unos choca contra el ideario educativo del resto. Pongamos un ejemplo sencillo, la normativa del centro prohíbe a los alumnos ir al baño entre clase y clase, siempre y cuando no haya una urgencia, pero entonces aparece un docente que tiene por costumbre asentir a las demandas de los alumnos y se abre un acceso directo desde éste al servicio por encima de las normas del centro. Si otro profesor mantiene la normativa escolar pasa automáticamente a la papelera de reciclaje como indeseable por alumnos y familiares. El otro en cambio gozará de ser el bueno y enrollado, ¿se comprende ahora el concepto de unidad entre docentes? Si en su instituto observa tal discrepancia de criterios algo anda mal por el claustro.

Otra situación en donde los docentes se desautorizan entre si sucede cuando uno de ellos intercede en favor de un alumno pero en contra de otro profesor. Comentamos el ejemplo de un centro en donde unas alumnas de bachillerato pidieron a su profesor llevarse fuera del centro los exámenes ya corregidos para fotocopiarlos. El docente les argumentó que no, que la ley no lo permitía y que si las pruebas se perdieran no podría demostrar quien había suspendido o aprobado ante una inspección rutinaria. Añadía no obstante que dejaba ver las pruebas durante su clase para que le plantearan todas sus dudas y anotaran los errores cometidos, algo más didáctico que simplemente fotocopiar unas hojas. El asunto pareció quedar zanjado pero días más tarde la jefe de estudios dio rienda suelta a las alumnas en su demanda al decirles que podían exigir al docente fotocopiar aquellos controles. A partir de ese momento éste quedó desautorizado en su aula y las exigencias de sus estudiantes y los conflictos se perpetuaron durante todo el curso. Obviamente la jefe de estudios cometió varios errores. Por un lado desautorizar al educador, por otro permitir algo ilegal, y finalmente imponer su criterio por encima de lo más pedagógico como era que las bachilleres se fijasen y anotaran los errores cometidos. Contradecir a un compañero, o apoyar a unos alumnos en contra de éste, trae que otro día estos mismos alumnos crean que pueden hacer lo mismo contigo, en fin, que todos los educadores salgan perdiendo. En el futuro otro docente podría desautorizar al primero y así hasta el infinito, algo que no educa en el respeto y la responsabilidad a nuestros estudiantes sino que les invita a la manipulación bajo su egocentrismo.

martes, 3 de enero de 2017

57. ¿FRACASO ESCOLAR CAPITALISTA?

Durante el curso 1999 – 2000 el Ministerio de Educación publicó los índices de fracaso escolar por comunidades dando una media aproximada del 20 por ciento, es decir, veinte de cada cien alumnos no superaba la Enseñanza Secundaria Obligatoria, la ESO. Pasados diez años, y bajo el estandarte de la reforma educativa, la cosa no mejoró sino que empeoró sobrepasando el 25 por ciento. Hoy en día rozamos el 30 por ciento, más del doble de la media europea. Parece obvio que la reforma educativa podría estar detrás del aumento del fracaso escolar nacional. Un conjunto de psiquiatras del hospital de la Vall d’Hebron de Barcelona presentaron en 2015 datos que podían interpretarse en este sentido. La reforma educativa de los años noventa bajo su LOGSE, LOCE, LOE y posteriores versiones daba prioridad a la pedagogía constructivista y acusaba a docentes y familias como causa principal del chasco escolar. Bajo aquella pedagogía se aseguraba que nuestra enseñanza alcanzaría cotas jamás vistas. Dado el chasco educativo nacional fue obvio que aquello fue una creencia y no una evidencia. Quizás uno de los problemas de aquella reforma, y en ello estaría la investigación psiquiátrica que va a detallarse, fue que se descuidó algo esencial, que en infantil y primaria está la base de todo buen sistema de enseñanza.

El 19 de febrero de 2011 el Canal 33 emitió un reportaje del todo desolador. El instituto Molí de la Vila en la población de Capellades, Cataluña, mostraba el desconcierto y frustración de todos sus docentes ante el elevado fracaso escolar de sus alumnos. Al poco, el Dr. Miquel Casas del hospital de la Vall d’Hebron, se puso en contacto con la directora del centro. Su objetivo era estudiar el perfil de los alumnos para determinar la causa de su naufragio académico. Luego se fueron añadiendo más y más centros en el estudio que conllevaron una interpretación refrendada con miles de datos contrastados. Las primeras conclusiones del equipo del Dr. Casas aparecieron en julio de 2015. El proyecto que llevaba por título Evaluación y Tratamiento Psicopatológico en el Fracaso Escolar y Académico, fue avalado por el Departament de Salut y el de Ensenyament de la Generalitat de Catalunya. Las conclusiones fueron aplastantes.

Primero, entre un 15 y un 20 por ciento de los alumnos padecen en su infancia disfunciones educativas que bajo un diagnóstico y tratamientos prematuros pueden ser corregidos.

Segundo, con independencia de su origen social, geográfico o étnico, los porcentajes anteriores se mantienen en los niños de toda Europa.

Tercero, este 20 por ciento de alumnos, en caso de no ser diagnosticados y atendidos en infantil, fracasan en sus estudios independientemente tanto del modelo pedagógico aplicado, del tipo de docentes que les atienden o del perfil del centro donde fueron matriculados. Es decir, las modas educativas no mejoran la situación y los alumnos buenos perseveran siendo buenos, los intermedios continúan como intermedios y los que fracasan siguen suspendiendo.

Cuarto, en los países nórdicos, especialmente sensibles a los trastornos en el aprendizaje, se diagnostican y tratan estas disfunciones ya en infantil, por ello los porcentajes de desastre escolar son los más bajos de Europa, entre un 5 y un 10 por ciento en secundaria. El caso ya mencionado de Finlandia es uno de ellos. Por tanto, y bajo un diagnóstico y tratamientos prematuros entre los 5 y los 9 años, los alumnos aumentan significativamente su rendimiento académico, o lo que es lo mismo, disminuye su fiasco escolar.

Quinto, en nuestro país apenas existe diagnosis y tratamientos en la primera infancia escolar. Ello explica gran parte del casi 30 por ciento del fracaso escolar nacional, más del doble que la media europea. Una infantil y primaria bajo las pedagogías del aprendizaje feliz y fácil no descubren claramente a los alumnos con disfunciones, es decir, una educación sin esfuerzo no delata a quien le falta la capacidad.

Sexto, el sector social que reduce este infortunio escolar se halla en las familias más cultas y adineradas. Éstas tienen mayor acceso a la información médica y a su pago. Por lo tanto buscan y pagan una diagnosis y tratamientos prematuros en mayor proporción que otros sectores sociales, véase el caso de muchos escolares matriculados en centros elitistas. Cabe recordar que la mayoría de diagnosis y tratamientos en nuestro país devienen de uso privado sin subvención alguna del estado. En resumen, que parte del acceso a una de las soluciones al desastre escolar sólo está en manos de una minoría con mayores recursos en conocimientos y economía. Nuestro fracaso escolar es, en cierto modo, capitalista.

Y por último, los alumnos sin disfunciones, aproximadamente nuestro 80 por ciento, siguen un rendimiento muy similar al de el norte de Europa, Finlandia incluida. Esto ocurre tanto en la escuela pública como en la concertada. Resulta totalmente obvio que el alarmante hundimiento escolar nacional no es debido a una mala calidad docente sino a una falta de diagnosis de las disfunciones psíquicas en infantil, al consecuente sesgo en su tratamiento y a un modelo pedagógico teórico y alejado de la realidad. En definitiva, el éxito de un buen sistema de enseñanza se halla siempre en infantil y primaria. O dicho de otro modo, el fracaso escolar hunde sus raíces en las etapas iniciales de la educación y no en secundaria. Probablemente un mínimo de un 15 por ciento procede de disfunciones no diagnosticadas ni tratadas en infantil, y otro 15 por ciento de un modelo pedagógico teórico y sin una Enseñanza Múltiple Contrastada. Sumadas las dos se acercan tremendamente al 30 por ciento de fiasco total nacional. Visto todo lo anterior, quizás estemos cerca de una teoría global del colapso escolar nacional.