Contrastados los modelos finlandés y de Estonia toca volver a los diferentes
tipos de profesores y uno de los menos estimados es el de matemáticas. Un
ejemplo lo tenemos en alguien que la película de Ron Howard, Una Mente
Maravillosa, quiso retratar pero que se quedó en mera ficción. Si bien fue
verdad que en 1994 se otorgó el Nobel de economía a John F. Nash (1928 – 2015),
el resto de la película mezcla historia con imaginación. Nash, como muchos de
los de exactas, era muy raro, quizás
el que más ya que padeció de esquizofrenia. A menudo oía voces creyéndose un
líder religioso a quién los extraterrestres le escribían. John Nash resultó el
tópico profesor de mates que de tan sabio no sabía explicar lo que sabía. El
resto histórico no lo busque en la película.
Los docentes alejados de la realidad se repiten a menudo entre doctos
profesores que ignoran como hacer llegar sus conocimientos a los estudiantes.
Para que un educador de tal índole mejore su condición debe superar dos cosas,
su falta de didáctica y su distancia con los alumnos. La didáctica es lo que
permitirá al docente emanar atención, comprensión y esfuerzo entre sus alumnos,
y si existe una asignatura de difícil atención ésta son las matemáticas.
Impartirla debe revestir todo el ingenio del profesor para que resulte mundana
y juguetona. Ya mencioné el caso de uno de mates que en la primera clase no
daba matemáticas, daba ciencia-ficción. Les contaba primero que las mates
residían por todas partes, que no sólo en los libros. Para verlas había que
poseer unos ojos mágicos, una visión matemática que había que saber transmitir
y enseñar. Ponía ejemplos como las figuras geométricas, los pesos de sus
cuerpos o la quiniela del domingo. Luego llegaba al ejemplo más enigmático de
las matemáticas, que son un idioma, un lenguaje con símbolos y sintaxis propios
como el inglés, el español o el swahili. El problema de tal lengua algebraica
era que el cambio de una coma o un punto resultaba nefasto, y que por tanto era
un medio de comunicación muy quisquilloso. Finalmente les hablaba de poder
comunicarnos con otras civilizaciones extraterrestres gracias a un lenguaje
común entre mentes abstractas, las matemáticas. Ya comenté que añadía a todo
ello unos toques literarios y cinematográficos con la novela de Carl Sagan y su
correspondiente largometraje Contact.
Otro profesor de exactas explicaba las ecuaciones en segundo de la ESO como
un juego. Para ello daba a los alumnos unas escasas normas que permitían
rescatar la X de la ecuación y calcular su valor fácilmente. La primera ley era
pasa quien manda, con referencia al
orden de las operaciones que permiten desalojar elementos de una función. La
segunda, quien pasa cambia su operación,
que no su signo. La tercera, la nueva operación afecta a todos los elementos del miembro, y así
hasta tres normas básicas más. Dejar la X a un lado del igual resultaba un
juego de rol en donde ésta era liberada de su cárcel. Las dos estrategias
anteriores, la de los alienígenas y la de las ecuaciones, acercaban las mates a
los chavales evitando que las vieran como algo lejano y abstracto.
El
segundo aspecto que permite que un docente sabio, pero alejado de su mente,
llegue a ser cercano a sus estudiantes es que le vean humano y que confíen en
él. Si este insiste a los alumnos que no utilicen la calculadora en
computaciones elementales pero un día deja que los chavales le pillen
haciéndolo, mostrará ante ellos su capacidad de pecar. Si durante una clase comete un error flagrante en la pizarra
y en lugar de excusarse o disimular pone cara de niño travieso, hará reír a sus
estudiantes a la vez que mostrará su humildad con ellos. Hay mil formas para
que los adolescentes nos vean humanos imperfectos y no sabios altivos, hasta
algunos alumnos aprenden más que matemáticas. Cuenta una leyenda urbana que un estudiante nefasto en
matemáticas halló la manera que éstas le fueran de utilidad. Habían pasado ya
muchos años entre su profesor de cálculo y este alumno. Éste último ya andaba
pasados los veinte cuando un día ambos se cruzaron. El aprendiz saludó a su
mentor efusivamente, hasta le invitó a su casa. El docente accedió y al llegar
a su domicilio quedó sorprendido, el parco estudiante en matemáticas lucía un
caro deportivo ante la puerta de un fastuoso chalet.
-
Bueno,
¿y en qué te ganas la vida? – le inquirió el docente.
-
Pues
compro y vendo.
-
¿Compras
y vendes qué?
- Pues
compro cosas a 100 y las vendo a 200, y con este 2 por ciento me gano la vida.
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