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jueves, 23 de enero de 2014

FRACASO ESCOLAR O FRACASO POLÍTICO (8)

Democracia y tarima A estas alturas parece bastante claro que para que haya orden en clase debe haber autoridad. Eso nos lleva a una afirmación que a veces no gusta a algunos, pero que como en cualquier empresa o ejército que defienda el estado de derecho se aplica y a nadie le parece mal. Un negocio, una defensa militar y un aula no deben ser una democracia, en otro caso los alumnos podrían organizar unos comicios y votar en contra de ir al colegio, de asistir a los exámenes o de realizar los deberes, obligaciones que les vienen encomendadas por ley hasta los dieciséis años. Pero si así fuera, ¿qué le parecería si ahora los alumnos impartieran las áreas y sancionaran a maestros y padres? ¿Acaso en una empresa se deciden todas las cosas por comicios? Valore por tanto a los docentes que controlan a sus alumnos y aún siendo demócratas, imponen normas claras entre derechos y obligaciones. Para ello era de gran ayuda una estructura que fue expulsada del aula por la reforma y por razones presuntamente democráticas. Ella fue eliminada por real decreto como si de una estatua del antiguo régimen se tratara. Se decía que elevaba en demasía la figura del docente. Ella, aunque altiva, era útil, ella, la tarima, suponía más ventajas que pegas cuando se impartían clases. La tarima resultó una herramienta de alto copete por una razón inapelable, permitía dar mejor las explicaciones a los alumnos, eso sí, siempre hubo riesgo de caerse y romperse la crisma. Quizás por eso la quitaron, para que el sindicato no exigiera un plus de peligrosidad para los docentes. Las ventajas prácticas de la tarima para infundir el orden por clase eran muchas. Por un lado la pizarra estaba más elevada ofreciendo mejor visión a los alumnos del fondo, por otro la proyección de la voz del docente dentro del aula era mucho mejor sin tener que recurrir a terapias de foniatría como a veces son harto necesarias, y por último la tarima permitía una mejor observación del grupo clase para conocerlos y dirigirlos mejor. La tarima no era soberbia, era simplemente más práctica. Por desgracia una nueva pedagogía tóxica la encontró anacrónica, distante y franquista, aunque durante La República la tarima ya existía. De todas formas eso fue lo que se argumentó cuando fueron exterminadas de las aulas con decretos reformistas durante los años noventa. Estas nuevas teorías educativas, que durante el libro llamaremos pedagogías teóricas, fueron fruto del mal comprendido constructivismo de Piaget, opiniones sin pruebas de éxito, opiniones con argumentos falaces y sin hechos reales, sólo grandes ideas sin mejoras educativas demostradas. Dado que hoy en día valoramos más la opinión que el argumento, estas pedagogías teóricas han hallado muchas mentes por donde implantarse. Piaget y su constructivismo A inicios el siglo XX Piaget elaboró una teoría que halló su espacio tiempo en diversas políticas educativas occidentales a finales del XX e inicios del XXI, teorías educativas que se implantaron sin datos experimentales que las abalaran, sólo creencias y utopías sin fundamento probado. Es decir, las pedagogías teóricas jamás fueron lo que aseguraban ser ellas mismas, ciencia. Ésta se respalda bajo teorías comprobadas mientras que la pedagogía teórica solo flotaba sobre palabras vacías, ideas no probadas y dogmas papales, algo nada científico. Paradójicamente las pedagogías teóricas se hacían llamar ciencia aunque hallaban en ésta, y en el progreso científico, lo malo mientras decretaban que lo bueno se hallaba en la naturaleza humana, algo ya defendido por Rousseau en el XVIII, por Mahoma en el VII al dar la orden de quemar todo libro que no fuera el Corán o por San Pablo en el siglo I al ordenar: huid de los filósofos y de los sabios. Actualmente en la política española también parece existir cierto desdén por la ciencia al considerarla complicada y alejada de la realidad social sin darse cuenta que el móvil utiliza física cuántica y el GPS la relatividad de Einstein. Por ejemplo la LOMCE quiso reducir los ya casi extintos temarios de Geología. Una explicación lógica por este desdén se halla en tres razones. La primera que muchos políticos proceden de formaciones humanísticas sin conocer de cerca las disciplinas científicas. La segunda que pocos científicos se adentran en la política para influir en sus intereses. Y la tercera que muy pocos investigadores, absortos en sus pesquisas, denuncian esta realidad. Dicho todo lo anterior, las pedagogías constructivistas parecen a menudo desechar la ciencia y valorar más las humanidades y aún así ellos llaman ciencia a su pedagogía siendo sólo esta una praxología teórica, que no ciencia, que se aplicó en Estados Unidos y Canadá a finales de los años sesenta, en Suecia por los setenta, en Francia por los ochenta, y por último en España por los noventa. Los resultados en todos los países mencionados resultó letal, un aumento generalizado del fracaso escolar con maestros que no debían saber de su especialidad pero si de la nueva pedagogía teórica. Cabe mencionar aquí la opinión que ya en 1961 la profesora y políglota Hannah Arent escribió en su “La Crisis de la Educación” sobre tal tipo de pedagogía en Estados Unidos: Bajo la influencia de la psicología moderna [...] como una ciencia de la enseñanza, un maestro es una persona que puede enseñarlo todo [...] sin estar especializado en una asignatura específica [...], algo que trajo consigo un descuido muy serio en la preparación de los maestros en sus asignaturas [...] dejando a sus alumnos literalmente abandonados. O más tarde, en 1973, el canadiense francófono Lucien Morin en “Los Charlatanes de la Nueva Pedagogía”: Todos coinciden en decir que el maestro formado por las ciencias de la educación sabe evitar perfectamente los horribles y toscos errores de la pedagogía tradicional. ¿Cómo se entiende pues que actualmente el educador sea todavía más mediocre que antaño? [...] Todos afirman también que gracias a las ciencias de la educación serán más respetadas las exigencias intelectuales, y, sin embargo, lo que está ocurriendo en todas partes es exactamente lo contrario. Pero, ¿qué defendía el constructivismo de la pedagogía teórica? Piaget creía que todo conocimiento mental era un invento, una creación de la percepción equívoca de los humanos. Bajo ese punto de vista era más importante el método de estudio que saberse las materias, era más trascendente aprender a aprender que simplemente aprender lo que sí sabían los maestros. Piaget insistía que de antemano todos los alumnos saben aprender por si solos y que por tanto el alumno debe estar libre para construir sus propios conocimientos como expresión de su personalidad y así deducir por el mismo teorías científicas que los humanos han tardado milenios en demostrar. En este contexto el docente sólo debía ser un conductor de esa construcción sin ya necesidad de dominar grandes conocimientos ya que el alumno los hallaría bajo la batuta de un buen profesor y guía en sus sueños. Pero para construir algo hay que poseer material previo. Para levantar una casa hay que poseer antes ladrillos y cemento, así también para que un alumno construya nuevos conocimientos debe haber memorizado conceptos anteriores como las tablas de multiplicar, las normas gramaticales y el vocabulario de un idioma. Hay que admitir que el constructivismo puede ir bien en alumnos que ya sepan muchas cosas como bachilleres o universitarios, pero en etapas infantiles y juveniles ha denostado el sistema educativo. Afirmar que los niños ya tienen conocimientos previos que hay que guiar ha resultado letal para nuestro sistema educativo ya que los infantes tienen poco o nada con que construir nuevos conocimientos. Pero para los constructivistas extremos el alumno no debe memorizar, debe construir sus conocimientos algo que podría llevarle a afirmar, “soy muy inteligente pero tengo una memoria fatal”, aunque peor sería que un alumno llegara a la conclusión que, “tengo muy buena memoria pero soy muy tonto”. La buena pedagogía deber ser enseñar lo que sabes, si un docente no sabe, ¿qué va a enseñar? Como decía el profesor de historia Enrique Moradiellos en “Clío y las Aulas”: el hombre ha llegado a ser hombre, literalmente, sin conocimientos en pedagogía. En fin, que el constructivismo de Piaget que sus seguidores rediseñaron se equivocó, de hecho no fue del todo un error sino una mala interpretación de escritos que les antecedieron. Piaget quizás leyó a Popper y luego lo sustituyó por otro gran pensador, por Kuhn. El primero, como filósofo de la ciencia, proponía que ésta debe aproximarse a un conocimiento racional, inteligible y lo más objetivo posible de la realidad, algo en lo que todo biólogo, geólogo, físico o químico estarán de acuerdo. Pero Piaget debió dar más valor a la opinión de un historiador, Kuhn, que a la observación de un pensador científico, Popper. Piaget, al igual que Kuhn, creía que la ciencia era una construcción social, ininteligible y subjetiva en función de los prejuicios históricos e individuales del momento. Si bien es cierto que muchas hipótesis científicas se elaboran bajo el contexto histórico, los intereses ególatras y los prejuicios personales, no siempre ha sido así y el Darwinismo, la Tectónica de Placas, la Relatividad o la Tabla Periódica explican nuestra realidad y nos permiten desarrollar tecnologías útiles, inteligibles y reales. Por tanto Piaget confundió lo que el empirista David Hume criticaba a menudo de la historia, que confundimos el debe ser por lo que simplemente es. Los hechos son los hechos, luego nosotros valoramos si están bien o mal, pero sin nosotros sólo serían eso, hechos. La ciencia debe ser racional, humilde y objetiva aunque a veces sea ilógica, tendenciosa y subjetiva. La ciencia debe analizar, sintetizar y explicar hechos, y si un chapuzas confunde esto con sus prejuicios, simplemente se inventará sueños sin explicar realidad alguna. El constructivismo de Piaget creía que los conocimientos se construían desde la nada, pero los estudiantes no deben construir el conocimiento, sino reconstruirlo a partir de las enseñanzas de doctos profesores. Por desgracia el sutil error de Piaget propició la pedagogía teórica que invadió de fracaso escolar Estados Unidos, Suecia, Francia y España destruyendo la educación universal defendida por la Ilustración del XVIII, el “sapere aude”, el atrévete a saber para superar los prejuicios impuestos y convertirte en un ser humano consciente, responsable y libre en tus decisiones. Luc Ferry, exministro francés de educación, decía que la escuela debe transmitir conocimientos apoyando la meritocracia y el esfuerzo, algo muy alejado del constructivismo mal explicado. Si el XVI fue el siglo del Renacimiento y del redescubrimiento de lo clásico, el XVII el de la Revolución Científica y la Tecnológica, el XVIII el de la Ilustración y su “sapere aude”, el XIX el de la Revolución Industrial y la necesidad de proletario alfabetizado, el XX el de las comunicaciones y la educación generalizada, pues entonces el siglo XXI resultó ser el del fracaso de todos los anteriores, el del fiasco de la educación occidental en Europa y otros continentes. Prueba de ello fueron los teóricos constructivistas que intentaron predicar y convencer a políticos de América latina. La rueda del error y del terror continuó girando. Cabe mencionar en este sentido un reportaje que surgió por América latina bajo la batuta del constructivismo y firmado por German Doin y Verónica Guzzo bajo el título La Educación Prohibida. Este documental culpa a la sociedad, y no a la pedagogía teórica, de la caída flagrante de los resultados académicos en los países occidentales en donde se aplicó. Durante todo esta crónica la pedagogía teórica es la buena sin cuestionarse si está equivocada en algo, todo lo contrario, se aboga por el adoctrinamiento de todos los docentes del mundo en la renovada pedagogía sin aportar datos contrastados al respecto, sólo ideas de cambio pero sin mejora demostrada. El reportaje afirma plantear ideas nuevas y originales para cambiar y adaptar el sistema educativo a los tiempos modernos, propone que para que los alumnos aprendan más, la escuela debe ser más convivencia que aprendizaje, que hay que dar menos énfasis al esfuerzo escolar, a la comprensión lectora y a la creación de ambientes silenciosos y ordenados. Entrevistas y más entrevistas jalonan esta idea de novedad pero, y por desgracia, no es cierta tal presunción. Los testimonios de la película una y otra vez repiten, con o sin conocimiento, antiguas y clásicas teorías de pedagogos y psicólogos que en su tiempo se autodefinieron como constructivistas, una teoría muy alejada de la sociedad actual ya que su principal fundador, Jean Piaget (1896-1980), elaboró parte de esta idea hace ya casi cien años. Quizás esta apreciación parezca inapropiada si lo defendido en esta película resulte eficaz hoy en día, pero por desgracia no lo hace ya que el reportaje esconde cinco incorrecciones más. La primera es que no se ha invitado a ni un solo detractor de las ideas que predica el largometraje. Entre ellos cabe destacar a doctos críticos como la doctora Inger Enkvist (Lund University, Suècia), Luc Ferry (exministro francés de Educación), Oriol Pi de Cabanyes (columnista de La Vanguardia y filólogo), doctor Adolf Tobeña (profesor de psiquiatría de la UAB), Imma Monsó (también columnista de La Vanguardia y filóloga francesa), Gregorio Luri (pedagogo y autor de La Escuela contra el Mundo), Mercedes Ruiz Paz (autora de La Secta Pedagógica), Lucien Morin (autor de Los Charlatanes de la Nueva Pedagogía) o Ricardo Moreno (profesor y autor de El Panfleto Antipedagógico). Visto todo lo anterior, el documental resulta parcial y sesgado dando una visión totalmente partidista de la educación, la de la pedagogía teórica y nada más. Tras muchos escritos, datos y conferencias los detractores anteriores han demostrado ineficaz y falaz la antigua pedagogía constructivista que ahora repite La Educación Prohibida. La segunda incorrección es la obsesiva idea de cambio que los entrevistados mencionan una y otra vez. Jamás en toda la película surge la palabra que debemos aplicar a cualquier proyecto que busque un progreso bien entendido, la mejora. Estos expertos, la inmensa mayoría de América latina, más algunos españoles, repiten hasta la saciedad que hay que cambiar el sistema educativo actual pero jamás hablan de perfeccionarlo, es más, insisten algunos que hay que probar cosas nuevas para ver lo que sucede. Particularmente experimentar con nuestras futuras generaciones de alumnos no parece algo muy sensato. Cabe indicar aquí que muchos de los entrevistados son teóricos o similares que globalmente no cumplen los requisitos para poder criticar el sistema educativo bajo la razón y la experiencia. Estos requisitos son los siguientes, impartir unas veinte horas de clase a la semana durante más de cinco años, trabajar con más de veinte o treinta alumnos por grupo y no con grupos reducidos como muchos entrevistados, y por último dar clases en centros con gran porcentaje de inmigrantes o de alumnos con desigualdades sociales agudas. Estar fuera de estas situaciones lleva a muchos expertos a devenir como teóricos con fundamentos alejados de la realidad del aula. En la película muchos de los entrevistados trabajan en condiciones teóricas muy singulares y a menudo alejadas de clases hacinadas. Quizás por ello repiten una vez tras otra que hay que cambiar la educación pero sin darse cuenta que el objetivo primordial son las mejoras probadas, no los experimentos sin garantía. Ya se sabe que cambiar es fácil, lo difícil es mejorar. Si uno quema su casa ya la ha modificado pero para mejorar la educación no se requieren unas fallas valencianas, se requieren experiencias con resultados, no ideas seductoras sin pruebas de éxito. La tercera incorrección de la película son el conjunto de métodos que proponen los entrevistados para cambiar según ellos la educación. Hablan estos expertos en pedagogía de la proyección del amor y las emociones hacia los alumnos para crear vínculos de complicidad, confianza y autoridad sin autoritarismo. Esta afirmación resulta fantástica, bella, algo que los buenos docentes ya saben aplicar en sus clases, un discurso correcto que arranca fácilmente el aplauso del incauto y del ciudadano normal, pero que fíjense no dice como hacerlo, todo resulta un gran qué pero sin ningún cómo. Más tarde, y tras muchas demagogias, aparecen más qués para alcanzar dichos objetivos. Estos son la evaluación de los conocimientos de los escolares sin notas ni exámenes, la libertad total de los alumnos para elegir sus áreas preferidas, la clase específica para cada alumno según su elección, gusto o motivación, la igualdad entre los escolares para llegar a ser lo que ellos creen que pueden ser, médico o arquitecto por ejemplo, aún sin saber cálculo o sin tener las capacidades mentales cultivadas para ello, la no memorización de conceptos y finalmente que cada alumno aprenda libremente experimentando con su entorno. Así pues el maestro ya no debe dominar su disciplina ya que sólo debe guiar a sus alumnos, algo que ya se aplicó en las facultades de magisterio españolas y que difícilmente puede formar doctos médicos, arquitectos o políticos, más bien todo lo contrario, forjará una sociedad llena de mediocres que se creerán médicos, arquitectos o políticos sin saber gran cosa para ello. Cabe añadir que todas estas ideas expuestas en el reportaje configuran el corolario que llenó nuestra reforma educativa, la LOGSE de los noventa. Ahora todas éstas corren por América latina. Habrá que preguntarse quienes las promueven. La cuarta incorrección de La Educación Prohibida son los elementos dramáticos y teatrales que se intercalan entre las entrevistas que acusan deliberadamente a los docentes actuales del fracaso escolar actual. Estas dramatizaciones de los maestros son exageradamente histriónicas, muy alejadas del aula y por tanto totalmente falsas. Los docentes que vean el largometraje se percatarán en breve que los actores que les representan fingen ser todo menos profesores y maestros. En tales ficciones cinematográficas los docentes aparecen como educadores ineptos, obstinados en el conocimiento de las cosas y ausentes ante las emociones de sus alumnos. Insisto, todo buen docente sabe como conectar con sus alumnos sin necesidad de teorías grandilocuentes que predican un cambio sin ofrecer ideas prácticas y reales de mejora. La quinta y última incorrección, y la más flagrante, es que las viejas teorías defendidas por esta película fracasaron ya en el pasado. Primero lo hicieron por los sesenta en Estados Unidos, luego por los setenta en la reforma educativa de Suecia, para llegar a los ochenta en Francia con Philippe Meirieu a la cabeza, y finalmente por los noventa en España con Alvaro Marchessi y César Coll plagiando todos los errores anteriores en su LOGSE, o Pello Salaburu, Guy Haug y José-Ginés Mora aplicándolos luego por la universidad española. Así lo han demostrado los expertos antes mencionados como la doctora Inger Enkvist, el exministro de educación francés Luc Ferry, el profesor Ricardo Moreno, el catedrático Enrique Moradiellos o la escritora Mercedes Ruiz Paz. Éstos y otros profesores han demostrado que la reforma educativa constructivista lleva años provocando el fracaso de la sociedad al producir abundancia de mano de obra inexperta y barata bajo la escasez de buenos profesionales. Los primeros eran libres de elegir sus materias en el colegio y equivocarse holgazanea+ndo, los segundos se les obligó al esfuerzo y a la memorización de conceptos básicos y universales, los primeros viven en un progreso mal entendido e incluso en el paro, los segundos son la mayoría que no ha perdido su trabajo y quienes pueden provocar el progreso crítico y real de nuestra sociedad. No parece ninguna memez pensar que quizás la crisis actual hunde sus raíces en la pedagogía constructivista. En resumen, y vista La Educación Prohibida, parece claro que los teóricos constructivistas se hallan detrás de este reportaje en América latina, ¿y por qué americano y no europeo? El fracaso del constructivismo durante décadas por Europa ha propiciado gran agnosticismo entre los dirigentes europeos. Ahora muchos de los teóricos constructivistas, Alvaro Marchessi y César Coll por ejemplo, dirigen su punto de mira hacia la todavía ingenua América latina en donde están influyendo sobre gobiernos y jóvenes con estas antiguas teorías que jamás tuvieron éxito alguno por el viejo mundo. Toda teoría educativa bien construida es bella y atractiva pero si lo que se persigue es crear buenas personas, excelentes profesionales y mentes críticas, debe hacerse con métodos prácticos, eficaces y plenamente probados, no con teorías sin demostración, llenas de puro vacío y bajo un catecismo de la nada. Con teorías que establecen distintos raseros para evaluar a los estudiantes no se pueden forjar médicos, arquitectos y políticos altamente expertos, responsables y sabios. Si dejamos que los niños elijan muchos optarán por jugar y dejar la comprensión lectora para la Universidad. Un médico que llegue a serlo así por la libertad de un sistema educativo que no le obligó a memorizar, que además le permitió elegir pintura en detrimento de Biología y que le adaptó los ejercicios a su bajo coeficiente de inteligencia, no creo que resultara competente para la práctica de la medicina. Este facultativo muy probablemente confundiría el horóscopo con su cáncer ya que la capacidad para diagnosticar correctamente depende de los conocimientos acumulados y no de la libre elección de las materias. En fin, que La Educación Prohibida, y no la que la mayoría de docentes imparte, es la que debería estar realmente prohibida.

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