Jesús decía de los niños, dejad que se acerquen a mi,
pero no que le tomaran el pelo. Hay expertos que pregonan la igualdad
entre alumnos y profesores bajo el precepto que se debe enterrar aquel docente
franquista autoritario de antaño a cambio de potenciar la democracia vigente.
Lo curioso del caso era que el enseñante autoritario que estos teóricos
destruyen jamás fue franquista, ya existía en la república, e incluso mucho
antes en Babilonia. La escuela de la disciplina y el orden extremo se creó
mucho antes que la Guerra Civil dejara el país en manos franquistas.
Republicano, fascista o anterior, aquel colegio de golpes y tortas era un extremo
que quienes las recibieron pensaron en extinguir. Por eso ahora hay algunos
pedagogos teóricos que defienden que los docentes jamás deben proferir
presiones a los alumnos, todo lo contrario, que deben argumentar y dar todo
tipo de explicaciones a los escolares ante cualquier decisión que les afecte.
Insisten estos expertos que el esto se
hace porque lo dice el maestro, debe extinguirse por completo para que los
profesores se transformen en alguien cercano a los alumnos, es decir, un
profesor progre y amigo de sus
alumnos. Ya se sabe que ser colega de un menor no asegura
su confianza. Si un adolescente ve a un adulto como a un camarada difícilmente
le hará caso ante una orden o una sanción merecida. Y no se está hablando de
pegar a los alumnos, algo que la ley ya prohíbe, sino de no dirigirnos al otro
extremo, el de unos docentes camaradas. Y ojo, que entre amigos también se las
dan y se condena.
En un instituto de Gavà en Cataluña hubo un profesor de historia que les
comentaba a los chavales que los porros no eran malos, que no enganchaban, que
su hija los había fumado y que nada malo le había ocurrido. Añadía que el
hachís no era el camino a otras drogas duras. Durante las excursiones si los
alumnos fumaban marihuana, este docente miraba hacia otra parte. Además su
forma de evaluar era del todo progre ya que sólo exigía trabajos sin examen
alguno dedicando gran parte de las clases sólo a ver películas. El se
proclamaba a si mismo anarquista aunque votara a otros partidos y defendiera el
comunismo entre sus alumnos, algo nada objetivo en sus clases de historia. Su
afán de protagonismo entre sus estudiantes le llevaba a mantener amistad, según
él, con sus jóvenes adolescentes. Su perfil colega y cercano a los alumnos le
llevó a liarse con una de sus alumnas veinte años más joven. En fin, que por
huir del autoritarismo arcaico escolar se llegó al otro extremo de la balanza
sin quedarse en el término medio, la autoridad docta y objetiva, que no el autoritarismo. En fin, este
profesor amigo adoctrinaba y manipulaba a sus escolares, o dicho de otra manera, abusaba de su posición superior en conocimientos y autoridad.
Conseguir que un grupo de adolescentes crea en un adulto reviste todo un
arte que el educador debe manejar con gran pericia. El docente amigo de sus
alumnos difícilmente alcanzará tal cima educativa, aunque si podrá manipular y
adoctrinarlos. El secreto de ser justo y enseñar verdades reside en ser
objetivo y saber imponerse ganándose su confianza. Si los alumnos así acceden,
se hallan ante una autoridad sin autoritarismo aunque pudo haberlo inicialmente.
Por desgracia la igualdad entre educadores y escolares que defienden algunos
expertos es una utopía que ha hecho mella en los alumnos.
-
Se lo diré a mi padre y ya verás como te pondrá luego el
consejo escolar – amenazaba un escolar a un docente.
La democratización del aula, con su consecuente ausencia de autoridad,
también llega a veces a la familia. Algunos padres influenciados por este
progresismo mal entendido afirman que son muy amigos de sus hijos, en fin que
la democracia se comprendió fatal. Para votar hay que saber y ser adulto, ¿o
acaso defenderemos que nuestros alevines puedan votar al presidente del
gobierno?, ¿se imaginan lo fácil que sería manipular su voto? Ocurrió por los
años veinte en Estados Unidos que el candidato a la presidencia, el demócrata
William Jennings Bryan, manipuló la educación en muchas escuelas. Éste
presidenciable afirmaba que la Teoría de la Evolución de Darwin era falsa en
defensa del creacionismo. Hoy en día, y por culpa de esa manipulación, en
Arkansas, Tennesee y Mississippi un cuarenta
por ciento de los alumnos de entonces cree que hace unos 10.000 años
Dios lo creó todo. Es obvio que jamás deben confundirse esos dos mundos en la
educación, el de los educadores que deben enseñar realidades y el de los
escolares que deben aprender sin manipulaciones. Los primeros poseen libertad a
cambio del peso de las obligaciones, los segundos deberían aprender el
equilibrio entre ambas. Como dijo el escritor
Fernando Savater.
Los maestros deben ser
conservadores hoy por rectitud de conciencia para que algunos alumnos puedan
mañana ser revolucionarios con conocimiento de causa.
No es aconsejable que seamos colegas de los adolescentes ni que los
docentes lo sean también. En el tan aplaudido modelo finlandés y estoniano se practican tres premisas que les otorgan
el mayor éxito académico de toda Europa, su conservadurismo, su profesionalidad
y su autoritarismo. En los modelos educativos anteriores no se cometieron los
errores de nuestro país. Cabe indicar aquí que en el aula no deben confundirse los siguientes conceptos.
Lo que viene a continuación es del profesor Ricardo Moreno.
Primero, la
flexibilidad de las normas que defienden algunos pedagogos no debe confundirse
con la ausencia de éstas. Muy a menudo durante los botellones que cada jueves suceden
en la Universidad Autónoma de Madrid se opta por permitirlos con una brigada de
limpieza que borra toda huella del delito.
Segundo, tolerancia
no significa permitir la falta de respeto ya que tolerar no es educar en
libertad, es educar bajo la dictadura del capricho.
Tercero, un educador
cercano a sus estudiantes no es un colega, simplemente es quien irradia empatía
y confianza, no tolerancia.
Cuarto, facilitar el
aprendizaje no se corresponde con el sobreproteccionismo. En muchas ocasiones
vemos como muchos padres acompañan a sus hijos en selectividad o en las colas
de matriculación universitarias.
Quinto, amenizar las
clases no implica una educación sin esfuerzo ya que sin éste no se valora lo
que se aprende ni quien te lo enseña, el docente.
Sexto, promover la
participación en las clases no equivale a que todos opinen de todo ya que todo
no lo saben y sin conocimientos difícilmente se puede argumentar correctamente.
Y séptimo y último,
aprender por competencias jamás debió significar la rebaja de los contenidos ya
que se menosprecia la memorización de los mismos.
Recuerdo el caso de una
profesora de primero de la ESO que para dejar clara la distancia entre educador
y estudiante, pero sin imponer disciplinas arcaicas, se inventó un sistema del
todo curioso y eficaz, los puntos verdes y naranjas. Con la lista de clase
colgada en el tablón del aula, iba poniendo puntos de clorofila o de mandarina
según lo aplicados que resultaban sus preadolescentes, verde para lo positivo,
naranja para lo fallido. Al final ellos mismos, con o sin resquemor, iban al
tablero y se autoadjudicaban sus puntos. Jamás la susodicha profesional utilizó
tal competición para imponer notas, sólo resultó un juego en donde los infantes
comprendieron sus obligaciones en el aula, no la democracia estatal de sus
adultos. Un sistema de enseñanza es democrático si asegura que no deja atrás a
sus aprendices, algo que Finlandia y Estonia tienen muy claro. Y por cierto, nuestra democracia no es tal ya que el pueblo manda bien poco. Si impusiéramos el actual modelo democrático entre profesores y alumnos estos últimos todavía serían menos de lo que realmente son.
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