Durante
el curso 1999 – 2000 el Ministerio de Educación publicó los índices de fracaso
escolar por comunidades dando una media aproximada del 20 por ciento, es decir,
veinte de cada cien alumnos no superaba la Enseñanza Secundaria Obligatoria, la
ESO. Pasados diez años, y bajo el estandarte de la reforma educativa, la cosa
no mejoró sino que empeoró sobrepasando el 25 por ciento. Hoy en día rozamos el
30 por ciento, más del doble de la media europea. Parece obvio que la reforma educativa
podría estar detrás del aumento del fracaso escolar nacional. Un conjunto de
psiquiatras del hospital de la Vall d’Hebron de Barcelona presentaron en 2015
datos que podían interpretarse en este sentido. La reforma educativa de los
años noventa bajo su LOGSE, LOCE, LOE y posteriores versiones daba prioridad a
la pedagogía constructivista y acusaba a docentes y familias como causa
principal del chasco escolar. Bajo aquella pedagogía se aseguraba que nuestra
enseñanza alcanzaría cotas jamás vistas. Dado el chasco educativo nacional fue
obvio que aquello fue una creencia y no una evidencia. Quizás uno de los
problemas de aquella reforma, y en ello estaría la investigación psiquiátrica
que va a detallarse, fue que se descuidó algo esencial, que en infantil y
primaria está la base de todo buen sistema de enseñanza.
El 19
de febrero de 2011 el Canal 33 emitió un reportaje del todo desolador. El
instituto Molí de la Vila en la población de Capellades, Cataluña, mostraba el
desconcierto y frustración de todos sus docentes ante el elevado fracaso
escolar de sus alumnos. Al poco, el Dr. Miquel Casas del hospital de la Vall
d’Hebron, se puso en contacto con la directora del centro. Su objetivo era
estudiar el perfil de los alumnos para determinar la causa de su naufragio
académico. Luego se fueron añadiendo más y más centros en el estudio que
conllevaron una interpretación refrendada con miles de datos contrastados. Las
primeras conclusiones del equipo del Dr. Casas aparecieron en julio de 2015. El
proyecto que llevaba por título Evaluación y Tratamiento Psicopatológico en
el Fracaso Escolar y Académico, fue avalado por el Departament de Salut y
el de Ensenyament de la Generalitat de Catalunya. Las conclusiones fueron
aplastantes.
Primero, entre un 15 y un 20 por ciento de los alumnos padecen en su
infancia disfunciones educativas que bajo un diagnóstico y tratamientos
prematuros pueden ser corregidos.
Segundo, con independencia de su origen social, geográfico o étnico, los
porcentajes anteriores se mantienen en los niños de toda Europa.
Tercero, este 20 por ciento de alumnos, en caso de no ser diagnosticados y
atendidos en infantil, fracasan en sus estudios independientemente tanto del
modelo pedagógico aplicado, del tipo de docentes que les atienden o del perfil
del centro donde fueron matriculados. Es decir, las modas educativas no mejoran
la situación y los alumnos buenos perseveran siendo buenos, los intermedios
continúan como intermedios y los que fracasan siguen suspendiendo.
Cuarto, en los países nórdicos, especialmente sensibles a los trastornos en
el aprendizaje, se diagnostican y tratan estas disfunciones ya en infantil, por
ello los porcentajes de desastre escolar son los más bajos de Europa, entre un
5 y un 10 por ciento en secundaria. El caso ya mencionado de Finlandia es uno
de ellos. Por tanto, y bajo un diagnóstico y tratamientos prematuros entre los
5 y los 9 años, los alumnos aumentan significativamente su rendimiento
académico, o lo que es lo mismo, disminuye su fiasco escolar.
Quinto, en nuestro país apenas existe diagnosis y tratamientos en la
primera infancia escolar. Ello explica gran parte del casi 30 por ciento del
fracaso escolar nacional, más del doble que la media europea. Una infantil y
primaria bajo las pedagogías del aprendizaje feliz y fácil no descubren
claramente a los alumnos con disfunciones, es decir, una educación sin esfuerzo
no delata a quien le falta la capacidad.
Sexto, el sector social que reduce este infortunio escolar se halla en las
familias más cultas y adineradas. Éstas tienen mayor acceso a la información
médica y a su pago. Por lo tanto buscan y pagan una diagnosis y tratamientos
prematuros en mayor proporción que otros sectores sociales, véase el caso de
muchos escolares matriculados en centros elitistas. Cabe recordar que la
mayoría de diagnosis y tratamientos en nuestro país devienen de uso privado sin
subvención alguna del estado. En resumen, que parte del acceso a una de las
soluciones al desastre escolar sólo está en manos de una minoría con mayores
recursos en conocimientos y economía. Nuestro fracaso escolar es, en cierto
modo, capitalista.
Y por último, los alumnos
sin disfunciones, aproximadamente nuestro 80 por ciento, siguen un rendimiento
muy similar al de el norte de Europa, Finlandia incluida. Esto ocurre tanto en
la escuela pública como en la concertada. Resulta totalmente obvio que el
alarmante hundimiento escolar nacional no es debido a una mala calidad docente
sino a una falta de diagnosis de las disfunciones psíquicas en infantil, al
consecuente sesgo en su tratamiento y a un modelo pedagógico teórico y alejado
de la realidad. En definitiva, el éxito de un buen sistema de enseñanza se
halla siempre en infantil y primaria. O dicho de otro modo, el fracaso escolar
hunde sus raíces en las etapas iniciales de la educación y no en secundaria.
Probablemente un mínimo de un 15 por ciento procede de disfunciones no
diagnosticadas ni tratadas en infantil, y otro 15 por ciento de un modelo
pedagógico teórico y sin una Enseñanza Múltiple Contrastada. Sumadas las dos se
acercan tremendamente al 30 por ciento de fiasco total nacional. Visto todo lo
anterior, quizás estemos cerca de una teoría global del colapso escolar
nacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario