La expresión, que te repites más que el ajo, es harto conocida por todos, sobretodo por quien es víctima de parejas que en su gastronomía son adictas al susodicho bulbo liliáceo, pero en el campo docente los así llamados ajos son aquellas personas que repiten lo mismo de un alumno des de primero hasta cuarto de ESO. Cabe añadir a esos cuatro años de redundancias los cursos adicionales si el escolar repitió. Tal pesadez de comentarios del ajo sucede sobretodo durante las reuniones de evaluación. En estas se comentan las notas trimestrales de cada alumno grupo tras grupo. Al final se suele opinar sobre más de cien escolares.
-
Pues Oriol no trabaja en clase –
algo que el ajo ya dijo en la reunión
del trimestre anterior - ni jamás me trae los deberes terminados – algo que
también comentó en todas las reuniones antecedentes a la del momento -. Además
el otro día, bla, bla, bla… - suceso en que todos estaban de acuerdo ya de
antemano.
Y así cien alumnos más…
Este tipo de aportaciones culinarias del ajo
alargan la reunión más allá del horario sindical, todo para darse cuenta que
tal estrategia muestra igual eficacia que el Nàstic durante la liga, poca cosa
gana. Repetir lo que el resto de profesores sabe sobre un alumno no mejora en
absoluto ni su evaluación ni su rendimiento académico. Entonces, ¿por qué el ajo lo hace? Existen tres razones para
ello. La primera ganar medallas ante dirección, la segunda mostrar ante los
demás cuanto sabe sobre TODOS los alumnos del centro y la tercera, utilizar el
claustro como el diván de su psicólogo, es decir, como terapia gratuita.
Profundicemos en este tercer hecho. De primero a cuarto de ESO el ajo repite lo mismo de cada alumno como
si se tratara de un mantra necesario para desahogar su ira interior. En fin,
que hace perder a los demás un tiempo valioso que en nada evalúa mejor al
adolescente. Es más, condiciona al resto de docentes con su percepción negativa
del alumno. Entonces, ¿qué tal si hablamos del escolar del trimestre abordado y
no del alumno que el ajo sentenció
hace cuatro cursos?
Así pues el profesor ajo se vuelve cansino, ¿quién no se
ha dormido alguna vez en clase? Negarlo no resultaría muy creíble, sería como
disimular ese metano intestinal que todos hemos retenido en público, pero que
en triste ocasión, con alivio y disimulo escapó.
Una cabezadita en el aula resulta
algo parecido a lo anterior, es una de esas situaciones placenteras que nuestra
fisiología nos infunde pero que la ortodoxia no aplaude. Que de repente el
profesor ajo te despierte por retozar sobre tu pupitre asusta al más valiente.
Algunos asemejan esta experiencia a un coitus
interruptus, ¿acaso no te dejó a medias?
La culpa
de dormirse en el aula no es toda de los alumnos. Existen ciertos maestros que
se empeñan en cansar e hipnotizar a sus escolares durante sus disertaciones.
Este profesor cansino es nefasto si
su materia es de las más odiadas, las matemáticas. Recuerdo un eminente
profesor de cálculo que de tanto que sabía, muy poco sabía enseñar. Vivía tan
lejos de la mente de sus alumnos que era incapaz de explicarse con un mínimo de
didáctica. Su monótono tono de voz, más su total incapacidad de motivarnos, nos
empujaba una y otra vez a disfrutar de longevas sensaciones oníricas durante su
hora de estadística. Del sexo a las matemáticas poca distancia existía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario