Muchos docentes opinan que algunas teorías educativas no les permiten construir un mundo mejor desde la enseñanza. De hecho poca gente contrasta estas teorías con datos reales. Para mejorar el sistema educativo son necesarias más demostraciones y menos opiniones. Hay que observar los hechos probados y sistematizarlos. He aquí cartas de prensa, artículos en los medios y capítulos numerados que ofrecen un amplio corolario de datos contrastados para mejorar realmente la enseñanza y la sociedad.
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martes, 17 de enero de 2017
viernes, 13 de enero de 2017
62. PROFESOR AJO O CANSINO
La expresión, que te repites más que el ajo, es harto conocida por todos, sobretodo por quien es víctima de parejas que en su gastronomía son adictas al susodicho bulbo liliáceo, pero en el campo docente los así llamados ajos son aquellas personas que repiten lo mismo de un alumno des de primero hasta cuarto de ESO. Cabe añadir a esos cuatro años de redundancias los cursos adicionales si el escolar repitió. Tal pesadez de comentarios del ajo sucede sobretodo durante las reuniones de evaluación. En estas se comentan las notas trimestrales de cada alumno grupo tras grupo. Al final se suele opinar sobre más de cien escolares.
-
Pues Oriol no trabaja en clase –
algo que el ajo ya dijo en la reunión
del trimestre anterior - ni jamás me trae los deberes terminados – algo que
también comentó en todas las reuniones antecedentes a la del momento -. Además
el otro día, bla, bla, bla… - suceso en que todos estaban de acuerdo ya de
antemano.
Y así cien alumnos más…
Este tipo de aportaciones culinarias del ajo
alargan la reunión más allá del horario sindical, todo para darse cuenta que
tal estrategia muestra igual eficacia que el Nàstic durante la liga, poca cosa
gana. Repetir lo que el resto de profesores sabe sobre un alumno no mejora en
absoluto ni su evaluación ni su rendimiento académico. Entonces, ¿por qué el ajo lo hace? Existen tres razones para
ello. La primera ganar medallas ante dirección, la segunda mostrar ante los
demás cuanto sabe sobre TODOS los alumnos del centro y la tercera, utilizar el
claustro como el diván de su psicólogo, es decir, como terapia gratuita.
Profundicemos en este tercer hecho. De primero a cuarto de ESO el ajo repite lo mismo de cada alumno como
si se tratara de un mantra necesario para desahogar su ira interior. En fin,
que hace perder a los demás un tiempo valioso que en nada evalúa mejor al
adolescente. Es más, condiciona al resto de docentes con su percepción negativa
del alumno. Entonces, ¿qué tal si hablamos del escolar del trimestre abordado y
no del alumno que el ajo sentenció
hace cuatro cursos?
Así pues el profesor ajo se vuelve cansino, ¿quién no se
ha dormido alguna vez en clase? Negarlo no resultaría muy creíble, sería como
disimular ese metano intestinal que todos hemos retenido en público, pero que
en triste ocasión, con alivio y disimulo escapó.
Una cabezadita en el aula resulta
algo parecido a lo anterior, es una de esas situaciones placenteras que nuestra
fisiología nos infunde pero que la ortodoxia no aplaude. Que de repente el
profesor ajo te despierte por retozar sobre tu pupitre asusta al más valiente.
Algunos asemejan esta experiencia a un coitus
interruptus, ¿acaso no te dejó a medias?
La culpa
de dormirse en el aula no es toda de los alumnos. Existen ciertos maestros que
se empeñan en cansar e hipnotizar a sus escolares durante sus disertaciones.
Este profesor cansino es nefasto si
su materia es de las más odiadas, las matemáticas. Recuerdo un eminente
profesor de cálculo que de tanto que sabía, muy poco sabía enseñar. Vivía tan
lejos de la mente de sus alumnos que era incapaz de explicarse con un mínimo de
didáctica. Su monótono tono de voz, más su total incapacidad de motivarnos, nos
empujaba una y otra vez a disfrutar de longevas sensaciones oníricas durante su
hora de estadística. Del sexo a las matemáticas poca distancia existía.
jueves, 12 de enero de 2017
61. DOCENTES DICTADORES
Su pareja abandonó el hogar, sus
familiares no la soportan y sus amigos, si los mantuvo, por ser como era,
dejaron de serlo. La persona imponente, profesor o profesora, suele ser aquel
personaje quemado por la enseñanza que perdió su capacidad de empatía con los
jóvenes y ahora vive bajo el yugo de la amargura. Muchos años lleva soportando
a provocadores, malcriados y pasotas, así que opta por dar clases con laxitud y
distancia, pasando en parte de sus alumnos e imponiendo más sus ideas que no
provocando el argumento en los propios escolares. Para el imponente hacer
pensar a los estudiantes significa malograr su tiempo para beneficiar sólo a
unos pocos con inquietudes. A menudo el imponente da sus clases a espaldas del
grupo invadiendo la pizarra con mil trazos de tiza que los alumnos deben anotar
atropelladamente, ¿se imaginan lo que ven los escolares durante ese momento?
Pues algo muy sórdido, ven la rabada de su docente enmarcada por el futuro
oscuro de la pizarra, un futuro muy negro. Ahora con las pizarras digitales el
futuro se vuelve más claro.
Envidiar y criticar a todo el mundo es
harto normal en este perfil docente. Algunas veces, y para llenar esos océanos
de antipatía, el imponente siembra islas de simpatía que los alumnos jamás ven
como puerto en donde varar su navío, más bien piensan que es hipócrita. Esos
acercamientos estilo madre Teresa de Calcuta no son más que intentos para curar
su conciencia de imponente amargado. Durante esos pequeños intervalos de
laxitud, la santa madre habla a los
adolescentes como niñitos de tres años. Con ello no da con lo que estos desean
ser realmente en breve, adultos. El imponente jamás comprendió que dirigirse a
estos púberes como hombres y mujeres suscita mejor su responsabilidad
que no tratarles como nenes ingenuos de primaria.
Alguien dijo que un buen maestro no es el que espera que le admiren sino
quien desea que le superen. Imponer verdades puede ser útil y formativo pero
imponer opiniones castra el potencial crítico de los escolares. Goebbles, el
asesor ideológico de Hitler, afirmaba que una mentira repetida mil veces
terminaba por ser verdad. Ahora imagínense si hubiéramos hecho lo mismo con las
verdades. En el aula debe existir esa repetición de las autenticidades más una
pizca de ingenio que haga pensar a los alumnos, que les rete, que les provoque.
Ellos están en el colegio por una simple razón, para ser autónomos en la vida y
destetarse a la larga de sus padres. Un profesor sólo imponente en opiniones
jamás logrará potenciar su autonomía, sólo les llenará la cabeza de sus ideas, con el riesgo de estar
equivocadas. Por tanto aprecie al educador
que no impone sus convicciones personales, aunque sí los hechos probados. Mejor
que les induzca a buscar y contrastar toda la información disponible. El
filósofo Bertrand Russell hacía una broma de si mismo en este sentido, en el de
ser crítico.
Si una vez muerto toda mi obra desapareciera, ¿a
quién preferiría para hablara de mi? ¿a un discípulo estúpido o a un enemigo
listo? Pues mejor un enemigo listo ya que el primero no me habría entendido. En
cambio el segundo, a pesar de criticarme, me cuestionaría correctamente.
El buen educador debe provocar que
sus escolares sean críticos incluso con las opiniones de su mentor. En este
sentido vale el ejemplo de un profesor de matemáticas durante la guerra de
Iraq. Al inicio de ésta pilló un día a sus alumnos de secundaria debatiendo
entre un SÍ o un NO a la guerra. El tema de ese día debían ser las ecuaciones
de segundo grado, ecuaciones que casualmente suelen ofrecer dos soluciones. Un
SÍ o un NO a la guerra también resultaba dual. Así pues el debate substituyó la
clase de álgebra y la conclusión a la cual llegaron fue asombrosa. Contrastando
sus opiniones con las informaciones que les ofrecía el educador resolvieron la
ecuación con gran pericia. Un alumno redactó lo siguiente:
Podemos
desear erradicar la dictadura de Saddam y con ello llegar a la guerra. Podemos
pensar que el petróleo mueve los hilos de la invasión y negarnos a la guerra.
Son dos soluciones ante una misma ecuación pero, ¿debemos elegir
obligatoriamente entre estas dos opciones? ¿O lo realmente importante del asunto sería regalar al
pueblo iraquí la libertad de poder escoger? Bajo la dictadura de Saddam poco
pueden hacer, o sobreviven así o se revelan contra la opresión. Pero cualquier
revolución no debe pasar precisamente por el conflicto bélico, puede pasar por
la cultura y el esfuerzo. Si en lugar de enviar tropas se mandaran
conocimientos puede que ellos mismos provocasen el cambio en su país. Lástima
que Estados Unidos prefiera la vía rápida, la guerra preventiva, a la vía
lenta, la revolución cultural. Como si se tratara de una ecuación de segundo
grado volvemos a tener dos soluciones. Nosotros optamos por la cultura.
Por desgracia, y años más tarde, prosigue el
conflicto en Iraq sin que la cultura haya ganado la partida. Un profesor imponente jamás hubiera
permitido ni suscitado una clase como la anterior. Y algo más, la ley prohíbe
hacer apología de las ideologías del docente entre sus alumnos. En fin, quién
politice a sus estudiantes comete una falta. Viene al caso algunos profesores
de historia que critican el capitalismo a cambio de comunismo. Si analizamos los
dos con perspectiva la teoría es buena pero su aplicación conlleva problemas.
Mejor informar educando que manipular mintiendo.
miércoles, 11 de enero de 2017
60. PROFES DEPRESIVOS O PROFES DEFENSIVOS
Las bajas
por depresión y ansiedad son comunes en el oficio docente. De hecho se trabaja
mucho con emociones y eso duele si un grupo de adolescentes la toman con un
profesor o si la situación personal del educador no resulta ser óptima. Para
reducir el número de docentes susceptibles de trastornos emocionales hay la
solución. En Finlandia el Estado se asegura que quienes van a ejercer la
docencia no padezcan problemas emocionales o mentales. Con ello se reduce
significativamente el riesgo de depresiones, ansiedad y demás trastornos entre
los educadores.
En nuestro torero país cada día más adolescentes se vuelven más crueles en el aula y con ello más docentes sufren por ello esta violencia. Escribía el profesor Joan Frigola para El Periódico:
En nuestro torero país cada día más adolescentes se vuelven más crueles en el aula y con ello más docentes sufren por ello esta violencia. Escribía el profesor Joan Frigola para El Periódico:
La agresividad, sea latente o
explícita; verbal, emocional o física; de baja o alta intensidad, se está
instalando en el sistema educativo [...] y lo que molesta a la Administración
no es que haya conflictos (ella es especialista en crearlos), sino que se
aireen.
Y eso es lo que ocurre, que a menudo los dirigentes quitan importancia al
asunto. A finales del 2006 la Conselleria d’Educació de la Generalitat de
Catalunya hizo público un comunicado en que tras calificar los ataques que reciben
los profesores como un hecho muy grave, sólo se trataba de casos aislados que
no eran generalizables a todo el sistema escolar. El propio conseller de entonces, Joan Manuel del
Pozo, sugirió que para evitar mayor algarabía:
No se creara más alarma de la que
realmente estuviera justificada.
Pero de hecho, estas opiniones no casaron con los estudios que ellos mismos
ordenaron. En la encuesta sobre juventud y seguridad en Cataluña del 2001, el
20,8 por ciento de los alumnos reconocía haber gritado a sus profesores, el 12
por ciento haberles insultado y el 1,2 por ciento haberles agredido
físicamente. Es decir, que las provocaciones por parte de los escolares hacia
los docentes son pan de cada día en el aula. Puesto que las palabras orden,
autoridad y disciplina causan frecuentemente miedo en la legislación educativa,
cabe preguntarse que puede hacer el educador frente a estas situaciones. Por
desgracia muchos profesores caen en el error y en la provocación quedando
desautorizados en clase. En noviembre de 2006, y ante un gran cúmulo de quejas
por parte de maestros y profesores, el Fiscal Jefe del Tribunal Superior de
Justicia de Cataluña, José María Mena, ordenó a los fiscales que endurecieran
la protección penal de los educadores tipificando como atentado las agresiones a los profesionales de la enseñanza. De
hecho éstos realizaban una función de interés social como es la educación. Tal
delito conlleva penas de dos a cuatro años de cárcel, algo que según las
asociaciones de Jueces de Cataluña fue calificado de forzado, cuestionable y de
difícil aplicación, más bien debía considerarse como un mensaje de llamada de atención, un aviso a los posibles
agresores. Independientemente de todas estas medidas forzadas está claro que lo más hábil en un docente son las
actuaciones preventivas evitando caer en la provocación. Mostrar un enfado
excesivo y ponerse histérico ante un adolescente es un error, él logra su
objetivo, crispar, y el adulto pierde el suyo, educar. Ante el desafío, y esto
también sirve para los padres, hay que agarrar ese lance y devolvérselo sin ira
alguna, hay que desconcertar al púber, hay que mostrarse como una pared que no
pincha, una pared donde rebotan los agravios, un muro que le marca sus límites
y en donde el silencio debe tronar. En otro caso, y si no se controla al
provocador de clase, se pierde el control del grupo, su respeto y la
posibilidad de impartir conocimientos a los demás. En fin, que se acabó la
clase. Ante el despropósito de un alumno lo fácil es expulsarlo del aula, pero
lo difícil es jugar su juego sin ira y sin mostrarse herido. Si él ve que sacó
de sus casillas al profesor una vez, lo hará cientos. Mejor esquivar esa
primera y habrá menos en el futuro. Ese tipo de docentes demuestran una amplia
experiencia que les permite evitar algo que frecuentemente sucede, gritar. Por
otro lado, si se abuchea y presiona en exceso a un alumno puede que algunos
padres no lo encajen bien y vayan al colegio a exigir explicaciones. Hoy ya no
funciona la antigua terapia de castigar en el colegio esperando otra sanción
paterna si el escolar se quejaba en casa. Valore por tanto a aquellos
educadores que sin la bronca controlan al grupo. Si su presión se hace evidente
en la opinión de sus hijos significa que su preocupación es alta, en caso contrario
pasan de todo. Piense que los centros de
enseñanza reciben denuncias de lo más inverosímil. Recuerdo el caso de unos
padres que tramitaron una querella contra un profesor por maltratar a su hijo psicológicamente por llamarle la atención con
un grito. U otro caso en donde el profesor confiscó temporalmente un
móvil de un alumno por utilizarlo en clase. En esa ocasión el docente casi fue
denunciado por apropiación indebida.
Y si quiere otro ejemplo más kafkiano
el de un maestro que quiso registrar la mochila de un escolar bajo la sospecha
que escondía un hurto. La familia del chaval averiguó que podía denunciar al
profesor por violación de la propiedad.
Si antes se decía que la letra con sangre entra, ahora es el docente quien recibe letras
y sangre con denuncias potenciales. Años atrás era el maestro quien intentaba
persuadir al escolar diciéndole que avisaría a sus padres, ahora es al revés,
es el alumno quien amenaza al educador con sus progenitores. Querer mantener la
rectitud de forma contundente sobre los alumnos ya no parece aconsejable, por
tanto si sus hijos le cuentan que tal profesor es respetado sin proferir ni
gritos ni histerismo, algo muy bueno tiene éste.
En definitiva, ante las provocaciones mejor ser pared que no pincha que
barricada con alambres. Un proverbio chino ora que cuando el vendaval ruge el árbol se quiebra pero el junco sobrevive.
Veamos ahora un ejemplo sin dar caña de ser caña:
- Ei, profe Peláez
– gritó un alumno en clase de tecnología -, ¿para que sirve mi poll*?
- Con ese lenguaje – sonriendo el docente – y sin delicadez
por tu parte, para algo que las chicas dejarán que te hagas tú solo- el grupo
se ríe y el provocador también.
- ¿Sabes? Creo que me estás rallando, tío – levantándose del pupitre.
- Lo siento, ¿pero crees realmente que yo soy tu tío o tú
un DVD? Por favor, siéntate y déjame dar clase a los demás.
- Ala tío, como te pasas – contestó con cierta simpatía el
alumno.
- Y ahora, por favor ¿me dejas dar la clase? – nadie más
intervino y el provocador se sentó – Pues prosigamos.
El caso anterior, real en sus palabras, muestra en cierto modo que una vez
robado con simpatía el protagonismo del provocador, éste suele ceder en su
intención, he dicho suele. A menudo no ocurre así y nadie da con una solución
pacífica que integre al provocador dentro del colegio. La política actual dice
que el centro debe reinsertar a estos adolescentes en la sociedad, algo fácil
de derivar pero difícil de asumir. Los docentes no son psicólogos y tampoco
asistentes sociales. A pesar de ello se espera que resuelvan el percal. La
desgracia llega cuando el alumno anómalo
perpetra el insulto, la amenaza y la agresión al profesor. Bajo tal presión
poco puede hacer el docente. Dirá algún experto que hay que aplicar la teoría
de moda, la resolución de conflictos a través de un buen conocimiento de
educación emocional bajo un mediador, pero esa terapia resulta a menudo un
pacto de buenas intenciones sin que nadie sepa como llevar la gesta a la
práctica. Cuando un adolescente propina una patada a un profesor afecta a todo
el resto. Si el tutor no puede solucionar la violencia de un solo individuo,
tampoco podrá atender a la mayoría, es decir, si un único alumno centra la
atención del docente poco asistirá a los demás. Luego contará el problema que
tiene con el díscolo y pasará a tener dos problemas, el del aula y el de
papeleo. Cabe preguntarse ahora si esto es integrar o dejar de lado a todo el
grupo.
Como antes se ha mencionado, la pedagogía teórica promueve la educación
emocional. Los especialistas no paran de hablar de ella y las instituciones
organizan cursos al respecto. Ya dijimos que se propuso quitar una hora de
clase normal a cambio de una de educación emocional. El hecho es que la
educación emocional se muestra, entre otras cosas, como la piedra filosofal para
neutralizar a los alumnos provocadores. Y, ¿qué postula la educación emocional
para resolver el problema? Pues aconseja que en el aula se motive al alumno,
que se practique la empatía con él, que se comprenda su sensibilidad, que se le
enseñe a controlar sus emociones, que se eleve su autoestima y finalmente que
se promueva su interacción con los demás. Todo lo anterior siempre se ha sabido
y aplicado pero con mayor disciplina y unidad educativa entre centros y
familias. En cierta forma parece como si alguien hubiera descubierto esto sólo
para ponerle un nombre, el de educación emocional, y ahora venderlo como una
solución innovadora. Algo que está claro por el momento es que el docente que
cae en la provocación pierde la partida sin hallar salvación alguna al asunto.
En noviembre del 2006 llegó
otra componenda para tratar los casos de alumnos provocadores. Auxiliadora
Javaloyes, directora del Area de Hospitalización del Adolescente de la Clínica
Mediterránea de Neurociencias (CMN), propuso que ante el primer síntoma que
indique que estamos frente a un menor violento, hay que pedir ayuda al médico.
Siempre se ha dicho que es mejor prevenir que curar aunque en caso de
adolescentes díscolos se llegó tarde. La mayoría de estos alumnos violentos se
originó durante los primeros pasos educativos. Si se fue demasiado permisivo
con el infante se le animó a desarrollar sus exigencias por encima de sus
adultos. Al llegar a la adolescencia con dieciséis años de rebeldía y metro
ochenta de altura, no hay quien lo pare, ni el doctor House. No obstante la
solución de mínimos es que los profesores NO caigan ante la provocación. Con el
tiempo llegan a ganarse a los escolares. Esta situación lleva sus semanas pero
al final genera que unos púberes confíen en su educador y en sus consejos.
Otras medidas como ir al médico o asistir a cursos de educación emocional puede
que ayuden pero parecen más pastillas balsámicas que auténticas soluciones ante
la pulmonía del provocador. Muchos teóricos insisten que con un mayor número de
cursos, control burocrático y libertad de elección escolar de las materias, los
alumnos díscolos desaparecerían pero la calidad escolar no reside ni en el
control burocrático ni en la libre elección, y ni mucho menos en crear
superprofesores a golpe de más y más cursos, la calidad educativa se logra
desde la más temprana infancia con rutinas de estudio, concentración y
esfuerzo. Cuando esto no se cumple llegan a secundaria los díscolos
irreductibles. Por tanto hay que incidir en infantil y primaria con máxima
efectividad para prevenir males mayores durante la adolescencia.
lunes, 9 de enero de 2017
59. ¿CALIDAD DOCENTE?
Un estudio psiquiátrico del hospital del Vall d’Hebron en Barcelona
demostraba en 2015 que la calidad docente era la correcta y que la causa del
fracaso escolar era externa a estos buenos profesionales. Aun así, ya se sabe que nadie es perfecto y que no hay
que iniciar una caza de brujas en contra los docentes, pero a veces existen algunos
maestros que deben ser avisados de sus errores. Sirva de ejemplo lo que una
sicóloga argumentaba en sus cursos sobre liderazgo. A los empresarios
asistentes les comentaba que era un error callarse ante las equivocaciones de
un servicio. Puede que a muchos les parezca una falta de respeto quejarse si en
un restaurante el cocinero le sirvió un chuleta hecha cuando se la pidió al
punto, pero si nadie se lo explica muchos clientes continuarán sufriendo el
error. Veamos pues los perfiles de ciertos profesores que deben ser avisados de
sus deslices. Comencemos por el TREPA.
Un primer candidato a denunciar es el docente
trepa que vive más preocupado por sus galones que por sus clases. A este
personaje le encantan las reuniones, los actos sociales y las figuraciones que
alimenten su autoestima pero a costa de su calidad educativa. Puede que un
docente así llegue a coordinador de ciclo, a jefe de estudios o hasta a
director para delegar su labor a los demás bajo la apariencia de trabajar mucho
pero solucionar muy poco. Los alumnos, que de estúpidos no tienen ni un pelo,
en breve lo detectan. Por eso es importante que hable usted con sus hijos sobre
el centro. Esas conversaciones le ofrecerán una radiografía aproximada de lo
que ocurre allí dentro.
Un
caso de profesor trepa lo observé en un centro cercano a Tarragona. Allí el
jefe de estudios entrante fue derivando sus antiguas obligaciones a los tutores
mientras informatizaba cada día más el instituto. Bajo la apariencia de
modernidad y eficiencia este trepa iba descargándose de trabajo a costa de
otros. Si antes él debía llevar las faltas de los escolares ausentes, la faena
fue transferida a los mentores de grupo, si las entrevistas con los padres por
exclusión de sus hijos las debía ejecutar él, por arte de magia pasaron a manos
de los tutores y así una competencia tras otra. Este tipo de profesores hasta
puede que se conviertan en prófugos de la tiza y lleguen a dejar el aula para
dedicarse a dar cursos de cómo impartir clases a docentes que sí las saben dar
y que no pretenden abandonar la tiza.
jueves, 5 de enero de 2017
58. EL SISTEMA ESCOLAR NO ES EL EDUCATIVO
Ya hemos observado que pensar que
el colegio ostenta todo el peso de la educación representa un error y hacer lo
mismo con los padres también lo es. Se hace necesario que el conjunto de la
sociedad tome conciencia que todos educamos, desde los medios de comunicación
hasta la dependienta del supermercado. Los alumnos plagian lo que perciben a su
alrededor, si ven violencia suelen volverse agresivos, si viven en el egoísmo
suelen serlo también. Por tanto, centrar la educación sólo en el colegio y las
familias resulta una película a lo George Lucas, pura ciencia-ficción. Hay que
establecer un frente unido sin fisuras entre padres, docentes y administración.
Cabe recordar que los medios de comunicación, los políticos y los intereses
económicos siempre confunden el sistema escolar con el educativo. En España, por ejemplo, todas las
leyes promulgadas durante la democracia han cambiado, que no mejorado, el
sistema escolar dejando de lado las otras partes del sistema educativo como son
familia y administración. Es decir, nuestros políticos llevan más de cuarenta
años confundiendo sistema escolar con sistema educativo, y el primero sólo es
una parte del todo. Por tanto hay que cambiar de planteamiento.
La unidad de criterios es fundamental para educar a los chavales. Esa
avenencia sobrepasa la familia y llega también hasta el colegio. Si existe
cohesión educativa entre progenitores, amigos y docentes se alcanzan grandes
logros. Pero si las divisiones aparecen, las fisuras se abren y los educadores
dejan de serlo. Entonces ellos, los
educables, hallarán todo tipo de libertades que en nada favorecerán su
éxito personal y estudiantil.
Los púberes son muy hábiles en el momento de pedir algo. Ellos aprenden con
gran celeridad quien accederá más rápido a sus demandas. Cuando un adulto les
dice no y va otro adulto y les dice sí, algo no funciona en su educación. Los
hijos marcharán un día de casa y cuando lo hagan es preferible que hayan
aprendido respeto y responsabilidad, no a manipular a sus adultos, ya que en
tal caso no se habrá educado correctamente.
Por tanto frente unido con la pareja y esta con los profesores y la
administración.
A nivel familiar no se deje engañar por sus púberes
con frases como, pues tal me deja,
respóndale un luego hablo con ese tal,
y seamos una pared unívoca entre pareja, colegio y demás adultos vinculados con
la educación de su lechón. El instituto que no secunde esa unión mal educador
será.
La unidad de la que hablamos se halla a tres niveles, entre madre y padre,
entre familia y colegio, y finalmente entre el propio centro y la
administración. Veamos como deben ser para obtener el grado de excelencia en un
centro educativo.
Entre los padres la cosa resulta de lo más complicado ya que el amor
confunde a menudo la objetividad. Jesús dijo de los niños, dejad que se acerquen a mi, pero no que le tomaran el pelo.
Hay que mostrar paciencia, empatía y cariño pero también valores, normas y
conducta. Por ejemplo, cuando una madre dice NO a su hijo pero el padre va y
dice que SÍ el riesgo de discusión crece exponencialmente. Los hijos volarán
del nido en un futuro cercano mientras que los padres deberían continuar como
pareja, o al menos eso se espera. Los adolescentes buscan las fisuras entre
nosotros los adultos para sobrevivir mejor. Jamás los educadores deben discutir
ante ellos ya que les damos demasiada información para que luego nos manipulen
en su favor. Si ven quien les favorece y quien no, ya saben hacia donde irán
dirigidas siempre sus demandas. Por lo tanto, los educadores deberíamos mostrar
el menor número de discrepancias ante ellos para mantener nuestro objetivo,
educar. Es seguro que nadie piensa como su consorte, pero si uno sanciona, el
otro debe apoyar esa decisión aunque la crea ese día injusta. Si se debate algo
entre ambos, es mejor hacerlo en privado y quizás luego rebajar la sanción bajo
consenso común. El hijo debe ver a sus padres como un frente unido y no como a
dos adultos a quien manipular.
El segundo frente de unión sucede entre familia y centro educativo. A
menudo la persona que más se encarga de traer y recoger al alumno es la madre.
Lo mismo se observa en reuniones y entrevistas. En fin, que difícilmente se
puede saber si lo pactado durante una entrevista con uno de los progenitores
será secundado por el otro. Por desgracia la mayoría de los hombres toman menos
peso en entrevistas y reuniones que sus mujeres, algo que se agrava en el caso
de separaciones. Sirva de ello el ejemplo de un colegio que sancionó a un
alumno por violento. Entre otras se le negó el patio del día venidero pero el
escolar se rió de aquella sanción con un padre que le protegía y una madre
ausente por divorcio. A la mañana siguiente el chaval apareció con una nota
papal, que también una bula, donde se le excusaba del castigo bajo el pretexto
de una visita médica. El protegido abandonó el centro en dirección quien sabe
hacia donde y evitó así la sanción. La disciplina del centro quedó
desautorizada y el padre fue el culpable, la madre jamás supo de lo ocurrido.
El tercer nivel de unidad, el de docentes con docentes,
registra casos en donde el egoísmo de unos choca contra el ideario educativo
del resto. Pongamos un ejemplo sencillo, la normativa del centro prohíbe a los
alumnos ir al baño entre clase y clase, siempre y cuando no haya una urgencia,
pero entonces aparece un docente que tiene por costumbre asentir a las demandas
de los alumnos y se abre un acceso
directo desde éste al servicio por encima de las normas del centro. Si otro
profesor mantiene la normativa escolar pasa automáticamente a la papelera de reciclaje como indeseable
por alumnos y familiares. El otro en cambio gozará de ser el bueno y enrollado,
¿se comprende ahora el concepto de unidad entre docentes? Si en su instituto
observa tal discrepancia de criterios algo anda mal por el claustro.
Otra situación en donde los
docentes se desautorizan entre si sucede cuando uno de ellos intercede en favor
de un alumno pero en contra de otro profesor. Comentamos el ejemplo de un
centro en donde unas alumnas de bachillerato pidieron a su profesor llevarse
fuera del centro los exámenes ya corregidos para fotocopiarlos. El docente les
argumentó que no, que la ley no lo permitía y que si las pruebas se perdieran
no podría demostrar quien había suspendido o aprobado ante una inspección
rutinaria. Añadía no obstante que dejaba ver las pruebas durante su clase para
que le plantearan todas sus dudas y anotaran los errores cometidos, algo más
didáctico que simplemente fotocopiar unas hojas. El asunto pareció quedar
zanjado pero días más tarde la jefe de estudios dio rienda suelta a las alumnas
en su demanda al decirles que podían exigir al docente fotocopiar aquellos
controles. A partir de ese momento éste quedó desautorizado en su aula y las
exigencias de sus estudiantes y los conflictos se perpetuaron durante todo el
curso. Obviamente la jefe de estudios cometió varios errores. Por un lado
desautorizar al educador, por otro permitir algo ilegal, y finalmente imponer
su criterio por encima de lo más pedagógico como era que las bachilleres se
fijasen y anotaran los errores cometidos. Contradecir a un compañero, o apoyar
a unos alumnos en contra de éste, trae que otro día estos mismos alumnos crean
que pueden hacer lo mismo contigo, en fin, que todos los educadores salgan
perdiendo. En el futuro otro docente podría desautorizar al primero y así hasta
el infinito, algo que no educa en el respeto y la responsabilidad a nuestros
estudiantes sino que les invita a la manipulación bajo su egocentrismo.
martes, 3 de enero de 2017
57. ¿FRACASO ESCOLAR CAPITALISTA?
Durante
el curso 1999 – 2000 el Ministerio de Educación publicó los índices de fracaso
escolar por comunidades dando una media aproximada del 20 por ciento, es decir,
veinte de cada cien alumnos no superaba la Enseñanza Secundaria Obligatoria, la
ESO. Pasados diez años, y bajo el estandarte de la reforma educativa, la cosa
no mejoró sino que empeoró sobrepasando el 25 por ciento. Hoy en día rozamos el
30 por ciento, más del doble de la media europea. Parece obvio que la reforma educativa
podría estar detrás del aumento del fracaso escolar nacional. Un conjunto de
psiquiatras del hospital de la Vall d’Hebron de Barcelona presentaron en 2015
datos que podían interpretarse en este sentido. La reforma educativa de los
años noventa bajo su LOGSE, LOCE, LOE y posteriores versiones daba prioridad a
la pedagogía constructivista y acusaba a docentes y familias como causa
principal del chasco escolar. Bajo aquella pedagogía se aseguraba que nuestra
enseñanza alcanzaría cotas jamás vistas. Dado el chasco educativo nacional fue
obvio que aquello fue una creencia y no una evidencia. Quizás uno de los
problemas de aquella reforma, y en ello estaría la investigación psiquiátrica
que va a detallarse, fue que se descuidó algo esencial, que en infantil y
primaria está la base de todo buen sistema de enseñanza.
El 19
de febrero de 2011 el Canal 33 emitió un reportaje del todo desolador. El
instituto Molí de la Vila en la población de Capellades, Cataluña, mostraba el
desconcierto y frustración de todos sus docentes ante el elevado fracaso
escolar de sus alumnos. Al poco, el Dr. Miquel Casas del hospital de la Vall
d’Hebron, se puso en contacto con la directora del centro. Su objetivo era
estudiar el perfil de los alumnos para determinar la causa de su naufragio
académico. Luego se fueron añadiendo más y más centros en el estudio que
conllevaron una interpretación refrendada con miles de datos contrastados. Las
primeras conclusiones del equipo del Dr. Casas aparecieron en julio de 2015. El
proyecto que llevaba por título Evaluación y Tratamiento Psicopatológico en
el Fracaso Escolar y Académico, fue avalado por el Departament de Salut y
el de Ensenyament de la Generalitat de Catalunya. Las conclusiones fueron
aplastantes.
Primero, entre un 15 y un 20 por ciento de los alumnos padecen en su
infancia disfunciones educativas que bajo un diagnóstico y tratamientos
prematuros pueden ser corregidos.
Segundo, con independencia de su origen social, geográfico o étnico, los
porcentajes anteriores se mantienen en los niños de toda Europa.
Tercero, este 20 por ciento de alumnos, en caso de no ser diagnosticados y
atendidos en infantil, fracasan en sus estudios independientemente tanto del
modelo pedagógico aplicado, del tipo de docentes que les atienden o del perfil
del centro donde fueron matriculados. Es decir, las modas educativas no mejoran
la situación y los alumnos buenos perseveran siendo buenos, los intermedios
continúan como intermedios y los que fracasan siguen suspendiendo.
Cuarto, en los países nórdicos, especialmente sensibles a los trastornos en
el aprendizaje, se diagnostican y tratan estas disfunciones ya en infantil, por
ello los porcentajes de desastre escolar son los más bajos de Europa, entre un
5 y un 10 por ciento en secundaria. El caso ya mencionado de Finlandia es uno
de ellos. Por tanto, y bajo un diagnóstico y tratamientos prematuros entre los
5 y los 9 años, los alumnos aumentan significativamente su rendimiento
académico, o lo que es lo mismo, disminuye su fiasco escolar.
Quinto, en nuestro país apenas existe diagnosis y tratamientos en la
primera infancia escolar. Ello explica gran parte del casi 30 por ciento del
fracaso escolar nacional, más del doble que la media europea. Una infantil y
primaria bajo las pedagogías del aprendizaje feliz y fácil no descubren
claramente a los alumnos con disfunciones, es decir, una educación sin esfuerzo
no delata a quien le falta la capacidad.
Sexto, el sector social que reduce este infortunio escolar se halla en las
familias más cultas y adineradas. Éstas tienen mayor acceso a la información
médica y a su pago. Por lo tanto buscan y pagan una diagnosis y tratamientos
prematuros en mayor proporción que otros sectores sociales, véase el caso de
muchos escolares matriculados en centros elitistas. Cabe recordar que la
mayoría de diagnosis y tratamientos en nuestro país devienen de uso privado sin
subvención alguna del estado. En resumen, que parte del acceso a una de las
soluciones al desastre escolar sólo está en manos de una minoría con mayores
recursos en conocimientos y economía. Nuestro fracaso escolar es, en cierto
modo, capitalista.
Y por último, los alumnos
sin disfunciones, aproximadamente nuestro 80 por ciento, siguen un rendimiento
muy similar al de el norte de Europa, Finlandia incluida. Esto ocurre tanto en
la escuela pública como en la concertada. Resulta totalmente obvio que el
alarmante hundimiento escolar nacional no es debido a una mala calidad docente
sino a una falta de diagnosis de las disfunciones psíquicas en infantil, al
consecuente sesgo en su tratamiento y a un modelo pedagógico teórico y alejado
de la realidad. En definitiva, el éxito de un buen sistema de enseñanza se
halla siempre en infantil y primaria. O dicho de otro modo, el fracaso escolar
hunde sus raíces en las etapas iniciales de la educación y no en secundaria.
Probablemente un mínimo de un 15 por ciento procede de disfunciones no
diagnosticadas ni tratadas en infantil, y otro 15 por ciento de un modelo
pedagógico teórico y sin una Enseñanza Múltiple Contrastada. Sumadas las dos se
acercan tremendamente al 30 por ciento de fiasco total nacional. Visto todo lo
anterior, quizás estemos cerca de una teoría global del colapso escolar
nacional.
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