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jueves, 12 de enero de 2017

61. DOCENTES DICTADORES

        Su pareja abandonó el hogar, sus familiares no la soportan y sus amigos, si los mantuvo, por ser como era, dejaron de serlo. La persona imponente, profesor o profesora, suele ser aquel personaje quemado por la enseñanza que perdió su capacidad de empatía con los jóvenes y ahora vive bajo el yugo de la amargura. Muchos años lleva soportando a provocadores, malcriados y pasotas, así que opta por dar clases con laxitud y distancia, pasando en parte de sus alumnos e imponiendo más sus ideas que no provocando el argumento en los propios escolares. Para el imponente hacer pensar a los estudiantes significa malograr su tiempo para beneficiar sólo a unos pocos con inquietudes. A menudo el imponente da sus clases a espaldas del grupo invadiendo la pizarra con mil trazos de tiza que los alumnos deben anotar atropelladamente, ¿se imaginan lo que ven los escolares durante ese momento? Pues algo muy sórdido, ven la rabada de su docente enmarcada por el futuro oscuro de la pizarra, un futuro muy negro. Ahora con las pizarras digitales el futuro se vuelve más claro.
        Envidiar y criticar a todo el mundo es harto normal en este perfil docente. Algunas veces, y para llenar esos océanos de antipatía, el imponente siembra islas de simpatía que los alumnos jamás ven como puerto en donde varar su navío, más bien piensan que es hipócrita. Esos acercamientos estilo madre Teresa de Calcuta no son más que intentos para curar su conciencia de imponente amargado. Durante esos pequeños intervalos de laxitud, la santa madre habla a los adolescentes como niñitos de tres años. Con ello no da con lo que estos desean ser realmente en breve, adultos. El imponente jamás comprendió que dirigirse a estos púberes como hombres y mujeres suscita mejor su responsabilidad que no tratarles como nenes ingenuos de primaria.
Alguien dijo que un buen maestro no es el que espera que le admiren sino quien desea que le superen. Imponer verdades puede ser útil y formativo pero imponer opiniones castra el potencial crítico de los escolares. Goebbles, el asesor ideológico de Hitler, afirmaba que una mentira repetida mil veces terminaba por ser verdad. Ahora imagínense si hubiéramos hecho lo mismo con las verdades. En el aula debe existir esa repetición de las autenticidades más una pizca de ingenio que haga pensar a los alumnos, que les rete, que les provoque. Ellos están en el colegio por una simple razón, para ser autónomos en la vida y destetarse a la larga de sus padres. Un profesor sólo imponente en opiniones jamás logrará potenciar su autonomía, sólo les llenará la cabeza de sus ideas, con el riesgo de estar equivocadas. Por tanto aprecie al educador que no impone sus convicciones personales, aunque sí los hechos probados. Mejor que les induzca a buscar y contrastar toda la información disponible. El filósofo Bertrand Russell hacía una broma de si mismo en este sentido, en el de ser crítico.

Si una vez muerto toda mi obra desapareciera, ¿a quién preferiría para hablara de mi? ¿a un discípulo estúpido o a un enemigo listo? Pues mejor un enemigo listo ya que el primero no me habría entendido. En cambio el segundo, a pesar de criticarme, me cuestionaría correctamente.

El buen educador debe provocar que sus escolares sean críticos incluso con las opiniones de su mentor. En este sentido vale el ejemplo de un profesor de matemáticas durante la guerra de Iraq. Al inicio de ésta pilló un día a sus alumnos de secundaria debatiendo entre un SÍ o un NO a la guerra. El tema de ese día debían ser las ecuaciones de segundo grado, ecuaciones que casualmente suelen ofrecer dos soluciones. Un SÍ o un NO a la guerra también resultaba dual. Así pues el debate substituyó la clase de álgebra y la conclusión a la cual llegaron fue asombrosa. Contrastando sus opiniones con las informaciones que les ofrecía el educador resolvieron la ecuación con gran pericia. Un alumno redactó lo siguiente:

Podemos desear erradicar la dictadura de Saddam y con ello llegar a la guerra. Podemos pensar que el petróleo mueve los hilos de la invasión y negarnos a la guerra. Son dos soluciones ante una misma ecuación pero, ¿debemos elegir obligatoriamente entre estas dos opciones? ¿O lo realmente  importante del asunto sería regalar al pueblo iraquí la libertad de poder escoger? Bajo la dictadura de Saddam poco pueden hacer, o sobreviven así o se revelan contra la opresión. Pero cualquier revolución no debe pasar precisamente por el conflicto bélico, puede pasar por la cultura y el esfuerzo. Si en lugar de enviar tropas se mandaran conocimientos puede que ellos mismos provocasen el cambio en su país. Lástima que Estados Unidos prefiera la vía rápida, la guerra preventiva, a la vía lenta, la revolución cultural. Como si se tratara de una ecuación de segundo grado volvemos a tener dos soluciones. Nosotros optamos por la cultura.

Por desgracia, y años más tarde, prosigue el conflicto en Iraq sin que la cultura haya ganado la partida.        Un profesor imponente jamás hubiera permitido ni suscitado una clase como la anterior. Y algo más, la ley prohíbe hacer apología de las ideologías del docente entre sus alumnos. En fin, quién politice a sus estudiantes comete una falta. Viene al caso algunos profesores de historia que critican el capitalismo a cambio de comunismo. Si analizamos los dos con perspectiva la teoría es buena pero su aplicación conlleva problemas. Mejor informar educando que manipular mintiendo.

miércoles, 11 de enero de 2017

60. PROFES DEPRESIVOS O PROFES DEFENSIVOS

Las bajas por depresión y ansiedad son comunes en el oficio docente. De hecho se trabaja mucho con emociones y eso duele si un grupo de adolescentes la toman con un profesor o si la situación personal del educador no resulta ser óptima. Para reducir el número de docentes susceptibles de trastornos emocionales hay la solución. En Finlandia el Estado se asegura que quienes van a ejercer la docencia no padezcan problemas emocionales o mentales. Con ello se reduce significativamente el riesgo de depresiones, ansiedad y demás trastornos entre los educadores.

En nuestro torero país cada día más adolescentes se vuelven más crueles en el aula y con ello más docentes sufren por ello esta violencia. Escribía el profesor Joan Frigola para El Periódico:

La agresividad, sea latente o explícita; verbal, emocional o física; de baja o alta intensidad, se está instalando en el sistema educativo [...] y lo que molesta a la Administración no es que haya conflictos (ella es especialista en crearlos), sino que se aireen.

Y eso es lo que ocurre, que a menudo los dirigentes quitan importancia al asunto. A finales del 2006 la Conselleria d’Educació de la Generalitat de Catalunya hizo público un comunicado en que tras calificar los ataques que reciben los profesores como un hecho muy grave, sólo se trataba de casos aislados que no eran generalizables a todo el sistema escolar. El propio conseller de entonces, Joan Manuel del Pozo, sugirió que para evitar mayor algarabía:

No se creara más alarma de la que realmente estuviera justificada.

Pero de hecho, estas opiniones no casaron con los estudios que ellos mismos ordenaron. En la encuesta sobre juventud y seguridad en Cataluña del 2001, el 20,8 por ciento de los alumnos reconocía haber gritado a sus profesores, el 12 por ciento haberles insultado y el 1,2 por ciento haberles agredido físicamente. Es decir, que las provocaciones por parte de los escolares hacia los docentes son pan de cada día en el aula. Puesto que las palabras orden, autoridad y disciplina causan frecuentemente miedo en la legislación educativa, cabe preguntarse que puede hacer el educador frente a estas situaciones. Por desgracia muchos profesores caen en el error y en la provocación quedando desautorizados en clase. En noviembre de 2006, y ante un gran cúmulo de quejas por parte de maestros y profesores, el Fiscal Jefe del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, José María Mena, ordenó a los fiscales que endurecieran la protección penal de los educadores tipificando como atentado las agresiones a los profesionales de la enseñanza. De hecho éstos realizaban una función de interés social como es la educación. Tal delito conlleva penas de dos a cuatro años de cárcel, algo que según las asociaciones de Jueces de Cataluña fue calificado de forzado, cuestionable y de difícil aplicación, más bien debía considerarse como un mensaje de llamada de atención, un aviso a los posibles agresores. Independientemente de todas estas medidas forzadas está claro que lo más hábil en un docente son las actuaciones preventivas evitando caer en la provocación. Mostrar un enfado excesivo y ponerse histérico ante un adolescente es un error, él logra su objetivo, crispar, y el adulto pierde el suyo, educar. Ante el desafío, y esto también sirve para los padres, hay que agarrar ese lance y devolvérselo sin ira alguna, hay que desconcertar al púber, hay que mostrarse como una pared que no pincha, una pared donde rebotan los agravios, un muro que le marca sus límites y en donde el silencio debe tronar. En otro caso, y si no se controla al provocador de clase, se pierde el control del grupo, su respeto y la posibilidad de impartir conocimientos a los demás. En fin, que se acabó la clase. Ante el despropósito de un alumno lo fácil es expulsarlo del aula, pero lo difícil es jugar su juego sin ira y sin mostrarse herido. Si él ve que sacó de sus casillas al profesor una vez, lo hará cientos. Mejor esquivar esa primera y habrá menos en el futuro. Ese tipo de docentes demuestran una amplia experiencia que les permite evitar algo que frecuentemente sucede, gritar. Por otro lado, si se abuchea y presiona en exceso a un alumno puede que algunos padres no lo encajen bien y vayan al colegio a exigir explicaciones. Hoy ya no funciona la antigua terapia de castigar en el colegio esperando otra sanción paterna si el escolar se quejaba en casa. Valore por tanto a aquellos educadores que sin la bronca controlan al grupo. Si su presión se hace evidente en la opinión de sus hijos significa que su preocupación es alta, en caso contrario pasan de todo. Piense que los centros de enseñanza reciben denuncias de lo más inverosímil. Recuerdo el caso de unos padres que tramitaron una querella contra un profesor por maltratar a su hijo psicológicamente por llamarle la atención con un grito. U otro caso en donde el profesor confiscó temporalmente un móvil de un alumno por utilizarlo en clase. En esa ocasión el docente casi fue denunciado por apropiación indebida. Y si quiere otro ejemplo más kafkiano el de un maestro que quiso registrar la mochila de un escolar bajo la sospecha que escondía un hurto. La familia del chaval averiguó que podía denunciar al profesor por violación de la propiedad. Si antes se decía que la letra con sangre entra, ahora es el docente quien recibe letras y sangre con denuncias potenciales. Años atrás era el maestro quien intentaba persuadir al escolar diciéndole que avisaría a sus padres, ahora es al revés, es el alumno quien amenaza al educador con sus progenitores. Querer mantener la rectitud de forma contundente sobre los alumnos ya no parece aconsejable, por tanto si sus hijos le cuentan que tal profesor es respetado sin proferir ni gritos ni histerismo, algo muy bueno tiene éste.

En definitiva, ante las provocaciones mejor ser pared que no pincha que barricada con alambres. Un proverbio chino ora que cuando el vendaval ruge el árbol se quiebra pero el junco sobrevive. Veamos ahora un ejemplo sin dar caña de ser caña:

-      Ei, profe Peláez – gritó un alumno en clase de tecnología -, ¿para que sirve mi poll*?
-      Con ese lenguaje – sonriendo el docente – y sin delicadez por tu parte, para algo que las chicas dejarán que te hagas tú solo- el grupo se ríe y el provocador también.
-      ¿Sabes? Creo que me estás rallando, tío  – levantándose del pupitre.
-     Lo siento, ¿pero crees realmente que yo soy tu tío o tú un DVD? Por favor, siéntate y déjame dar clase a los demás.
-     Ala tío, como te pasas – contestó con cierta simpatía el alumno.
-    Y ahora, por favor ¿me dejas dar la clase? – nadie más intervino y el provocador se sentó – Pues prosigamos.

El caso anterior, real en sus palabras, muestra en cierto modo que una vez robado con simpatía el protagonismo del provocador, éste suele ceder en su intención, he dicho suele. A menudo no ocurre así y nadie da con una solución pacífica que integre al provocador dentro del colegio. La política actual dice que el centro debe reinsertar a estos adolescentes en la sociedad, algo fácil de derivar pero difícil de asumir. Los docentes no son psicólogos y tampoco asistentes sociales. A pesar de ello se espera que resuelvan el percal. La desgracia llega cuando el alumno anómalo perpetra el insulto, la amenaza y la agresión al profesor. Bajo tal presión poco puede hacer el docente. Dirá algún experto que hay que aplicar la teoría de moda, la resolución de conflictos a través de un buen conocimiento de educación emocional bajo un mediador, pero esa terapia resulta a menudo un pacto de buenas intenciones sin que nadie sepa como llevar la gesta a la práctica. Cuando un adolescente propina una patada a un profesor afecta a todo el resto. Si el tutor no puede solucionar la violencia de un solo individuo, tampoco podrá atender a la mayoría, es decir, si un único alumno centra la atención del docente poco asistirá a los demás. Luego contará el problema que tiene con el díscolo y pasará a tener dos problemas, el del aula y el de papeleo. Cabe preguntarse ahora si esto es integrar o dejar de lado a todo el grupo.

Como antes se ha mencionado, la pedagogía teórica promueve la educación emocional. Los especialistas no paran de hablar de ella y las instituciones organizan cursos al respecto. Ya dijimos que se propuso quitar una hora de clase normal a cambio de una de educación emocional. El hecho es que la educación emocional se muestra, entre otras cosas, como la piedra filosofal para neutralizar a los alumnos provocadores. Y, ¿qué postula la educación emocional para resolver el problema? Pues aconseja que en el aula se motive al alumno, que se practique la empatía con él, que se comprenda su sensibilidad, que se le enseñe a controlar sus emociones, que se eleve su autoestima y finalmente que se promueva su interacción con los demás. Todo lo anterior siempre se ha sabido y aplicado pero con mayor disciplina y unidad educativa entre centros y familias. En cierta forma parece como si alguien hubiera descubierto esto sólo para ponerle un nombre, el de educación emocional, y ahora venderlo como una solución innovadora. Algo que está claro por el momento es que el docente que cae en la provocación pierde la partida sin hallar salvación alguna al asunto.

En noviembre del 2006 llegó otra componenda para tratar los casos de alumnos provocadores. Auxiliadora Javaloyes, directora del Area de Hospitalización del Adolescente de la Clínica Mediterránea de Neurociencias (CMN), propuso que ante el primer síntoma que indique que estamos frente a un menor violento, hay que pedir ayuda al médico. Siempre se ha dicho que es mejor prevenir que curar aunque en caso de adolescentes díscolos se llegó tarde. La mayoría de estos alumnos violentos se originó durante los primeros pasos educativos. Si se fue demasiado permisivo con el infante se le animó a desarrollar sus exigencias por encima de sus adultos. Al llegar a la adolescencia con dieciséis años de rebeldía y metro ochenta de altura, no hay quien lo pare, ni el doctor House. No obstante la solución de mínimos es que los profesores NO caigan ante la provocación. Con el tiempo llegan a ganarse a los escolares. Esta situación lleva sus semanas pero al final genera que unos púberes confíen en su educador y en sus consejos. Otras medidas como ir al médico o asistir a cursos de educación emocional puede que ayuden pero parecen más pastillas balsámicas que auténticas soluciones ante la pulmonía del provocador. Muchos teóricos insisten que con un mayor número de cursos, control burocrático y libertad de elección escolar de las materias, los alumnos díscolos desaparecerían pero la calidad escolar no reside ni en el control burocrático ni en la libre elección, y ni mucho menos en crear superprofesores a golpe de más y más cursos, la calidad educativa se logra desde la más temprana infancia con rutinas de estudio, concentración y esfuerzo. Cuando esto no se cumple llegan a secundaria los díscolos irreductibles. Por tanto hay que incidir en infantil y primaria con máxima efectividad para prevenir males mayores durante la adolescencia.

lunes, 9 de enero de 2017

59. ¿CALIDAD DOCENTE?

Un estudio psiquiátrico del hospital del Vall d’Hebron en Barcelona demostraba en 2015 que la calidad docente era la correcta y que la causa del fracaso escolar era externa a estos buenos profesionales. Aun así, ya se sabe que nadie es perfecto y que no hay que iniciar una caza de brujas en contra los docentes, pero a veces existen algunos maestros que deben ser avisados de sus errores. Sirva de ejemplo lo que una sicóloga argumentaba en sus cursos sobre liderazgo. A los empresarios asistentes les comentaba que era un error callarse ante las equivocaciones de un servicio. Puede que a muchos les parezca una falta de respeto quejarse si en un restaurante el cocinero le sirvió un chuleta hecha cuando se la pidió al punto, pero si nadie se lo explica muchos clientes continuarán sufriendo el error. Veamos pues los perfiles de ciertos profesores que deben ser avisados de sus deslices. Comencemos por el TREPA.

Un primer candidato a denunciar es el docente trepa que vive más preocupado por sus galones que por sus clases. A este personaje le encantan las reuniones, los actos sociales y las figuraciones que alimenten su autoestima pero a costa de su calidad educativa. Puede que un docente así llegue a coordinador de ciclo, a jefe de estudios o hasta a director para delegar su labor a los demás bajo la apariencia de trabajar mucho pero solucionar muy poco. Los alumnos, que de estúpidos no tienen ni un pelo, en breve lo detectan. Por eso es importante que hable usted con sus hijos sobre el centro. Esas conversaciones le ofrecerán una radiografía aproximada de lo que ocurre allí dentro.

Un caso de profesor trepa lo observé en un centro cercano a Tarragona. Allí el jefe de estudios entrante fue derivando sus antiguas obligaciones a los tutores mientras informatizaba cada día más el instituto. Bajo la apariencia de modernidad y eficiencia este trepa iba descargándose de trabajo a costa de otros. Si antes él debía llevar las faltas de los escolares ausentes, la faena fue transferida a los mentores de grupo, si las entrevistas con los padres por exclusión de sus hijos las debía ejecutar él, por arte de magia pasaron a manos de los tutores y así una competencia tras otra. Este tipo de profesores hasta puede que se conviertan en prófugos de la tiza y lleguen a dejar el aula para dedicarse a dar cursos de cómo impartir clases a docentes que sí las saben dar y que no pretenden abandonar la tiza.

jueves, 5 de enero de 2017

58. EL SISTEMA ESCOLAR NO ES EL EDUCATIVO

Ya hemos observado que pensar que el colegio ostenta todo el peso de la educación representa un error y hacer lo mismo con los padres también lo es. Se hace necesario que el conjunto de la sociedad tome conciencia que todos educamos, desde los medios de comunicación hasta la dependienta del supermercado. Los alumnos plagian lo que perciben a su alrededor, si ven violencia suelen volverse agresivos, si viven en el egoísmo suelen serlo también. Por tanto, centrar la educación sólo en el colegio y las familias resulta una película a lo George Lucas, pura ciencia-ficción. Hay que establecer un frente unido sin fisuras entre padres, docentes y administración. Cabe recordar que los medios de comunicación, los políticos y los intereses económicos siempre confunden el sistema escolar con el educativo. En España, por ejemplo, todas las leyes promulgadas durante la democracia han cambiado, que no mejorado, el sistema escolar dejando de lado las otras partes del sistema educativo como son familia y administración. Es decir, nuestros políticos llevan más de cuarenta años confundiendo sistema escolar con sistema educativo, y el primero sólo es una parte del todo. Por tanto hay que cambiar de planteamiento.

La unidad de criterios es fundamental para educar a los chavales. Esa avenencia sobrepasa la familia y llega también hasta el colegio. Si existe cohesión educativa entre progenitores, amigos y docentes se alcanzan grandes logros. Pero si las divisiones aparecen, las fisuras se abren y los educadores dejan de serlo. Entonces ellos, los educables, hallarán todo tipo de libertades que en nada favorecerán su éxito personal y estudiantil.

Los púberes son muy hábiles en el momento de pedir algo. Ellos aprenden con gran celeridad quien accederá más rápido a sus demandas. Cuando un adulto les dice no y va otro adulto y les dice sí, algo no funciona en su educación. Los hijos marcharán un día de casa y cuando lo hagan es preferible que hayan aprendido respeto y responsabilidad, no a manipular a sus adultos, ya que en tal caso no se habrá educado correctamente. Por tanto frente unido con la pareja y esta con los profesores y la administración.

A nivel familiar no se deje engañar por sus púberes con frases como, pues tal me deja, respóndale un luego hablo con ese tal, y seamos una pared unívoca entre pareja, colegio y demás adultos vinculados con la educación de su lechón. El instituto que no secunde esa unión mal educador será.

La unidad de la que hablamos se halla a tres niveles, entre madre y padre, entre familia y colegio, y finalmente entre el propio centro y la administración. Veamos como deben ser para obtener el grado de excelencia en un centro educativo.

Entre los padres la cosa resulta de lo más complicado ya que el amor confunde a menudo la objetividad. Jesús dijo de los niños, dejad que se acerquen a mi, pero no que le tomaran el pelo. Hay que mostrar paciencia, empatía y cariño pero también valores, normas y conducta. Por ejemplo, cuando una madre dice NO a su hijo pero el padre va y dice que SÍ el riesgo de discusión crece exponencialmente. Los hijos volarán del nido en un futuro cercano mientras que los padres deberían continuar como pareja, o al menos eso se espera. Los adolescentes buscan las fisuras entre nosotros los adultos para sobrevivir mejor. Jamás los educadores deben discutir ante ellos ya que les damos demasiada información para que luego nos manipulen en su favor. Si ven quien les favorece y quien no, ya saben hacia donde irán dirigidas siempre sus demandas. Por lo tanto, los educadores deberíamos mostrar el menor número de discrepancias ante ellos para mantener nuestro objetivo, educar. Es seguro que nadie piensa como su consorte, pero si uno sanciona, el otro debe apoyar esa decisión aunque la crea ese día injusta. Si se debate algo entre ambos, es mejor hacerlo en privado y quizás luego rebajar la sanción bajo consenso común. El hijo debe ver a sus padres como un frente unido y no como a dos adultos a quien manipular.

El segundo frente de unión sucede entre familia y centro educativo. A menudo la persona que más se encarga de traer y recoger al alumno es la madre. Lo mismo se observa en reuniones y entrevistas. En fin, que difícilmente se puede saber si lo pactado durante una entrevista con uno de los progenitores será secundado por el otro. Por desgracia la mayoría de los hombres toman menos peso en entrevistas y reuniones que sus mujeres, algo que se agrava en el caso de separaciones. Sirva de ello el ejemplo de un colegio que sancionó a un alumno por violento. Entre otras se le negó el patio del día venidero pero el escolar se rió de aquella sanción con un padre que le protegía y una madre ausente por divorcio. A la mañana siguiente el chaval apareció con una nota papal, que también una bula, donde se le excusaba del castigo bajo el pretexto de una visita médica. El protegido abandonó el centro en dirección quien sabe hacia donde y evitó así la sanción. La disciplina del centro quedó desautorizada y el padre fue el culpable, la madre jamás supo de lo ocurrido.

El tercer nivel de unidad, el de docentes con docentes, registra casos en donde el egoísmo de unos choca contra el ideario educativo del resto. Pongamos un ejemplo sencillo, la normativa del centro prohíbe a los alumnos ir al baño entre clase y clase, siempre y cuando no haya una urgencia, pero entonces aparece un docente que tiene por costumbre asentir a las demandas de los alumnos y se abre un acceso directo desde éste al servicio por encima de las normas del centro. Si otro profesor mantiene la normativa escolar pasa automáticamente a la papelera de reciclaje como indeseable por alumnos y familiares. El otro en cambio gozará de ser el bueno y enrollado, ¿se comprende ahora el concepto de unidad entre docentes? Si en su instituto observa tal discrepancia de criterios algo anda mal por el claustro.

Otra situación en donde los docentes se desautorizan entre si sucede cuando uno de ellos intercede en favor de un alumno pero en contra de otro profesor. Comentamos el ejemplo de un centro en donde unas alumnas de bachillerato pidieron a su profesor llevarse fuera del centro los exámenes ya corregidos para fotocopiarlos. El docente les argumentó que no, que la ley no lo permitía y que si las pruebas se perdieran no podría demostrar quien había suspendido o aprobado ante una inspección rutinaria. Añadía no obstante que dejaba ver las pruebas durante su clase para que le plantearan todas sus dudas y anotaran los errores cometidos, algo más didáctico que simplemente fotocopiar unas hojas. El asunto pareció quedar zanjado pero días más tarde la jefe de estudios dio rienda suelta a las alumnas en su demanda al decirles que podían exigir al docente fotocopiar aquellos controles. A partir de ese momento éste quedó desautorizado en su aula y las exigencias de sus estudiantes y los conflictos se perpetuaron durante todo el curso. Obviamente la jefe de estudios cometió varios errores. Por un lado desautorizar al educador, por otro permitir algo ilegal, y finalmente imponer su criterio por encima de lo más pedagógico como era que las bachilleres se fijasen y anotaran los errores cometidos. Contradecir a un compañero, o apoyar a unos alumnos en contra de éste, trae que otro día estos mismos alumnos crean que pueden hacer lo mismo contigo, en fin, que todos los educadores salgan perdiendo. En el futuro otro docente podría desautorizar al primero y así hasta el infinito, algo que no educa en el respeto y la responsabilidad a nuestros estudiantes sino que les invita a la manipulación bajo su egocentrismo.

martes, 3 de enero de 2017

57. ¿FRACASO ESCOLAR CAPITALISTA?

Durante el curso 1999 – 2000 el Ministerio de Educación publicó los índices de fracaso escolar por comunidades dando una media aproximada del 20 por ciento, es decir, veinte de cada cien alumnos no superaba la Enseñanza Secundaria Obligatoria, la ESO. Pasados diez años, y bajo el estandarte de la reforma educativa, la cosa no mejoró sino que empeoró sobrepasando el 25 por ciento. Hoy en día rozamos el 30 por ciento, más del doble de la media europea. Parece obvio que la reforma educativa podría estar detrás del aumento del fracaso escolar nacional. Un conjunto de psiquiatras del hospital de la Vall d’Hebron de Barcelona presentaron en 2015 datos que podían interpretarse en este sentido. La reforma educativa de los años noventa bajo su LOGSE, LOCE, LOE y posteriores versiones daba prioridad a la pedagogía constructivista y acusaba a docentes y familias como causa principal del chasco escolar. Bajo aquella pedagogía se aseguraba que nuestra enseñanza alcanzaría cotas jamás vistas. Dado el chasco educativo nacional fue obvio que aquello fue una creencia y no una evidencia. Quizás uno de los problemas de aquella reforma, y en ello estaría la investigación psiquiátrica que va a detallarse, fue que se descuidó algo esencial, que en infantil y primaria está la base de todo buen sistema de enseñanza.

El 19 de febrero de 2011 el Canal 33 emitió un reportaje del todo desolador. El instituto Molí de la Vila en la población de Capellades, Cataluña, mostraba el desconcierto y frustración de todos sus docentes ante el elevado fracaso escolar de sus alumnos. Al poco, el Dr. Miquel Casas del hospital de la Vall d’Hebron, se puso en contacto con la directora del centro. Su objetivo era estudiar el perfil de los alumnos para determinar la causa de su naufragio académico. Luego se fueron añadiendo más y más centros en el estudio que conllevaron una interpretación refrendada con miles de datos contrastados. Las primeras conclusiones del equipo del Dr. Casas aparecieron en julio de 2015. El proyecto que llevaba por título Evaluación y Tratamiento Psicopatológico en el Fracaso Escolar y Académico, fue avalado por el Departament de Salut y el de Ensenyament de la Generalitat de Catalunya. Las conclusiones fueron aplastantes.

Primero, entre un 15 y un 20 por ciento de los alumnos padecen en su infancia disfunciones educativas que bajo un diagnóstico y tratamientos prematuros pueden ser corregidos.

Segundo, con independencia de su origen social, geográfico o étnico, los porcentajes anteriores se mantienen en los niños de toda Europa.

Tercero, este 20 por ciento de alumnos, en caso de no ser diagnosticados y atendidos en infantil, fracasan en sus estudios independientemente tanto del modelo pedagógico aplicado, del tipo de docentes que les atienden o del perfil del centro donde fueron matriculados. Es decir, las modas educativas no mejoran la situación y los alumnos buenos perseveran siendo buenos, los intermedios continúan como intermedios y los que fracasan siguen suspendiendo.

Cuarto, en los países nórdicos, especialmente sensibles a los trastornos en el aprendizaje, se diagnostican y tratan estas disfunciones ya en infantil, por ello los porcentajes de desastre escolar son los más bajos de Europa, entre un 5 y un 10 por ciento en secundaria. El caso ya mencionado de Finlandia es uno de ellos. Por tanto, y bajo un diagnóstico y tratamientos prematuros entre los 5 y los 9 años, los alumnos aumentan significativamente su rendimiento académico, o lo que es lo mismo, disminuye su fiasco escolar.

Quinto, en nuestro país apenas existe diagnosis y tratamientos en la primera infancia escolar. Ello explica gran parte del casi 30 por ciento del fracaso escolar nacional, más del doble que la media europea. Una infantil y primaria bajo las pedagogías del aprendizaje feliz y fácil no descubren claramente a los alumnos con disfunciones, es decir, una educación sin esfuerzo no delata a quien le falta la capacidad.

Sexto, el sector social que reduce este infortunio escolar se halla en las familias más cultas y adineradas. Éstas tienen mayor acceso a la información médica y a su pago. Por lo tanto buscan y pagan una diagnosis y tratamientos prematuros en mayor proporción que otros sectores sociales, véase el caso de muchos escolares matriculados en centros elitistas. Cabe recordar que la mayoría de diagnosis y tratamientos en nuestro país devienen de uso privado sin subvención alguna del estado. En resumen, que parte del acceso a una de las soluciones al desastre escolar sólo está en manos de una minoría con mayores recursos en conocimientos y economía. Nuestro fracaso escolar es, en cierto modo, capitalista.

Y por último, los alumnos sin disfunciones, aproximadamente nuestro 80 por ciento, siguen un rendimiento muy similar al de el norte de Europa, Finlandia incluida. Esto ocurre tanto en la escuela pública como en la concertada. Resulta totalmente obvio que el alarmante hundimiento escolar nacional no es debido a una mala calidad docente sino a una falta de diagnosis de las disfunciones psíquicas en infantil, al consecuente sesgo en su tratamiento y a un modelo pedagógico teórico y alejado de la realidad. En definitiva, el éxito de un buen sistema de enseñanza se halla siempre en infantil y primaria. O dicho de otro modo, el fracaso escolar hunde sus raíces en las etapas iniciales de la educación y no en secundaria. Probablemente un mínimo de un 15 por ciento procede de disfunciones no diagnosticadas ni tratadas en infantil, y otro 15 por ciento de un modelo pedagógico teórico y sin una Enseñanza Múltiple Contrastada. Sumadas las dos se acercan tremendamente al 30 por ciento de fiasco total nacional. Visto todo lo anterior, quizás estemos cerca de una teoría global del colapso escolar nacional.

jueves, 22 de diciembre de 2016

56. ¿ SER POBRE SUSPENDE ?

Algunas pedagogías teóricas defienden que el nivel socioeconómico de las familias es el culpable fundamental del fracaso académico, es decir que los padres pobres tienen hijos zoquetes. Esta es una forma muy común de escapismo entre algunos pedagogos. Si tal creencia fuera cierta las familias humildes no deberían procurar tiempo de control, apoyo y calidad hacia sus lechones ya que se hallarían predestinadas por su situación. Y es más, si el nivel sociocultural de los progenitores fuera el factor determinante del rendimiento académico, todos los hijos de una familia obtendrían resultados parecidos, algo que no resulta así. Muchas familias pobres, humildes y analfabetas han tenido siempre muy claro que sus zagales se labrarán un buen porvenir si luchan y se esfuerzan en los estudios, de hecho muchos científicos provienen de padres sin instrucción. Pero cabe añadir que si el nivel sociocultural de los padres fuera un factor determinante en el éxito académico, según defienden algunas pedagogías teóricas, ello no explicaría como bajo unos mismos padres las hijas aventajan de media a los hijos varones; como los inmigrantes orientales superan a los alumnos de la Unión Europea; y como Baviera, sin un nivel sociocultural como el de la media alemana, consigue los mejores resultados de su país. En fin, no existe un determinismo socioeconómico en el revés académico. Sí que lo hay en el de hábitos cuando la familia desatiende a sus hijos en rutinas, esfuerzo y cariño, algo que puede suceder independientemente entre ricos y pobres. Es más, cuando los padres procuran constancia, lucha y afecto, los estudiantes suelen llevar bien sus resultados académicos. Así lo ratifican muchos estudios europeos. Para ello las familias deben procurar un hogar silencioso, ordenado, limpio, tranquilo y con una nevera llena que garantice una merienda a media tarde. Cabe añadir a lo anterior una cena y un sueño regulares más unos padres, que sin gritos, interactúen con sus hijos con frases que denoten interés y promuevan la conversación familiar.

¿cómo te ha ido el día en el colegio?
¿qué tal con los compañeros de clase?
¿qué deberes tienes?
¿has resuelto aquel conflicto?
¿has terminado de estudiar lo de hoy?
...

Cuestiones que el chaval percibe como un afecto por parte de sus padres. El perfil anterior suele salvar a muchos jóvenes del desarraigo y de su pérdida como estudiantes.

Aún así, algunos pedagogos teóricos hablan de la inmigración como causa fundamental del hundimiento escolar, algo falaz ya que hay centros en donde inmigrantes y no inmigrantes han mejorado sus resultados mientras que en otros todos han empeorado. El problema no es la mezcla de etnias, el problema es colocar juntos estudiantes que no ostentan ni igual nivel ni iguales intereses. Es más, ser aborigen del lugar no conlleva garantía alguna de ser mejor que los recién llegados. El hecho es que en matemáticas, los alumnos chinos suelen superar con creces a los occidentales tanto en Europa como en Estados Unidos, véanse los informes PISA al respecto. Con todo, muchos expertos de la trasnochada pedagogía teórica niegan los resultados PISA al ver atacadas y hundidas sus teorías falaces. La estrategia es simple, si a uno no le gustan los hechos los niega, pero no por ello desaparecen. Lo mismo hacen los creacionistas, ahora llamados a si mismos del diseño inteligente, ante la evolución biológica a pesar de hechos como los fósiles y la genética. De igual manera los informes PISA han sido negados por multitud de pedagogos. Uno de muy emblemático, y que no sabe deletrear ni escribir bien, Yaacov Hecht, lo afirmó así el lunes 3 de febrero de 2014 en la contra de La Vanguardia, alguien que asesora a gobiernos en educación.

Pero ante todo el alud de acusaciones sobre la familia como causa del fracaso escolar existe un estudio científico que pocos difunden. Quizás sea porqué ésta, la ciencia, resulta compleja y enemiga de los simplistas. Muchos de ellos no saben, o no se atreven, a comprender los artículos científicos de las publicaciones especializadas. Y cabe indicar aquí que tales revistas no son el Muy Interesante o el Quo, sino artículos revisados, corregidos y finalmente aceptados por expertos científicos en actas técnicas y muy serias. En trabajos de esta índole se ha visto que el fiasco académico no es fundamentalmente por falta de voluntad o por negligencia familiar sino por dos razones muy elitistas, el conocimiento clínico y el dinero de sobras. De eso va el siguiente blog.

martes, 20 de diciembre de 2016

55. ¿CLASES EN JULIO?

Verano Azul


El fin de curso nos trae el periodo vacacional más largo y caluroso de todo el curso, el verano azul. Éste sirve para reducir la ansiedad por los estudios, evadir la mente de tanta memorización y tener nuevas experiencias fuera del aula. Con todo, no hay que olvidar el largo letargo estival y con ello la pérdida de rutinas y conocimientos entre los adolescentes. Espere y exija que el centro mande deberes de verano, sobretodo para aquellos púberes que han cojeado durante el curso. Si les hace falta repaso, que lo tengan. Tres meses de vacaciones pueden ser muy perjudiciales para sus estudios sino se rigen por rutinas diarias entre diversiones y obligaciones. Hay docentes que convidan a los alumnos a olvidarse del aprendizaje durante todo el verano algo que trae  consecuencias negativas al comienzo del curso siguiente. Si los chavales pierden la costumbre del repaso y de ciertas rutinas, les va a costar encajar el próximo año académico.

Durante las vacaciones el chaval no necesita descanso con los estudios, necesita olvidarse un poco de ellos con un cambio de actividad, una desconexión parcial. Un profesor de educación física aconsejaba a los padres que para continuar educando en verano era aconsejable ofrecer a los hijos un trabajo ligeramente remunerado para potenciar su aprendizaje en derechos y obligaciones. Insistía que tal práctica estimulaba la socialización de esos adolescentes con otros adultos, algo muy útil para su vida futura. El estío, me detallaba el docente, resulta un periodo altamente importante para que los zagales experimenten relaciones sociales en persona, no sólo por el Facebook. En los pueblos y barrios donde todo el mundo se conoce, tal costumbre resulta relativamente fácil, pero en la ciudad uno se aísla. En tal caso, encuentros de fines de semana con otros matrimonios resuelve parcialmente el asunto. Otra medida en este sentido consiste en crear una red solidaria de familias en donde los hijos pasen para verse, limpiar la casa, merendar, estudiar u otras actividades tanto obligatorias como lúdicas. Si con todo ello dicen que se aburren se les pueden mandar pequeñas obligaciones en su rutina diaria como fregar su plato, recoger su habitación, poner la mesa e incluso cocinar por mucho pánico que tenga a probar el plato que se invente. Ferrán Adriá empezó así, creo.
El verano por tanto puede resultar uno de los periodos educativos más fascinantes de todo el curso. Aquí no vale argumentar que los escolares disfrutan de demasiadas vacaciones. En vigilias y finales de las vacaciones estivales aflora una canción que se repite verano tras verano. Algunos sectores sociales se quejan del calendario escolar y exigen que sus hijos sean atendidos más horas en el colegio. Los niños deben hacer deberes, estudiar, jugar y relacionarse el resto del tiempo no lectivo. En ese caso no se está hablando de tener los alumnos con más horas de clase sino de vigilancia, distracción y juegos. En cierta forma se está instando que el colegio haga de casal veraniego durante las vacaciones y es aquí donde la clase dirigente aparece con su famosa frase, estudiaremos el caso, que a veces significa que amenazarán a la sociedad con cambios pero no con mejoras. En ese contexto, sectores sociales y políticos son los buenos de la película mientras, la escuela, al no querer atender sin cobrar una guardería ajena, la mala. Por desgracia llevan así muchos años con la misma tonada que se repite más que una canción de Fito y los Fitipaldis. ¿No sería hora de pasar a gravar el disco y venderlo? ¿O quizás deberían dejarse las cosas tal como están? De hecho, desgasta mucho tanta polémica gratuita cuando se sabe que el problema de fondo es la falta de compromiso educativo de toda la sociedad. Hay que informar con claridad a las personas y explicar lo bueno y lo malo de ampliar calendarios escolares. Luego que decidan de una vez por todas o que callen para siempre. En este sentido lo que a menudo los dirigentes no suelen comentar al electorado es que tener hijos implica estar con ellos gran parte del tiempo y no encasquetarlos a los servicios públicos, algo que de hacerse, obligaría a papá estado a más subidas de impuestos para pagar los nuevos servicios sociales. Ya se sabe que no hay duros a cuatro pesetas. De todas formas aumentar las horas lectivas, o los años de escolarización, no mejoran los niveles académicos de nuestros hijos. En Finlandia, panacea de la educación europea, practican un sistema más barato al impartirse muchas menos horas de clase durante muchos menos años de escolarización que en nuestro país. Es decir, el modelo finlandés resulta bueno, bonito y barato.

En resumidas cuentas, existen tres argumentos para dejar el calendario escolar tal como está. Las razones que apoyan la actual agenda son las horas lectivas europeas, nuestro clima y el fracaso escolar extraescolar.

La primera razón para no cambiar las cosas es que nuestro país imparte muchas más horas de clase que la media europea, unas 1050 al año. Es decir, nuestro estado ostenta uno de los mayores horarios y fracaso escolares europeos mientras Estonia, ya no Finlandia, luce los índices de éxito escolar europeos más altos con un veinte por ciento menos de horas educativas. Añadamos que en Estados Unidos han observado que el estrés de los alumnos no viene causado por más o menos horas lectivas sino en el exceso de actividades extraescolares, algo que implica simplemente que nuestros estudiantes requieren menos horas de clases y más descansos bajo atención familiar. Por tanto, y en cuanto a vacaciones, o todos los estados europeos y americanos lo hacen mal o el nuestro se excede en sesiones de paraninfo.

La segunda razón, la climática, nos explica que concentremos en verano el mayor grueso de las vacaciones. En caso contrario significaría impartir clases en julio bajo la necesidad de un buen aire acondicionado, algo nada ecológico, económico, ni sostenible. Alargar el horario escolar durante el verano sería un suicidio dada la sauna que se armaría entre adolescentes y sus hormonas. Nuestro clima hace siglos que nos marca el calendario lectivo y ahora todavía más con el asunto del calentamiento global. Por otro lado los docentes durante el julio sí asisten a clases de formación, incluso fuera en el extranjero, en donde muy a menudo los cursos de calidad corren a cargo de los propios profesores. Aun así hay quienes escupen la idea que los docentes tienen demasiadas vacaciones. Un día me comentaba una profesora de historia que en el fondo eso amaga una envidia equívoca. Ella, esta docente de El Prat de Llobregat, repetía una broma hacia quienes se resentían por sus vacaciones. Simplemente les animaba a formarse como buenos docentes y que así tendrían ese descanso tan deseado. Insistía luego que ella les ayudaría, que les dejaría sus apuntes de universidad y del máster para ello, que en cinco años de facultad más dos de máster y otros dos de prácticas y oposiciones, llegaría a ser profesor de instituto. Así pues, y con sólo diez años de preparación y estudios, obtendría sus tan apreciadas vacaciones estivales por un sueldo inicial que ni un albañil experto querría, unos 1600 euros netos mensuales. La formación de un médico dura más o menos lo mismo y al final cobran muchísimo más que un profesor, o la formación de muchos banqueros y políticos requiere mucho menos tiempo y descubra lo que algunos perciben sólo con primas, dietas y tarjetas negras.

La tercera razón para no extender el horario escolar en verano es que el 99 por ciento de los alumnos problemáticos se origina en el seno de familias con falta de un seguimiento continuado de los mismos. Ejemplos de ello son separaciones mal llevadas, alcoholismo, maltratos, abandonos, padres adictos al trabajo, familias desestructuradas, necesidad de trabajar para llegar a final de mes, egoísmos paternales y en definitiva, cambio de prioridades ante los hijos. Todo este caldo de situaciones conlleva que muchos zagales permanezcan sin tutela en el momento que salen del centro educativo, algo paradójico con el calendario escolar que se está exigiendo, es decir, unos piden más horas de colegio mientras otros no las dedican a sus descendientes. El problema real, por tanto, no son más horas de colegio sino la baja atención de muchas familias hacia sus hijos. En ello hay padres que no quieren y otros que simplemente no pueden. La hipoteca por una vivienda cuyo precio cuesta pagar, o un consumismo extremo, les obliga a trabajar todo cuanto pueden restando tiempo familiar. Cuando los progenitores se dan cuenta de esa falta de atención sobre sus lechones, entonces intentan recuperar el tiempo perdido y a veces el trato con el hijo se extrema. Con poco tiempo disponible muchos padres suelen hacer dos cosas, o darle todo hecho y mimarlo, o ser algo distantes para no ser molestados cuando llegan a casa. En definitiva, siguen siendo padres ausentes en la educación de sus retoños y a menudo derivan la educación a los centros educativos. Educar es algo más que tener a unos chavales en un colegio o alargar el horario escolar para que los centros hagan el papel de hogar familiar. Educar es dedicar tiempo a nuestros hijos sin exceso de mimos pero con justicia y cariño; educar es dirigirlos e incentivarlos hacia su autonomía y madurez. Según Freud, y en sus tiempos, muchos niños deseaban ser maduros para disfrutar de los derechos de estos, pero hoy en día muchos de nuestros zagales prefieren no crecer bajo una infancia perpetua, protectora y llena de facilidades. Antes se les decía que cuando seas mayor podrás hacer esto o aquello, pero ahora se les dice que cuando seas mayor la vida te enseñará, algo que conlleva un futuro amenazante y nada deseable para que un joven desee devenir adulto. Por tanto, darles todo hecho para que no nos molesten cuando llegamos a casa, o ser un tirano por la misma razón, son los dos extremos a evitar. Si un día existiera un manual de educación una cosa fundamental constaría en él, hay que dedicar tiempo de calidad a nuestros hijos. La razón es que la mayoría de los alumnos que no reciben atenciones desde su hogar fracasan en los estudios y en su madurez, es decir, si los padres no saben o no quieren preocuparse por la enseñanza de sus hijos, éstos a menudo fracasan. Por tanto, el problema no es aumentar las horas de colegio sino facilitar a los padres un mayor tiempo con sus hijos gracias a políticas de conciliación laboral, algo que en Finlandia se aplicó con un éxito educativo clamoroso. Eso pasaría por viviendas a precios razonables, avisos a los progenitores desatentos y horarios laborales más adaptados a la realidad familiar. Por desgracia este último asunto no parece cuajar en nuestra sociedad. De los 766 convenios colectivos negociados durante el año 2005 en Cataluña, sólo el 14,62 por ciento incorporó la flexibilidad de horarios para compaginar mejor el trabajo con la vida familiar. Si todo el conjunto de medidas anteriores se aplicara, la atención sobre nuestros hijos podría beneficiarse y probablemente nos ahorraríamos el 99 por ciento de esos alumnos problemáticos

En resumen, y para zanjar el asunto de los polémicos calendarios escolares. No se trata de si el colegio abre más o menos horas al año, se trata de una responsabilidad social que la escuela no puede asumir ella sola, y cabe recordar que el sistema educativo no es sólo el sistema escolar. Podemos culpar a la reforma, a los políticos, a la ESO, al colegio o al profesorado pero el mal de raíz, y cada día más, es la desatención de nuestros jóvenes fuera del centro educativo. Esta es la gran causa de fracaso escolar en donde se pierde de vista una máxima, y es que educar, educamos todos.