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lunes, 27 de enero de 2014

FRACASO ESCOLAR O FRACASO POLÍTICO (9)

Volvamos a la tarima Tanto el reportaje anterior como las pedagogías teóricas que lo crearon condenaban que los escolares vieran al profe en posición alta en una tarima, decían que esta no favorecía el concepto de igualdad entre humanos ni tampoco el trato más cercano entre docentes y adolescentes. En parte se pretendía con ello que los profesores fueran colegas de los alumnos, algo muy innovador, sí, pero equívoco, erróneo y no educativo. Aunque profesores y estudiantes no son iguales ni en derechos ni obligaciones, aun así alguien se inventó la falacia de la igualdad entre ambos y a un dirigente le pareció algo fantástico dada la democracia vigente. En ese caso, ¿cree que por tal razón se deberían haber suprimido todos los escenarios de los teatros y óperas para que el público se sintiera al mismo nivel que los actores? O pongamos el caso contrario, los anfiteatros griegos, ¿también aquí deberíamos bajar las gradas a nivel del foso a pesar de perder acústica la actuación? Jamás a ningún filósofo griego se le ocurrió que por defender la democracia, que por cierto la inventaron ellos, se debía poner a oyentes y hablantes a la misma altura. Tarima, platea y anfiteatro son ejemplos de estructuras hábiles para la comunicación y no barreras para la desigualdad. La verdadera igualdad educativa es la que logra que todos los alumnos aprendan al máximo y no la que les abandona según unas limitaciones iniciales. Ya ven que la pedagogía teórica ejecutó la tarima sin dejar que los últimos de la platea vieran bien el escenario de la pizarra. La caída de la tarima en España fue fruto de eliminar el recuerdo de ese profesor dictador franquista que muchos sufrieron en las aulas del generalísimo. Los pedagogos teóricos quisieron apartarse tanto de ese personaje distante y azotador que cayeron al otro extremo de la balanza, en lo absurdo. Lo paradójico de ese alejamiento fue que la tarima franquista ya existía en otra época anterior y democrática, ya existía durante la república. Alégrese por tanto si en su centro todavía quedan tarimas por las aulas. Ha resultado obvio que algunos legisladores, bajo la influencia de las pedagogías teóricas, se han excedido en la concesión de derechos con los alumnos al tratarles como adultos cuando todavía no lo son. Sirva de ello lo que viene a continuación. El artículo 3 de la Ley de Menores dicta lo siguiente: “Los menores tienen derecho a la propia imagen (¿pero quién les debe pagar los piercings?) […], tienen derecho al secreto de sus comunicaciones (¿y cómo averiguar si compran o venden drogas por Internet?) […], tienen derecho a la libertad de ideología (¿y si decidían hacerse nazis?) […], tienen derecho a la libertad de expresión (¿y si se dedican a los graffitis pintando paredes que no son suyas?)…”. Las ideas de pedagogía teórica no se quedan sólo en la defensa de la igualdad y la democracia entre educadores y alumnos, van más allá. Se defiende que los alumnos díscolos deben permanecer en el aula para no ser segregados del grupo aunque con ello perturben a los que sí quieren trabajar; se defiende que así los buenos pero perjudicados alumnos puedan dar ejemplo a seguir a los malos pero libres díscolos; se defiende que todo conocimiento es un invento, una creación de la percepción equívoca de los humanos; se defiende que la clase magistral, método muy eficaz para la transmisión de información, debe exterminarse del aula aunque los cursos que imparten muchos pedagogos son clases magistrales que los docentes deben seguir; se defiende que es más importante el método de estudio que saberse las materias, es más importante aprender a aprender que simplemente aprender lo que sí saben los maestros algo tautológico, circular y autorreferencial ya que aprender a aprender simplemente es aprender y se aprende lo que no se sabe pero que sí conocen los doctos, enseñar es siempre enseñar a quien no sabe; se defiende por tanto que todos los alumnos saben aprender por si solos aunque si los conocimientos no importan tampoco pueden importar los métodos, a su vez conocimientos para conseguir los conocimientos; se defiende que el alumno debe estar libre para construir sus propios conocimientos como expresión de su personalidad y así deducir por el mismo teorías científicas que los humanos hemos tardado milenios en demostrar, póngase el caso de la Relatividad, la Tectónica de Placas, la Tabla Periódica o la Teoría de la Evolución; se defiende que esa creación del propio conocimiento y de la expresión personal del alumno sea atendida individualmente por el docente presente en el aula; se defiende que cada escolar manifieste y exprese con toda libertad su diferencia ante los demás en donde la escuela debe adecuarse a la voluntad y a las necesidades especiales del alumno sin hablar de ningún deber como el comportamiento o el deber a estudiar; se defiende que se escuche más al alumno que no éste al docente aunque si se quiere aprender se debería atender a quien más saber tiene para explicar; se defiende que el niño es autónomo pero resulta todo lo contrario, si es autónomo no es niño, es adulto, y si es niño no es autónomo, no es adulto; se defiende que si los adultos no tienen ya deberes de escuela los alumnos tampoco deben tenerlos; se defiende así disminuir los deberes en casa, los exámenes y las notas ya que lo más importante ya no es que el alumno logre hacerse con el máximo de conocimientos, sino que el resultado de todos los alumnos sea lo más similar posible entre ellos, es decir lo más mediocres posibles; se defiende también abstracciones sin significado como competencias en contra de conocimientos o de valores aunque las normas ya no se cumplan; y finalmente se defiende que los alumnos elijan las materias que más les apetezcan ya que así podrán expresar su individualidad democráticamente aunque así lleguen a ser unos completos analfabetos. La pedagogía teórica a éstos, a los analfabetos, ya les ha hallado un nuevo eufemismo, ahora les llama iletrados. Queda claro que la pedagogía teórica se ha cargado la cultura dentro de la escuela a pesar que ésta fue creada para transmitirla. Los padres, por tanto, deben evitar que en su centro se apliquen tales creencias. En fin, y ante tanta libertad postulada por la pedagogía teórica que trata a los alumnos como si fueran adultos libres en cuanto todavía no lo son, resulta obvio que se olvidó buscar el equilibrio con la otra parte del contrato, las obligaciones. Por ejemplo, ahora un benjamín puede denunciar a un educador por vejación si éste le corrige verbal y enérgicamente por una falta. Demasiada democracia mal comprendida, ¿no creen?¿O acaso la democracia se convirtió en un juego de intereses entre partidos políticos, capitales que les subvencionaban y favores mutuos entre ambos? En todo caso, el aula no podrá ser una democracia pero sí un laboratorio de ideas para poseer conocimientos y criterio, un mundo en el que se aprende a pensar en función de unas cogniciones previas. Para ello habrá que abordar el segundo de los factores para dirigir correctamente una clase, la memoria. La memoria en el aula En apartados anteriores se analizó el orden como el primer ingrediente para tutelar a los escolares y no el falaz mantra psico-pedagógico aprender a aprender que suena como una letanía. El segundo de los objetivos para llevar con eficacia un aula es promover la memoria de éstos. Retener conocimientos básicos permite barajarlos para luego reconstruir análisis, razones y actitudes críticas. Sin memoria no hay conceptos y sin conceptos no existen argumentos. Intente pensar sino sin palabras, sin imágenes y sin realidades. Uno de los elementos que nos muestran a algunos malos docentes son aquellos quienes defienden la eliminación de la memorización como herramienta básica en el aprendizaje, los que arguyen que los escolares deben forjar sus conocimientos bajo la deducción propia y no con la retentiva, es decir, que los estudiantes no están en el colegio para aprender lo que saben los maestros sino que están en el centro para jugar a aprender, el aprender a aprender. En cierta forma, y si antes se memorizaban poesías para estimular el recuerdo en la mente, ahora el alumno debería escribir y escribir hasta que por deducción, o por azar, redactara un soneto de Quevedo. Sin conceptos memorizados siempre resultó inviable deducir nuevas estrategias, ¿cómo se puede deducir el cálculo de una raíz cuadrada sin saber antes las tablas de multiplicar? O pongamos por ejemplo que deseamos que nuestros hijos comprendan un texto. Para ello siempre se necesitaron dos cosas, el silencio en el aula y la memorización de las palabras necesarias. Ello implica fijar conceptos en la memoria y no convertirse en un artista bohemio y creativo como algunos expertos alejados del aula, pero cercanos a las pedagogías teóricas, todavía defienden. Estos promulgan que los escolares deben deducir las cosas con experiencias imaginativas sin apenas memorizar por imposición dirigida, que el deber de un alumno ya no es esforzarse para entender lo explicado, que ya no es necesario que éste aprenda lo que no sabe. Si los alumnos españoles presentaron los peores resultados de la UE en el informe PISA 2000, 2003, 2006, 2009 y 2013, no fue por falta de creatividad, sino por ausencia de silencio y léxico en las aulas, por ausencia de memoria. La creatividad y la imaginación siempre surgieron de la combinación y modificación de conceptos previos y memorizados. Isaac Asimov nos deleitó con su imaginación en muchas novelas pero no hay que olvidar que escribía con alto conocimiento de causa, era físico, y no por revelación divina sino por esfuerzo personal y adiestramiento universitario. Los alumnos necesitan ser llevados por un docente docto que sepa explicarse con claridad, precisión y dominio ya que los estudiantes no han de construir el conocimiento, sino reconstruirlo. La tecnología, la ciencia y la creatividad artística son señales inequívocas de los humanos pero no son innatas. Como decía el escritor Emili Teixidor, las palabras ordenan el caos, sin ellas poco se puede crear. Necesitamos muchos conocimientos para poder pensar bien y desarrollar grandes avances tecnológicos. Paradójicamente la pedagogía teórica defiende a ultranza algo que jamás hubiera surgido de aplicarse su aprender a aprender, Internet. Son muchos los teóricos constructivistas quienes sentencian que cada alumno debería trabajar en el aula con un ordenador propio conectado a la red, pero olvidan que si cada generación hubiera deducido los conocimientos que les precedieron jamás se habría alcanzado Internet ya que la red fue consecuencia de la combinación de miles de cogniciones previas, transcritas y memorizadas millones de veces por millones de antepasados nuestros. Aún así, y argumentado todo lo anterior, se encontrará con algunos docentes que le defenderán la cultura de la creatividad en detrimento de la memorización, algo que olvida un precepto lógico, sin memoria no se expresa la inteligencia. Una mente culta e inteligente lo es si contiene muchos conocimientos memorizados y bien ordenados. Para descubrir cosas nuevas hay que partir de otras memorizadas, ¿cómo si no pretenderíamos formar personas sólo con cabezas vacías?, ¿cómo avanzó sino la investigación?, ¿acaso cada teoría científica partía de cero sin tener en cuenta todas sus anteriores? Memorizar siempre resultó algo fundamental para crear la base de nuestra experiencia y aprendizajes. Como decía George Steiner, la memoria siempre fue el marcapasos de la inteligencia. Amputarla de cualquier sistema educativo es condenar a su hijo a lo contrario, a la no educación. La comprensión de un nuevo tema se fundamenta en los conocimientos previos memorizados. La neurobiología esto lo tiene muy claro. La mielinización de las neuronas durante las etapas infantiles permite y crea la capacidad de recordación en los humanos, algo que sin trabajo mental memorizando o discurriendo jamás alcanza niveles óptimos. Es decir sin memorización de pequeño se debilitan las capacidades cognitivas y futuras del escolar, las neuronas no se mielinizan y el potencial memorístico queda malogrado. Por tanto, hay que encomiar aquellos centros donde se valora la retentiva en contra teorías alejadas del pragmatismo docente. Recuérdese que bajo la reforma sin memoria hubo muchos alumnos en bachillerato que fallaban con la tabla de multiplicar, ¿o acaso la debían deducir en la universidad? Además sin ésta bien memorizada resulta muy difícil aprender por si mismo a calcular aunque lo hay que tienen suerte. Me contaba un día un profesor de secundaria y padre de tres hijos en Vic, que un día su hijo de 10 años le preguntó. - Papá , ¿cuanto hacen 6x3? - Esto, a tu edad, ya lo deberías saber. Y si no lo sabes búscalo en la tabla de multiplicar. - Pero papá, ¿qué es eso de la tabla de multiplicar? - ¿Qué? – mirándole el padre con mala cara. - Que no sé que es eso de la tabla. - ¡No te rías de mi que la cosa acabará mal! - Papá – riéndose con nerviosismo el chaval -, que no sé qué es eso de la tabla. El padre se sulfuró al ver que su hijo le contaba mentiras y le anunció que a la mañana siguiente iría a ver a la directora de su escuela para explicarle tal mentira. A la mañana siguiente el padre pidió entrevista con la directora quien lo recibió amablemente. Ésta, y escuchados los hechos del zagal le respondió. - Evidentemente que no les enseñamos las tablas de multiplicar. - ¿Cómo? - Es que en esta escuela no enseñan las tablas. - Pero, ¿cómo entonces aprenden los alumnos a multiplicar? - Pero, ¿tú no eres profesor? - Sí. - Pues, ¿en qué mundo vives? Nosotros les enseñamos a manejar la calculadora, de multiplicar ya se encarga la máquina. El padre se levantó, le dio las gracias por su amabilidad y pensativo se fue a tomar un café. Mientras sorbía el torrefacto fue percatándose que el hecho que no se enseñaran las tablas de multiplicar en muchas escuelas no era un simple descuido o falta de cuidado por parte de algunas maestras de primaria. En realidad, y una vez más, las pedagogías tóxicas implantadas primero en primaria y posteriormente en secundaria, eran las responsables de esa ciega carrera hacia el fracaso educativo de nuestros hijos e hijas. Cabe añadir que la directora que le atendió era una de esas maestras pretendidamente progre, aunque vieja y rechoncha, que acumulaba en su palmarés un reguero larguísimo de premios y reconocimientos a la innovación y experimentación educativa, laureles otorgados por universidades e instituciones pedagógicas. Siguió pensando el padre que por desgracia las teorías educativas las acaban pagando los hijos de los demás sin ser los zagales culpables de ello, todo lo contrario, unos adultos irresponsables que experimentaron con ellos fueron los criminales. Hecho el último sorbo de la taza la decisión fue tomada, sus hijos, tenía más en esa escuela, cambiarían de centro lo antes posible. Al cabo de dos meses sus tres hijos, y los de dieciséis familias al curso siguiente, fueron escolarizados en otro centro no tan "moderno" para su gusto. A pesar de todo lo anterior siguen existiendo expertos que todavía insisten en la no memorización, véase la LOE en su redacción del 2007. Quizás por eso haya muchos nuevos maestros de matemáticas en primaria dándole a la calculadora para computar divisiones elementales, algo que no da ejemplo a los alumnos. Gran parte del fracaso académico en materias de ciencias y tecnología es la falta de práctica en cálculo mental, algo que sólo se puede potenciar de una sola forma, ejercitando el cerebro y no las teclas de una calculadora. Recuerden que memorizar es fundamental para entrenar y generar una mente maravillosa, pero sobretodo mielinizada. Por desgracia ese contraste entre defensores de la calculadora en edades muy tempranas y detractores de tal práctica ha implicado situaciones del todo absurdas. Ocurrió una vez en Cerdanyola, cerca de Barcelona, que una asesora pedagógica preguntó a los docentes de un instituto como potenciaban el cálculo mental entre sus estudiantes. El profesor de matemáticas, al sentirse aludido, entró en acción y respondió que sin usar la calculadora en clase. Añadió que además enseñaba a computar raíces cuadradas a mano como un juego para ejercitar las operaciones básicas, sumas, restas, multiplicaciones y divisiones, algo que mejoraba el cálculo mental entre sus estudiantes. Tal digna práctica topó con los criterios de la asesora pedagógica ya que ésta le soltó al matemático que para computar raíces cuadradas ya existían las calculadoras, que mejor enseñar otras cosas que no la atávica y retrógrada raíz cuadrada a mano. Ante tal prepotencia el docente inquirió bromeando a la asesora. - Bajo ese prisma tampoco sería necesario enseñar ni a sumar ni a restar, la calculadora también lo hace y así convertiremos a los alumnos en máquinas del futuro. Fue entonces cuando la asesora pedagógica se convirtió en un auténtico Terminator, el malo de la primera parte, y le dio a entender al docente que mejor se callara. Sayonara babe al de mates y a su raíz cuadrada. Lo más extraño era que aquella asesora argumentaba que para potenciar el cálculo mental era muy útil utilizar la calculadora a los once años para comprobar los resultados en cada ejercicio, ¿y cómo sabemos que el rapaz no había utilizado a escondidas la maquinita para realizar ya el primer cálculo? Con treinta alumnos por grupo, cualquiera sabe. Hay que admitir que este aparato resulta útil en cursos elevados, pero en primaria o primer ciclo de ESO parece poco aconsejable pretender facilitar el cálculo mental potenciando el uso de la calculadora en el aula, las nuevas tecnologías no deberían estar reñidas con el ejercicio mental. De hecho, y gracias a nuestra mente se han diseñado y fabricado los chips y con ellos las calculadoras. Hacerlo al revés significaría esperar que un ordenador ejerciera de docente, y que yo sepa, éstos todavía no están en el paro, aunque si mantuvieran las convicciones de aquel docente en contra de la calculadora podría suceder que la asesora pedagógica recomendara su despido. En fin, que si su centro educativo le dice que prima mucho más la deducción de la tabla de multiplicar que su memorización pero que mejor utilizar la calculadora para comprobar resultados, algo falla en éste, es decir, si en su instituto son más importantes los experimentos mentales que los conceptos concretos no se están impartiendo conocimientos, se está perdiendo el tiempo. Sólo con firmes nociones en la mente se pueden desarrollar grandes síntesis y construir con ellas teorías válidas y ciertas. Ese va a ser el tercer factor para llevar con éxito un aula.

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