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sábado, 11 de enero de 2014

FRACASO ESCOLAR O FRACASO POLÍTICO (2)

El colegio, ¿atiende a clientes o presta un servicio? Uno de los pros o contras lo hallará en aquellos centros educativos que sufren por mantener un número suficiente de alumnos, sobretodo en algunos privados. La realidad es obvia, sin alumnos el negocio entra en bancarrota. No es de extrañar que la directiva intente alegrar en lo posible a los clientes, los padres, a través de sus lechones, los escolares. Optar por un enfrentamiento continuo con los progenitores puede conllevar aulas vacías y un buen número de maestros en la cola del paro. La mejor alternativa, y la más realista, es intentar equilibrar las demandas familiares con el ideario de educar y así procurar que los alumnos aprendan todo lo posible pero sin provocar la ira de los clientes. Pero lo anterior no suele suceder y cada día se da con más frecuencia el exceso de proteccionismo y clientelismo hacia los padres en los centros de enseñanza, una situación que en nada favorece el éxito académico real de nuestros estudiantes. Sirva de ejemplo de clientelismo la siguiente situación. Según estudios oficiales del 2004 el ochenta por ciento de los colegios no daban una comida equilibrada. La causa era que claudicaban ante los padres y alumnos que no aplaudían los menús recomendados. Así que las verduras y carnes eran sustituidas rápidamente por patatas fritas, croquetas y otros harinados. La verdura quedó para el perro del vecino, aunque éste jamás fuera herbívoro. En fin, no se queje del menú del colegio si hay demasiadas verduras, carne o fruta que a su hijo no le gustan. Sí hágalo, y junto con más padres, cuando esa alimentación abuse de fritos, rebozados y pastelitos. Recuerde esa dieta mediterránea que los Estados Unidos están plagiando a los españoles para evitar sus elevados índices de obesidad infantil y juvenil. Otro caso de clientelismo son el exceso y frecuencia de actividades lúdicas, que no lectivas, en muchos centros educativos. Si estas intromisiones son reiteradas rompen el ritmo de trabajo de los alumnos durante el trimestre y provocan su desorientación. Imaginemos que cada curso se halla plagado de semanas blancas, festivales juveniles, carnavales, excursiones extraordinarias, sesiones de cine, audiciones de música, castañadas, días del libro, pesebres vivientes, concursos de dibujo, manifestaciones por la paz, certámenes de teatro e incluso el propio crédito de síntesis cuando se imparte como unas colonias veraniegas. En el caso anterior y si todo es vivido como un gran festejo a expensas de demasiadas horas de matemáticas o lenguas, se resta excelencia al centro educativo. En fin, que el abuso es contraproducente, el uso racional muy conveniente. Son muchos los colegios que durante todo el curso organizan multitud de actividades lúdicas para alegrar a los alumnos y así dejar contentos a los padres. Si el escolar vive con felicidad el tiempo en el centro, muchos padres perciben que el colegio va bien, pero si lo que la familia recibe son quejas y más quejas de su lechón por los deberes y la disciplina, algunos padres acaban hartos y acuden al centro para presionar. En fin, que resulta infinitamente mejor una fiesta en el patio que una clase de cálculo extra. En algunos centros, y debido al exceso de actividades lúdicas, se llegan a perder entre un veinte y un treinta por ciento de sus horas lectivas. Una obra de teatro en donde su lechón sale tres segundos disfrazado de angelito consume probablemente la cuarta parte de clases de lengua de ese trimestre. Si realmente quiere un hijo feliz ahora, pero infeliz a la largo plazo, y falto de capacidades en su futuro adulto, un colegio así le conviene, pero si opta por un buen nivel académico será necesario sacrificar algunos de estos divertimundos escolares para que el centro no parezca un Terra Mítica, un Port Aventura o un Disney World. Una nación de pan y toros sólo distrae el estómago y la vista, pero no llena su futuro de buenas personas, competentes profesionales y felices humanos, y conste que la felicidad, como decían Platón y Ghandi, la da el esfuerzo y no la facilidad en alcanzar las cosas. Ante un deseo uno se pone a trabajar para alcanzarlo, mientras lo intenta, lo vive con ilusión, y cuando lo consigue aparece la felicidad. En el caso que el objetivo no se cumpla, se refuerza el psique para superar mejor las futuras y seguras frustraciones de la vida, algo que evita caer en infelicidades mayores. La felicidad no debe ser el único objetivo, lo debe ser más reducir la infelicidad. En fin, aplauda más al colegio que exige que el de fiestas y festejos a pesar de las opiniones de algunos pseudoexpertos que no pisan las aulas de los adolescentes. Sirva el caso del catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, Mariano Fernández Enguita. Éste defendía que el fracaso escolar era culpa de los docentes actuales al explicar cosas aburridas pero paradójicamente estaba de acuerdo en crear centros exigentes. Cabe recordar que exigir no suele ser divertido para los alumnos. Otro ejemplo de circos que intentan complacer a los clientes es el consejo escolar, un organismo que tiene su fuerza en los centros públicos pero que en los privados suele significar una pantomima dirigida a los padres. En los colegios concertados el consejo escolar no suele mandar más que la dirección del centro. Esto no es ningún mal, las escuelas privadas son empresas y como tales así se rigen. Entonces, ¿qué razón hay para perder toda una mañana en elegir a los representantes de los alumnos y de los docentes en el consejo escolar?, ¿no será ésta otra actividad lúdica a sumar al treinta por ciento de horas sin clase? No les extrañe pues que los maestros se lo miren sin ilusión y con el deseo de no ser elegidos. No quiero ir al cole Anda, ni muchos profesores a veces. El objetivo de la escuela no es el de amargar a los alumnos, que tampoco el de divertirles, la finalidad de todo centro educativo debe ser explicada y comprendida por todos los alumnos desde casa y desde el colegio. Si la vida son situaciones y decisiones, se asiste a clases para obtener conocimientos y con ellos criterios con los cuales tomar sabios caminos, se asiste para aprender a ser adulto. Saber a quien votar o a quien no, o si no votar, saber qué comprar o que no y saber con quien relacionarse o con quien no son asuntos de vital importancia para evitar que en el futuro estafen, manipulen o le vendan la moto a su hijo. Y eso mismo debe contarles un buen docente durante alguna clase o tutoría. Ese tipo de informaciones generan el vínculo positivo entre alumno y profesor. Primero al decirles una verdad que ellos siempre agradecen más que una excusa. Segundo al darles un argumento motivador para aprender. Están en el centro para tener criterio de mayores y evitar que les vendan la moto. Pero no sólo de conocimientos se alimenta nuestra mente, también la educación escolar persigue impartir una buena formación para impulsar justos y competentes profesionales, es decir, buenas personas, útiles trabajadores y mentes críticas que sepan devolver el favor a la sociedad que ahora les está pagando su educación. Debemos recordar que durante cualquier crisis económica, y esto son estadísticas del INEM, quienes tienen mejor formación ostentan mayor posibilidad de encontrar y conservar un trabajo, algo que regala estabilidad, seguridad y hasta felicidad a los humanos. Podemos resumir que todo objetivo educativo debe perseguir convertir en adulta y crítica a nuestra prole. Para ello debe alcanzarse lo que todo buen educador infundirá a su hijo, un A.R.RE, es decir dotarle de Autonomía, Responsabilidad y Respeto. Cuando se cumplen estos tres requisitos, el fracaso escolar desaparece y el éxito personal y profesional fluye y eleva al adolescente hacia una sólida madurez. Para alcanzar este A.R.RE son necesarias normas muy claras, esfuerzo y dosis oportunas de diálogo y comprensión. Si en el centro donde su hijo aprende no se hallan tales requisitos algo falla en el sistema. Añadamos que las condiciones anteriores deben impulsar que el individuo aprenda valores morales, control sobre sus emociones y a pensar por si mismo, todo un hito para los zagales. Antonio Machado decía, “una de cada diez cabezas piensa y nueve embisten”. Debemos comprender que uno puede ser muy inteligente, pero si no se le enseña a controlar sus emociones es entonces cuando embiste, en tal caso habremos fracasado.

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